PSICOLOGÍA
Hacer
frente a la adversidad de forma constructiva y salir fortalecido no es
sencillo, pero es posible. La palabra clave es 'resiliencia'
Dado
que no vivimos en una urna de cristal (ni falta que hace), tarde o temprano, la
vida le pondrá por delante una prueba difícil de superar. Un infortunio que,
probablemente, tenga forma de enfermedad o de pérdida y que encajará con mayor
o menor habilidad. Para aumentar la garantía de éxito, un consejo, o mejor,
tres: sea flexible como el bambú, maleable como la arcilla y adáptese al cambio
como un lobo. Solo así, estará en disposición de sobrellevar los peores
momentos del devenir de los acontecimientos.
La buena noticia es que a pesar de que estos
hechos no son algo que podamos evitar ni controlar, “todas las personas
contamos con la capacidad de afrontarlos de forma constructiva”, asegura
Santos. A esa fuerza interior se la conoce como resiliencia, añade esta
neurocientífica: “Nos permite superar cualquier situación difícil saliendo fortalecido
de ella”.
En este asunto, el quid de la cuestión reside en
cómo salimos del embate. Porque, aunque lo ideal sería hacerlo con la lección
aprendida, no siempre lo conseguimos. “Ante una situación traumática existen
dos opciones: hundirse o crecer”, señala Santos, que también preside la
Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático (SETEPT). “Hemos comprobado a menudo cómo muchas
personas, después de haber experimentado episodios muy difíciles en su vida,
cambian su forma de entender el mundo y adoptan una perspectiva más humana,
priorizando lo realmente importante frente a nimiedades a las que antes
otorgaban un protagonismo infundado”, añade la psiquiatra.
Por su parte, la psicóloga clínica Noelia Mata, especialista en Trastornos de la Personalidad y
Neuropsicología, coincide con Santos en señalar que, en ocasiones, el individuo
pierde la partida. En este contexto, Mata apunta tres posibles actitudes ante
la adversidad: “En primer lugar, hay gente que se apunta al victimismo
echándole la culpa de lo ocurrido al mundo, a la vida o a los demás; otros, se
enfurecen y se instalan en una actitud agresiva; y, por último, estarían las
personas resilientes que son las que aceptan la realidad y se adaptan y
enfrentan a ella”. Ahora bien, la superación constructiva de un trauma no
significa que debamos pasar necesariamente por situaciones dolorosas para poder
experimentar crecimiento personal. Así lo cree Santos: “Aunque muchos de los
que han ganado este tipo de batallas afirman ser más felices que antes y
consideran que el sufrimiento les ha llevado a ser mejores personas, no hace
falta esa experiencia para ser feliz”.
Mata va más allá y, además de compartir la opinión
de Santos, cree que, para desarrollar la resiliencia y en última instancia
acercarnos a la felicidad, lo ideal es trabajar la capacidad de resistencia y
adaptación desde la infancia. Y para respaldar su postura la experta hace
referencia al neuropsiquiatra francés Boris Cyrulnik, autor de libros como Los patitos feos.
La resiliencia. Una infancia infeliz no determina la vida (Debolsillo), quien defiende la idea de que el mecanismo que
protege a las personas frente a las adversidades de la vida se forja en los
primeros años de vida gracias a la interacción que establece con su cuidador,
especialmente con la madre, que es quien provee al niño de la seguridad
afectiva necesaria para crear un apego seguro.
Esa sensación de bienestar emocional a la que es
posible llegar tras la superación de un suceso trágico, está al final de un
recorrido que tiene su origen en los recursos psicológicos que todos disponemos
de forma innata. La doctora Santos defiende con rotundidad que la resiliencia
“no es una habilidad externa, sino una actitud que se desarrolla en nuestro
interior gracias a la plasticidad neuronal y que se va modificando en función
de las experiencias vividas”. Y anima: “Todo individuo puede acrecentar poco a
poco su resiliencia”. Eso sí, también advierte que no todos tendrán el mismo
éxito, ya que si no se le dedica tiempo y esfuerzo "no se alcanzarán los
niveles mínimos de resistencia que garantizan la superación del suceso”.
Aunque esta psiquiatra reconoce que en un tercio
de la población se puede encontrar una predisposición genética que determina la
capacidad de una persona a ser resiliente, también recalca que la biología es
solo parte de la explicación, “y si no se trabaja mediante el entrenamiento
consciente o se moldea a través de la experiencia, no pasará de ser una
capacidad en potencia”. Por su parte, la psicóloga Mata tampoco cree que el
comportamiento resiliente responda en exclusiva a los dictados del ADN. Para
esta psicóloga, una persona será más o menos resiliente dependiendo de la
combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. “Las variantes
genéticas interactúan tanto con las ambientales como con las conductas
aprendidas para enfrentarnos de forma positiva a situaciones adversas”,
sostiene.
¿Quién podría negarse a tener en sus manos las
herramientas necesarias para superar un revés de la vida o alcanzar una meta
determinada? Sin embargo, la psiquiatra Santos no duda un instante en
recordarnos que el funcionamiento del cerebro no es tan sencillo como nos
gustaría. Incluso, es mucho más complejo de lo que imaginamos, ya que se
autogestiona y tiene capacidad de responder a cualquier demanda que recibe del
exterior. “Intervienen en él muchos neurotransmisores, y además la mayoría de
ellos están supeditados a que otros hagan de neuromodulador. Es decir, si uno
falla, la cadena se rompe e impide que tomemos las decisiones correctas”,
aclara.
Y, ¿cuáles son esos eslabones “neurológicos” que
integran la cadena? A grandes rasgos, Santos distingue “tres cerebros” ubicados
en tres alturas distintas: “En primer lugar, está el cerebro más primitivo,
donde se encuentran los instintos de supervivencia; a continuación, el cerebro
medio, que es emocional y, por último, el cerebro superior o racional, el que
toma las decisiones”. Cualquier decisión que tomamos es el resultado del modo
en que se conectan los tres cerebros y, si todo va bien, "es un proceso
que arranca con la reacción instintiva del primero de ellos, la cual da paso a
una respuesta influenciada por las emociones del cerebro medio y, por último,
llega al superior que es el responsable de tomar una decisión basada en la
experiencia y el conocimiento, lo cual es sin duda lo más bonito y,
definitivamente, lo más humano”, explica la psiquiatra.
Sin embargo, este recorrido ideal en ocasiones se
ve truncado produciendo lo que se denomina cerebro secuestrado.
Consiste en que, ante un estímulo muy estresante, "la respuesta se queda
atrapada en el cerebro primitivo sin posibilidad de seguir el ascenso y tomar
una decisión racional fruto de la intervención del cerebro superior”, aclara
Santos. “En cambio, si el estrés es menor se percibe como un reto y resulta
motivador”. Por su parte, la psicóloga Mata ubica la respuesta resiliente a
medio camino entre lo 100% instintivo y lo totalmente racional: “Un
comportamiento resiliente debe implicar una estimación de los riesgos que
conlleva la adopción de una decisión o postura determinada”.
Considerar un suceso objetivamente amenazante como
un reto personal es una tarea complicada que podría simplificarse si nos
preparamos para ello desde la infancia. Uno de los centros donde esto es
posible es el IER. Gran parte del trabajo que se desarrolla ahí se hace desde
la prevención. Es decir, preparando a las personas para afrontar las
dificultades de la vida antes de que sucedan.
En este sentido, y ante cualquier proceso de
aprendizaje, la psiquiatra destaca en su libro Levantarse y luchar (Conecta) el valor del esfuerzo. “Cualquier
persona que lucha por un objetivo, ya sea un desafío personal o en el caso de
un deportista batir una marca o a un rival, debe asumir que lograrlo supondrá
sacrificio y sufrimiento. Y eso no es malo”, concluye Rafaela Santos.
Quizás haya heredado las espaldas de su abuelo y
que sean tan anchas que pueda echarse sobre ellas los problemas propios y
ajenos. Pero si no es así, con voluntad, coraje y determinación también puede
conseguir unos hombros fuertes que soporten lo que venga.
La psiquiatra y neurocientífica Rafaela Santos,
que participó en el pasado encuentro de salud mental Mens Sana, organizado por
El Ser Creativo, señala tres pasos principales que le servirán de guía para
superar la adversidad de forma constructiva:
1. Asuma la realidad. Es imprescindible que acepte lo que no puede
cambiar. Haciendo referencia al neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl, la
doctora nos recuerda que la persona que no acepta la realidad sufre el doble. // 2.
Adáptese al cambio. En este punto, intervienen multitud de
procesos neuronales cuyo fin último es encontrar nuevas vías de resolución
positivas. // 3. Escoja un
camino. Por último, la psiquiatra nos anima a preguntarnos hacia dónde
queremos crecer, y a que actuemos después en consecuencia.
Para completar la lista, la psicóloga Noelia
Mata añade dos más: 4. Busque apoyo a su alrededor. Las
personas de nuestro entorno nos ayudan a tener una visión más global de la
situación, lo cual revierte en una mejor toma de decisiones. // 5. Lleve hábitos de vida
saludable. Practicar ejercicio, seguir una buena higiene del sueño o
meditar con regularidad ayudan a afrontar los problemas con más energía.
Nota.- He omitido dos párrafos que me han parecido reiterativos. Si alguna persona quiere consultar el artículo completo los datos están como siempre en la cabecera. Saludos.
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