miércoles, 30 de marzo de 2022

¿Cúales son los trastornos obsesivos más comunes?


PILAR HERNÁN       |       Hola.com     |     24/03/2022

Los trastornos obsesivos más comunes son el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y el Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Personalidad (TOCP) y las obsesiones más comunes dentro del TOC son: 

- Obsesión por los gérmenes, la suciedad y la contaminación.

- Obsesión por el orden, la simetría y la organización. 

- Obsesión por la seguridad y verificación de la misma.

- Obsesión por acumular objetos o cosas.

- Obsesiones morales o religiosas.

- Obsesión por la posibilidad de perder el control y causar daños a otras personas y a uno/a misma.

- Obsesiones sexuales.

- Obsesión por la posibilidad de que pueda ocurrirle algo malo a un/o mismo y a sus familiares.

- Obsesiones de contenido supersticioso (números o prendas de vestir de la buena o mala suerte).


¿Cuáles son las claves para gestionar bien estas situaciones? 

La experta nos da algunos consejos útiles que nos pueden ayudar a afrontar mejor estas situaciones:


·        Tomar consciencia de estos pensamientos y/o comportamientos puede aportar fuerza para solucionarlo. Informarse y leer acerca de este tema, puede ayudar a la persona a darse cuenta de que otras, también han pasado por la misma situación y es posible solucionarlo.


·        Comprender que esos pensamientos son irracionales, ya que la mayor parte de las veces, no se cumple lo que pensamos que puede ocurrir. Y en este punto, a veces, es necesario pedir ayuda profesional para que alguien nos guie y nos enseñe técnicas específicas y adecuadas a nuestro caso.


·        Practicar algún deporte que nos guste, la meditación y/o las técnicas de relajación para reducir los niveles de ansiedad puede ayudar a desviar la atención de esos pensamientos y como consecuencia, a bajar un poco el nivel de malestar.


·        Si estos pensamientos interfieren en nuestra vida diaria de forma significativa y en nuestras relaciones interpersonales, lo mejor es pedir ayuda a un profesional para que pueda realizar una evaluación, un diagnóstico y un tratamiento terapéutico adecuado a nuestro caso.

 

¿Es complicado convivir con una persona con rasgos obsesivos? 

En opinión de la psicóloga, convivir con una persona con rasgos obsesivos puede llegar a ser complicado, especialmente en casos con un alto grado de perfeccionismo, orden, control y rigidez, debido a que siempre suelen ser los demás quiénes deben adaptarse a la forma de hacer las cosas de la persona con estos rasgos, bajo unas normas, pautas, horarios o un orden establecido, lo que puede acabar generando discusiones y conflictos. “El trabajo en equipo puede llegar a ser realmente complicado y los demás pueden sentirse juzgados y desvalorizados por no alcanzar esa 'perfección' que se exigen a ellos mismos y a los demás. Además, puede llegar a ser frustrante para los convivientes el hecho de no poder compartir más tiempo juntos, dejarse llevar más en algunas situaciones sin tantas normas, procedimientos o reglas y hacer planes espontáneos e improvisados”, concluye.

lunes, 28 de marzo de 2022

Las dificultades de convivir conmigo mismo, por Laura Rojas-Marcos

 

LAURA RODRIGAÑEZ      |      Telva      |      20/02/2022

¿Con quién crees que tienes la relación más importante de tu vida? Hablando con la psicóloga Laura Rojas-Marcos sobre qué ayuda y qué no en cuestión de relaciones, nos hemos dado cuenta de la poca importancia que damos a nuestro dialogo interno, aún siendo el que marca el punto de partida con respecto a los demás.

En el escondite, ese juego de toda la vida, hay una fórmula de salvación universal: "por mí y por mis compañeros, pero por mí primero". Con esa expresión se envía un mensaje de prioridad con cierto un cariz egoísta. Sin embargo, en las relaciones sociales no es, ni más ni menos, que el punto de partida. Dice Laura Rojas-Marcos, doctora en Psicología Clínica y de la Salud, que nuestra vida está marcada por la convivencia con dos grupos de personas: las elegidas y las no elegidas. Las primeras son las más escasas (amigos y pareja), la segunda, mucho más amplia, abarca desde uno mismo hasta el desconocido que se sienta a tu lado en el autobús. Aprender a tener una relación saludable con todos ellos parte de la casilla de arranque: el "yo primero".

Después de muchos años como psicóloga y terapeuta, Laura Rojas-Marcos ha decidido aportar su grano de arena al manejo de las relaciones y las emociones en Convivir y compartir (Grijalbo), un manual de psicología que recoge las claves para relacionarte saludablemente con los demás y contigo. La pandemia -o "findemia", como muchos científicos están calificando la situación dada la repercusión que ha tenido sobre todos los pilares de la sociedad- también ha impactado fuertemente en nuestras emociones. "Al fin y al cabo estamos conviviendo en un estado de tensión, ansiedad y cambios constantes que afectan a nuestras rutinas diarias. La gran mayoría hemos tenido que adaptarnos a un nuevo sistema de relacionarnos y todavía estamos en un proceso de aprendizaje y supervivencia en el que, sobre todo, tenemos que aprender a convivir con la incertidumbre y los cambios constantes", explica la experta.

EL AUTOCONOCIMIENTO

De todas las relaciones que puedes tener a lo largo de tu vida, ¿cuál crees que es la más determinante en tu vida? Puede que tus familiares (padre, madre, hijo, hija, hermanos, hermanas...), tu pareja y tus amigos de más confianza estén en los primeros puestos de la lista olvidando que la relación primordial en tu vida es la que tienes contigo mismo. La mayoría de las personas ni siquiera cae en la cuenta, dando por sentado que las relaciones siempre se dan con otros agentes externos. Pero siempre hay un diálogo interno con nuestro yo, especialmente cuando nos sentimos confusos.

Laura Rojas-Marcos explica que "no dejamos de ser un misterio al ser seres emocionales y pensantes. A menudo tenemos sentimientos encontrados frente a una misma situación o persona. No tenemos claro qué nos gusta, cuáles son nuestras prioridades, qué creemos, que esperan los demás de nosotros". Por ello, la psicóloga insiste en el autoconocimiento como llave de acceso a toda relación saludable. "Para la mayoría de las personas la convivencia más difícil es consigo misma. Les cuesta tener un trato amable y generoso con ellos". Y cuando conseguimos encontrar la forma saludable de relacionarnos con nosotros mismos, se facilita mucho el tener y mantener buenas relaciones con los demás.

En ese viaje interior averiguaremos donde están nuestras habilidades, fortalezas, gustos, personalidad y temperamento. Y también nuestras limitaciones o lo que consideramos defectos. Dado que no elegimos nacer, ni nuestros genes, ni nuestra manera de ser, no podemos ampararnos en esas cuestiones para justificar los errores que podamos cometer. Si tenemos, en cambio, la posibilidad de elegir la actitud con la que queremos afrontar la vida. Cuando una persona se encuentra con manías que considera heredadas y achaca la imposibilidad de cambio a la genética familiar, realmente no está queriendo modificar nada. "Siempre podemos aprender a hacer las cosas de manera diferente y mejor", dice Laura Rojas-Marcos. Y con ello, cambiarán nuestras relaciones externas.

LAS ACTITUDES

Cuando le preguntamos a la experta por una receta infalible de actitudes que nos permitan dominar el arte de la convivencia (incluyéndonos a nosotros mismos), se ríe casi condescendiente. Hay tantas formas de afrontar la vida como aprendizajes hemos ido adquiriendo. Aún así, Laura Rojas-Marcos se esfuerza en señalar algunas:

  • Ser amable, flexible y abierto frente a las diferencias que podamos tener con los demás o con nosotros mismos.
  • Ser generoso. Saber compartir, dar y recibir.
  • Ser asertivo. Marcar los límites a otros y a nosotros mismos.
  • Juzgar lo menos posible. Todos tenemos una opinión casi respecto a todo, pero hay que aceptar y entender que hay diferentes puntos de vista. Esto nos va a ayudar a resolver conflictos.
  • Ser resolutivo.
  • No dejarse llevar por el orgullo o la necesidad de tener la razón siempre.

En Convivir y compartir, la autora dedica un capítulo completo a desgranar las 10 claves para una buena convivencia: confianza, compromiso, comunicación, cordialidad, consideración, contribución, colaboración, coherencia, consistencia y cuidados.

LA COMUNICACIÓN

El poder de la palabra es muy poderoso en nuestras relaciones de convivencia, también con uno mismo. Todos tenemos un diálogo interno que puede ser constructivo o destructivo. A veces podemos ser nuestro peor enemigo. "La forma en que nos hablamos va a influir drásticamente en la calidad de la relaciones con otros y uno mismo", subraya la autora. Por eso, hay que tener cuidado con la palabra. "Es un error hacer evidente todo lo que pasa por nuestra cabeza y lo que sentimos. La habilidad de desarrollar y aprender a comunicar es muy importante".

Existen personas que bajo el estandarte de la sinceridad se creen con derecho a decir todo lo que creen sin considerar nada más que su propio ego. El "sincericidio" es una actitud que tienen aquellos que se sienten con el derecho de decir todo lo que piensan sin empatía, en nombre de su verdad, haciendo daño. Al final suele tener un resultado devastador, porque se ponen a sí mismos en el centro del universo y acaban destruyendo las relaciones. En momentos de tensión, aumenta la trascendencia de la comunicación y hay que tomar conciencia de lo que se quiere decir antes de soltarlo sin ningún miramiento. También (y sobre todo) cuando te lo dices a ti.

viernes, 25 de marzo de 2022

Saber perdonar, una asignatura pendiente para nuestra salud mental


·        SILVIA NIETO     |    elmundo.es-Yo dona      |     15/03/2022   

El perdón no está de moda. Por algún extraño mecanismo la sociedad ha desarrollado una gran intolerancia a las disculpas, a ofrecerlas... y a aceptarlas. Una pena, porque perdonar, dice la psiquiatra Marian Rojas Estapé, es salud.

 

Te propongo un experimento: piensa en la última vez que alguien te dijo "perdóname". No un "sorry", o un "uy, lo siento", así, como de pasada, sino "PERDÓN" mirándote a los ojos y concentrado en lo que estaba diciendo, la última vez que alguien reconoció ante ti que había hecho algo que te había perjudicado y que de alguna forma podría haber evitado. Si por mucho que buscas no logras encontrar nada en tu memoria, piensa cuál fue la última vez que tú pediste perdón, sintiéndolo sinceramente, deseando fervientemente que la otra persona te absolviese de tu 'culpa'. ¿Que no encuentras nada? Necesitas leer este artículo.

 

En el capítulo seis de la segunda temporada de 'Euphoria' (atención, spoiler), Rue (Zendaya) llama por teléfono a su padrino en Narcóticos Anónimos, Ali (Colman Domingo) sobreponiéndose a un enorme malestar y una gigantesca vergüenza, para pedirle perdón por unas palabras muy crueles que le ha dedicado previamente. "Solo quería decirte que... que siento mucho lo que dije. Lo siento de verdad. Nunca debería haber dicho eso. Lo siento mucho". Él entonces la interrumpe desde el otro lado de la línea: "Rue, escúchame. Te perdono". Después de un silencio cargado de emoción ella dice: "¿De verdad? ¿Cómo sabes que no te estoy mintiendo?". Y él le responde: "Porque a todos nos llegará la hora, así que tenemos que perdonarnos".


Perdonar es complejO 

En sólo unos minutos esta escena te pone por delante la complejidad que entraña el perdón, la riqueza emocional que atraviesa de lado a lado esa acción interpersonal. Un acto que exige empatía, fortaleza, generosidad, compasión... La psiquiatra Marian Rojas Estapé, autora entre otros de 'Encuentra tu persona vitamina' (Espasa) lo expresa así: "Perdonar no es sencillo. Es viajar al pasado y volver sano y salvo. Es un acto de amor. En mi opinión tiene dos fases: la inmediata y la mediata. La inmediata es decir: "Bueno, te perdono". Hay una intención de perdonar en ese instante para mitigar el dolor que existe o el sufrimiento que se ha provocado. Pero luego hay otra parte del perdón para la que necesitas perspectiva, comprender por qué el otro te ha hecho daño, y eso requiere tiempo.

 

Porque puede parecernos que perdonar es pan comido, pero no lo es, ni mucho menos (de ahí que para todas las grandes religiones sea un asunto central y a menudo esté detalladamente estructurada la forma de obtener el perdón, que en el Cristianismo pasa por la confesión y sus famosos examen de conciencia, acto de contrición, confesión auricular al sacerdote, penitencia y absolución). Para colmo, en España se nos da incluso peor pedir perdón que al resto del mundo. Tiffany Watt Smith, en 'El libro de las emociones humanas' (Blackie Books) afirma que en nuestro país, "el miedo a perder la dignidad o el orgullo son muy pronunciados", lo que conduce a que nos cueste horrores reconocer los errores (y sin eso, no hay perdón que valga).

EL RENCOR ES MALO PARA LA SALUD 

Pero eso es malísimo, porque nos lleva a instalarnos en el peor lugar posible, en la antítesis del perdón: el rencor. Como nos explica Marian Rojas Estapé, "después de muchísimo investigar, de analizarlo y de observarlo en pacientes a lo largo de mi trayectoria profesional, me he dado cuenta de que el rencor enferma. Es un gran 'intoxicador' de cortisol. Alguien que fomenta un rencor, que vive en él, que trae constantemente a su cabeza heridastraumas, gente a la que no puede soportar y a la que no ha perdonado... llena su mente de pensamientos negativos y su organismo de cortisol, y puede llegar a enfermar. He visto casos graves de personas que debido a ese rencor han tenido cuadros inflamatorios y potenciado problemas de su organismo: migrañas, dolores musculares, problemas reumatológicos...".

 

APRENDER A PERDONAR. POR DÓNDE EMPEZAR 

Uno de los obstáculos que encontramos a la hora de perdonar es la sensación de injusticia, la de que el otro se va a ir 'de rositas' si le perdonamos la ofensa. "Parece que si perdonamos somos seres demasiado débiles o vulnerables", explica Rojas Estapé. Y añade: "Siempre he insistido en que la felicidad consiste en vivir instalado y conectado con el presente de la mejor forma posible habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión el futuro. El rencor es vivir instalado en el pasado. Por lo tanto, es imposible que conectes de forma sana con tu día a día y que vivas con ilusión el futuro con rencor. Es un tema casi de eficiencia vital. Es decir, si yo quiero estar lo más sano posible física y mentalmente, el perdón es un gran mecanismo". En resumen, desde determinado punto de vista, perdonar es un acto de puro egoísmo. Es para vivir mejor tú, más feliz y más sano.

 

Por otro lado, explica la psiquiatra, "el perdón requiere trabajar el corazón. Mi padre [el psiquiatra Enrique Rojas Montes] dice que la felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. Consiste en ser capaz, a veces, de olvidar. No significa que no hayas aprendido la lección. No significa que no seas plenamente consciente del daño que te hicieron. Significa que a pesar de todo ello intentas seguir adelante sin ese enganche al pasado que te dificulta el día a día". Y aclara Rojas Estapé, por si aún creemos que perdonar es equivalente a 'dejarlo pasar': "Yo creo que uno puede sentir un gran rechazo a la injusticia, a las cosas malas, a los actos que nos perjudican, a la crueldad, incluso podemos luchar para que estas cosas no sucedan..., pero eso no significa que no seamos capaces de perdonar".

 

SIN EMPATÍA NO HAY PERDÓN 

Saber perdonar pasa por tener capacidad para la empatía, por ponernos en el lugar del otro. "Comprender es aliviar. Cuando uno está lleno de odio y rencor es incapaz de ponerse en el lugar del otro. Cuando uno baja ese nivel de tensión interna -digamos que la tensión es cortisol y la empatía es oxitocina y uno se desequilibra con el otro-, entra suavemente en la oxitocina, que es la que le permite empatizar. En el perdón, empatizar es entender qué le pudo pasar a esa persona para llegar a hacernos daño". Y, concluye la experta: "En terapia, el perdón es esencial".

miércoles, 23 de marzo de 2022

¿ Cómo funciona el autoengaño en las adicciones ?


LUÍS MIQUEL REAL        |       Psicología y Mente              

Así actúa el autoengaño para mantener viva una adicción desde la disonancia cognitiva.

Toda persona que haya trabajado con adicciones (o convivido con un familiar con adicciones) sabe hasta qué punto una persona puede autoengañarse para seguir drogándose.

En este artículo te voy a explicar qué es la disonancia cognitiva, por qué es un concepto importantísimo para entender cómo funcionan las adicciones, y te voy a dar ejemplos de cómo se da este fenómeno entre personas con diferentes tipos de adicciones.
 
¿Qué es la disonancia cognitiva?

La disonancia cognitiva es un fenómeno acuñado por el psicólogo Leon Festinger allá por 1957. Este término se refiere al conflicto psicológico al que se enfrenta una persona cuando se encuentra con información que cuestiona sus creencias ya establecidas. Es decir, cuando se enfrenta a información que pone en duda aquello en lo que ya cree.

Muchos divulgadores, como el genial psicólogo Ramón Nogueras, han señalado cómo la disonancia cognitiva explica las fake news, los movimientos anti-vacunas o que víctimas de sectas se nieguen a abandonarlas.
 
Cómo la disonancia cognitiva afecta al autoengaño en personas con adicciones

Cuando una persona desarrolla dependencia hacia una sustancia o conducta, tenderá a filtrar la realidad de tal forma que justifique sus acciones.

Por ejemplo, cuando un familiar le recuerde que está bebiendo demasiado, una respuesta habitual por parte de una persona con alcoholismo podría ser “hay mucha gente que bebe igual o más que yo” o “mi abuelo bebió alcohol a diario toda su vida y vivió muchos años” o “es que odias que me divierta".

Para las personas que observan, los signos de adicción serán obvios, excepto para la propia persona. El autoengaño es un mecanismo de defensa para evitar la vergüenza o el miedo a reconocer la pérdida de control en la vida de uno.

Además, a nadie le gustaría admitir que ha desperdiciado parte de su vida, su dinero, su salud o sus relaciones por algo que además le hace sentir como a un esclavo.

Por eso, la disonancia cognitiva hará que la persona levante barreras mentales ante cualquier evidencia de que tiene un problema de adicción. Rechazará cualquier información que ponga en duda su visión actual del mundo, y utilizarán toda su imaginación para continuar con sus hábitos destructivos.
 
Disonancia cognitiva entre personas con adicción a la marihuana

El caso de los consumidores de cannabis es muy curioso. Desde la popularización de esta droga en el mundo occidental en los años 60 y 70 del siglo pasado, se han desarrollado multitud de comunidades de entusiastas de la marihuana. Incluso tienen un día (el 20 de abril) para celebrar su amor por la marihuana, un movimiento conocido como 420.

Cuando alguien empieza a consumir cannabis (en forma de marihuana, hachís o cualquier otra) se encuentra con una comunidad mundial de consumidores que niegan los efectos nocivos de esta droga, y solo prestan atención a los posibles beneficios. Comparten consejos sobre el autocultivo de marihuana, sobre las diferentes variedades y promueven un estilo de vida alrededor del consumo habitual de esta droga.

Este es el ejemplo perfecto de disonancia cognitiva entre personas con dependencia a alguna droga, pues cuando sus familiares, su pareja o incluso los psicólogos les confronten señalándoles cómo el consumo extremo de marihuana les está destrozando la vida, estos defenderán su consumo con argumentos como:

·        "Es una droga blanda, no tiene peligro".
·        "No causa adicción, no es como otras drogas".
·        "Conozco a gente que fuma a diario desde hace años, y están muy bien".
·        "Si la marihuana fuese peligrosa, no la estarían legalizando en otros países".

la mayoría de estos argumentos habrán sido respaldados por la “comunidad” 420, que extiende todo tipo de bulos sobre los supuestos beneficios del consumo de marihuana (e ignorar los serios problemas de adicción o psicosis que sufren miles de personas alrededor del mundo).

Tampoco olvidemos que el negocio de la marihuana mueve muchísimo dinero, entre merchandising, parafernalia de cultivo, semillas, etc.

Como ves, la persona ignorará casi cualquier evidencia científica que se le ponga delante, para justificar la historia menos incómoda (psicológicamente hablando).

A nadie le gusta reconocer que estamos equivocados, por lo que tendremos tendencia a manipular la información de manera que siempre tengamos razón. La disonancia cognitiva es uno de tantos sesgos psicológicos en los que caemos todas las personas (los psicólogos también), pero que se ve más acentuado en determinados perfiles, sobre todo en personas con adicciones que no quieren reconocer su problema de consumo.
 
Disonancia cognitiva entre personas con adicción al tabaco

Entre fumadores de tabaco, la disonancia cognitiva se puede observar en argumentos como estos:
·        "Si fumar fuese tan malo, sería ilegal".
·        "Mejor fumar que drogarse".
·        "Fumo muy poco, menos de X cigarrillos al día".

Disonancia cognitiva entre personas con adicción al alcohol

Entre personas con problemas con el alcohol, la disonancia cognitiva se puede observar en argumentos como estos:

·        "Todo el mundo bebe".
·        "Si no bebes, eres una persona aburrida".
·        "Mi padre bebió toda la su vida y vivió muchos años".
 
Cómo lidiar con el autoengaño de una persona con adicciones

Como habrás observado en los diferentes ejemplos, la persona con disonancia cognitiva intentará minimizar la percepción de daño, deslegitimar los datos que le ofrezcan (considerarlos poco válidos), cambiar el foco de la conversación, o utilizar la fuerza del grupo/comunidad para justificar su consumo.

Lo más importante es no humillar o faltar al respeto a la otra persona, por muy equivocados que creamos que está. Muchos de nuestros argumentos causarán rechazo en la otra persona, harán que se ponga a la defensiva o que incluso se aleje de nosotros todavía más.

Lo mejor es generar conversaciones desde el cariño y con mucha paciencia. Superar un problema de adicción no es fácil, y reconocer que tenemos un problema tampoco lo es.

Cuando la persona haya reconocido el problema, debes animarla a acudir a un profesional que le pueda ayudar a dar los siguientes pasos para superar su adicción.

lunes, 21 de marzo de 2022

El año que quebró la salud mental de los niños y de los adolescentes


Sofía Pérez Mendoza / Ana Ordaz     |     elDiario.es     |     26/12/2021

La avalancha de casos detectada desde diciembre de 2020 ha evidenciado la precariedad del sistema de atención con esperas de hasta dos meses en algunas comunidades autónomas.

 

Los psicólogos y psiquiatras infantiles están alarmados. Los niños, niñas y adolescentes con problemas de salud mental en el último año se han disparado y no tienen recursos para atenderlos a todos a tiempo. Las enormes listas de espera –de hasta dos meses para una primera cita en algunas comunidades– terminan derivando los casos más graves a las urgencias y algunos especialistas creen que todavía no hemos tocado techo. Las consecuencias de la pandemia dan la cara con el paso de los meses.

 

El estallido se localiza a partir de diciembre de 2020, según Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón. “No de población general, sino de segmentos concretos, entre los que se encuentran las personas de 10 a 20 años, además de los sanitarios y de los familiares de los fallecidos. Hay nuevos casos y empeoramiento de los que tenían trastornos mentales previos”, señala el psiquiatra. Entre los motivos que explican el estallido, “la incertidumbre, el exceso de noticias, el distanciamiento social, el fin de las rutinas o el uso desmadrado de pantallas”. “La pandemia ha destruido la salud mental infantojuvenil”, constata Pedro Javier Rodríguez Hernández, pediatra del servicio de psiquiatría del Hospital Nuestra Señora de Candelaria, en Tenerife.

 

El hospital Gregorio Marañón de Madrid fue uno de los primeros en dar la voz de alarma este verano al ver multiplicadas las urgencias pediátricas por motivos psiquiátricos. “El que no tiene dinero para pagarse un psicólogo privado y un trastorno importante acaba ingresado antes de que le pueda ver el especialista de forma ambulatoria”, retrata el doctor Arango, que con el crecimiento de la demanda ha visto saltar por los aires un “déficit estructural” de recursos que arrastraban ya antes de la pandemia.

 

No hay todavía datos oficiales sobre el aumento percibido por los especialistas. Save the Children se ha aproximado al impacto con una encuesta propia cuyos resultados publicó hace una semana. Los datos revelan que trastornos como la ansiedad o la depresión se dan cuatro veces más: afectaban al 1,1% de los niños y niñas de entre 4 y 14 años en 2019 frente al 4% en 2021. Los problemas de conducta -entre ellos el déficit de atención o los comportamientos destructivos- se han multiplicado por tres (2,5% a 6,9%).

A Noelia, el trastorno límite de personalidad de su hija, que ahora ha cumplido 18 años, le estalló a principios de 2019. “Piensas que son cosas de niños y cuando pasa lo gordo vuelves la vista atrás y dices: ay, igual sí comía compulsivamente o se metía en líos en el colegio, pero es complicado diferenciar lo que es una gilipollez de rebeldía de lo que realmente es un problema, hasta que te explota”, cuenta en conversación con elDiario.es.

 

El confinamiento lo pasó con la hija ingresada, que vio desvanecerse cualquier incentivo cuando se cortaron las visitas de sus padres en la primera ola. “Laura funcionaba con la idea de que si trabajaba bien durante la semana nosotros iríamos el sábado o el domingo, comeríamos con ella, le llevaríamos un libro... Con el confinamiento percibió que no tenía nada por lo que luchar”, relata Noelia.

 

El mayor riesgo está en la adolescencia, comparten los psiquiatras consultados. ¿Por qué? “Tiene que ver con una rotura de los mecanismos forjadores de la identidad en la población adolescente: la rebeldía, la necesidad de autonomía con un yo propio en el grupo de colegas, el tener margen de maniobra y poder negociar aquello que cree que le viene impuesto... Ahora de repente lo que es un término de grises en el que la adolescencia se mueve bien es blanco o negro. Te quedas en casa y no es negociable. Da igual lo bien que te portes o las buenas notas que saques”, explica el doctor Arango. Esta falta de control, añade, multiplica el “riesgo de desesperanza”.

 

Los adolescentes se proyectan a cortísimos plazos de tiempo. Por eso el confinamiento y las restricciones posteriores han tenido un impacto mayor sobre ellos, según Arango. “Si me deja mi novia, me hundo; y si saco buena nota, me vengo arriba. No se proyectan en un año o en cinco como hace el adulto. Con el virus se han sentido muy fastidiados y sin margen de remedio. Eso va minando la estima, el proyecto vital, produce angustia y entra en una espiral que acaba produciendo estos trastornos”

Eso también los hace más vulnerables a la manifestación más extrema de una salud mental rota: el suicidio. La recién aprobada Estrategia de Salud Mental 2022-2026 del Gobierno –que llevaba obsoleta ocho años– avisa de que la adolescencia es una etapa de alto riesgo. “Los datos del INE de los 4 últimos años disponibles, 2017, 2018, 2019 y 2020, muestran que en menores de 15  años se contabilizaron 13, 7, 7 y 14 muertes por suicidio y en el grupo de 15 a 29 años se  registraron 273, 268, 309 y 300 suicidios, respectivamente. El año pasado el suicidio fue la segunda causa de mortalidad entre los jóvenes menores de 20 años, solo por detrás de los accidentes de tráfico. En el primer semestre de 2020, incluso, llegó a ser la primera ante la reducción de los accidentes en carretera por efecto del confinamiento.

 

Los casos graves en los niños más pequeños se siguen viendo con poca frecuencia, pero han dejado de ser “algo anecdótico”, cuenta Pedro Javier Rodríguez. “Estamos viendo ansiedad y depresión en menores de seis años con más frecuencia que antes. Por ejemplo, un trastorno obsesivo compulsivo en esta edad por el pensamiento de que se va a morir”.

En todo caso, advierten los psiquiatras, los trastornos no surgen de un día a otro, sino que van manifestándose de forma más grave si no se tratan a tiempo por un retraso en la intervención. Ese es uno de los grandes problemas del sistema. Los problemas más severos, como un intento de suicidio o un brote psicótico tienen acceso preferencial, pero hace falta llegar hasta ahí para entrar rápido. La madeja de malestares emocionales que van agravándose esperan meses a ser atendidos si no recurren, como pasa en la mayoría de los casos, a la red privada.

 

La organización Save the Children ha recopilado las listas de espera medias por comunidades autónomas con resultados desiguales. La Región de Murcia arrastra una espera de 79 días para una consulta de psicología. En Madrid se aguarda 61 días y 37 en el caso de psiquiatría infantil. Navarra maneja una demora algo más de un mes frente a los 15 días de Cantabria.

La espera para la primera cita es inaceptable, según los especialistas, pero también los intervalos de tiempo para el seguimiento. “Igual veo a alguien por primera vez y la siguiente visita no se la puedo dar hasta tres meses después. Entre sesión y sesión se nos ha olvidado”, admite Celso Arango. Faltan psicólogos y psiquiatras, pero no solo.. También enfermeras o trabajadores sociales que se involucran en estos procesos.

 

España tiene 11 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, según Eurostat, frente a los 27 de Alemania, los 26 de Noruega o los 52 de Suiza. En relación al gasto en salud mental sobre la inversión total en Sanidad, nuestro país se sitúa en el 5% frente al 6% de media de la Unión Europea. Por encima despuntan Alemania (11%), Suecia (10%) y Reino Unido (10%); por debajo, Italia (4%) y Estonia (3%) y Bulgaria (1%). El Gobierno ha prometido inyectar 100 millones de euros en los próximos tres años para un plan de acción en salud mental y ya se ha creado la especialidad médica de psiquiatría infantojuvenil en medio de la avalancha de demanda.

Desamparo público

Los psicólogos clínicos que ejercen en la sanidad pública, sin embargo, son una incógnita hasta para el propio Ministerio de Sanidad, que admite en el texto de la recién aprobada Estrategia de Salud Mental que “no dispone de información actualizada ni completa” de los especialistas y aporta como referencia los titulados, aunque “no significa que todos ellos estén trabajando en áreas asistenciales”.

 

El desamparo público no solo se limita a los pacientes menos graves. Noelia, médica en activo, paga 4.500 euros al mes por la atención continuada de su hija Laura en un centro psiquiátrico. Asegura que la sanidad pública no le ofrece una alternativa para su situación y que eso le ha llevado a endeudarse. “Hasta hace cinco o seis meses hemos tenido ayuda familiar y trabajado como bestias, ahora no podemos pagarlo. Damos el 50% y para el otro 50% reconocemos la deuda ante notario y cuando podamos...”. Su situación es la más extrema puesto que Laura requiere de atención y vigilancia todo el día.

 

Las bajas por cuidado también atraviesan a estas familias, como en el caso de cualquier otra enfermedad. Un recurso intermedio son los hospitales de día, donde los adolescentes estudian y hacen terapia. Pero también requieren largas esperas, según confirman los profesionales. ¿Podemos permitirnos tener a adolescentes en lista de espera de más de un año para un hospital de día, sin poder ni siquiera ir al colegio o con un padre o madre que no puede ir a trabajar porque se tiene que quedar en casa con ellos?, se pregunta Arango, que ha visto varios de estos casos en su consulta.

 

“Las familias nos sentimos abandonadas. Nos ha costado mucho tiempo no sentirnos culpables de lo que les pasa a nuestros hijos. Ahora me siento solo responsable por no haberlo visto venir”, confiesa Noelia. “Te sientes una mierda también porque nadie te ayuda”, zanja, “pero vamos a ganar este pulso”.