martes, 30 de abril de 2024

Marian Rojas Estapé explica el valioso ejercicio que podemos hacer con los recuerdos: "Es lo único capaz de salvar los peores momentos".


HELENA ORTEGA        |       lavanguardia.com       |       18/04/2024 

La médica ha desvelado un simple mecanismo para mejorar el estado de ánimo en cualquier momento.

 

Marián Rojas, médica y especialista en psiquiatría, ha visitado el podcast Mentalidad Seiko, donde ha compartido un valioso ejercicio para sobrellevar los recuerdos que se acumulan en nuestra memoria.

La hija del médico y psiquiatra granadino Enrique Rojas comenzaba hablando del amor como un antídoto: "El amor es lo único que es capaz de salvar los peores momentos de dolor y sufrimiento" afirma Rojas.

Marián Rojas: "Recordar activa las mismas sensaciones que cuando pasó" 

Rojas hace referencia al amor a uno mismo, la autoestima, el amor a los demás, la amistad, el amor romántico y el amor a las creencias: "¿Cuánta gente ha sobrevivido gracias a sus creencias? Fueran las que fueran" afirma.

La especialista en psiquiatría recomienda recordar aquellos momentos que nos hacen felices, ya que cuando las personas reviven esos recuerdos y los cuentan, algo se activa en la mente proporcionando cierta sensación de calma y alegría.

Los internautas han comentado el consejo de Rojas, "yo siempre recuerdo mi país de origen, El olor de las playas, comida, sueño con volver" señala un usuario, mientras que otro destaca: "Qué verdad tan grande".   
       

domingo, 28 de abril de 2024

David Bueno, biólogo: «El juego debería ser la base educativa de cualquier aprendizaje durante toda nuestra vida»

 

LUCÍA CANCELA          |     La Voz de galicia-la voz de la salud     |      07/05/2023

Uno de los mayores expertos en neuroeducación de España explica que los niños empiezan a aprender antes de nacer, «unas seis semanas antes del parto»

Aprender es algo instintivo. Nace con cada persona, inherente, y va de la mano con su crecimiento. David Bueno (Barcelona, 1965) tiene mil y un argumentos para entender el cerebro de un adolescente. Es doctor en Biología, profesor e investigador de la Sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo de la Universidad de Barcelona y desde el 2019 dirige la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st, pionero en el mundo en centrarse en la genética del desarrollo, la neurociencia y su impacto en el comportamiento humano, especialmente, en los procesos de aprendizaje. 

¿Cómo aprender más y mejor? Su premisa se puede resumir en dos ideas: que haya emociones de por medio y estrategias para aplicar cada cosa al mundo real. Bueno también ha sido investigador en la Universidad de Oxford y ha realizado estancias en varias universidades europeas. 

—Neurociencia y educación, ¿cómo se combinan?

—La relación es sencilla: aprendemos con el cerebro. Este es el órgano que no solo nos sirve para adquirir conocimientos e ir fijando las experiencias que vivimos, sino también para regular constantemente el comportamiento. La educación implica vivir experiencias, adquirir aprendizajes y eso incluye aspectos de comportamiento. Todo esto queda fijado en el cerebro. Así, una y otra se combinan de forma que, a partir de los conocimientos que tenemos en neurociencia, se entiende que todo lo que aprendemos afecta a la propia estructura de este órgano para optimizar los procesos educativos. 

—¿Existe un momento general en el que todos los niños empiezan a aprender?

—Sí, es una marca genérica que no depende del caso. Empiezan antes de nacer. Es algo que muchas personas no se imaginan, pero se ha visto que unas seis semanas antes del parto, el cerebro del feto ya empieza a adquirir conocimientos del exterior a través de las vivencias de su madre, especialmente, vivencias de tipo socio emocional. Aquí hablo de un embarazo de nueve meses, si el niño nace prematuro, ocurre igual pero una vez ha nacido. Pero en un embarazo de nueve meses, el equilibrio neurohormonal de la madre depende de cómo se relaciona con su entorno y eso influye en la construcción del cerebro de su hijo o hija. 

—¿Aprendemos de igual forma tengamos la edad que tengamos?

—En general, aprendemos igual. Pero se activan, de forma preferencial, distintas zonas del cerebro. Es decir, que el proceso de aprendizaje sea el mismo significa que, todo lo que aprendemos, queda fijado en el cerebro en conexiones entre las neuronas. Esto es lo que se llama plasticidad neural, que se define como la capacidad que tienen las neuronas de hacer conexiones nuevas, precisamente, para ir almacenando todos los conocimientos que vamos adquiriendo. Eso ocurre desde antes de nacer hasta el final de nuestros días. Ahora bien, según la edad, el cerebro prioriza un tipo de conexiones u otras para que el crecimiento sea tan armónico como sea posible. En este punto es dónde existen las diferencias. Se ha visto que en los primeros años de vida, los cuales conforman la primera infancia entre los 0 y 3 o 4 años, se priorizan conexiones de corta distancia entre zonas externas del órgano, conocida como corteza cerebral. Estas sirven para almacenar aprendizajes de tipo socioemocional. A esta edad, lo que más llama la atención de los niños y niñas es cómo nos relacionamos los adultos entre nosotros, cómo lo hacemos con ellos y cómo respondemos a la forma que tienen ellos y ellas de relacionarse con nosotros. La base de esta relación siempre es socioemocional. Es la etapa que más marca sobre cómo van a percibirse a sí mismos, cómo van a percibir su entorno y cómo se van a relacionar con su entorno, posteriormente, a lo largo de su vida. Ojo, es la etapa que condiciona, pero no que determina, pues el cerebro sigue siendo plástico y puede cambiar cosas que tenía aprendidas. 

—¿En qué etapa cambia esta forma de aprender?

—Está claro que cada cerebro madura a su ritmo, por lo que las cifras de años son aproximadas. En cualquier caso, a partir de los 3 o 4 años y hasta los 11, lo que es la preadolescencia, el cerebro empieza a madurar otra zona muy interna que se llama hipocampo. Esta es la que permite gestionar la memoria. No la almacena, porque para eso están las conexiones de todo el cerebro, pero sí permite gestionarla. Eso hace que esta etapa de la vida sea la más importante para las destrezas académicas y las competencias básicas. Por primera vez podemos aprender cosas que vamos a evocar a voluntad en el futuro. Claro, antes de los tres o cuatro años, se aprenden muchas cosas, pero no sabemos el qué porque el hipocampo no está lo suficientemente maduro y no se enteró. Por eso, en educación esta es la etapa para priorizar la lógica matemática, la lingüística, la lectoescritura o la memoria por sí mismo. Por primera vez somos conscientes de aquello que aprendemos. Después, hay una tercera etapa que coincide a partir de la adolescencia y juventud, cuando el cerebro prioriza conexiones de larga distancia entre zonas muy distintas entre sí. Esto permite aprendizajes más complejos y, también, más eficientes. Es la época de secundaria, bachillerato, formación profesional o universidad. 

—Por lo que explica, el cerebro tiene formas eficientes de adquirir conocimientos. Pienso en adelantar un hito, como la lectura, cuando el niño tiene tres años. ¿Es esto correcto?

—No, cada cosa a su tiempo. Empezar antes es un grave error. El cerebro necesita estar suficientemente maduro para adquirir los aprendizajes que requieren de una zona. En el caso de la lectoescritura, se calcula que la edad aproximada en la que el cerebro ha madurado lo suficiente es de los 4 a los 7 años. Esto quiere decir que cualquier momento entre 4 y 7 es absolutamente normal. Adelantarlo es perjudicar ese cerebro. Por supuesto que hay niños que con 3 pueden aprender, pero son una minoría. Si pueden, que lo hagan, pero nunca hay que forzarlos. Es más, hay casos en los que a los 4 o 5 no están lo suficientemente maduros para aprender a leer, pues que empiecen a los 6. Es más importante que comiencen cuando estén listos, que forzarlos, porque a lo mejor aprenden a reproducir sonidos que están escritos pero eso no es leer. Leer es entender. Pensemos que esta es una actividad muy compleja para el cerebro porque no tenemos ninguna zona que sirva para ello. 

—Entonces, ¿cómo somos capaces de hacerlo?

—Tenemos zonas que sirven para ver, escuchar, hablar, porque son actividades cognitivas propias de nuestra biología. Somos una especie que habla por instinto y hay zonas, como el área de Broca o de Wernicke, que sirven para que hablemos. Pero leer es muy reciente. El primer alfabeto tiene 5.000 años. El cerebro todavía no ha cambiado desde aquella y, por lo tanto, no hay ninguna zona destinada a ello. Para conseguirlo, se reciclan y conectan otras zonas que, de por sí mismas, no se conectarían. Es contraintuitivo, por eso es tan difícil aprender a leer.

—¿Qué importancia tiene el juego en la experiencia educativa?

—El juego es importante siempre, especialmente durante la infancia. Es la manera instintiva que tenemos de adquirir conocimientos. Los niños no juegan para divertirse, sino para aprender. Es la forma controlada de relacionarse con el entorno, consigo mismos, con otros compañeros para adquirir conocimientos. Lo que sucede es que este aprendizaje es tan importante que el cerebro lo recompensa con sensaciones de placer, de recompensa, de bienestar y así estimula nuevos juegos. Debería ser la base de cualquier proceso educativo durante toda nuestra vida. 

—¿Hay alguna forma de ser más eficientes a la hora de aprender? Parece que todavía nos seguimos quedando en memorizar el temario de pe a pa. 

—Memorizar, a veces, es necesario, pero es la peor forma de adquirir conocimiento. Lógicamente, en ocasiones puede hacer falta recordar unos nombres o fechas, pero debemos aprenderlos para saber aplicarlos a situaciones distintas a las del aprendizaje, porque esto es la vida. La vida real no es repetir cosas de memoria, sino aplicar lo que aprendimos a situaciones esperadas e inesperadas.

—Hablando de aplicar conocimientos, hoy en día hay muchos profesores que apuestan por hacer dinámicas fuera de clase. ¿Cuánto de beneficioso resulta?

—Muy beneficioso. De hecho, cada día deberíamos dedicar un rato a aplicar lo que se ha aprendido. Hay algunas estrategias que son especialmente útiles, como sería el caso de trabajar por proyectos. Como es lógico, no hace falta que todo lo hagamos así, pero hay que incluirlos en los aprendizajes. Otra estrategia que da muy buenos resultados es empezar el día haciendo una especie de encuentro con todo el aula para pensar: «¿Qué vamos a hacer hoy?». Cinco minutos, no hace falta más. Después se pasa a la acción y antes de irse a casa, el aula se vuelve a reunir como una asamblea para preguntarnos: «¿Hemos hecho todo lo que queríamos?, ¿qué hemos aprendido de aquello que hemos hecho?». Esto nos permite pensar sobre las ideas, lo que ayuda a consolidar la memoria y a poder planificar, en base a nuestra tarea diaria, lo que se puede hacer mañana y cómo se puede plasmar en otras situaciones. 

—Cuando yo era pequeña tuve que escribir, en numerosas ocasiones, «que no volvería a hablar en clase» 500 veces. ¿El castigo te hace aprender?

—Usted lo hizo y yo también [se ríe]. Aprender por castigo es perjudicial porque aprendemos para evitar un daño, algo que no nos resulta agradable. 

—¿Y la frustración? Pienso en que un niño descubra, delante de toda su clase, que ha suspendido un examen. 

—Aquí se pueden mezclar varios temas. No hay que evitar siempre las frustraciones, porque los niños tienen que aprender que en la vida existen. Lo importante es que la frustración les sirva como motor para continuar aprendiendo y, para eso, hay que ser resiliente. Eso es algo que se aprende. Los adultos no debemos ahorrarles la frustración cuando una cosa no le sale bien. Otra cosa es castigarlos o penalizarles si algo no les sale bien, porque entonces verán la frustración como un punto final. Pensarán: «No me ha salido bien, me frustro y aquí termina todo porque me han reñido». La frustración hay que gestionarla, precisamente para utilizarla como un trampolín. Eso se consigue con una visión positiva y proactiva de los errores. Esas típicas frases que a veces se les dicen de «eres un desastre» o « no haces nada bien». Eso es horrible, porque es decirle al niño que él, solo, es un desastre y que él, solo, no hace nada bien. 

—En esta línea, usted ha dicho en alguna ocasión que la etiqueta que nos deberíamos poner y, les deberíamos poner, es que «todo el mundo puede mejorar». ¿Cuando pensamos que x cosa se nos da mal es un error?

—Claro, es que la frase genérica, para entendernos, tendría que ser que «esto lo podemos hacer mejor». «Podemos» es la primera persona del plural, el niño tiene que hacerlo pero el adulto va a estar a su lado, apoyándolo. Hacer es propositivo, lleva a la acción, a superar el fracaso y a estimular las sensaciones de recompensa del cerebro. Ellos dirán: «Puedo hacerlo mejor, qué bien». Aquí no ahorramos la sensación de frustración, sino que la conducimos hacia lo positivo. 

—¿Cómo se puede encontrar el equilibrio entre que un niño aprenda a no frustrarse y que los padres no caigan en la sobreprotección o en el «quita, que ya lo hago yo»?

—Es cuestión de apoyarles siempre emocionalmente, pero sin sacarle las castañas del fuego. La sensación de abandono que tienen muchos niños, que sienten que los han dejado solos, es muy perjudicial para el cerebro porque no permite que ganen en confianza; esta es imprescindible cuando eres adolescente o adulto para decidir cosas sobre tu propia vida. Si no confías en ti mismo, te dejarás influir mucho más por tu entorno. Entonces, esta sensación de abandono es nefasta, al igual que la sobreprotección. Una persona que se siente sobreprotegida tiene dos vías principales de escape: o bien es sentirse un inútil porque piensa que por sí mismo no vale para nada, o bien ser un tirano y entender que siempre se debe hacer lo que esa persona quiera. Ambas cosas le perjudicarán en su vida social y personal. 

—¿La inteligencia se puede entrenar? 

—La inteligencia tiene una parte genética. Hay personas que nacen con más predisposición que otras. Pero esto sirve para cualquier aspecto cognitivo, desde la creatividad, a la sociabilidad pasando por la inteligencia. Si a una persona que tiene una buena predisposición a ser inteligente se le machaca día a día con que es tonto, no lo manifestará porque creerá que realmente no sirve. En cambio, una persona que tenga menos predisposición pero esté estimulada, llegará muchos más lejos y podrá potenciar cualquier capacidad, entre ellas, la inteligencia. 

—En el boletín de notas siempre hay dos asignaturas que quedan relegadas a un segundo plano: Educación Física y Artes Plásticas. ¿Qué importancia tienen?

—Tienen una importancia brutal. Estas asignaturas son las que aumentan más la plasticidad del cerebro, especialmente, en edades infantiles y buena parte de la primaria. Recordemos que la plasticidad del cerebro implica que después puedan adquirir nuevos conocimientos con más facilidad. Deberían ser las materias básicas y transversales en infantil, y como mínimo, hasta mediados de primaria. Después, por supuesto, hay que equilibrarlo con otras, pero la base ya estaría ahí. Ojo, no es que las mates o lenguas no sean importantes, que lo son, sino que deberían ser las ramas de este tronco común y básico. 

—Se sabe que el cerebro de un adolescente está cambiando y que eso puede explicar ciertos comportamientos. ¿Qué le diría a los padres de un joven que esté en la edad del pavo para que lo entendiesen algo mejor?

—Les diría que la adolescencia no solo es inevitable, sino crucial en la vida. Es lo que les permite dejar atrás la infancia, para encontrarse a sí mismos como jóvenes y adultos. Saber quiénes son, decidir quiénes quieren ser y cómo quieren vivir su vida es fundamental. Entonces, hay que dejar que decidan por sí mismos, aunque los acompañemos emocionalmente. Ellos tienen que responder a sus grandes preguntas porque es un proceso fundamental de maduración de las persona

—Voy más allá. Ha dicho con anterioridad que el descontrol emocional adolescente significa que están madurando. Apuesto a que muchos opinan todo lo contrario, que con este descontrol parecen ir hacia atrás. 

—Sí, de hecho, durante la adolescencia hay tres zonas del cerebro que son las que más cambian. Una de ellas es la amígdala, que es la que genera las emociones. Durante la adolescencia, los jóvenes son más hiperreactivos, responden antes y con más intensidad de forma emocional. Eso no lo podemos evitar, son los cambios que se producen en su cerebro. De hecho, es un mecanismo de protección. Las emociones son patrones de respuesta automáticos ante situaciones que requieren una respuesta urgente y, precisamente, los adolescentes se están enfrentando por primera vez a situaciones de adulto, sin la experiencia que los mayores hemos acumulado a lo largo de los años. Por lo que hay veces en las que no saben si están ante una oportunidad o amenaza. Así que mientras que este desequilibrio emocional no supere unos límites de seguridad personal, física y mental, así como de seguridad de su entorno, es incluso biológicamente sano que sean así. 

—¿Es cierto que solo utilizamos el 10 % del cerebro?

—No, es un mito absoluto. Viene del siglo XIX, cuando se empezó a estudiar el cerebro. Por  aquel entonces se vio que muchas partes no representaban actividad eléctrica. Eso se debe a que su función es otra. Es decir, el cerebro tiene neuronas, que son las células con actividad eléctrica, pero además tienen muchas otras células que alimentan las neuronas, que limpian y potenciar el cerebro, pero que no muestran actividad eléctrica. No sirven para pensar, pero ayudan a que las neuronas lo hagan. De ahí surgió este mito. Tampoco usamos el cerebro simultáneamente. Cuando estamos caminando usamos las partes del cerebro que controlan el equilibrio o nuestras piernas, pero no las zonas de reflexión. 

—Y si no lo empleamos de forma simultánea, ¿la multitarea es otro mito?

—Es medio mito. El problema de esto es que la atención, la capacidad de focalizar la atención de forma consciente, es un recurso escaso y limitado porque consume muchísima energía metabólico. Es limitado. Entonces, o ponemos mucha atención en una cuestión concreta o poquita en muchas. La multitarea es posible en el sentido de que podemos escribir una cosa en el ordenador, mientras chateamos por el móvil y vemos las noticias en la televisión. Eso sí, la atención que podemos en cada cosa es mucho menor que si solo nos centrásemos en una, así que, como consecuencia, no lo haremos tan bien. 

viernes, 26 de abril de 2024

7 tipos de emociones tranquilas y cómo alcanzarlas

 

VALERIA SABATER       |      La Mente es Maravillosa      |     07/12/2022

 

... En el tejido de nuestras emociones, aquellas que nos aportan sosiego resultan las más enriquecedoras y también las más sanadoras. Son nuestro mejor antídoto contra la ansiedad. ¿Te gustaría saber cómo alcanzarlas?

Un poco de excitación en nuestro día a día siempre viene bien. Tener ese punto justo y adecuado de activación nos permite dar impulso a la motivación, empuje a la capacidad de logro e ímpetu a la capacidad para afrontar dificultades. Sin embargo, el auténtico bienestar físico y psicológico se encuentra en ese estado dominado por la calma y el equilibrio.

 

La vida adquiere mayor sentido y trascendencia a través de una mente sosegada. Por ello, las emociones tranquilas orquestan, promueven y facilitan esa armonía desde la que la ansiedad no nos atormenta. Es ese refugio sereno desde el que mirar el mundo con una óptica más abierta, más centrada y relajada.

Si bien es cierto que nuestras mentes evolucionaron para facilitar la supervivencia y que la preocupación es el mecanismo que nos permite reaccionar ante los peligros, todo tiene un límite. Somos esos seres que, casi sin saber cómo, acaban viendo amenazas donde no las hay. Anticipamos fatalidades y cada vez nos sentimos más agotados, más angustiados.

¿Y si cambiamos esta dinámica? ¿Qué tal si aprendemos nuevos enfoques mentales para reducir esa hipervigilancia y estrés constante para abrazarnos a la calma y el sosiego? Veamos cómo lograrlo.

 

“Tómate las cosas con calma, porque si las comienzas a tomar demasiado en serio, llegan a su fin”. – Jack Kerouac –

Tipos de emociones tranquilas y cómo promoverlas en tu vida

 

“Calma”. Solo con pronunciar esta palabra algo se enciende en nosotros. En esta realidad, a menudo caótica, hiperconectada y demandante, nos hemos acostumbrado a vivir con un exceso de ruido. Tanto externo como interno. A las notificaciones, los correos electrónicos y los infinitos objetivos que cumplir, se añaden el peso de la incertidumbre y el miedo a no saber qué sucederá mañana.

 

Una mente en calma no elude este tipo de realidades. Es un enfoque psicológico que hace frente a la efervescencia cotidiana con mejores herramientas. Es dejar de sentir que uno camina por la cuerda floja, para percibir que lleva un arnés, que avanza con mayor seguridad sin el peso excesivo de la ansiedad, de esas preocupaciones que nos hacen temblar y aumentan el riesgo de caída.

 

Un modo de lograr esa calma interna es mediante un tipo muy concreto de estado de ánimo. Las emociones tranquilas son aquellas que los expertos definen como “de baja energía”, las cuales, aportan sosiego físico y mental. Son también las que nos alejan de las turbulencias de la angustia. De este modo, un estudio de la Universidad de Michigan, por ejemplo, destaca algo importante.

 

Las emociones de valencia positiva amplían y mejoran nuestros repertorios cognitivos y conductuales. Así, en caso de lograr ese punto idóneo de serenidad interna, los pensamientos acelerados y la reactividad física se reducirían para permitirnos tener un mayor control sobre nosotros mismos y lo que nos envuelve. Veamos a continuación unos ejemplos de este tipo de estados.

 

Ten en cuenta el siguiente mantra para tu día a día: “exhalo tensión, miedo y preocupación, y respiro aire calmado y curativo”.

1.      Serenidad, aceptar lo que no puedes controlar

La serenidad es un estado emocional poderoso. Esta sensación nos imprime quietud, satisfacción y conexión. La persona que actúa con serenidad es aquella que ve las cosas con mayor claridad, aceptación y calma, sabiendo lo que desea. Es justo lo opuesto a la mente ansiosa y acelerada, además del mejor antídoto contra el temor a la incertidumbre.

·        El modo de lograr esta emoción es mediante el autoconocimiento y el autocontrol. Cuando sepas quién eres, cuáles son tus metas y asumas que no todo está bajo tu control, alcanzarás una adecuada serenidad.

2.     Elevación emocional, cuando aprecias la belleza de la vida - Entre las emociones tranquilas más importantes está el concepto de elevación. Si bien es cierto que tiene un componente que se integra en lo espiritual, no deja de definir una experiencia que todos podemos alcanzar. Define esa sensación en la que algo nos genera una combinación mágica entre la admiración, la fascinación y la satisfacción. Es encontrar algo que nos dé sentido y trascendencia.

·        Para lograr la elevación emocional, hay que buscar escenarios o prácticas que te hagan sentirte realizado. Puedes rozar esta sensación viendo un amanecer en el mar. También saliendo a pasear, trabajando por tus sueños o compartiendo tiempo con las personas que amas.

3.     Calma, más que una emoción, una actitud. - Tener calma, desarrollar una mirada del mundo más sosegada, entrenar a nuestro cuerpo para que reduzca las tensiones y nerviosismos. ¿No sería este tipo de experiencia la más idónea para alcanzar el bienestar?

Así es, la calma emocional es ante todo una actitud ante la vida, esa que nos permite ver nuestra realidad desde un filtro más relajado, razonado y ajustable.

 

Para alcanzar la calma debemos entrenar el diálogo interno negativo, ese que nos trae tormentas, ansiedad y pensamientos catastróficos. Aceptemos que no todo puede estar bajo nuestro control.

 

La bondad es la más elevada y satisfactoria de las emociones sosegadas, esa que debería guiar nuestra vida.

4.     Alivio, el fin de la angustia

El alivio es una de esas emociones tranquilas en las que deberíamos trabajar todos los días. No define más que esa sensación que nos abraza cuando resolvemos algo que nos inquieta, que nos preocupa y hace sombra a nuestro equilibrio personal.

Mitigar el sufrimiento es una estrategia que, en una parte importante, sí está en nuestras capacidades. Basta con saber responder a las dificultades con estrategias innovadoras y valientes.

·        Todos podemos alcanzar el alivio emocional mediante adecuadas estrategias de resolución de problemas. También con técnicas para regular nuestras emociones incómodas, esas que incrementan la angustia y nos impiden tomar buenas decisiones.

5. Confianza, una emoción sanadora

La confianza es la emoción favorita del cerebro, esa que le permite afianzar mejor las relaciones y mirar el futuro sin temor. Pensemos que lo opuesto a la confianza es el miedo y que en ese túnel, apenas entra la luz. Por tanto, pocos estados psicoemocionales son tan catárticos y necesarios a su vez cómo este concepto.

·        Para desarrollar la confianza emocional debemos entender que aunque no tengamos el control sobre el destino y sobre las personas, es bueno creer que lo que puedan aportarnos será bueno y enriquecedor. Estamos ante un acto de fe, ante un enfoque mental que requiere apertura, tranquilidad y seguridad.

6. Gratitud, el arte del reconocimiento

Entre el abanico de emociones tranquilas más hermosas, está sin duda la capacidad de sentirnos agradecidos. Quien no conecta con este estado, quien no experimenta esta sensación, lo único que percibe es sentimiento de vacío y de carencia. También de frustración. Porque la gratitud es la capacidad de apreciar esos aspectos no materialistas de la vida y del ser humano capaces de aportarnos bienestar.

·        Quien desee entrenar esta emoción debe retirar capas al egoísmo, peso a lo superficial para quedarse en la esencia de las cosas. Estamos ante un sentimiento de aprecio que exige, a su vez, tener un adecuado sistema de valores éticos.

7. La bondad, la más elevada de las emociones

La bondad es una emoción sosegada, pero poderosa. La capacidad de guiar nuestra conducta a través del prisma de la bondad no solo revierte en nuestro bienestar, sino que puede cambiar el mundo. Lo hace porque en ella se integran otras emociones igual de fulgurantes y maravillosas, como son la compasión, la ternura y la amabilidad.

·        ¿Cómo lograr ser más bondadosos? Una vez más, se requiere arrancar de nuestros patrones todo atisbo de egoísmo, ese virus que todo lo enferma y recrudece. En nuestra mano está ser más sensibles a las realidades ajenas, más atentos a las necesidades del mundo y más proactivos para facilitar la ayuda que cualquier ser requiere.

Para concluir, las emociones tranquilas aquí descritas son un medio para un fin. El del bienestar, el de la armonía social y hasta el de la felicidad.  ¿Por qué no trabajar en ellas?

jueves, 25 de abril de 2024

Marian Rojas Estapé: "Somos una sociedad hipersensible al dolor, todo molesta, irrita o aburre"


ondacero.es      |      13/04/2024

En “Por Fin No Es Lunes” hablamos con la psiquiatra Marian Rojás Estapé sobre Recupera tu mente, reconquista tu vida, su último libro, en el que avisa: ''nos están robando la mente''.

La psiquiatra Marian Rojas Estapé asegura que vivimos en la era de la gratificación instantánea y tenemos una crisis de atención ''las pantallas van modificando nuestra corteza prefrontal que se encarga de frenar y empatizar ''. Esa corteza prefrontal se está deteriorando y eso nos pone ''en modo supervivencia''.

 

Lleva quince años observando lo que le sucede a la sociedad en su consulta y cuenta que han cambiado mucho las demandas. Ahora se encuentra con la insatisfacción, una sensación de ansiedad constante y un estado de sensibilidad ante cualquier malestar, además, ''no hay tolerancia al aburrimiento'', por eso necesitamos estímulos constantes.

 

Sin darnos cuenta nos estamos convirtiendo en ''drogodependientes emocionales'' invadidos por múltiples distracciones. Pero hay una buena noticia ''podemos rescatar la atención perdida'' y con Recupera tu mente, reconquista tu vida Marian Rojas Estapé proporciona herramientas para volver a tener el control sobre nuestra vida.

miércoles, 24 de abril de 2024

Firedooring, la tendencia tóxica que se ha hecho viral y destroza las parejas

 

SARA FLAMENCO      |    welife.es  |      04/04/2024

Se trata de una relación desigual en las que un miembro de la pareja sólo muestra interés cuando le conviene, creando una dependencia emocional en la otra persona.

Parece que España sigue siendo un país para vivir en pareja. Al menos eso es lo que arrojan los datos del Instituto Nacional de Estadística, que asegura que en nuestro país hay más de 9,8 millones de parejas. Que sean saludables ya es otro cantar, y más con la irrupción de las redes sociales y las apps de citas, que permiten comportamientos más cobardes amparándose en el anonimato. Y es que es más fácil comportarte mal cuando no tienes a la otra persona delante.

Existe un nuevo léxico para todos estos comportamientos tóxicos. Así, palabras como ghosting, breadcrumbing o stashing comienzan a sonarnos pero ahora se añade un nuevo término que empieza a ser habitual: el firedooring. Vamos a explicar detenidamente qué significa, cómo detectarlo y las claves para evitarlo.

Qué es el firedooring

Este término viene de la palabra inglesa firedoor, que no es otro que puerta de emergencia, esas que se usan en situaciones límite, como un incendio, y que sólo puede abrirse por el interior, no desde fuera. Así, se refiere a esas relaciones en las que existe un claro desequilibrio, en las que un miembro de la pareja muestra un gran interés mientras el otro sólo lo muestra cuando le conviene. De este modo no hay reciprocidad ni en el compromiso, ni en la satisfacción emocional, ni en la responsabilidad afectiva ni, probablemente, en el propio cariño y amor. En este tipo de relaciones, una persona tiene la libertad de entrar y salir a su antojo, mientras que la otra queda atrapada, esperando un cambio. Una de las partes mantiene el control sobre la relación, ofreciendo pequeñas dosis de interés de forma intermitente para mantener viva la esperanza de la otra persona, lo que dificulta su avance y su capacidad para seguir adelante.

Aquellas personas que se ven inmersas en este tipo de dinámicas suelen enfrentar problemas de autoestima, sintiendo que no son suficientes para encontrar algo mejor y deben conformarse son lo que tienen, por lo que se dejan controlar por el otro y recoger las migajas de su afecto. Y el problema está en auge, promovido por la forma de comunicarse en la actualidad, muy frecuentemente a través de redes sociales o aplicaciones de mensajería instantánea; además de las expectativas poco realistas sobre el amor que ofrecen este tipo de tecnologías.

Este tipo de relaciones son tóxicas y desiguales, ya que el amor y el cariño fluyen en una sola dirección. Según explica el psicólogo Rony Begood en un artículo, este desequilibrio ocurre porque la persona que ejerce el firedooring carece de responsabilidad afectiva, involucrándose en una relación para alejarse cuando ya ha satisfecho una necesidad concreta. Pero, ahí es donde entra el refuerzo intermitente, y es que no sale del todo de la vida de la otra persona, sino que vuelve a contactar en los momentos en los que le interesa. Así, el miembro de la pareja que es víctima de esta situación tiene una gran dependencia emocional del otro, hecho que se aprovecha para ejercer un control total sobre esa persona, a quien utiliza para cumplir un determinado objetivo y, luego, guarda la suficiente distancia como para no romper el vínculo.

Cómo detectar el firedooring en la pareja

Lamentablemente, este comportamiento tóxico es más común de lo que podríamos imaginar y, una vez atrapado en esta dinámica, es complicado salir de ella. Por eso es importante estar atento a las señales tempranas que pueden indicarte que estás siendo víctima de firedooring:

1.      Desigualdad: todas las personas pueden tener mejores y peores momentos pero si tu sensación es que ganan más los malos que los buenos y siempre tienes que hacer esfuerzos para mantener la relación, pero no ves la misma implicación por la otra parte, quizá estés siendo víctima de este comportamiento tóxico.

2.     Sensación de control: el control y la manipulación se suelen manifestar de una manera muy sutil, por lo que a veces es difícil identificarlo. Debes observar el comportamiento de tu pareja y su reacción ante tus sentimientos. Si te sientes emocionalmente invalidado y la otra persona no quiere afrontar el tema, deberías considerar alejarte.

3.     Se salta los límites: en toda relación, ya sea de pareja o de amistad, deben existir unos límites claros, unas líneas rojas (red flags, por continuar con los términos en inglés) que nadie debería traspasar para salvaguardar tu salud mental. Si observas que la otra persona se salta sistemáticamente esos límites sin importarle tus sentimientos al respecto, te encuentras sin duda en una relación poco saludable.

4.     Normalizar sentirte mal: si cada mañana al levantarte no te sientes feliz y plena con tu pareja, quizá te encuentres sin saberlo en una relación tóxica. Es común normalizar estos sentimientos, sobre todo si sufres de falta de autoestima, pero debes tener en cuenta que una relación debe aportarte, no restarte felicidad.

lunes, 22 de abril de 2024

Instalados en la queja: ¿qué se esconde detrás de una personalidad victimista?

 

Marta Legasa       |        uppers.es       |      05/04/2024

·        El victimismo es una forma tóxica de ver el mundo que brinda beneficios a corto plazo para la persona que manipula a través de la queja

·        Lara Ferreiro, psicóloga: "Los victimistas hacen culpabilización inversa: la responsabilidad de lo que pasa en su vida siempre la tienen los demás"

Vampiros emocionales, manual de uso: "Detectarlos es fácil, desactivarlos no tanto"

 

A todos nos ha pasado: hablar con alguien que disfruta de una posición envidiable y verle sumido en la queja. O pedir ayuda a quien creemos que puede brindarla y terminar consolando (incluso, ayudando) a esa persona, produciéndose una peculiar inversión de roles. Si te reconoces en estos casos, probablemente te las hayas visto con una personalidad victimista.


Victimismo o manipulación

El victimismo es una forma tóxica de ver el mundo, un mundo que siempre parece estar en deuda con la persona que se siente maltratada. "Cuando alguien no asume sus responsabilidades se genera lo que se llama la 'indefensión aprendida', que significa que, hagas lo que hagas, tu vida va a seguir siendo igual de mala", explica la psicóloga Lara Ferreiro. La experta, autora del best-seller 'Adicta a un gilipollas', una guía de referencia para detectar relaciones perjudiciales, ha encontrado un buen número de perfiles victimistas en su carrera profesional, aunque no todos son del mismo tipo. "Hay dos tipos de victimismo: personas que han sufrido algún tipo de abuso o de bullying, con circunstancias muy complejas que les han llevado a generar esa indefensión aprendida, y personas con una vida maravillosa que se mueve a través de la queja y el victimismo para manipular", señala esta experta.

Llegamos así al verdadero objetivo del victimista: "Al final, es una técnica de manipulación hacia otros", asegura Ferreiro, matizando que hay que saber por qué ha llegado a ese estado. "También puede haber una víctima puntual, por una circunstancia concreta. Hay que diferenciarlo del victimista crónico que siempre está mal", explica.

 

Víctimas y salvadores

¿El victimista nace o se hace? "En el origen de este comportamiento hay causas complejas. Muchas veces se ha vivido circunstancias difíciles, fracasos continuados o traumas. Pero, a veces, sucede todo lo contrario: son personas que lo tienen todo, pero no saben agradecer la vida. Lo que hacen siendo víctimas es una llamada de atención con la intención de captar el interés de los demás", afirma la psicóloga.

 

La consecuencia más directa es que se activa el rol víctima-salvador. "Si se es especialmente empático, lo normal es que intentemos ayudar a las víctimas y estaríamos facilitando que esa persona siga sin asumir responsabilidades", asegura la experta.

 

Compatibles con el agravio

Como explica Lara Ferreiro, sentirse desamparado ante algunas circunstancias es normal. Sin embargo, alterar la realidad para que haya un agravio crónico es propio de ciertos trastornos. "Detrás de un victimismo puede haber depresión, no ves salida ni futuro a tu vida. No ves un propósito, un 'para qué', que es lo más importante. Algunas de estas actitudes pueden venir de una infancia con padres negligentes, o, al revés, han estado muy protegidos y se agobian en un vaso de agua", señala la psicóloga.

Además de una conducta depresiva, el victimista también puede experimentar ansiedad e incluso tendencias suicidas. "Es normal verlas apáticas y de mal humor. Todo eso es fruto de la victmización y de la culpabilización inversa: la culpa siempre la tienen los demás. Nunca van a asumir ningún error: los demás son malos o el mundo está en mi contra", explica la experta.

En su opinión, "el victimismo es, en el fondo, un mecanismo de defensa para suplir su baja autoestima a corto plazo". El problema es que esa manera de ver el mundo anula su capacidad de agencia: "Hay ciertos patrones que podrían trabajarse en terapia, pero no quieren", asegura la psicóloga.


Siete maneras de ser víctima

Querer o no querer salir de la queja es la decisión a la que se enfrenta un victimista. Se mueven en esa ambigüedad, por lo que no siempre podemos reconocerlos, pero hay estilos emocionales que nos indican que estamos ante una víctima empedernida. La psicóloga Lara Ferreiro apunta estos siete:

 

·        Insatisfechos: "No saben gestionar su insatisfacción y lo transforman en queja y miedo hacia los demás. Son personas que se sienten dañadas, creen que la vida ha sido injusta con ellas".

·        Irresolutivos: "No asumen ninguna responsabilidad sobre lo que hacen".

·        Negativos: "Anticipan los peores escenarios. Suelen tener pensamientos catastrofistas y pesimistas: 'mi pareja me va a dejar, me voy a arruinar, voy a tener una enfermedad fatal..."

·        Exigentes: "Esperan que los demás estén pendientes de ellos y esa atención nunca es suficiente".

·        Inflexibles: "Son personas que están a la defensiva. Si les decimos que tienen que cambiar, pueden volverse crueles".

·        Pasivos-agresivos: "De alguna forma, tratan de implicar a los demás, atribuyéndoles cierta culpa en su situación".

·        Auto-saboteadores: "Boicotean cada intento de mejora. Como no hacen cambios en su vida, siguen en la misma dinámica, convertida en su zona de confort".


¿Beneficios?

"Increíblemente, existen una serie de beneficios en las actitudes victimistas", asegura Lara Ferreiro. Cada conducta aporta una serie de ventajas. En el caso de las personalidades victimistas, "Recibes la atención de la gente y no asumes la responsabilidad de nada. El entorno va a ser muy indulgente, te van a criticar menos y, al tiempo, sigues reforzando el derecho a la queja porque la vida ha sido injusta contigo", afirma la experta.

 

En el reverso, las personas victimistas, a veces sin ser conscientes, abusan de la empatía de los otros, manipulan voluntades y ni establecen cambios que permitan salir de su patrón, algo que muchas veces solo puede conseguirse en terapia, ni dejan que en ellos afloren emociones positivas. Sin quererlo, se convierten en imanes de infelicidad. La suya y la de los demás.