jueves, 14 de octubre de 2021

Mujer y alcoholismo

 

DR. FERNANDO MARQUÍNEZ BASCONES   |   TOPDOCTORS   |   30/06/2020           

Editado por Albert González 

La incidencia de problemas derivados del uso y abuso de las bebidas alcohólicas por la población femenina parece ser que va en aumento. Este hecho es dado como cierto por múltiples estudiosos del tema.

A partir de los años sesenta del pasado siglo, se ha podido observar que el consumo de alcohol por las mujeres en nuestro ambiente se ha extendido a todas las clases sociales. 

Parece ser que no existe ningún modelo de mujer alcohólica y esto puede que se deba a que en la sociedad moderna han aparecido nuevos factores que empujan a la mujer a la bebida. La soledad, el aburrimiento por aumento del tiempo de ocio, las presiones familiares y maritales, las separaciones matrimoniales, la menopausia, las frustraciones de todo tipo, el sentimiento de vacío cuando los hijos crecen y dejan la casa, la lucha por la nueva independencia, la búsqueda de la identidad, el culto del individualismo, la facilidad de la adquisición de alcohol a bajo precio, etc., son factores que pueden llevar a las mujeres al consumo reiterado de bebidas alcohólicas. Y, por tanto, a la dependencia. 

Dado que en nuestra sociedad es mucho mayor el peso del estigma que recae sobre la mujer alcohólica que sobre el hombre, es mucho más difícil que ella pida ayuda para sus problemas, que conteste con sinceridad a una encuesta (aunque sea anónima) y, desde luego, que esté dispuesta a ponerse en tratamiento. Sin embargo, el tratamiento adecuadamente dirigido es no solo posible, sino recomendable y muy efectivo. 

Sabemos que no hay dos personas iguales. En base a las circunstancias, al contexto individual y una vez asumido el problema, hay que ayudar a lograr y mantener la abstinencia con la medicación adecuada. Al mismo tiempo, se diseñará una psicoterapia personalizada y a ser posible con fecha de terminación, establecida en las primeras sesiones.

 

miércoles, 13 de octubre de 2021

Ahora solo quiero tranquilidad ¿qué hay detrás de este sentimiento?


VALERIA SABATER     |     La Mente es Maravillosa     |     28/01/2021 

La felicidad, como el amor, a veces viene y otras veces se va. Sin embargo, lo que nunca debería faltar en nuestra vida es calma, armonía y tranquilidad. Te enseñamos cómo alcanzar esa dimensión tan reconfortante.

“Ahora solo quiero tranquilidad”. Muchos, en algún momento de la vida, nos hemos dicho esto mismo casi a modo de exclamación, en medio de un suspiro y anhelando, efectivamente, un poco de calma existencial. Estar tranquilos es, al fin y al cabo, esa aspiración necesitada cuando llevamos un tiempo lidiando con el estrés, las preocupaciones y las épocas de caos. 

Decía Publilio Siro, escritor latino de la antigua Roma, que cuando un mar está en calma, todo el mundo sabe llevar el timón de un barco. Es cierto, en esas épocas en que todo parece acontecer en armonía, paz y sosiego tenemos la sensación de que todo está bajo nuestro control y eso nos hace sentirnos seguros. Con los pies en el suelo y la mente en equilibro y fijada en el horizonte.

Sin embargo, en el día a día hay muchas cosas que nos hacen perder esa estabilidad y esa paz. En ocasiones, las relaciones de pareja son excesivamente complicadas. Otras veces, el trabajo trae consigo un exceso de preocupaciones, miedos y ansiedades. También el contexto social que nos envuelve nos satura con un exceso de ruido y profundas incertidumbres. 

Todos, en algún instante, hemos aspirado a tener tranquilidad. Sin embargo, esa dimensión no se encuentra, es algo que se cultiva de manera lenta e intencionadaLo analizamos a continuación. 

¿Por qué ahora solo quiero tranquilidad?

Algunos trabajamos en la búsqueda de una dimensión soñada y anhelada: la felicidad. Esta emoción se proyecta en una serie de áreas que, a nuestro parecer, basta con hacerlas nuestras para experimentar de inmediato esa grata y efusiva sensación. El amor y la pasión, por ejemplo, son horizontes comunes.

Como lo son también poseer determinados bienes materiales (casas, coches, teléfonos móviles, etc.). Tener éxito, un buen trabajo y una buena red social de amigos y conocidos debería darnos grandes dosis de eso a lo que llamamos felicidad. Sin embargo, en la realidad las piezas no encajan de un forma tan sencilla. De hecho, en muchos momentos, más que anhelar la felicidad lo que ansiamos es estar en calma. 

Pero… ¿por qué? ¿Qué es lo que sucede para que, en un momento dado, le digamos a un amigo aquello de “yo ahora solo quiero tranquilidad”? En buena parte de los casos lo que hay es decepción. Al final, descubrimos que esa fórmula para ser felices que nos habían vendido no funciona y que tal vez, sea necesario replantearnos otros enfoques. 

La inestabilidad externa que rompe mi calma 

La palabra “calma” proviene de la palabra griega kauma, que significa calor. Hace referencia a ese sol de medio día con el cual, la naturaleza se relaja y se queda quieta porque la temperatura es más elevada. De algún modo, queda en evidencia esa necesidad de hallar el equilibrio interno en un contexto adverso, de poner en práctica una conducta más ajustada que nos permita protegernos de un factor externo. 

Si anhelamos calma es porque estamos o hemos estado en una circunstancia estresante. Si buscamos equilibrio es porque hemos perdido la estabilidad a raíz de una serie de experiencias complicadas. De este modo, si aspiramos a esa estabilidad mental y emocional es porque hemos descubierto que quizá la felicidad es armonía interna y no conquista externa. 

La dificultad de tener paz mental en un mundo que decepciona 

Decía Epicteto en sManual para la vida que las personas tenemos un defecto: nos empeñamos en querer que la vida se ajuste a nuestros deseos. Ese enfoque mental es la semilla de la intranquilidad y también de la infelicidad. Así, a lo largo de nuestra existencia nos encontramos a menudo con retazos de un mundo que no se ajusta a nuestros esquemas, deseos y expectativas.

Así, que determinadas personas actúen en contra de cómo esperamos rompe nuestra tranquilidad emocional. También trae nerviosismo, decepción y hasta indignación que nuestros esfuerzos no se vean recompensados, que esta realidad sea en esencia, demasiado injusta a veces, caótico en determinadas épocas, y estresante en muchos instantes. 

De este modo, cuando nos decimos aquello de ahora solo quiero tranquilidad, es casi como un lamento de cansancio e indignación. Sin embargo, como bien nos señalaba el psicoterapeuta cognitivo Aaron Beck, el equilibrio emocional llega en el momento en que somos capaces de aceptar la contrariedad. Asumir que la vida a veces no tiene sentido y es falible es un modo de hallar la paz mental. 

Ahora solo quiero tranquilidad ¿cómo alcanzarla?

La Universidad Nacional de Taiwán dispone de un estudio que vale la pena tener en cuenta. La cultura oriental cultiva otra percepción de la felicidad muy distinta a la del mundo occidental. Para los asiáticos el bienestar no está en experimentar emociones intensas. Factores como la pasión, el éxito o la acumulación de bienes materiales no son una promesa absoluta con la cual, conquistar la felicidad. 

Para ellos, felicidad es saber tener calma, tener equilibrio y sobre todo, paz mental. Es en esa armonía interna donde la persona se realiza a sí misma, ahí donde las cosas se ven con mayor claridad. También es ese escenario interno desde el cual, se afrontan mejor las dificultades cotidianas y se aprecian las cosas buenas que trae la vida. ¿Cómo alcanzar entonces ese estado psicológico? Estas serían algunas sencillas claves:


·        Prioriza. Clarifica qué es prioritario en tu vida y qué es secundario.

·        Focaliza tu mente en el aquí y ahora. El ayer ya no existe, el mañana aún no ha sucedido.

·        Si algo te preocupa, resuélvelo. Preocuparse implica ocuparse.

·        Transforma tus pensamientos negativos en pensamientos útiles. Descarta lo que no tiene sentido y sustitúyelo por ideas más esperanzadoras.

·        Rodéate de personas que te den calma, equilibrio y positividad.

·        Cambia lo que no te guste y acepta aquello que no puedes cambiar.

 

Para concluir, en un mundo cada vez más complejo cultivar la paz interna es una herramienta de poder y transformación. Pongámoslo en práctica. 

martes, 12 de octubre de 2021

Estemos tranquilos, los niños son unos supervivientes


CATHERINE L´ECUYER     |     El País     |     26/03/2020

Los efectos adversos del confinamiento preocupan a muchos padres. Pero como decía María Montessori, los menores tienen una capacidad de adaptación que ningún adulto posee. 

Durante estos días, ha surgido la duda de si el confinamiento produce efectos adversos en los niños. Reconozco de entrada que no soy experta en la materia; de hecho, no conozco a nadie que tenga un título de especialista. Seguramente se consideraría inmoral diseñar un experimento así en un grupo controlado de niños. En cualquier caso, creo que antes de aventurarse a responder a esa pregunta, es preciso tomar en consideración tres cuestiones. 

Primero: los niños son supervivientes. Como nos decía María Montessori, los menores tienen una capacidad de adaptación que ningún adulto posee. Por supuesto, nadie está diciendo que el confinamiento les convenga. Pero los niños de tres, cinco u ocho años llevan años viviendo en circunstancias antinaturales. Madrugan demasiado, se tragan el desayuno en tres minutos y van a colegios con patios de cemento donde les cuidan sucesivamente unos 10 maestros. Algunos, a esto, le suman actividades extraescolares hasta muy tarde cada día. Y muchos apenas ven a sus padres, que llegan por la noche, agotados. Sin duda, si pueden con todo esto, deberían ser capaces también de aguantar este confinamiento que nos ha tocado vivir. Hasta, incluso, les podría ir bien en ciertos aspectos, si se lleva a cabo correctamente. Pero eso depende de una serie de factores, lo que nos lleva a la segunda cuestión: las circunstancias del confinamiento. 

No es lo mismo vivir en una casa con jardín de dos plantas que en un piso de 50 metros. Y no es lo mismo vivir solo o con una persona deprimida o con problemas mentales que en una familia en la que hay equilibrio psicológico. Por ese motivo, la atención psicológica en grupos vulnerables es tan necesaria ahora mismo. No es igual que los padres se griten y se tiren los platos a la cabeza a que haya un ambiente de paciencia y de escucha generosa; no es lo mismo estar todo el día delante de la pantalla que leyendo libros y conversando; no es lo mismo que los padres compartan su ansiedad porque no tienen ingresos para llegar a final de mes, que lo lleven con alegría y buen humor a pesar de las dificultades. Tampoco es lo mismo que la televisión esté puesta de fondo permanentemente, con una sensación apocalíptica de fin de mundo que anuncia el número de muertos cada 10 minutos, que vivir en un ambiente silencioso de trabajo y de juego tranquilo. Y, finalmente, no es igual vivirlo en una cultura nórdica, acostumbrada al confinamiento en inviernos fríos, que en una cultura mediterránea que acostumbra salir a la calle cada día.

Para los niños, todos estos factores son más determinantes que el confinamiento en sí. En la medida en que están bien sus padres, ellos están bien. Nuestros hijos siempre buscan la clave de interpretación de la realidad mirando a los rostros de sus padres, con los que tienen un vínculo de apego. Educamos con y desde la mirada. Como decía Robert Fulghum, "no te preocupes porque tus hijos no te escuchan; te observan todo el día".

La tercera cuestión es que podemos aprovechar esa oportunidad para enseñarles las pequeñas cosas de una vida sencilla. A lo largo de los últimos dos años, se ha puesto de moda reclamar la creación de asignaturas nuevas en los colegios para aprender cosas que, a mi juicio, deberían aprenderse en casa. Los que estemos confinados con nuestros hijos durante mucho tiempo, si es que la situación laboral nos lo permite y siempre adaptándonos a su edad, podemos aprovechar para enseñarles a hacer cosas sencillas domésticas. Tareas como coser un botón; hacer gelatina, una bechamel o un sofrito; cortarse las uñas; limpiarse bien las manos; poner una sábana bajera o cuidar de una planta limpiando sus hojas con delicadeza, entre otras cosas. En definitiva, les podemos enseñar cómo disfrutar de la convivencia, del silencio y de una vida sencilla. 

En conclusión, lo que estamos viviendo es un experimento a gran escala para el que no hay manual de instrucciones, salvo el buen humor, la amabilidad, el cariño y la generosidad. Es una oportunidad única para aprender a querernos más en el hogar. Es una ocasión para asombrarnos de lo que tenemos, para aprender a no dar nada por supuesto. Esperemos de todo corazón poder resistir entre todos esta gran prueba, y esperemos que las familias salgan de esa situación no rotas, sino fortalecidas. 

domingo, 10 de octubre de 2021

Brote psicótico: Cómo actuar si tu hijo sufre uno y claves para prevenirlo

 

LAURA PERAITA     |   ABC  |  22/09/2021

Especialistas de la Clínica López Ibor explican qué aspectos predisponen a tener un brote psicótico que puede desencadenar sucesos como el de Noelia de Mingo el pasado lunes.

La terrible agresión múltiple que tuvo lugar el pasado lunes en la localidad de El Molar, cuando Noelia de Mingo actuó, al parecer, bajo un brote psicótico, ha causado gran conmoción social. La salud mental está cada vez más presente en los medios de comunicación, a falta de una atención mucho más exhaustiva. Algunas fuentes señalan que aunque la edad a la que suelen aparecer estos trastornos se fija entre los 18 y 25 años, lo cierto es que desde los 14 se puede sufrir un brote psicótico.

 

¿Hay señales que nos puedan indicar que un niño es proclive a sufrir un episodio de estas características? Según Marta Galindo, neuropsicóloga de la Clínica López Ibor, los episodios psicóticos no suponen un diagnóstico per sé; no obstante, «niños que presentan otros problemas de salud mental son más proclives a sufrir un episodio psicótico, como son trastornos del estado de ánimo o trastornos del espectro autista. En familias con antecedentes de síntomas psicóticos se debe prestar especial atención —advierte—. Estos serían los aspectos que predisponen a sufrir un episodio, pero también debemos tener en cuenta los precipitantes que hacen más probable la aparición de un brote psicótico: tomar sustancias psicoactivas o vivir un periodo de estrés intenso y mantenido en el tiempo».

 

Elena de la Cruz, terapeuta ocupacional de esta clínica, apunta que la prevención de estos episodios es compleja, ya que a menudo son imprevisibles y generados por la combinación de diferentes aspectos. «Como norma general, lo principal es evitar el consumo de las sustancias psicotrópicas (lo que incluye drogas ilícitas y lícitas como el alcohol), cuando no sean recetadas por un facultativo, y reducir la exposición a estresores intensos o aprender a manejar emociones de manera funcional».

 

Medidas que reducen la gravedad

De igual manera, explica que las personas con factores de riesgo (como antecedentes personales o familiares de trastornos psiquiátricos asociados con síntomas psicóticos) pueden beneficiarse de terapia individual y psicoeducación familiar, junto con grupos terapéuticos para evitar situaciones de riesgo. Estas medidas, además, reducen la gravedad y el impacto del episodio, ya que permiten detectar de manera más temprana síntomas y actitudes previas.

 

«Se ha demostrado —matiza De la Cruz— que el hecho de poseer una red sólida de apoyos familiares y sociales resulta muy beneficioso en la recuperación del paciente, así como en su reintegración ocupacional y social, lo que a su vez reduce las posibilidades de sufrir nuevos brotes y, desde luego, la gravedad y el impacto de los mismos en su salud y en su día a día».

 

Pero, ¿qué hacer si un día un hijo nos sorprende con un brote psicótico? ¿Cómo actuar en ese momento? Ambas expertas aseguran que muchos episodios son transitorios en su variante más grave o visible, por lo que, una vez que cesa, muchas personas minimizan su importancia y no piden ayuda profesional. «Lo recomendable —aconsejan— es consultar con un profesional para determinar el diagnóstico y el abordaje más idóneo. Sin ninguna duda, la evolución es más favorable cuanto antes se recibe ayuda profesional, concretamente de psicólogos y psiquiatras especializados.

 

Origen multicausal

La atención especializada de un equipo de salud mental «es necesaria —añade Marta Galindo— para ajustar los recursos a las necesidades de cada momento: psiquiatra, psicólogo, terapeuta ocupacional, enfermero, educador social, etc. El abordaje siempre debe de ser multidisciplinar, combinando tratamiento farmacológico con psicológico, familiar, ocupacional y educativo. No se resume a un trabajo en una etapa puntual, ya que el objetivo no es solo reducir la sintomatología, sino también promover la salud y potenciar factores de protección ante la posibilidad de un nuevo episodio. En este momento es importante trabajar con el paciente y sus allegados, ya que el ambiente socio-familiar influye en la probabilidad de apariencia de un nuevo episodio».

 

No obstante, a la hora de detectar posibles brotes entre los adolescentes y jóvenes adultos, «hay que prestar atención al estado anímico que presenta y observar si ha habido variaciones en su conducta. Un episodio psicótico puede estar ligado a otros problemas de salud mental, sufrir una pérdida de interés mantenido en el tiempo, alteraciones de sueño o insomnio, cambios en la conducta significativos con sus amigos o el aislamiento social. «No debemos olvidar —matiza esta neuróloga— que sufrir un brote tiene un origen multicausal, por lo que si al estrés sumamos otros factores de riesgo como es la pérdida de ocupaciones significativas y satisfactorias, tener otro diagnóstico psiquiátrico o consumir sustancias tóxicas, el riesgo aumenta».

  

viernes, 8 de octubre de 2021

Detrás de muchos de nuestros excesos se esconden nuestros vacíos


FÁTIMA SERVIÁN FRANCO     |     La Mente es Maravillosa     |     15/09/2020 

Nuestro vacío emocional nos recuerda que hay algo que no logramos completar, algo que nos llena de inestabilidad y frustración. Podemos intentar llenar ese vacío con excesos, bebiendo alcohol hasta que los sentidos se nublen, machacándonos en el gimnasio, comiendo emocionalmente o comprando de manera compulsiva, pero la sensación de desesperanza después de realizar estas conductas seguirá o incluso aumentará. 

La sensación de vacío puede producirnos bloqueo emocional, que es lo que termina impidiendo que nos enfrentarnos a nuestra realidad, llevándonos a una vida de desorden para cubrir nuestras carencias. 

La lucha contra el vacío emocional no es fácil, pero los excesos no son la solución. Una buena parte de las emociones y sensaciones más negativas que podemos llegar a experimentan se aúnan, haciéndonos sentir que nos hemos sumergido en un pozo muy profundo. Estas emociones nos producen una sensación de indefensión que aparece cuando somos incapaces de reaccionar frente a situaciones dolorosas. 

Cuando lo damos todo por perdido, los excesos nos parecen la única solución para completarnos. Cualquier conducta placentera normal se convierte en susceptible de un comportamiento psicológicamente adictivo. De hecho, se podrían hacer usos anormales de una conducta normal en función de la intensidad, la frecuencia, el grado de interferencia en las relaciones personales.

“El exceso es un defecto, es el veneno de la razón”.

-Francisco de Quevedo-

Sentirnos incapaces de afrontar nuestros vacíos nos lleva al exceso 

Los excesos controlan nuestra conducta, llegando incluso a negar de forma manifiesta este comportamiento. Este círculo vicioso, en el que los excesos aumentan nuestras vacíos, solo terminará cuando afrontemos lo que nos lleva a estas “conductas de abandono”.

Cuando somos incapaces de reaccionar frente a situaciones problemáticas, una barrera se interpone entre nosotros y aquello que debemos de afrontar, lo que genera un caldo de cultivo para las conductas excesivas. Existen algunas señales que nos advierten de que podemos estar cayendo en comportamientos excesivos para maquillar la realidad que nos atormenta. La evitación de actividades, el nerviosismo cotidiano, el temor y la falta de motivación son las consecuencias de no afrontar correctamente nuestros vacíos.

Llamar necesidad a casi todo puede ser el gran problema.  

Detrás de las necesidades se encuentran nuestros vacíos y detrás de los vacíos se encuentran nuestros excesos. Identificar las necesidades que nos condicionan es crucial para llegar a entender nuestros vacíos. Una necesidad moderada es normal y sana, el problema se produce cuando esa necesidad se convierte en algo irrefrenable.

“Según las cosas que a uno le proporcionen la felicidad, éstas conducirán a un juego en el que la suma siempre será cero: como una adicción, que requiere constantes dosis de adquisiciones y, a menudo que se tenga más de algo que los vecinos, nada de lo que se tiene importa demasiado”.

-Mihály Csíkszentmihályi-

Hay que ser valiente para reconocer lo que nos falta 

No hay nada mejor que conocernos para acabar con nuestros vacíos. Muchas de las personas que acuden a consulta y que dicen experimentar una gran sensación de vacío se conocen muy poco a sí mismas, llevan tiempo sin actualizar esa visión que un día generaron y a la que muchas veces miran con cierta nostalgia.

Siendo conscientes de que son diferentes, de que los años han pasado; sabiendo que ya no son los de antes pero sin saber quiénes son ahora. Cuando la sensación de anhedonia nos invade y no sabemos lo que nos pasa y/o por qué nos pasa, es el momento de actuar, de ser valientes y de reconocer que algo no va bien. 

Reconocer lo que nos falta conlleva una reflexión profunda de nuestras necesidades emocionales, más allá de lo trivial, de lo material y de lo que los demás esperan de nosotros. Hay que ser muy valiente para reconocer que estamos lejos de llevar la vida que queremos o la vida que en su día garabateamos en el horizonte. Solo una persona completa es capaz de confesar sus faltas y de reconocer sus errores. 

Solo una persona que se mira con buenos ojos, y en esa mirada pone cariño, está en disposición para aceptarse e integrar sus deseos en su identidad, dinámica y mutante por definición, de manera que esta fusión no produzca una disonancia.

-Mahatma Gandhi-