VALERIA SABATER |
La Mente es Maravillosa | 28/01/2021
La felicidad, como el amor, a veces
viene y otras veces se va. Sin embargo, lo que nunca debería faltar en nuestra
vida es calma, armonía y tranquilidad. Te enseñamos cómo alcanzar esa dimensión
tan reconfortante.
“Ahora solo quiero
tranquilidad”. Muchos, en algún momento de
la vida, nos hemos dicho esto mismo casi a modo de exclamación, en medio de un suspiro
y anhelando, efectivamente, un poco de calma existencial. Estar tranquilos es,
al fin y al cabo, esa aspiración necesitada cuando llevamos un tiempo lidiando
con el estrés, las preocupaciones y las épocas de caos.
Decía Publilio
Siro, escritor latino de la antigua Roma, que cuando un mar está en calma, todo
el mundo sabe llevar el timón de un barco. Es cierto, en
esas épocas en que todo parece acontecer en armonía, paz y sosiego tenemos la
sensación de que todo está bajo nuestro control y eso nos hace
sentirnos seguros. Con los pies en el suelo y la mente en equilibro y fijada en
el horizonte.
Sin embargo, en el día a día hay muchas cosas que nos hacen perder esa
estabilidad y esa paz. En ocasiones, las relaciones de pareja son
excesivamente complicadas. Otras veces, el trabajo trae consigo un exceso de preocupaciones, miedos y
ansiedades. También el contexto social que nos envuelve nos satura con un
exceso de ruido y profundas incertidumbres.
Todos, en algún
instante, hemos aspirado a tener tranquilidad. Sin embargo, esa dimensión no se encuentra, es algo que se cultiva de manera
lenta e intencionada. Lo analizamos a continuación.
¿Por qué ahora solo quiero
tranquilidad?
Algunos trabajamos en
la búsqueda de una dimensión soñada y anhelada: la felicidad. Esta emoción se proyecta en una serie de áreas que,
a nuestro parecer, basta con hacerlas nuestras para experimentar de inmediato
esa grata y efusiva sensación. El amor y la pasión, por ejemplo, son horizontes comunes.
Como lo son también
poseer determinados bienes materiales (casas, coches, teléfonos móviles, etc.).
Tener éxito, un buen trabajo y una buena red social de amigos y conocidos
debería darnos grandes dosis de eso a lo que llamamos felicidad. Sin embargo,
en la realidad las piezas no encajan de un forma tan sencilla. De hecho, en
muchos momentos, más que anhelar la felicidad lo que
ansiamos es estar en calma.
Pero… ¿por qué?
¿Qué es lo que sucede para que, en un momento dado, le digamos a un amigo aquello de “yo ahora solo quiero
tranquilidad”? En buena parte de los casos lo que hay es
decepción. Al final, descubrimos que esa fórmula para ser felices que nos
habían vendido no funciona y que tal vez, sea necesario
replantearnos otros enfoques.
La inestabilidad externa que
rompe mi calma
La palabra “calma”
proviene de la palabra griega kauma, que significa calor. Hace referencia a ese sol de medio día con el
cual, la naturaleza se relaja y se queda quieta porque la temperatura es más
elevada. De algún modo, queda en evidencia esa necesidad de hallar el
equilibrio interno en un contexto adverso, de poner en práctica una conducta
más ajustada que nos permita protegernos de un factor externo.
Si anhelamos calma
es porque estamos o hemos estado en una circunstancia estresante. Si buscamos equilibrio es porque hemos perdido la
estabilidad a raíz de una serie de experiencias complicadas. De este
modo, si aspiramos a esa estabilidad mental y emocional es porque hemos
descubierto que quizá la felicidad es armonía interna y no conquista externa.
La dificultad de tener paz mental
en un mundo que decepciona
Decía Epicteto en su Manual para la vida que
las personas tenemos un defecto: nos empeñamos en querer que la vida se ajuste
a nuestros deseos. Ese enfoque mental es la semilla de la intranquilidad y
también de la infelicidad. Así, a lo largo de nuestra existencia nos encontramos a menudo con retazos de un mundo que no se ajusta
a nuestros esquemas, deseos y expectativas.
Así, que determinadas personas actúen en contra de cómo esperamos
rompe nuestra tranquilidad emocional. También trae nerviosismo, decepción y hasta indignación que nuestros esfuerzos no
se vean recompensados, que esta realidad sea en esencia, demasiado injusta a
veces, caótico en determinadas épocas, y estresante en muchos instantes.
De este modo,
cuando nos decimos aquello de ahora solo quiero tranquilidad, es casi como un
lamento de cansancio e indignación. Sin embargo, como bien nos señalaba el
psicoterapeuta cognitivo Aaron
Beck, el equilibrio emocional llega en
el momento en que somos capaces de aceptar la contrariedad. Asumir que la vida a veces no tiene sentido y es falible es un
modo de hallar la paz mental.
Ahora solo quiero tranquilidad ¿cómo alcanzarla?
La Universidad
Nacional de Taiwán dispone de un estudio que vale la pena tener en cuenta. La cultura oriental cultiva otra percepción de la felicidad
muy distinta a la del mundo occidental. Para los asiáticos el
bienestar no está en experimentar emociones intensas. Factores como la pasión,
el éxito o la acumulación de bienes materiales no son una promesa absoluta con
la cual, conquistar la felicidad.
Para ellos, felicidad es saber tener calma, tener equilibrio y sobre todo, paz
mental. Es en esa armonía interna donde la persona se realiza a sí
misma, ahí donde las cosas se ven con mayor claridad. También es ese escenario
interno desde el cual, se afrontan mejor las dificultades cotidianas
y se aprecian las cosas buenas que trae la vida. ¿Cómo
alcanzar entonces ese estado psicológico? Estas serían algunas sencillas
claves:
·
Prioriza. Clarifica
qué es prioritario en tu vida y qué es secundario.
·
Focaliza tu mente en el aquí y ahora. El
ayer ya no existe, el mañana aún no ha sucedido.
·
Si algo te preocupa, resuélvelo. Preocuparse
implica ocuparse.
·
Transforma tus pensamientos negativos en
pensamientos útiles. Descarta lo que no tiene sentido y
sustitúyelo por ideas más esperanzadoras.
·
Rodéate de personas que te den calma, equilibrio
y positividad.
·
Cambia lo que no te guste y acepta
aquello que no puedes cambiar.
Para
concluir, en un mundo cada vez más complejo cultivar la
paz interna es una herramienta de poder y transformación. Pongámoslo
en práctica.