lunes, 9 de agosto de 2021

Coronavirus: por qué la pandemia de covid-19 nos está afectando el sueño (y cómo puedes prevenirlo)


MARGARITA RODRÍGUEZ     |     BBC News Mundo   |   07/04/2020 

La cuarentena o el aislamiento social que se está viviendo en muchos países para evitar la propagación del coronavirus está afectando a nuestros hábitos y nuestro patrón del sueño no se escapa a la nueva realidad. 

El neurólogo Hernando Pérez, especialista del Centro de Neurología Avanzada de España, le explica a BBC Mundo que el sueño tiene dos reguladores:

  • El ciclo de luz y oscuridad: si, por la cuarentena, nos estamos despertando más tarde, nos estamos perdiendo la luz solar de la mañana, la cual es clave para que el cerebro sepa que dentro de 12 o 14 horas llegará el momento de dormir.
  • El cansancio: en el transcurso del día nuestro cuerpo se mantiene activo y cuando llega la noche siente la necesidad de descansar. “Pero si hacemos menos actividad física porque estamos encerrados, eso incidirá en nuestro sueño”.

Pérez, quien como sus colegas atiende a sus pacientes a través de videollamadas, ha notado “un repunte del insomnio en pacientes que ya venían siendo tratados”.

La misma situación la ha visto la doctora Celia García-Malo, neuróloga especialista en sueño del Instituto del Sueño de España, quien también ha detectado un mayor número de trastornos del sueño.

Ir a la cama más tarde

Ambos especialistas están tratando pacientes por lo que se conoce como “retraso de fase”, que se da cuando un cambio en nuestra rutina afecta nuestro sueño.

“Están sintiendo la necesidad de irse a dormir más tarde y, con ello, retrasan la hora de levantarse, con lo cual las horas de productividad tanto a nivel laboral, familiar y social, se están viendo reducidas”, dice la experta.

Otro fenómeno que García-Malo ha estado notando es el trastorno por pesadillas.

“Ocurre cuando el contenido de los sueños es muy realista, muy vívido, o porque reflejan situaciones que nos producen ansiedad. Situaciones desagradables en las que nos cuesta escapar de un sitio, hay un enfrentamiento o una pelea”, señala.

“Este trastorno se ve agravado cuando hay situaciones en nuestra vida diaria que aumentan nuestros niveles de estrés y ansiedad. De alguna manera nuestro subconsciente lo plasma en nuestros sueños”.

Irritabilidad

De acuerdo con García-Malo, estudios han demostrado que las personas que duermen menos horas presentan niveles de ansiedad más elevados.

“Durante el día, estas personas no tienen ganas de hacer cosas, pierden interés en actividades que antes les apetecían, les falta la energía. Se pueden mostrar irritables por la falta de sueño y todo esto, en el marco de la cuarentena, (…) puede complicar la convivencia familiar”.

Patricia Barato Salvador es psicóloga clínica y coordinadora de Proyectos de BH Bienestar, una red de expertos en el cuidado emocional de las personas dentro de las organizaciones, que funciona en Europa y Latinoamérica.

Según la especialista, durante la cuarentena muchas personas están experimentando el fenómeno de la atención dividida: “Mis recursos están divididos: entre lo que quiero hacer en este momento (trabajar, cuidar a mi familia, llamar a mis amigos) y el querer estar informado de lo que ocurre en el mundo (con el coronavirus)”.

“Es normal que nos sintamos más irritables o que experimentemos impotencia ante lo que está ocurriendo”, porque la sensación de no tener el control es muy fuerte. 

La fusión

Barato Salvador ha constatado que muchas personas que se encuentran en cuarentena también experimentan problemas para concentrarse:

“Aunque estoy trabajando en casa y me estoy ahorrando el tiempo de desplazamiento a mi trabajo, en realidad lo que nos estamos encontrando es que tenemos que hacer más tareas en el hogar”.

Otras personas, indica la experta, "se abandonan": "como no tengo que salir de casa, me quedo todo el día en pijama y se produce una desorganización de los hábitos diarios".

“Puedo hacer las cosas cuando quiera: me despierto cuando quiera, me acuesto cuando quiera, como cuando quiera. Esto al final vuelve loco al ritmo biológico interno”.

 “El estado de ánimo se puede ver alterado. Es común que haya un decaimiento, una tristeza que se va apoderando paulatinamente de nosotros: la inactividad, el no poder desconectarse porque el ambiente laboral se funde con el doméstico”, añade.

La experta también indica que la dinámica de los medios de comunicación más el hecho de que el coronavirus y la covid-19 son fenómenos nuevos, de los cuales se siguen descubriendo características, hace que muchas veces se produzca información contradictoria y eso le genera ansiedad a la gente.

Si sientes ansiedad por la pandemia, es importante que trates de limitar la cantidad de noticias que consumes y que siempre busques fuentes confiables de información.

Descansar de las redes sociales puede ser una alternativa para relajarte. 

Microdespertares

Y la preocupación en exceso no sólo nos lleva al insomnio.

Hay personas que, por ejemplo, están experimentando lo contrario: hipersomnia.

“Tienen una sensación de pesadumbre, de abatimiento, propios de estar metidos en un domicilio por un mes, como ha sucedido en algunos países”.

“Los efectos de la cuarentena conllevan a un proceso de deterioro paulatino”: al principio la gente está en un estado de alerta y de reaccionar rápido, pero después empieza una fase de desgaste”.

De acuerdo con Barato Salvador, no sólo se trata de la dificultad para conciliar el sueño, sino para mantenerlo: podemos despertarnos varias veces durante la noche porque el nivel de activación que tenemos durante el día es muy elevado.

“Al no estar tranquilo, los microdespertares que ocurren entre cada ciclo del sueño se hacen más conscientes”.

El neurólogo Pérez también habla del despertar precoz, que consiste en despertarse antes y no poder volver a conciliar el sueño por el resto de la noche. 

Ser radicales con los pensamientos negativos.

Para el especialista en psicología es fundamental que durante la pandemia y la cuarentena se regulen los 

pensamientos negativos.

“Me voy a contagiar, me van a despedir, vamos a estar un año entero en cuarentena”, son ideas que nos pueden provocar mucha zozobra y que afectan nuestro bienestar y nuestro patrón del sueño.

“Son cosas que no han ocurrido, tenemos que intentar centrarnos en lo que está ocurriendo: estamos en casa, estamos bien, tenemos comida, no me han notificado nada de la empresa”, reflexiona.

Para lograr esa regulación, le explica a BBC Mundo, hay que apelar la reestructuración cognitiva, es decir, basarse en datos objetivos y reales.

“No se trata de buscar un pensamiento positivo, sino de ser realistas para contener ese miedo anticipatorio”.

La manera de afrontar los pensamientos más catastróficos, los pensamientos que tienden a maximizar un problema, un riesgo, es diferente dependiendo del momento del día:

“Durante el día tenemos que poner el foco de nuestra atención no en lo que pudiese ocurrir sino en lo que está ocurriendo y durante la noche, lo mejor es frenarlos: ‘Ya, basta. Ahora no me toca pensar en esto’. Hay que cortar el pensamiento de manera radical para poder pensar en algo agradable y poder descansar”.

Establecer un "worry time"

De acuerdo con la psicóloga, si los pensamientos negativos son persistentes, es importante tener un “worry time” (tiempo para preocuparse):

“Vamos a establecer un momento del día, nunca de la noche, en el que vamos a dedicarnos voluntariamente a preocuparnos de aquello que nos moleste”, señala.

“Los pensamientos se silencian más fácilmente si tienen un momento en el que pueden salir. Así es que si les vamos a permitir que aparezcan en un determinado momento, el resto del día dejan de molestarnos”.

La cuarentena representa un gran desafío para millones de personas, independientemente de la edad, y es clave tener en cuenta que no se está solo y que se debe pedir la ayuda no sólo de familiares y amigos sino de profesionales de la salud y de redes de apoyo institucionales. 

No dejes de comunicarte con tus seres queridos.

“Tenemos que aprovechar este momento, por duro que esto parezca, para trabajar la resiliencia. Esa capacidad del ser humano de superar una experiencia traumática y, gracias a esa superación, poder llegar a un nivel de desarrollo personal al que no hubiese accedido si no se hubiese enfrentado a ese episodio”, dice la psicóloga.

“Es un momento de retarnos, de alcanzar metas, de intentar mejorar nuestras relaciones con nuestras parejas, nuestros hijos, de aprender a generar una rutina, (…) para que cuando nos reincorporemos a nuestros trabajos nos sintamos más fuertes y seguros”.

10 recomendaciones

Tras conversar con Pérez, García-Malo y Barato Salvador y leer las recomendaciones hechas por la Sociedad Española de Neurología “para un buen sueño nocturno y un control adecuado de los trastornos del sueño durante la pandemia por coronavirus”, te presentamos diez recomendaciones:

- Mantén una rutina: establece un horario fijo para ir a dormir y respeta esa hora. El cerebro tiene que tener claro cuándo tiene que estar despierto y cuando no.

- Busca exponerte al sol en la mañana y al aire fresco ya sea por la ventana o por un balcón.

- Queda terminantemente prohibido llevarse una preocupación a la cama: hay que pensar en algo agradable.

- La cama es para dormir: hagamos que el cuerpo vincule la cama con el sueño para que se desactive cuando llegue a ella. Por ejemplo, no trabajes, ni estudies, ni hables por teléfono en la cama.

Evita las siestas, pero si no puedes, que no duren más de 30 minutos.

No lleves el celular o la tablet a la cama, no sólo porque su luz inhibe la secreción de la melatonina (hormona clave para relajarse y dormir), sino porque te puedes encontrar un mensaje o información en internet que puede aumentar tus niveles de ansiedad e incertidumbre.

- Haz ejercicios durante el día y evítalo a toda costa poco antes de irte a la cama.

Trata de relajarte en la medida de lo posible, especialmente antes de irte a acostar. Busca algo que te distraiga y que te ayude a despejar tu mente: meditar, hacer ejercicios respiratorios, escuchar música apacible.

- Pese a la flexibilidad que da el trabajar y estudiar en casa, no te quedes hasta tarde viendo series o películas. El entretenimiento es fundamental, pero “saltarse” la hora de dormir por un maratón de tu serie favorita repercutirá en la hora en que te despertarás y todo tu ciclo del sueño se verá alterado y corregirlo no siempre es fácil.

Consulta con tu médico o con un especialista si sientes que tus problemas para dormir empeoran, pues es importante tomar medidas a tiempo.

sábado, 7 de agosto de 2021

Síndrome de Peter Pan: Qué es y cúal es su tratamiento


ALEJANDRO VERA      |    grullapsicologiaynutricion.com     |     15/03/2021  

Aunque en psicología no exista un diagnóstico como tal, en muchos casos acabamos hablando del famoso síndrome de Peter Pan.

En este artículo vamos a ver qué es, cuál es su tratamiento y porque sucede.

¡A por ello!

¿Qué es el síndrome de Peter Pan?

Cuando hablamos de síndrome, hablamos de una serie de expresiones y experiencias comunes que se repiten de manera conjunta.

Como te decía antes, en psicología clínica no existe como un diagnóstico el Síndrome de Peter Pan, aunque de manera efectiva, nos sirve para describir una realidad psicológica.

¿Miedo a crecer o falta de madurez?

El síntoma más característico de las personas con síndrome de Peter Pan es el miedo a crecer.

Mejor dicho, eso es lo que solemos pensar. Es cierto que afrontar ciertas cuestiones de la vida adulta nos puede dar vértigo, sin embargo, tiene más sentido hablar de inmadurez que de miedo a crecer.

Por lo general, aunque no siempre es así, hablar de inmadurez es hablar de dependencia en algún grado.

Las personas inmaduras o con síndrome de Peter Pan, va a tener tendencia a estar con otras personas «más fuertes», que habitualmente van a ser las que tomen las decisiones, afronten los momentos difíciles de la vida, etc.

¿Por qué se produce el síndrome de Peter Pan? 

Sobre dependencia se ha escrito y dicho de todo, en este artículo te explico la diferencia entre la personalidad dependiente y la dependencia emocional.

En el caso de hoy hablamos de dependencia instrumental. Aunque la dependencia instrumental también se expresa a través de la dependencia a la pareja, en el foco del problema está como te decía antes, la inmadurez.

Cuando una persona es miedosa y no ha aprendido a resolver por sí misma, es posible que se vaya construyendo una personalidad dependiente.

La falta de responsabilidad 

La responsabilidad de la propia vida queda delegada en otra persona, lo que depara en una falta de autonomía personal.

Este tipo de personalidad se construye debido a una educación sobreprotectora o invalidante, que no ha educado en valores ni entrenado a la persona para la vida.

Como en casi todos los problemas psicológicos, existe un beneficio secundario, y es que sin responsabilidad tampoco hay fracaso, ya que ese riesgo, lo asumen otros.

Cómo he comentado en varias ocasiones, la dependencia como tal no es mala. Los adultos también somos seres dependientes, lo que ocurre, es que establecemos dependencias horizontales.

Es decir, de mutuo cuidado.

El síndrome de Wendy 

El problema de las personas con síndrome de Peter Pan o personalidad dependiente, es que establecen dependencias verticales. Existe la figura del cuidado (Peter Pan) y el cuidador (Wendy).

El síndrome de Wendy explica la codependencia emocional, donde una persona ejerce de cuidador y guía de la otra. Las personas codependientes, son personas que aman con abnegación, entregando su vida a la causa de su pareja.

Suele ser frecuente en relaciones con personas adictas. 

Síntomas del Síndrome de Peter Pan 

Entre los síntomas más frecuentes del síndrome de Peter Pan se encuentran:

§  Bajo sentido de la responsabilidad.

§  Evitación de problemas.

§  Dificultad para tomar decisiones.

§  Baja autoestima.

§  Miedo al abandono.

§  Poca autonomía personal.

§  Rasgos de inmadurez.

§  Poca conciencia de los problemas.

§  Otros. 

¿Tiene tratamiento el síndrome de Peter Pan? 

Cómo ya he comentado antes, el síndrome de Peter Pan no es un trastorno psicológico como tal, sin embargo sí que tiene tratamiento el trastorno de personalidad dependiente.

Uno de los objetivos terapéuticos es enseñarle a la persona los «beneficios de crecer» y conectar con la propia sensación de capacidad y resolución.

En muchas ocasiones, el trabajo previo es enseñar habilidades de afrontamiento, regulación emocional, toma de decisiones, asertividad u otros.

También suele suceder que el entorno ejerce una presión invalidante que no deja crecer. Es bastante frecuente que la familia se comporte como un tope o límite que no permite a la persona coger autonomía porque de algún modo, le interese que no lo haga.

En estos casos, también hay que reencuadrar con la persona como esto puede cambiar sus relaciones. Por ejemplo, si se encuentra dentro de una relación codependiente, al dejar de ocupar el rol de cuidado, la dinámica de pareja cambiará completamente.


miércoles, 4 de agosto de 2021

Educar sin gritos ni castigos: estas son las claves para lograrlo


ROCÍO NAVARRO MACÍAS       |      La Vanguardia      |      06/10/2020

Los expertos advierten que algunos padres confunden la disciplina positiva con ser permisivo o no poner límites.

 
La disciplina positiva no está relacionada con la permisividad. Tampoco con educar sin límites, sino todo lo contrario. La disciplina positiva es un estilo de crianza que persigue que los hijos sepan afrontar con éxito sus desafíos vitales, sin violencia y desde el respeto. Entonces, ¿por qué provoca escepticismo en quienes se han criado desde otro paradigma?
“Hay que entender muy bien lo que es la disciplina positiva. Algunos padres confunden la disciplina positiva con la ausencia de normas o límites. En este caso, es peligrosa, ya que todos no podemos tener la misma posición en la familia”, advierte Silvia Álava, psicóloga educativa y coautora del libro Seis Cuentos para educar en disciplina positiva (Alfaguara, 2020)
 
Se trata de un sistema de principios en el que se explican las formas de actuar, se validan las emociones, pero esto no quiere decir que no existan normas o que no haya que darles un no por respuesta a los niños. “El objetivo de la educación es conseguir que nuestro hijo sea una persona responsable, autónoma, decidida, resiliente, respetuosa, tolerante y empática. Para ello, debemos ser modelo y mostrarnos de esta misma forma”, explica el psicólogo educativo Antonio Labanda.
 
Aquí comienzan una serie de malentendidos para los adultos que no llegan a gestionar de forma eficiente sus emociones o, incluso, no son conscientes de ciertos comportamientos que chocan con esta tipología de crianza que, por ejemplo, no contempla como fórmulas válidas los gritos, enfados o las luchas de poder. Por eso es importante conocer las claves fundamentales para que la disciplina positiva funcione.
 
Educar desde el respeto
 “De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien primero tenemos que hacerlo sentir mal”, es una de las citas más famosas de Jane Nelsen, una de las impulsoras de la disciplina positiva. Nelsen comenzó a difundir en los 80 las ideas que los psiquiatras Alfred Adler y Rudolf Dreikurs concibieron hace un siglo. De forma esencial, este tipo de aprendizaje apoya a los niños en su crecimiento y les ayuda a encontrar soluciones a largo plazo que desarrollen la autodisciplina.
 
“Muchas familias creen que está basada en la exigencia, supongo que por el tono de la palabra disciplina. Otras piensan que porque hablamos de algo positivo, vamos a dejar que los niños crezcan sin límites. Pero la disciplina positiva es una metodología estructurada, basada en unos principios teóricos, cuyas herramientas prácticas han sido elaboradas y revisadas desde hace más de 30 años”, indica María Soto, experta en disciplina positiva y autora del libro Educa Bonito (Vergara, 2020).
 
“La disciplina positiva es una metodología estructurada”
María Soto – Autora de Educa Bonito
De hecho, lo que engloba esa positividad es obtener soluciones teniendo en cuenta las percepciones del niño según el tramo de desarrollo en el que se encuentre. Aumentar las capacidades de los niños y fomentar la autoconfianza son otros de sus objetivos. Una aproximación que se basa en la cortesía y el respeto mutuo, pero en la que los límites no son negociables porque los niños no pueden desarrollarse bien sin ellos.
 
Firmeza sin enfados
La vida en sociedad no sería posible sin límites, y convivir con ellos es necesario casi desde que llegamos al mundo. Pero definir las normas y hacer que los niños las respeten no está relacionado con gritos, ira o alguna manifestación con tintes violentos. La clave es mantener una actitud firme ante ellas.
 
“La firmeza es uno de los dos pilares de la disciplina positiva. No tiene nada que ver con enfadarnos con nuestros hijos para que nos hagan caso, sino que es una actitud desde donde les aportamos seguridad. Es la capacidad de ser consecuente con las decisiones que hemos tomado”, explica Soto.
 
La disciplina positiva relaciona los límites con el respeto por uno mismo y por los demás, y con la seguridad física y emocional. “El resto de las rutinas, normas sociales y modales se pueden aprender de una forma mucho más efectiva si los niños forman parte de la toma de decisiones y la revisión de los resultados. Esta metodología nos enseña a considerar a nuestros hijos “copilotos” de la familia, para fomentar que su sentido de pertenencia y significancia preserve su autoestima y su motivación intrínseca”, añade la especialista.
 
Acompañar en los momentos difíciles
Sobre el papel es difícil encontrar aristas a este método de crianza. Pero ¿qué ocurre en la práctica? Las rabietas, por ejemplo, son un momento en el que los padres pueden poner a prueba los límites de su paciencia. Tratar de controlar una rabieta es como intentar detener una tormenta. Se trata de episodios que sufren los niños cuando no entienden por qué decimos “no” y que desencadenan este tipo de comportamientos porque son incapaces de manejar su frustración.
 
Según el compendio Positive Discipline: What it is and how to do it hecho por la autora Joan E. Durrant para la organización Save the Children: “Lo mejor es esperar a que pase la rabieta. Quedarse a su lado para que se sienta seguro mientras la tormenta lo sobrepasa. A veces, si los padres lo acarician suavemente se puede calmar. Cuando haya pasado la rabieta, hable con él sobre lo acontecido. Aproveche para enseñarle lo que son los sentimientos, lo fuertes que pueden ser y cómo se llaman. También le puede explicar por qué dijo “no” y que entiende por qué se siente frustrado. Cuéntele lo que usted hace cuando se siente así. Asegúrese de decirle que lo quiere aunque esté triste, enojado o feliz”.
 
En vez de un castigo, una consecuencia
Quizá uno de los aspectos de la disciplina positiva que más reticencia despierta en algunos sectores es la ausencia de castigos, una herramienta que quizá no es tan eficaz como creemos. Esto no significa que los niños hagan lo que les venga en gana, sino un cambio en la forma de entender las consecuencias de sus actos. “Con los castigos, partimos del hecho de que privamos de algo a los niños. A veces son muy largos, desproporcionados o sus consecuencias no tienen nada que ver con lo que ha ocurrido”, argumenta Álava.
 
Lo que propone la disciplina positiva es que las consecuencias deben ser lógicas, coherentes, razonables e ir dirigidas a reparar el daño. “Si el niño grita o te pega, debe entender que ha causado un dolor (físico y emocional)”, añade. La psicóloga propone fórmulas como “Debes comprender que me ha dolido y ahora no quiero hacer algo contigo. Tienes que esperar”. Asimismo, hay que invitarles, o enseñarles, a que pidan perdón ante ese comportamiento.
 
¿Hay casos en los que no funciona la disciplina positiva?
En teoría, la respuesta a si existen casos en los que la disciplina positiva no funciona es negativa. “Esta metodología está basada en la Psicología Adleriana ( Escuela de Psicología Individual de Alfred Adler); no se trata sólo de una manera de educar, sino una forma de relacionarse con los demás. Es como ese manual de instrucciones del que todo el mundo habla. Siempre se puede aplicar”, sugiere Soto. Sin embargo, puede que se quieran aplicar ciertas prácticas sin un buen conocimiento de los procesos, o esperando resultados inmediatos. En estos casos, la experiencia puede no ser la esperada. Estas son algunas situaciones de las que pueden derivarse consecuencias poco deseables al aplicar la disciplina positiva:
 
Si los padres tienen un control deficiente de sus emociones. Tal es la importancia de este hecho, que el estado de ánimo de los padres es un factor importante en la conducta de los hijos. “Si se sienten cansados, irritados, o preocupados por algo, es posible que se enfaden con su pequeño. Muchas veces los padres descargan su frustración sobre sus propios hijos. Cuando el ánimo de los padres y las madres es impredecible, los niños(as) se sienten inseguros y ansiosos. Cuando los padres y las madres ignoran una conducta infantil un día, pero se enojan por el mismo hecho al día siguiente, los niños se sienten confundidos”, indica Durrant en su libro.
 
La recomendación para quienes tienen problemas controlando sus emociones es acudir a un psicólogo que trate el asunto de manera constructiva, evitando las consecuencias en los niños. “Yo comparo la imagen de una madre o un padre amable y firme con la de un Sherpa, que nos guía en una montaña dándonos la suficiente calma y seguridad como para subir la montaña. No puede salirse del camino por mucho que a nosotros no nos guste, pero nos lo transmitirá desde la comprensión y la compasión de quien tiene más experiencia”, manifiesta Soto.

Si los padres dicen una cosa, pero hacen otra. Los padres deben analizar sus conductas antes de aplicar la disciplina positiva. Son el modelo a seguir para sus hijos y, si sus actos no legitiman sus palabras, es difícil que el mensaje llegue.
 
“No nos vale decir no debemos insultar y cuando nos ocurre una situación que nos produce una emoción de ira entonces insultamos. Evidentemente tenemos que entrenarnos para ello, reconocer nuestras emociones, reconocer las emociones de los demás, tener calma y paciencia… Los niños aprenden por modelado”, expone Labanda.
 
- Si se buscan resultados inmediatos. Una de las cosas más difíciles de la crianza de los hijos es conciliar los objetivos a largo plazo con los del corto plazo, porque a menudo ambos entran en conflicto. “El modo en que actuamos en situaciones de corto plazo es un modelo para nuestros niños. Es entonces cuando aprenden cómo afrontar el estrés. Si gritamos y golpeamos cuando estamos estresados, esto es lo que van a aprender a hacer en la misma situación. Los gritos y golpes sólo enseñarán a sus hijos(as) lo contrario que usted desea que aprendan en el largo plazo”, indica Durrant.
 
Por su parte, Soto alude también al marco temporal como uno de los elementos imprescindibles para que funcione: “La disciplina positiva surte efecto de manera progresiva, no es algo inmediato y general. Puede que las peleas disminuyan pero que haya que seguir trabajando la comunicación, o puede que los niños ganen en autonomía pero haya que seguir revisando otros aspectos”.
 
Las prisas tampoco encajan en este paradigma. “Muchas veces son los padres los que meten prisa porque tienen muchas cosas que hacer y necesitan que los niños acaben rápido. En ocasiones incluso actúan por ellos, pero esto puede desencadenar un problema, ya que no le damos la oportunidad al niño de que aprenda de sus errores”, advierte Álava, que subraya la importancia del esfuerzo y su demora.
 
Si se piensa que los niños se “portan mal”. Cuando un niño desarrolla un comportamiento que no se ajusta a lo que los padres y otros adultos desean, de forma automática se etiqueta como “mal comportamiento”. Su necesidad de exploración, de demostrar su individualidad, o un temperamento muy activo son algunos de los factores que pueden desencadenar esas conductas. De hecho, una de las metas de la disciplina positiva es arrojar luz sobre esta manera de obrar.
 
“De todas las situaciones que vivamos con los niños, tratemos de extraer que no se “portan mal”, sino que están aprendiendo a pertenecer al mundo. Y fallan, toman malas decisiones, igual que cualquier adulto aprendiendo algo que no sabe. Si somos capaces de mirar a nuestros hijos con esa compasión, no nos enfadarán tanto sus conductas y podremos empezar a ver los motivos que les llevan a tomar esas decisiones a veces equivocadas”, dice Soto.