sábado, 11 de febrero de 2023

Dar mucho y recibir poco también cansa

 

RAQUEL ALDANA       |     La Mente es Maravillosa     |       06/06/2022 

Dar y recibir deben estar en equilibrio para que las relaciones sean sanas. Si das más de lo que recibes, sentirás el peso de las consecuencias. 

Hay veces que tenemos la sensación de que estamos dando y dando pero, sin embargo, no estamos recibiendo. Esto nos suele ocurrir cuando estamos tristes, pues no obtenemos ningún tipo de recompensa tras el acto de dar y acabamos pensando que el mundo no es merecedor de nuestra dedicación. Porque dar mucho y recibir poco, cansa y desgasta. 

Si te ocurre esto, lo mejor es abandonar tu puesto y relegar esas obligaciones que te has impuesto, pues es un intercambio que resulta tóxico para ti y que, por lo tanto, destruye tu saludCuando te cansas de dar mucho sin recibir, puede que, incluso, acabes evitando que alguien te ofrezca ayuda. Así, la falta de reciprocidad se acaba alimentando de una espiral de desencanto y de dolor. 

¿Cómo puedo saber si estoy dando demasiado de mí?

Algo va mal si te estás cansando, si te invade la tristeza, la desilusión o el desencanto y si sientes que lo que haces por la otra persona es una carga cuando no debería serlo. Hay personas que pueden chuparnos, literalmente, la energía.

Es probable que ellos no se den cuenta, por eso siempre es recomendable y necesario armarse de valor y aclarar estas cuestiones. También puede que sí que se percate del tema, pero que le interese mantener la situación. Entonces, lo mejor es poner a prueba ese interés dejando de esforzarnos por satisfacer sus necesidades y ver lo que sucede después.

Una actitud egoísta se ve a leguas, solo necesitamos mirar en la dirección adecuada.

¿Te amas lo suficiente como para dar mucho con justicia cuando estás recibiendo lo mínimo?

No vale de nada luchar contra viento y marea y dar mucho por una persona que no mueve ni un dedo. No sirve ayudar constantemente a alguien con un trabajo que no está interesado en aprender a realizar. No nos hace bien dar sin recibir.

No podemos dedicarnos a los demás y olvidarnos de nosotros. La única gratitud sin la que no podemos vivir es la gratitud a uno mismo, pues es el pilar del amor propio y el cimiento de nuestro crecimiento personal. 

Dar mucho para sentirnos bien

Cuando ayudamos a alguien le estamos ofreciendo una parte muy importante de nosotros. Esto nos enseña a apreciarnos, por lo que es esencial cuidar esta parcela de nuestra vida.

Da mucho. Da poco. Pero da siempre.

Obviamente, no vamos a dar ni a agradecer nada a quien se está aprovechando de nosotros. Eso nos haría sentir necios, a la vez que resulta peligroso para nuestra autoestima y nuestro bienestar. 

Por otra parte, dicen que nunca es suficiente el agradecimiento a aquel que no te abandonó en los malos momentos. Por eso, ofrecer buenas palabras, buenos sentimientos, buenos actos y buenos pensamientos para quien nos ayudó en algún momento es muy relevante, ya que esto nos ayudará a recordar el valor de la bondad y del ofrecimiento a los demás.

El poder de la reciprocidad y de la gratitud 

Solo nos hace falta darnos cuenta de lo que agota y desmoraliza dar demasiado sin recibir nada a cambio para conocer el valor de la gratitud.

La verdad es que podemos agradecer lo que los demás hacen por nosotros de muchas maneras. Podemos hacerlo con una simple sonrisa, con unas palabras o con nuestras acciones. Lo que está claro es que el agradecimiento es siempre una forma de dar o de corresponder por algo que hemos recibido. 

La reciprocidad sana es aquella que tiene como base un intercambio que responde a la gratitud. Ofrecer un gracias o cualquier otro acto de recompensa es reconocer que la persona a la que tenemos delante hizo algo que nos produjo felicidad. 

El agradecimiento es un importante pilar para nuestro bienestar y para nuestra salud. Su ausencia nos duele y nos frustra, llegando a crear una espiral de lamentos y de quejas que nos hará sentirnos tristes y desilusionados.

Agradecer y ser receptores de gratitud nos hace sentir personas válidas y merecedoras de amor, lo que mantiene nuestra autoestima y nuestro bienestar emocional en buenas condiciones. Tanto en los buenos como en los malos momentos nos reconforta y nos impulsa a seguir dando y, por supuesto, a seguir queriendo recibir.

jueves, 9 de febrero de 2023

El ego no es tu enemigo, solo tienes que aprender a gestionarlo

 ALDARA MARTITEGUI          |         niusdiario.es       |          27/11/2022

·        Normalmente hablamos peyorativamente del ego para expresar que una persona manifiesta una mirada grandilocuente de sí misma

·        En general relacionamos el ego con esa arrogancia, ese creerse más que los demás, esa falta de humildad

·        Explicamos desde una perspectiva espiritual por qué el ego no es el enemigo sino un constructo necesario para poder desenvolvernos en la vida.

 

Seguro que has escuchado más de una vez esa frase de “Fulanito tiene un ego gigante” o “a Menganito le puede su ego”. En general relacionamos el ego con esa arrogancia, ese creerse más que los otros, esa falta de humildad... es por eso que no nos gusta ni verlo en los demás, ni mucho menos reconocerlo en nosotros.

 

En el mundo actual, nos referimos al ego cuando una persona manifiesta un exceso de mirada puesta en sí misma, cuando pierde la noción del otro, cuando cultiva la soberbia y manifiesta conductas autorreferenciales y egocéntricas que perjudican las relaciones y la convivencia con los demás en cualquier ámbito de su vida.

 

El ego ha sido estudiado desde diferentes ámbitos, como la psicología, la filosofía y la espiritualidad. Para la psicología, el ego es uno de los constructos más complicados de comprender. Una manera sencilla de explicar qué es el ego es pensar en esa máscara que todos llevamos. Gracias a ella sobrevivimos en sociedad, por tanto, la necesitamos. El problema es que en ocasiones depositamos en esta máscara un exceso de valor y orgullo con el que, en el fondo, lo que estamos buscando es protegernos.

  

Esa necesidad de gustar, es la que lleva a una persona a construir un personaje, un ego, grandilocuente.

 

“Tengo un problema de ego que necesito aprender a gestionar”, me dijo hace unas semanas una amiga. ¿Qué te ocurre? “Me siento mal cuando mi jefe no me reconoce algún trabajo que yo creo que necesita una felicitación. Si no me dice nada, me siento fatal porque no me ha dicho nada, sí; pero lo peor de todo es que me siento fatal por querer tener ese reconocimiento de los demás...esto es por mi ego, ¿no?, ¿qué debería hacer para no tener tanto ego?”

 

Buena pregunta… Sí. Ese es tu ego, que se está desplegando o manifestando. Ahora bien, ¿qué hay de malo en que nos guste que nuestro trabajo sea apreciado por los demás? ¡es natural y humano!


Una cosa es que a uno le llene de orgullo que los demás reconozcan su trabajo, sobre todo cuando uno se ha esforzado y ha dado el cien por cien; otra cosa muy diferente es que una persona necesite ese reconocimiento permanente de los demás (más allá del suyo propio) y que su vida sea una búsqueda constante de ese reconocimiento porque si no lo tiene, se siente perdida. Esa necesidad de gustar, es la que lleva a una persona a construir un personaje o ego grandilocuente.

 

Desde dónde construyes tu ego

La pregunta que surge no es si es bueno o malo tener ego, sino desde dónde construimos ese ego, ese personaje, que es necesario, que todos tenemos. Sin ego no seríamos humanos, seríamos otra cosa.

Como explica la psicóloga Valeria Sabater en el artículo ¿Qué es el ego? La voz grandilocuente que ahoga la humildad, “El ego no deja de ser una construcción mental más, una identidad que hemos construido con nuestra fábrica interna de ideas, experiencias, emociones y necesidades. Detrás de ese yo autoconstruido, tras esa máscara externa y artificial, se encuentra nuestro auténtico ser. El problema llega cuando estamos dominados, supeditados y adheridos en exceso a esa capa externa que hemos cincelado para sobrevivir en sociedad”.

 

Comprender qué es el ego desde la espiritualidad

Para explicar qué es el ego, tal vez sea más fácil empezar explorando esa parte de nosotros que no es el ego; ese ser auténtico que mueve los hilos del ego. ¿Acaso nunca has sentido esa luz dentro de ti, esa presencia que te acompaña desde que tienes conciencia de ti mismo, de ti misma y que es, en esencia, tú?


Siéntate con la espalda recta y cierra los ojos. Lleva tu atención al centro de tu pecho y respira desde ahí por unos segundos. Conecta contigo. Ahora imagina por un momento que vives en una ciudad diferente, o incluso en otro país. Imagina que en vez de tener la pareja que tienes tuvieras otra, o que no tuvieras pareja. Imagina que en vez de tener los hijos que tienes tuvieras otros, o que no tuvieras hijos. Imagina que en vez de la profesión que tienes tuvieras otra, o que no tuvieras profesión. ¿Seguirías, no obstante, siendo tú mismo o tú misma?.

 

No intentes comprenderlo ni poner palabras… simplemente siente esa presencia; esa luz que siempre está: hagas lo que hagas, vivas donde vivas. Si puedes sentirla, te doy la enhorabuena, has experimentado tu Ser esencial.

 

Desde una perspectiva espiritual, el ego es necesario para poder tener esta experiencia humana, necesitamos un carruaje para transitar por esta dimensión material que es el mundo,

 

Según la doctora Imma Nogués ese Ser esencial, ese pasajero interior que nos acompaña, nos guía y nos inspira, es también llamado por muchos el alma. En el fondo, lo llamemos como lo llamemos, cuando uno lo experimenta, se da cuenta de que es esencia humana en estado puro, desnuda y desprovista de disfraces o atributos.

 

Pero claro… no podemos olvidar que somos seres humanos. Tenemos un cuerpo. El cuerpo, también según la doctora Imma Nogués, sería como el carruaje; el lugar en el que habita ese Ser esencial y que cuenta con la personalidad, con el ego, para poder manifestarse.

 

Por tanto, desde una perspectiva espiritual, el ego es necesario para poder tener esta experiencia humana, necesitamos un carruaje para transitar por esta dimensión material que es el mundo que vemos y que percibimos con algunos de nuestros sentidos. De modo que nuestro Ser esencial, el alma, necesita un personaje, un traje que ponerse para poder estar en este plano.

 

Lo más habitual, explica Nogués en su libro El pasajero interior, es que la personalidad (el ego) "no sea sensible a la sutil vibración del alma". De hecho, vivimos con alto nivel de desajuste entre nuestra esencia o alma y nuestro personaje o ego. Cuando ocurre esto, el ego deja de cumplir su propósito de ser vehículo del alma y adquiere vida propia. ¡Muchos viven creyendo que son el ego, que son el personaje!

 

Y claro, cuando esto ocurre, uno vive alimentando permanentemente a su ego. Porque eso es lo que le gusta al ego.

 

Vivir ciegos a nuestro Ser esencial

Desde esta perspectiva espiritual, no se rechaza al ego; lo que se rechaza, en todo caso, es el apego al ego, la identificación del Ser con el ego, porque eso conlleva pasar por esta experiencia humana ‘de puntillas’, sin experimentar el verdadero sentido de la vida que tiene que ver con las cualidades del alma: amor, unión, desapego, serenidad, calma, alegría, gozo, conexión, intuición y sabiduría, entre otras…en el fondo ¿no es esto lo que buscamos todos los seres humanos?

 

Sin embargo, nuestro modo de vida, la falta de costumbre o de herramientas o de espacios para conectar con nuestro Ser esencial, nos hace vivir completamente ciegos a él y nos limita a vivir enfocados únicamente en el ego, ese personaje que vamos construyendo desde niños y que, sin la supervisión del alma, está condicionado únicamente por las leyes materiales, léase ser aceptados por el grupo para poder sobrevivir.

 

Nos guste o no, esto es lo que nos mueve en esa dimensión terrenal. Tener el reconocimiento de los demás tiene que ver con nuestro instinto de supervivencia, así de simple es. Cuando decimos que una persona tiene un ego muy grande nos referimos a que se cree muy importante, muy necesario, el que más sabe de cualquier cosa. En el fondo, esta persona, está buscando el reconocimiento de los demás para poder sobrevivir (ser aceptada) porque es incapaz de darse ese reconocimiento a sí misma: vive desconectada totalmente de su Ser esencial. Aunque parezca lo contrario, detrás de un ego muy grande siempre hay una muy baja autoestima; una persona que, al no valorarse a sí misma lo suficiente, busca desesperadamente que sean los demás los que lo hagan.

 

Tener un ego muy grande o tener mucho ego significaría, desde esta perspectiva espiritual, vivir únicamente ocupándonos de alimentar el personaje, buscando el reconocimiento, la aprobación y el amor de los demás y viviendo de espaldas a nuestra verdadera esencia, que es más bien lo contrario: ser fuente de amor.

No se trata por tanto de matar al ego, sino de intentar que el ego sea la manifestación de nuestro Ser esencial.


La desconexión completa entre el Ser esencial y el ego, genera además mucho sufrimiento. Eso sería, siempre desde esta perspectiva espiritual, el origen de gran parte del malestar psicológico que tanto experimentamos los humanos, como esa sensación de falta de sentido en nuestra vida.

 

“Cuando empezamos a poner nuestra atención en nuestro Ser interno, intentado expresar lo que está de acuerdo con él, se produce en nosotros una transformación y transmutación internas y externas”, puntualiza Nogués. En resumen, uno empieza a vivir más en coherencia con quien realmente es; y esa armonía genera bienestar.

 

“Que hoy mi esencia se manifieste en cada cosa que haga: esto es lo que repito cada día al levantarme” me dijo una vez Ismael Santos, ex jugador profesional de baloncesto, experto en mindfulness y coautor del libro Inteligencia espiritual y deporte. No se trata por tanto de matar al ego, sino de intentar que el ego sea la manifestación de nuestro Ser esencial y no únicamente un lugar donde depositar el reconocimiento y aprobación de los demás.


martes, 7 de febrero de 2023

Redes sociales y felicidad no van de la mano y te explico por qué

 

PATRICIA RAMÍREZ       |      ABC  ( El lunes empiezo – Blog)     |     04/09/2022 

Aislamiento, noticias falsas, información sin contrastar, cotilleos, filtros, vidas sobreactuadas, exposición de parejas, hijos y vidas perfectas imperfectas, recetas saludables, viajes impresionantes… Las redes sociales introducen en nuestro hogar un mundo que no siempre representa la realidad. Y la multitud de estudios derivados del boom de las redes arrojan datos nefastos para nuestra salud mental sobre las consecuencias de su mal uso.

Las redes sociales están diseñadas para que te quedes enganchado a ellas, para que sigas buscando, visualizando, opinando, para robarte un precioso tiempo que podrías dedicar a otros hábitos más saludables. Tú crees que te distraen, que aprendes, que te entretienen, incluso que te evaden. Pero si no haces un uso adecuado y responsable de ellas, puedes sufrir consecuencias directas en tu salud mental. 

Varias investigaciones han encontrado una relación entre el mal uso de las redes sociales y los trastornos del sueño, la baja autoestima, la soledad, la desinformación o la baja satisfacción con la vida. ¿Cómo podemos permitirle a una aplicación que nosotros hemos elegido instalar en nuestro teléfono, que disminuya nuestra satisfacción con la vida? De locos, como dicen ahora los adolescentes. Es de locos. 

El uso de redes sociales estimula un neurotransmisor, la dopamina. La dopamina, nuestra gran aliada de la felicidad, también se estimula con el juego, con el sexo o cuando comemos. Es la encargada de generar deseo. La dopamina nos sienta fenomenalmente bien, por eso siempre buscamos más. Y las redes sociales tienen el poder de activarla, tanto, que hoy ya existen casos de adicción a las redes sociales, como hay adicción al juego, al tabaco, al alcohol o al sexo. Ojo con los placeres, que si te excedes, te esclavizan y te vuelven adicto. 

En una entrevista realizada a Amanda Baughman de la Universidad de Washington en la revista Investigación y Ciencia, la experta afirmó que las redes sociales nos generan una disociación importante. Nos desconectan de lo que estamos haciendo, comiendo, hablando con amigos, trabajando o viendo la tele. Dejas de estar presente mentalmente, a pesar de que físicamente sí estés ahí. Nos desconectan de lo que estemos haciendo para conectarnos con el contenido que se publica. Y el poder de atracción de las redes es tan fuerte, que cuando nos damos cuenta, hemos perdido más de media hora subiendo y bajando pantallas. Deslizas dedo hacia arriba, deslizas dedo hacia abajo. De vez en cuando un like, otras veces una crítica, y ahí nos quedamos, en el limbo de las redes. 

Otro problema de las redes es el tiempo que les dedicas. Leer en redes, ver vídeos o quedarte leyendo en una publicación, no supone ningún esfuerzo para la mente. Están diseñadas para que te quedes dentro. Pierdes la noción del tiempo. Empiezas por consultar una duda en Google, de ahí entras a ver qué hay de nuevo en tu Instagram, te interesas por una decoración de interiores, después escuchas nimiedades en un vídeo de una influencer a la que estás pensando dejar de seguir, la pones verde, y sigues deslizando el dedo viendo imágenes, vídeos, músicas o consejos de las personas a las que sigues. A continuación, pasas por tu muro, miras los comentarios que te han dejado, los likes de tus últimas publicaciones, agradeces, criticas, y cuando te das cuenta, llevas más de media hora perdiendo tu precioso tiempo sin haber hecho absolutamente nada de provecho. 

¿Y qué me dices de cómo afecta a la autoestima y a la frustración con la vida? Cuando observas fotos y vídeos de vidas y personas idealizadas, retocadas, con vidas simuladas, tomas esos referentes como reales y terminas pensando que tu vida es triste y mediocre. Porque te has llegado a creer que lo que ves en redes representa lo que tú querrías y a lo que no llegas, y que otras personas si lo tienen y tú no. Cuando realmente no tenemos ni idea de si esas vidas existen o son ficticias. Esas vidas no son un modelo ni un ejemplo para ti, ni para nadie. 

En el estudio de Primack se concluyó después de entrevistar a miles de estadounidenses jóvenes adultos, que cuanto más tiempo pasaban conectados a plataformas como FacebookLinkedInYouTube, etc., mayor era el sentimiento de aislamiento. Porque el tiempo que dedicas a navegar y a estar conectado en estas redes es tiempo que te quitas de vivir experiencias reales, presenciales y auténticas. Además, dejas de entrenar tus habilidades sociales, lo que provoca una inseguridad posterior al relacionarte en vivo y en directo.

Incluso un estudio de la Universidad Erasmus de Róterdam asegura que el uso del teléfono móvil y la tecnología aumentan nuestro agotamiento físico y mental. 

Y para remate de la salud mental, cuando tomas conciencia de tu pérdida de tiempo, aparece el sentimiento de culpa por compararte con la vida de alguien que no existe, por tratarte mal por no ser capaz de ser tan guapa, tan exitosa, tan divertida, sexi, eficaz o ingeniosa como esa persona a la que admiras. ¡Basta!


·        ¿Te sorprendes comprobando lo nuevo que entra en tu móvil cada dos por tres aun habiéndote prometido que no tocarías el móvil durante un rato?

·        ¿Te sientes mal por perder literalmente el tiempo viendo publicaciones que ni siquiera te interesan?

·        ¿Te sientes mal por dedicarle tanto tiempo a las redes sociales sabiendo que podrías emplearlo en otras actividades más saludables?

·        ¿Sigues conectado al trabajo después de que finalice tu horario de trabajo comprobando el correo, el WhatsApp y otras aplicaciones e incluso te parece mal no estar pendiente?

·        ¿Entras al trapo en redes sociales con temas que no te dan de comer, pero con los que terminas rabioso, frustrado o deprimido?

·        ¿Te crees noticias no contrastadas simplemente porque salen en redes?

·        ¿Utilizas el móvil en el coche?

·        ¿Utilizas el móvil cuando estás con otras personas, cuando comes o en situaciones en las que deberías prestar atención plena al presente?

·        ¿Sientes ansiedad o malestar cuando no lo llevas encima, como si te faltara algo?

·        ¿Te cuesta concentrarte y estar atento al presente?

Hagamos un uso razonable de las redes sociales. No es tan complicado. La mayoría de nosotros ha vivido una vida digna, bonita y divertida cuando estas aplicaciones no existían. Seguro que somos capaces de convivir sanamente con las redes.

domingo, 5 de febrero de 2023

El síntoma de la depresión del que nadie habla

VALERIA SABATER          |         La Mente es Maravillosa        |        31/10/2022

¿Qué pasa cuando no hay nada que te distraiga? ¿Qué ocurre cuando sientes que no hay nada importante que hacer? Lo que ocurre es que dejas de sentirte útil y esto es muy peligroso. Descubre cuál es el síntoma de la depresión del que nunca te han hablado.

Decía el escritor C.S. Lewis que el dolor mental es menos dramático que el dolor físico, pero lo cierto es que es más común y también más difícil de soportar. Entre los sufrimientos más silenciosos del ser humano está sin duda la depresión. Este trastorno del estado de ánimo es como un complejísimo puzle conformado por muchas piezas, variables y circunstancias personales. 

No es fácil definirlo e incluso prevenirlo. Uno puede tener buenas herramientas de base y una actitud altamente resiliente, pero a veces determinadas experiencias, e incluso el contexto social, pueden rompernos. Según datos de la OMS, casi el 3,8 de la población lidia con esta condición mental. Aunque las cifras podrían ser mayores, dado que no todo el mundo solicita ayuda y recibe un diagnóstico. 

A esta realidad se le añade otra más problemática: la depresión es todavía un área incomprendida entre la sociedad. Hay quien la relaciona con falta de proactividad, debilidad y falibilidad. Asimismo, solemos tener una visión incompleta sobre dicho trastorno, asociándolo únicamente a la tristeza y la falta de energía.

Sin embargo, hay factores que conforman la depresión que pasamos muchas veces por alto. En esta ocasión, profundizaremos en uno de ellos. En una variable que puede resultar sorpresiva: el aburrimiento. 

Si llevas una época en que nada te interesa, nada atrae tu atención y lo que antes te apasionaba ahora te agota, no dudes en solicitar ayuda experta.

Aunque para la mayoría de las personas el aburrimiento es una sensación pasajera y trivial, hay quien vive atrapado en este bucle.

El aburrimiento crónico y la depresión: cuando nada entretiene o interesa 

El síntoma de la depresión que muchas veces no atendemos es el aburrimiento crónico. Es cierto que nada es tan común como estar aburridos de vez en cuando. También es verdad que este tipo de emoción resulta útil para instarnos al cambio y que, en el caso de los niños, resulta hasta necesaria. El niño que se siente aburrido termina potenciando el pensamiento crítico y la autosuficiencia.

 Ahora bien, este estado tiene un reverso altamente problemático y hasta patológico. Las personas que arrastran un aburrimiento crónico tienen un mayor riesgo de sufrir depresión. También de padecer ansiedad e incluso un riesgo mayor de derivar en adicciones a sustancias (alcohol, drogas) o a adicciones comportamentales, como el juego. 

Una investigación de la Universidad Internacional Alliant, en California, destaca este vínculo. El aburrimiento no deja de ser un sentimiento aversivo de cansancio, inquietud y frustración que puede ser muy nocivo cuando se vuelve crónico. Pensemos que la persona aburrida deja de tener alicientes en su día a día, con lo cual, poco a poco, se sentirá más desconectada de su realidad. La deriva que toma este estado puede ser problemática.

La depresión va más allá de un rostro emborronado por la tristeza, la desesperanza o la necesidad de aislamiento. Hay factores que conforman este trastorno psicológico y que muchas veces pasamos por alto. 

Cuando la desesperanza se encuentra con el aburrimiento persistente

¿Qué pasa cuando tenemos a alguien que no se entretiene con sus aficiones? ¿Qué ocurre cuando, además, siente que no tiene nada importante que hacer? Imaginemos a esa persona desempleada que, frustrada por no recibir ofertas, ya no disfruta con nada y nada le interesa. Es fácil reconocer que este tipo de situaciones elevan el peligro de sufrir un trastorno depresivo. 

Por ello, es crucial clarificar un detalle. El aburrimiento por sí mismo no hará que suframos un trastorno psicológico. En una depresión confluyen múltiples factores, tales como la angustia, la desesperanza, la negatividad, el sentimiento de culpa, el insomnio, las alteraciones en la alimentación, etc. 

La apatía, la anhedonia y la abulia son esos tres elementos en los que está presente el aburrimiento crónico. Es decir, lo que se experimenta es ausencia de placer, pérdida del interés y motivación e impotencia para llevar a cabo cualquier tarea. Es un sentimiento difuso y opresivo en el que la persona siente que su vida del todo estancada. 

El aburrimiento existencial, cuando dudamos de nuestra importancia en el mundo

“¿Qué hago yo aquí, cuál es mi función, qué es lo que debería estar haciendo ahora?”. La persona que lidia con la losa de un problema de salud mental se hace preguntas constantes. Esas interrogaciones están llenas de veneno, porque carcomen y apagan aún más el ánimo. Además, engrosan aún más la desesperación. 

Por ello, ese síntoma de la depresión que deberíamos tener muy presente es el aburrimiento crónico o existencial. El escritor y exdirector de atención primaria en la Universidad de Chicago, Alex Lickerman, acuñó este término definiéndolo como la incapacidad de encontrar algo interesante en la vida. 

Cuando una persona no disfruta de ninguna afición y no encuentran nada interesante que hacer, termina dudando de su lugar en el mundo. De su importancia en él. Esta visión es una línea roja que nunca debemos cruzar, puesto que ese es el momento en el que nos asalta la peligrosa idea de que esta vida no tiene ningún sentido.

Nuestra sociedad, tan cargada de estímulos, puede hacer que nos sintamos sobrecargados y aburridos. Esta es una realidad que experimentan muchos jóvenes.

La terapia psicológica es altamente efectiva para tratar todos los síntomas asociados a la depresión, como es el aburrimiento y la desesperanza.

¿Cómo abordar el síntoma de la depresión del que casi nunca se habla?

El síntoma de la depresión del que no hablamos demasiado es más importante de lo que pensamos. “Aburrirse es besar a la muerte”, decía el escritor Ramón Gómez de la Serna. Y los jóvenes, por ejemplo, están cada vez más aburridos. Las nuevas tecnologías y las redes sociales los someten a un estado de sobrecarga de estímulos en los que es muy fácil sentirse superado y también apático. 

Poco a poco sus realidades dejan de tener estímulos novedosos y si a ello le añadimos un futuro incierto, es común que desarrollen en algún momento un trastorno de ansiedad o depresión. ¿Qué hacer ante este panorama? ¿Cómo actuar? Veamos algunas estrategias:

·        Busca apoyo en los tuyos, comenta con tus amigos, pareja o familia cómo te sientes. Explícales tus sentimientos de vacío y aburrimiento. Clarifica que no es algo puntual, sino que esa sensación es constante y que cada vez te sientes peor.


·        Solicita apoyo psicológico. Como bien hemos señalado, el aburrimiento crónico se combina con más variables que podrían trazar una depresión. Tener un diagnóstico y unas herramientas para manejar lo que nos sucede es decisivo.

·        Inicia nuevas actividades y reformula tus metas. Debes buscar nuevos alicientes. Bien es cierto que te puede costar, que cuando la apatía te hace cautivo es complicado encontrar nuevos motivantes. Sin embargo, nada es más importante que activarte, que moverte y poner en marcha nuevas tareas. Es así como tu enfoque emocional variará.

Para concluir, si te quedas quieto y permites que esos sentimientos de desidia, desilusión y aburrimiento constante te engullan, no avanzarás. Hay luz al final del túnel, habla con alguien y déjate ayudar. Ese abismo de frustración que te tiene atrapado se acabará yendo.