viernes, 30 de mayo de 2025

Isabel Rojas Estapé: "Somos una generación de personas intolerantes al dolor y adictas al placer"

 JOSÉ ANTONIO MÉNDEZ      |     eldebate.com      |      05/04/2025      

 

La psicóloga y periodista, hermana de Marian Rojas, enseña en su último cuento cómo gestionar la rabia y el dolor para evitar que los niños somaticen

Conoce de primera mano situaciones dolorosas, incluso intentos de suicidio o enfermedades crónicas, porque pasan por su consulta del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas con nombres, apellidos e historias concretas. Por eso, cuando la psicóloga y periodista Isabel Rojas, hermana e hija de los psiquiatras Marian Rojas Estapé y Enrique Rojas, habla de cómo gestionar las emociones, no lo hace de oídas ni desde teorías manidas, sino con elementos de probada solvencia que ayudan a las familias a vivir mejor.

 Prueba de ello son la saga de cuentos de Neurita, la neurona exploradora, que está publicando en Planeta, y cuyo tercer volumen, Hay fuego en mí, acaba de ver la luz. En este caso, para mostrar cómo gestionar la ira, las rabietas y los enfados, que tanto descolocan a los padres como a los hijos.

 – ¿Por qué es importante que los niños conozcan y validen emociones en apariencia negativas, como la tristeza o la ira?

–Porque si las conocen, pueden aprender a gestionarlas. Si una persona no conoce sus emociones, es imposible que pueda superarse, educarse o gestionarse. Pero si el niño detecta una emoción, puede decir: «Yo sé que ahora estoy triste y me duele el corazón, y cuando estoy triste puedo hacer tal cosa para evitarlo». Nosotros decimos mucho que comprender es aliviar, pero para comprender, tengo que entender qué me pasa, y para entender qué me pasa, tengo que reconocer qué estoy sintiendo. Conocer mis emociones me ayuda a gestionarme y a vivir mejor.

 – Por lo que ve en consulta, ¿sabemos los padres reaccionar (bien) ante una rabieta o un momento de tristeza?

– Muchas veces, no. Por eso, de corazón, creo que este libro es el que más puede ayudar a los padres. Ten en cuenta que, al niño, por la evolución de su cerebro, hasta los 8 o 9 años, le cuesta muchísimo posponer las recompensas. Antes de esa edad, el niño no busca recompensas, sino que necesita cubrir necesidades: tengo sed y bebo, me hago pis y tengo que ir al baño, tengo sueño y me duermo… Pero, a partir de los 7, 8 o 9 años, va a aprendiendo a controlar sus necesidades: empieza por el control de esfínteres y termina controlando el resto de apetencias. Y aquí es donde entra la familia.

Vivimos en un mundo en el que nos cuesta cada vez más que las cosas no salgan como uno quiere

– ¿Por qué?

– Porque vivimos en un mundo en el que nos cuesta cada vez más que las cosas no salgan como uno quiere. Hoy, a los niños les cuesta cada vez más gestionar la frustración, y es muy importante que las nuevas generaciones no vivan tan de la recompensa instantánea como nosotros.

– Pero si los niños tienen tan poca tolerancia a la frustración, ¿no será responsabilidad de los padres?

– Es una responsabilidad compartida socialmente. Vivimos en una bulimia de actividad constante, en la que ni siquiera somos conscientes de las necesidades que tenemos, porque ya las tenemos cubiertas. El otro día me decía una mamá: «¿Oye Isabel, ¿Qué me puedo pedir por mi cumpleaños? Porque no sé qué pedirme». Y me impactó mucho, porque demostraba que es una persona que no tiene necesidades que cubrir, que no necesita nada importante. Y eso lo estamos trasladando a los hijos.

– ¿Cómo pueden, entonces, salirse los padres de esa corriente, para salvar también a sus hijos?

– Tenemos que acostumbrarnos a tener más el «no» en la boca… pero empezando por nosotros mismos: no me compro esto, y no porque no tenga dinero, sino porque en realidad no lo necesito. Necesitamos apreciar el valor liberador de las pequeñas renuncias, como posponer cosas en el día a día, o aprender a tolerar un poco de dolor. Nos hemos convertido en una sociedad de personas que somos intolerantes al dolor, porque somos adictos al placer. Y estamos criando así a nuestros hijos.

Necesitamos aprender el valor liberador de las pequeñas renuncias

– Pero usted es psicóloga, y ayuda a aliviar el dolor de muchísimas personas…

– ¡Por supuesto! Pero es que no me refiero a soportar enfermedades o a vivir mal, sino que, igual que cuando me duele la cabeza me tomo rápidamente un ibuprofeno en lugar de hidratarme bien o cambiar de postura, también me resulta insoportable que la profesora me ponga mala cara o mi pareja no me escuche como quiero. Luego vemos en niños que, como no soporto la frustración, me enfado mucho si mi madre no me deja tomarme una galleta, o percibo como un dolor que mi amiga no me haya hablado como yo quería.

– Esa «intolerancia al dolor», ¿qué efectos nos produce, si tenemos en cuenta que el dolor es parte de la vida?

– Esa intolerancia al dolor, en la que estamos cada vez más, nos está deformando. Nos está convirtiendo en personas emocionalmente volubles, nos cuesta relacionarnos, nos cuesta crecer en madurez, nos cuesta conectar con los demás.

– ¿Y cómo puede un cuento ayudar a solucionar un problema semejante?

– Cada uno en su pequeña parcela puede hacer mucho más de lo que cree. A corto plazo, lo que a mí me gustaría es que los niños aprendan a gestionarse, y que los padres les ayuden a hacerlo, compartiendo tiempo juntos. Y que les ayuden a uno y a otro a saber que el «porque sí» o el «porque no», no sirven. Lo que sirve de verdad es conocerse, porque eso me permite salir de ese momento malo. A largo plazo, espero que los niños que ahora leen este cuento, dentro de unos años, puedan decir: «Sé que esto me está frustrando, sé que me estoy enfadando por esto o por lo otro, y para salir de esta situación tengo herramientas».

miércoles, 28 de mayo de 2025

Ainhoa Arruabarrena, psicóloga: "Si un adolescente quiere ir al gimnasio, hay que preguntarle que para qué"

 ARANTZA RODRÍGUEZ     |   Bilbao   |     deia.eus   |      06/04/2025      


Que diga que es “para tener un cuerpo en concreto o para perder peso” es una “señal de alerta”, afirma esta profesional

 

Más allá de si un chaval quiere hacer abdominales o levantar mancuernas, Ainhoa Arruabarrena, psicóloga de la Asociación contra la anorexia y la bulimia nerviosas de Bizkaia, insta a “ahondar en las razones” por las que quiere hacer ejercicio. “Si de repente te viene un adolescente con que quiere ir al gimnasio, hay que preguntarle que para qué. Si es para tener un cuerpo concreto o para perder peso, eso sería una señal de alerta”, explica esta profesional, que da charlas en los institutos para prevenir los trastornos de la conducta alimentaria y la vigorexia. “El estereotipo estético de la mujer tiende a la delgadez y el masculino, a la musculatura. En realidad, parten un poco de la misma base”, observa.

 

“El estereotipo estético de la mujer tiende a la delgadez y el masculino, a la musculatura” - Ainhoa Arruabarrena - Psicóloga de Acabe Bizkaia

Sin restarle méritos a la actividad física, que “a nivel emocional, como forma de regulación, de soltar estrés, está bien”, esta psicóloga advierte que practicar ejercicio para “tener un cuerpo determinado implica que hay un problema de autoestima, que se le está poniendo demasiado valor”, lo que conlleva que, “en el momento en el que el cuerpo cambie y no estén a gusto, se les desmonte la propia autoestima”.

 

Cuidado con la alimentación

 

Respecto a los modelos que les sirven de espejo en las redes, explica que “son personas que promueven la vida fit desde una perspectiva muy poco sana a nivel psicológico: la musculatura, despertarte a las cinco de la mañana y hacer no sé qué... Un montón de cosas que no atienden a la salud mental, sino a una cuestión estética”.

 

En el caso de la vigorexia, apunta, “también hay un desequilibrio en la alimentación porque empiezan a hacer cosas curiosas -que si hago volumen, que si hago definición...- y a esa edad es una señal de que algo pasa, al igual que si consumen productos con muchas proteínas. La alimentación tienen que estar equilibrada”.

lunes, 26 de mayo de 2025

José Luís Marín, psiquiatra: "Enfermamos porque nadie nos escucha"

JUDITH DEL RÍO     |      lavanguardia.com      |    17/03/2025

 


El doctor, presidente del Foro Internacional para la Formación en Psicoterapia, habla de las verdaderas claves del sufrimiento, la gran ‘moda’ actual

 

Parece que hablar de salud mental está de moda. Últimamente se escucha hablar sobre el tema en cualquier programa de televisión, leyendo artículos, hablando con compañeros de trabajo o pisando cualquier librería; conversaciones distintas, pero con un punto común: la sociedad está mal y no se sabe cómo solucionarlo.

Desde la pandemia del covid-19, la situación es incluso peor. “De esta saldremos mejores”, dijeron. Más bien no. La salud pasó del cuerpo a la mente, a lo emocional. De repente, muchos se dieron cuenta de su propio malestar, de su infelicidad, de lo que les pesan sus problemas cotidianos. La solución, acudir al médico y optar por lo más fácil y sencillo: una simple pastilla que ayude a terminar con las preocupaciones, sean cuales sean.

“El sufrimiento existe, la población está mal. Los problemas de salud mental son la primera causa de afectación en España”, afirma el doctor José Luis Marín, presidente del Foro Internacional para la Formación en Psicoterapia La Vanguardia. “El problema es considerar ese sufrimiento como una enfermedad mental individual. Eso es una trampa”.

El especialista está de acuerdo en que la sociedad está mal. La sanidad carece de recursos, más aún para un “mal” que aqueja a tantos miles de personas. “Los profesionales de la salud mental somos los primeros perjudicados, nadie sabe muy bien qué hacer con esta demanda de sufrimiento”. No obstante, insiste en la necesidad de hacer la diferencia entre malestar común y enfermedades mentales. “El sufrimiento es tremendo, pero estar mal no significa estar loco”.

Todos hablamos de salud mental, es el tema de moda, pero no se hace nada-Dr. José Luís Marín

Tal y como explica el especialista, el problema reside en individualizar este sufrimiento y tratarlo desde la serotonina. “A lo mejor, en vez de un psiquiatra, necesitan a alguien que pueda modificar los determinantes sociales que generan el malestar en el trabajo, el transporte, en la vida”, señala Marín. “No siempre se resuelve con psicofármacos, no es una carencia o alteración de la serotonina. La sociedad no queda libre; el problema colectivo se convierte en individual, y eso es un poco tramposo”.

La sociedad se está volviendo loca con esto de la locura. Una tendencia, respetada por influencers y gurús sociales. Un sufrimiento que da “validez” ante los demás y, sobre todo, la sociedad y la industria que dirige en realidad todo esto: el marketing. Con más de 40 años de trayectoria profesional, el doctor Marín asegura que “la cultura ha perdido el norte”. Los profesionales de la salud mental, como parte de esa cultura, no iba a ser menos.

 “El sistema de categorización e individualización del malestar, siendo un problema colectivo, ha llegado a todos. No es cosa de la industria farmacéutica o los compañeros que venden libros”, explica. “La cultura somos todos, estamos creando una sociedad muy tóxica y muy desconectada de la naturaleza y el ser humano”.

Para Marín, se da una curiosa paradoja en muchas personas que, además, alienta este fenómeno: sin diagnóstico no se quedan tranquilos, lo que fomenta que existan más programas, medicación, trastornos.

Unos trastornos que aparecen en los manuales de psiquiatría después de la fabricación de medicamentos por parte de las farmacéuticas; manuales que “enseñan” a vivir con dichos trastornos. Vuelta a empezar. “El que acude a consulta es porque lo está pasando mal”, insiste Marín. “Lo que tendríamos que aprender todos es a tratar ese sufrimiento sin medicalizar. Ahí está el matiz. Hay que mirar al paciente. Nosotros somos los expertos, tenemos que mirar su vida y ver de dónde viene su sufrimiento”.

Los psicofármacos ayudan, peto no son el único tratamiento. Hay que aprender a mirar al paciente

El futuro de la salud mental pasa, precisamente, por ese camino. Actualmente, los profesionales de psiquiatría están desbordados, sobre todo en los centros de salud pública. Lamentablemente, la forma de actuar de estos profesionales suele ser tratar a sus pacientes con ayuda de los psicofármacos. “Ahora mismo la psiquiatría es agotadora”, confirma Marín. “Mis colegas en sanidad pública con muchísima demanda saben que lo único que pueden hacer, viendo a pacientes cada seis meses, es usar un psicofármaco. Sufren mucho con esta manera de hacer psiquiatría”. Para acabar con esta situación, solo se puede optar por un cambio profundo y radical. “Mis compañeros me dicen: ‘Yo no me alisté para esto’. Estudié y me he convertido en un dispensador de recetas”, explica Marín. “Es un tema del que hay que hablar. Estamos incómodos todos. Todos hablamos de salud mental, es el tema de moda, pero no se proponen soluciones más allá de las de siempre”.

Para el veterano psiquiatra, o se busca un modo de tratar la salud mental desde el punto de vista social, o desaparecerá. “Lo que estamos haciendo no funciona. Si esto sucediese en otro sector, como la economía, se habrían tomado medidas”, explica el experto. “Tenemos que dejar de mirar la serotonina y pasar a mirar a la cara de nuestros pacientes”.

Acabar con el malestar: la importancia de hablar

La tendencia a intentar evitar o escapar de la tristeza y todos esos sentimientos negativos es de las más extendidas, pero también de las más contraproducentes. Entre los muchos consejos que se pueden escuchar prácticamente a diario para acabar con el malestar y la tristeza -alimentarse bien, un buen descanso, meditación, retomar el contacto con la naturaleza-, el doctor Marín hace hincapié en una de las grandes recomendaciones que muchas personas ignoran: tenemos que verbalizar nuestros sentimientos.

“Puedes estar triste o enfadado, no pasa nada”, insiste Marín, que da un consejo esencial para acabar con el malestar. Habla. Habla más. Busca a alguien de tu entorno que te escuche y le puedas decir que tienes miedo o estás enfadado. Cuéntalo. Cansado, triste, irritado”, dice. “Lo que te hace daño no es el estrés, es el no poder compartirlo. El ser humano enferma por falta de vocabulario, y últimamente nos ponemos enfermos porque nadie nos escucha”.

Las personas mayores enferman por soledad, por no poder hablar. Estamos enfermando porque nadie nos escucha

Precisamente, esta podría ser la gran clave del malestar actual. “Mis pacientes vienen a mi consulta para que les escuche y les mire, porque nadie les mira. No lo hicieron de pequeños y ahora no les miran y les escuchan poco. Hablar es terapéutico siempre. Así que hablad, hablad más”.  

domingo, 25 de mayo de 2025

Nilda Chiaraviglio, psicoterapeuta: "Cada vez que te das permiso para decir que no, se aflojan los barrotes de tu cárcel mental"

 CHRISTIAN JIMÉNEZ         |       lavanguardia.com        |      28/04/2025                                 

 

La experta afirma que saber poner límites sin culpa no solo te libera, también fortalece tus relaciones

Aprender a decir “no” se ha convertido en una tarea tan necesaria como difícil. Desde el entorno laboral hasta las relaciones personales, la negativa sigue siendo, para muchos, una fuente de incomodidad y culpa. Una negativa implica poner límites, reconocer nuestras necesidades y prioridades, y asumir que no podemos estar disponibles para todo y para todos. Sin embargo, el miedo a defraudar, a ser percibidos como egoístas o a generar conflictos, lleva a muchas personas a aceptar compromisos, responsabilidades y peticiones que en realidad preferirían rechazar. 

La psicoterapeuta Nilda Chiaraviglio ha reflexionado, en una de sus últimas intervenciones en el podcast de Marco Antonio Regil, sobre por qué nos cuesta negarnos a algo y por qué nos sentimos mal por ello. 

Aprende a decir no sin culpa. No tienes que justificar cada decisión. Cambia el enfoque: no se trata de rechazar a alguien, sino de priorizarte: “La cultura castiga al que dice que no. Hay que darle la vuelta”, empieza diciendo.

Adáptate como el agua. Si algo bloquea tu camino, no insistas en romperlo. Rodéalo. Responde con flexibilidad y calma ante la presión social.

No expliques de más. Usa frases simples como “lo voy a pensar” o “quizá más tarde” para marcar límites sin generar confrontación.

Deja que los demás se hagan cargo de sus emociones. Si alguien se enoja porque pones límites, ese enojo no es tu responsabilidad.

Acepta que no tienes que acompañar a todos. Está bien si otros siguen sin ti. Tú eliges cuándo y cómo estar disponible.

Reescribe tu historia interna. No te definas solo por lo que siempre has hecho o dicho que eres. Puedes cambiar tu narrativa cuando quieras: “Todos nos narramos una historia y esa narrativa es nuestra cárcel”, señala.

Cada vez que te das permiso para decir que no, se aflojan los barrotes de tu cárcel mental. Ser libre empieza con pequeñas decisiones.

viernes, 23 de mayo de 2025

"Educar es amar con disciplina", el psiquiatra Enrique Rojas da las claves para criar a los hijos en la era de las pantallas

LAURA RODRIGÁÑEZ      |      telva.com      |      03/05/2025

 

¿Cómo educar en un mundo hiperconectado? El reconocido psiquiatra Enrique Rojas lo tiene claro: educar es formar con amor y disciplina. En esta conversación con TELVA, comparte claves prácticas para criar hijos con valores sólidos, capaces de gestionar el uso de las pantallas y afrontar la vida con criterio.

En la actualidad, el teléfono móvil se ha convertido en una herramienta omnipresente en la vida de los niños españoles. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 70,6% de los menores de entre 10 y 15 años posee un teléfono móvil, lo que representa un incremento del 1,1% respecto al año anterior. Este fenómeno ha sido especialmente pronunciado en adolescentes de 15 años, donde la cifra alcanza el 96%. Esta incursión masiva del dispositivo móvil en los hogares plantea interrogantes sobre las implicaciones de este uso generalizado sobre la salud, el desarrollo social y la educación de los más jóvenes.

En una reciente intervención en televisión, la psiquiatra Marian Rojas Estapé, hija del doctor Enrique Rojas, señalaba que el impacto de las pantallas en la salud mental, especialmente en relación con la gratificación instantánea que ofrecen plataformas como Instagram y TikTok pueden fomentar el egocentrismo, ya que "parece que eres el centro del mundo, porque te están contestando o están hablando de ti". Y, además, señalaba que el uso excesivo de dispositivos digitales puede llevar a una "intoxicación de dopamina", alterando el equilibrio químico del cerebro y dificultando la capacidad de concentración y tolerancia a la frustración.

Añadido a las preocupaciones sobre los efectos negativos del uso excesivo de pantallas, estudios recientes sugieren que los niños valoran mejor las actividades sin dispositivos digitales. Un informe del Instituto Tecnológico del Producto Infantil y de Ocio (AIJU), en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid y la Fundación Crecer Jugando, revela que el 76% de los niños de Primaria se sienten más creativos sin el uso de pantallas, y el 61% desarrolla habilidades sociales y empatiza mejor con juegos físicos o de mesa . Estos datos subrayan la necesidad de equilibrar la exposición digital con experiencias que fomenten el desarrollo integral de los niños. Hablamos con el psiquiatra Enrique Rojas sobre el valor de educar en el uso de las pantallas entre los más pequeños.

 

Doctor Rojas, ¿qué es educar?

Educar es convertir a alguien en persona. Educar es seducir con los valores que no pasan de moda.

Por favor, desarrolle la idea.

Educar es amor y disciplina, ternura y rigor, raíces y alas. ¿Qué significa esto último? Raíces significa que haya formación, que la gente sepa. Yo tengo cuatro hijas y mi mujer y yo siempre hemos tratado de que tengan formación. La formación es tener criterio, ideas claras, saber a qué atenerse.

Con toda la información que disponemos hoy al alcance de la mano, ¿considera la formación tan importante como antes, cuando no había tanto acceso a la información?

Información es saber lo que está pasando. La última noticia del último teletipo, del último Rincón del mundo. Eso es interesante y y sabemos qué pasa, ¿no? En cambio, formación es tener criterio, saber entender el mundo que nos ha tocado vivir y saber uno gestionar bien la propia trayectoria.

Pero a día de hoy los valores se dejan notar menos, ¿los estamos perdiendo?

¡No, existen! Claro que existen los valores, pero se ven muchos problemas.

¿Como la falta de implicación de los padres en la educación sobre el uso de las pantallas?

Bueno, yo veo cada vez más niños que sus padres están implicados en ese tema. Doy una conferencia llamada "Cinco consejos para educar a los hijos en las pantallas", y uno de los consejos es que los padres eduquen a sus hijos en lo interesante de las pantallas, ya sea la televisión, TikTok, Instagram o cualquier otra. Hay que explicarles a los niños que es fundamental aprender a gobernar eso.

¿Cómo enseñar eso si ni siquiera muchos padres son capaces de controlar su propia adicción a las pantallas?

 Para combatir la adición a las pantallas, uno de los consejos que doy (y que en mi entorno lo están empezando a hacer bastante) es el parking de móviles. Yo recomiendo que por la noche, en torno a las 21.30 horas, todos los móviles se aparquen y se guarden. Es un esfuerzo importante. A los jóvenes de entre 15 y 20 años les cuesta mucho porque en el móvil hay mucha cosa negativa (la pornografía, la distracción, la cultura de la inmediatez...), pero también positiva.

No son los únicos enganchados...

 Casi todas las aplicaciones de las pantallas están diseñadas para quedar atrapado y ser adicto. Sabiendo que uno se queda enganchado ahí y son horas y horas que derivan en una patología tonta y ridícula, quizá ayude a soltar la pantalla.

 

miércoles, 21 de mayo de 2025

¿Se puede curar la depresión?

 MARIANA ALVES GUERRA        |      psicologíapositiva.com.uy      |     06/05/2025

 La depresión no siempre se ve como esperamos. No siempre es llanto, no siempre es aislamiento. A veces, es sonreír en una reunión mientras por dentro te sientes roto, es despertarse cada mañana con el alma exhausta.

 Es un trastorno del estado de ánimo que afecta profundamente cómo piensas, sientes y actúas. Puede aparecer sin una causa aparente (aunque en realidad es multifactorial), o despertar a partir de una pérdida, crisis o estrés prolongado. No discrimina edad, incluso podemos encontrar niños y adolescentes con depresión.

Quien la vive puede sentir una tristeza persistente, vacío emocional, pérdida de interés por las cosas que antes disfrutaba, fatiga constante, alteraciones del sueño y del apetito, dificultad para concentrarse y, en casos severos, pensamientos de inutilidad o suicidio.

Es importante comprender que la voluntad está rota, e incluso las tareas más sencillas pueden sentirse como titánicas. Su diagnóstico llega gracias a la intervención de un profesional de la salud mental. Se debe pedir ayuda inmediatamente cuando sientes que la tristeza se mantiene, si te cuesta realizar tus tareas diarias como bañarte, salir de tu casa, tender tu cama, o si has tenido pensamientos de lastimarte.

 Existen distintos tipos de depresión, aquí algunos ejemplos:

Depresión mayor (trastorno depresivo mayor)
Es el tipo más conocido. Se caracteriza por episodios intensos de tristeza, pérdida de interés, cambios en el apetito y el sueño, fatiga, pensamientos negativos, e incluso ideación suicida. Los síntomas duran al menos dos semanas y afectan significativamente la vida diaria.

Trastorno depresivo persistente (distimia)
Es una forma crónica de depresión. Los síntomas son menos intensos que en la depresión mayor, pero duran más (mínimo dos años). Las personas con distimia pueden seguir con su rutina, pero con un constante sentimiento de insatisfacción o vacío.

Trastorno afectivo estacional (también conocido como depresión de invierno)
Relacionado con los cambios estacionales, suele aparecer especialmente en invierno cuando hay menos luz solar. Provoca síntomas similares a la depresión mayor, incluyendo tristeza, fatiga y aislamiento.

Depresión postparto Afecta a algunas mujeres después del parto. Incluye tristeza profunda, agotamiento extremo, ansiedad y dificultad para vincularse con el bebé.

Depresión psicótica
Es una forma grave de depresión mayor acompañada de síntomas psicóticos como alucinaciones (ver u oír cosas que no existen) o delirios (creencias falsas), generalmente con un contenido negativo o de culpa.

Trastorno disfórico premenstrual 
Forma severa del síndrome premenstrual que ocurre en mujeres. Incluye irritabilidad, tristeza extrema, ansiedad y cambios en el sueño o apetito, poco antes de la menstruación.

La pregunta importante, ¿tiene cura? Sí, en la mayoría de los casos. Aunque algunas depresiones no remiten por completo, eso no significa que no se pueda vivir bien. Con tratamiento, apoyo constante, y la gestión adecuada de pensamientos y emociones, muchas personas aprenden a convivir con la depresión y llevar una vida más plena y satisfactoria.

El tratamiento es fundamental, ya que la depresión no desaparece sola, hay que tomar cartas en el asunto para poder disfrutar de la vida como te mereces.

domingo, 18 de mayo de 2025

El doctor Manuel Sans Segarra explica el origen del estrés: "La causa fundamental de nuestra sociedad es el ego..."

 LOLA GUTIÉRREZ     |    elperiodico.com    |     24/04/2025                        

 

Manuel Sans Segarra es un médico catalán que fue jefe de cirugía digestiva en el Hospital Universitario de Bellvitge (L'Hospitalet de Llobregat). Además, es bastante activo en redes sociales, en especial Tiktok, donde comparte entrevistas y charlas divulgativas.

La principal causa

En una conversación en 'P de Podcast', el médico respondía a la pregunta de cuál creía que era la causa de las enfermedades del siglo XXI.

A partir del minuto 80 de la entrevista, Sans Segarra se adentra en este tema y expone la que para él sería la causa de las enfermedades de hoy en día que, aunque pudiera no parecerlo, tiene mucha relación con la salud mental.

El estrés, un desencadenante

El doctor advierte de las grandes consecuencias que tiene el estrés en nuestra salud física. Aunque puede parecer que solo afecta a nuestro bienestar emocional, Sans Segarra deja claro que también perjudica al sistema inmunitario: "Está demostrado que un minuto de estrés intenso provoca una caída del sistema inmunitario que dura 6 horas", asegura el médico en el vídeo.

Por tanto, el estrés debilita el sistema inmunitario y nos deja más vulnerables a las enfermedades.

Posibles consecuencias

El estrés, según opina el doctor, crea graves problemas, como "infecciones, enfermedades autoinmunes y cáncer."

Aunque se hace referencia a un minuto intenso de estrés, Sans asegura que no se trata de evitar únicamente los momentos puntuales de tensión, sino que también debe evitarse vivir en un estado constante de estrés y acostumbrarse a él.

El doctor explica que la persona que está estresada continuamente libera "cortisol catecolaminas", sustancias que, a pesar de ser "necesarias", terminan perjudicando cuando se mantienen altas durante demasiado tiempo.

Problemas del corazón e insomnio

Y explica que si ambas permanecen en niveles elevados podrían llegar a provocar "trastornos del corazón, del ritmo, trastornos de tensión arterial, hipertensión, trastornos del metabolismo, del colesterol, trastornos digestivos...".

Además, a nivel cerebral, también hay consecuencias: "insomnio, angustia, pérdida de memoria, dificultad en el aprendizaje y una depresión importantísima sobre nuestro sistema inmunitario", explica en la entrevista.

Además, a nivel cerebral, también hay consecuencias: "insomnio, angustia, pérdida de memoria, dificultad en el aprendizaje y una depresión importantísima sobre nuestro sistema inmunitario", explica en la entrevista.

El ego

Sans cree que el origen de este estrés se ha multiplicado con el estilo de vida moderno, e incluye otro elemento en la ecuación: "La causa fundamental de nuestra sociedad es el ego y el estrés que condiciona el ego, con la dinámica vital que determina el ego".

viernes, 16 de mayo de 2025

Luis Miguel Real, psicólogo: "No hace falta que compares tu dolor con el de otros para ver si mereces estar mal. No es una competición de desgracias" - Una profunda reflexión

JOSÉ LUIS MARÍN ROJAS      |    lavanguardia.com     |     02/05/2025     


El terapeuta animó a sus seguidores a abrazar sus dificultades y dejar de juzgarse a sí mismos

Millones de personas en todo el mundo tienden a menospreciar e invalidar sus propios sentimientos porque creen que no son merecedoras de atención y cuidado. En muchas ocasiones, el gran problema reside en la comparación: al ver a otros individuos en circunstancias objetivamente peores, no se permiten reconocer sus propias dificultades, como si el sufrimiento no dependiera de las capacidades individuales ni de las situaciones personales.

El psicólogo Luis Miguel Real, conocido en redes sociales como Instagram y X por sus reflexiones sobre salud mental, autocuidado y bienestar emocional, abordó esta cuestión en un post que publicó recientemente en la plataforma de Elon Musk.

''Si te duele, algo pasa. No necesitas justificarlo ni pedir permiso para sentirlo. No hace falta que compares tu dolor con el de otros para ver si 'mereces' estar mal. No es una competición de desgracias. No funciona así'', empezó diciendo el experto, dejando claro que todos afrontamos situaciones complejas y debemos permitirnos estar mal.

Según su opinión, el problema está en que nos han educado para apartar el dolor como si fuera una alarma molesta: ''A base de distracciones, frases hechas y sonrisas forzadas. El clásico 'haz como que no importa', mientras por dentro llevas un incendio. Pero ignorarlo no lo apaga. Ignorarlo es echar gasolina y taparlo con una manta''.

En el hilo que publicó, el cual generó una gran conversación en la red social de microblogging, el terapeuta explicó que sentirse mal es información valiosa sobre cómo nuestro cuerpo reacciona a diferentes estímulos. Estar tristes o ansiosos puede ayudarnos a identificar heridas emociones aún abiertas, así como a detectar necesidades no satisfechas. 

A lo largo de su reflexión, Real también señaló que, si ignoramos nuestro dolor y seguimos adelante como si no pasara nada, la molestia se convertirá en apatía, cansancio permanente y otros síntomas físicos que nos alejan del bienestar.

Afrontar tu tristeza no te hace débil

Antes de poner fin a su escrito, el psicólogo animó a sus seguidores a hacer frente a sus sentimientos, explicando que experimentar tristeza o malestar no los convierte en personas débiles, sino en seres humanos completamente normales: ''Te convierte en alguien que se respeta lo suficiente como para no anestesiarse más''.

''La verdadera fuerza, la que vale de verdad, empieza cuando te permites sentir sin excusas. Cuando dejas de pelear contra lo que te pasa y empiezas a preguntarte qué puedes hacer con ello. No viniste a esta vida a ser una estatua. Viniste a sentir, a vivir, a moverte'', sentenció el experto.

miércoles, 14 de mayo de 2025

José Luis Marín, psiquiatra; "Vivimos en una "happycracia"; tienes que ser feliz por las buenas o por las malas"

 LOIS BALADO      |     lavozdegalicia.es      |     15/04/2025                 

 

El especialista reclama otra manera de hacer psicoterapia y lamenta la falta de alternativas no farmacológicas de las últimas cuatro décadas

José Luis Marín, psiquiatra, pero también psicoterapeuta, mantiene un discurso incómodo. Sin espacio para la autocomplacencia por los avances supuestamente conseguidos en los últimos años sobre salud mental. Mucha tinta ha corrido sobre ella, pero la práctica es otro cantar. Expone un escenario donde, en resumidas cuentas, muy pocas cosas han cambiado. No hablamos de en estos últimos años, cuando la pandemia disparó el debate. Se refiere a los últimos «treinta o cuarenta». Dice que los resultados de las intervenciones que se realizan —siempre se incluye en la crítica, hablando en primera persona del plural— desde los profesionales de salud mental son «malos», y lo justifica en una simple cuestión numérica. No son buenos porque cada vez hay más pacientes. No es que haya que ser un experto en silogismos para comprender su punto. En este último tiempo, ha saltado al terreno de la divulgación en redes sociales a través del Foro Internacional para la Formación en Psicoterapia, del que es presidente. Y claro, sus opiniones incómodas generan debates. 

—El otro día mantuve una discusión acerca de su figura. La persona argumentaba que, si en sus peores momentos hubiese visto sus vídeos hablando de psicofármacos, para él hubiese sido peligroso. ¿Considera que, en algún caso, su discurso puede ser peligroso? 

—Entiendo la preocupación de los pacientes, porque tampoco tienen por qué entender bien cuál es el mensaje. Lo que planteo y planteamos muchos, porque esto no es una idea personal, sino toda una corriente psiquiátrica llamada psiquiatría crítica, es que nos parece que la deriva exclusivamente biológica, farmacológica, de la psiquiatría de los últimos años no ha aportado las soluciones que esperábamos. Que hay que revisar lo que estamos haciendo. Me hacía referencia a que este mensaje podría ser peligroso para algunas personas. Y es verdad que, cuando ellos les ven, están pasándolo mal. No tengo ninguna duda sobre eso. El sufrimiento es genuino, legítimo, terrible y muy doloroso. El problema es que la única alternativa que les han dado ha sido la medicación. Esa es la preocupación. Si no tenemos otra alternativa, si la medicación es lo único que hay, pues ya está. Y sí, si no le hubiesen recetado esos fármacos, pues posiblemente habría seguido igual. Pero el planteamiento es que los psicofármacos no le han curado. Le han ayudado a mantener una estabilidad, pero había otros recursos. El problema es que nos hemos centrado demasiado en las soluciones biológicas y eso nos ha impedido ver y desarrollar otras vías en las que los fármacos podrían haber sido mucho menos protagonistas.

—Usted habla de manera bastante crítica sobre el DSM-5. En una de sus charlas le escuché una pregunta: «¿Qué cura, la psicoterapia o cura el psicoterapeuta?». Usaré esta misma lógica, porque sí creo que el manual ha sido útil en muchas ocasiones, ¿Qué es lo malo?, ¿el DSM-5 o el uso del psiquiatra del DSM-5?

—Es exactamente el matiz que haces. Y lo mismo podríamos decir de las redes sociales o de los teléfonos inteligentes. Ahora mismo hay una gran corriente de queja con respecto al móvil. Que si hacen daño a la infancia, que si las redes sociales son terribles... No. Realmente, los teléfonos inteligentes son un avance técnico fantástico, como lo fue en su día internet o lo fue el frigorífico. El problema es el uso que se le da al invento. El DSM es un manual de diagnóstico y de estadística de los trastornos mentales. Se hizo, en teoría, exclusivamente para que los psiquiatras de todo el mundo pudiéramos utilizar un lenguaje relativamente común. ¿Dónde está el problema? En que se ha confundido, y ha habido intereses para que eso fuera así, con un libro de psicopatología. La pregunta que ya nos hacíamos antes del DSM y que algunos psiquiatras seguimos haciéndonos es: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Sí, el diagnóstico de depresión, de trastorno de ansiedad o de anorexia nerviosa es ese, el que pone el DSM. La mayoría de los psiquiatras de mi generación no hemos tenido la sensación de que el DSM nos ha ayudase en nada, porque los diagnósticos los hacíamos exactamente igual. Solo que ahora, teóricamente, cuando decimos «episodio depresivo mayor» en A Coruña, en Madrid o en Singapur, estamos refiriéndonos a lo mismo. Para eso se creó. Pero cuando nosotros hacemos un diagnóstico de episodio depresivo mayor, lo que nos preguntamos es por qué esta persona está deprimida en este momento. La pregunta es cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Por qué esta persona presenta ahora esta sintomatología que el DSM llama trastorno bipolar? Y esto es lo que se ha perdido, el estudio de la psicopatología, de intentar entender las causas. Porque eso es lo que nos va a dar una correcta visión del tratamiento, saber el porqué, exactamente igual que en cualquier otra especialidad de la medicina. Pero el DSM se ha confundido. Se ha obviado la psicopatología, se ha obviado la psiquiatría. Es un catálogo de síntomas. Simplemente. Te da un diagnóstico y automáticamente se plantea un tratamiento, mayoritariamente farmacológico. Esa es nuestra queja, nada más. 

—Usted defiende que «la psiquiatría nunca quiso ser esto», ¿qué quiso ser o qué quiere ser entonces?

—Qué pregunta... La psiquiatría es cierto que es una especialidad que surge intentando desgajarse la neuropsiquiatría y queriendo ser tan científica como lo podía ser la medicina interna, la reumatología o la inmunología. Y no nos ha salido demasiado bien. En los últimos treinta años, prescindimos de la psicología para centrarnos sobre todo en la biología. Nos hemos focalizado tanto en ella, concretamente en la farmacología, que ahora los psiquiatras, sobre todo los más jóvenes, no tienen otros argumentos porque no se les ha enseñado psicoterapia; no se les ha enseñado a mirar la historia de los pacientes. Solo a mirar el DSM-5. La psiquiatría solo maneja psicofármacos, ningún otro tipo de recurso. Pero resulta que en este momento la psicofarmacología está en crisis. Lo que nos parece es que los trastornos mentales no son una enfermedad del cerebro como tal. Este modelo que tiene que ver con la relación con la serotonina, con la dopamina, con la noradrenalina; esto de que los trastornos mentales son desequilibrios químicos, es un modelo fallido. Ya no se puede seguir sosteniendo. Entonces, tenemos muchos psicofármacos. Que no curan, sino que cronifican las historias de los pacientes. Hay muchos estudios que demuestran que pacientes con cualquier tipo de trastorno mental y sin tratamiento evolucionan más o menos igual que los que tienen tratamiento farmacológico. Lo único que tenemos son psicofármacos. Y no terminan de resolver el problema. Cada día hay más demanda, más pacientes tomándolos, pero no terminamos de curar a nadie. Y no tenemos otros recursos. Dejamos de mirar a la psicología, a la sociología, no miramos el entorno social o cultural, nos centramos en la biología y ahora mismo solo tenemos un recurso que no parece que resuelva los problemas.

—Dice que el modelo farmacológico está en crisis. Depende de para quién. ¿Por qué España es esta anomalía mundial de semejante prescripción?

—Esta es la pregunta que nos hacemos muchos psiquiatras. Creo que cada vez más. ¿Qué está pasando aquí? No tiene ningún sentido. Según los datos y las estadísticas de salud de todo el mundo, España es uno de los países con mejor salud en general. Y, sin embargo, somos los que consumimos más antidepresivos en Europa. Algo está pasando. Y sí, la psiquiatría biológica está en crisis para algunos. Claro, para los fabricantes de antidepresivos, pues imagínate. Cómo es posible que estemos recetando este nivel de psicofármacos es una pregunta que llevamos haciéndonos muchos psiquiatras mucho tiempo. Hay una bibliografía impresionante sobre este tema. Ciertamente no podemos seguir así, no podemos seguir recetando nada más que antidepresivos y no querer mirar a lo que está haciendo la cultura, lo que está haciendo la sociedad. ¿Qué sociedad estamos creando entre todos para que España sea consumidora de antidepresivos de esta manera? Que la gente está mal es indiscutible. Pero que no tenemos nada diferente al resto que explique algo así. Porque una cosa es pasarlo mal por el entorno social en el que estamos viviendo, porque no llegas a fin de mes, porque estás solo, porque las redes sociales nos están aislando, porque no hablamos entre nosotros, porque vivimos muy lejos del trabajo, porque no hay espacios verdes o porque hay demasiada televisión. Qué sé yo, hay muchas, muchas cosas... 

—Sí, pero ninguna de ellas es un fenómeno exclusivamente español. Los móviles están en todos lados. Seguramente vivamos mucho más cerca del trabajo que la mayoría en Estados Unidos, sin embargo, no sé si por una cuestión de tradición, algo pasa en España.

—Puede que suceda porque haya una tremenda presión de la industria farmacéutica. Que la hay en España y en todos los países, solo que algunos la manejan de una forma y otros de otra. Y tampoco hay tiempo para mirar al paciente, para escucharle. Muy poco en la sanidad pública y, en la privada, tampoco demasiado. Lo más sencillo es recetar un fármaco. Es curioso porque en España, por esa tradición católica, lo de aguantar el sufrimiento, probablemente lo hayamos hecho mejor que otros. Pero en todo el mundo occidental, cada vez se tolera menos el malestar. Estamos viviendo en una happycracia. Tienes que ser feliz por las buenas o por las malas. Y si no eres feliz es que algo te está pasando y tú eres el responsable. Porque «tú puedes». Este pensamiento positivo tan generalizado está haciendo mucho daño; esta exigencia de ser feliz y de no sufrir. Para muchas personas es difícil no pasarlo mal, porque realmente tienen muchos motivos. Y, además, la reacción natural hacia ciertos acontecimientos de la vida diaria, ya sea rabia, nerviosismo, preocupación, miedo o tristeza, se psiquiatriza. Cuentan que están angustiados, que no pueden dormir, que están preocupados, pero nadie les pregunta por qué. Si estoy triste, no me apetece levantarme por la mañana o estoy de mal humor, rápidamente cae una receta de un antidepresivo. ¿Por qué aquí pasa más? No lo sé, sinceramente, creo que no lo sabe nadie. Pero es verdad que está ocurriendo y nos preocupa. Algunos pacientes, cuando nos escuchan decir según qué cosas sobre los tratamientos farmacológicos, se enfadan. Que de no haber sido por la medicación, no saben qué hubiera pasado con ellos. Y les entiendo muy bien, tienen razón. Pero le hemos dado tanto valor a la medicación en los últimos cuarenta años que hemos dejado de mirar otros recursos, otras opciones.

—Seguro que le habrán dicho que su enfoque puede recordar a aquellas viejas tesis de la antipsiquiatría. —

Sí. Yo viví la antipsiquiatría, claro. Era un psiquiatra muy jovencito y a mí escuchar a Basaglia y a Cooper y a Laing me pareció fantástico. La antipsiquiatría planteaba un sistema excesivamente radical que fue inviable, fue inmanejable plantearlo en su momento. Ahora, no estamos en el plan de la antipsiquiatría. La psiquiatría crítica no está en plan revolucionario, sino mucho más en la línea de contemporizar; de poner encima de la mesa algo que parece muy obvio y que no hay que darle muchas vueltas. Es que los resultados de nuestras intervenciones, las intervenciones psiquiátricas y psicológicas, son malos. Porque cada vez tenemos más pacientes. Ese es el dato y nuestra preocupación. Cada vez tenemos más pacientes, más demanda, y no sabemos qué hacer con ella. Esa es la realidad. Se habla tanto de salud mental que creo que el discurso, ahora mismo, está vacío de contenido. Se habla de salud mental, pero las posibles soluciones que se plantean son las mismas que hace treinta años o cuarenta años. Y eso no va a funcionar. De hecho, no funciona. Somos el Pepito Grillo. Somos incómodos, porque estamos planteando algo que todo el mundo sabe, pero ante lo que no se sabe muy bien qué hacer.

—Ya que saca el tema, le he escuchado decir que un 10% de pacientes que entran en psicoterapia, empeoran.

—Sí, esos son los datos que tenemos, datos de investigación. A mí me gusta mucho la investigación y me gusta mucho leer. Y estos son datos que están publicados, algunos de ellos por autores españoles. Hay entre un 8% y un 12% de pacientes a los que les ocurre esto, yo digo el 10% por simplificarlo. Alrededor del 10% de los pacientes que empiezan en psicoterapia, empeoran. Y más del 20%, abandonan muy pronto.

—¿Y qué hacemos con esta gente a la que le hemos dicho que la solución es hacer terapia?

—Eso es. ¿Qué hacemos con todos nosotros? ¿Qué hacemos? Este es el quid de la cuestión. Y esto es de lo que algunos de nosotros nos lamentamos y queremos poner encima de la mesa. Somos el mensajero. A algunas personas no les gusta y matar al mensajero es lo más fácil, ¿no? Pero no podemos seguir otra vez hablando de que la solución en salud mental son más medicamentos o la solución en salud mental son más psicólogos. No, no, no, tampoco. Yo soy más psicoterapeuta que psiquiatra y los psicoterapeutas también tenemos muchas limitaciones. Así que lo que proponemos es que el debate sobre la salud mental tiene que estar en otro nivel. En un nivel mucho más de prevención. Mucho antes de que necesites la psicoterapia o que necesites el psicofármaco. Las propuestas para trabajar en salud mental tienen que ser de otra naturaleza, no propuestas terapéuticas, no más psicoterapia, no más psicofármacos. Estas son intervenciones terapéuticas no es que no funcionen, pero lo hacen de una manera limitada. Si queremos hablar del debate de salud mental, tiene que estar en la maternidad, tiene que estar en los estilos de crianza, cómo se organiza la paternidad, cómo se organizan las bajas de maternidad, cómo se organiza todo lo perinatal, cómo se organiza el desarrollo neurológico de los recién nacidos, que son los que después van a venir a nuestras consultas. Cómo se organiza la vida de cada día, esta vida loca de andar corriendo para todas partes; toda esta presión, y no solo de la industria farmacéutica, también la presión de los alimentos basura o la presión de la industria del ocio, que tienes que ir a hacerte un selfie a no sé dónde. Recuerdo que cuando era joven, bueno, los viajes de vacaciones eran realmente unas vacaciones. Ahora te das cuenta de que el mes de septiembre es cuando más consultas se piden, porque la gente vuelve destrozada de las vacaciones, porque han sido un desastre. Todo a partir de una presión social que nos obliga a ir de vacaciones y a disfrutar exageradamente de ellas, a disfrutar más que los demás y además hacerlo público. Vivimos en una sociedad absolutamente estresada.

—Pues me parece que está complicado darle un vuelco a todo esto. Es más complejo que dejar el tabaco o comer sin sal. Hablamos de salarios, calidad de vida, comer de otra manera, ir sin prisa...

—Exacto. Y esto es lo que no suena bien de nuestro discurso y por eso somos ese mensajero al que hay que matar. Porque las noticias que traemos, las alternativas a la salud mental son programas para 20 años. Pero claro, dependemos de los votos de cada cuatro años y es difícil plantear estrategias a tan largo plazo. Entonces, seguimos enfocando mal el debate sobre la salud mental. Es una cosa curiosa, si te das cuenta, cada vez que se habla de salud mental se habla de tratamientos, no se habla de salud. El debate debería ser sobre enfermedad mental, y no se habla de salud mental. Se habla de mejorar poniendo más psicólogos en los centros de salud para hacer psicoterapia, de seguir investigando en nuevos fármacos que sean más activos, pero no se habla de prevención, no se habla de crear espacios saludables, espacios en los que las personas puedan hablar, que no tengan que ir al médico a darse de baja, que se pueda compartir el malestar, como se ha hecho toda la vida. En los pueblos, en los barrios, entre las familias o los amigos, incluso podían ser espacios para la palabra, no espacios para hablar. Pero vivimos en una sociedad en la que se habla muy poco. Las redes sociales que nos vendieron como algo fantástico para estar unidos, ha conseguido que el ser humano esté más aislado y más solo que nunca. Estamos solos en grupos, en grupos enormes, pero absolutamente aislados, absolutamente sin hablar. Y este es el debate. La solución no pasa porque pongamos más profesionales. No. Más profesionales sí, pero orientados de otra manera, en otras áreas, no solo en los tratamientos cuando el trastorno y, por tanto, el sufrimiento, ya se está manifestando. 

—Alguna vez lo ha dicho, que sabemos mucho de lo micro, pero nada de lo macro. 

—Sabemos muchísimo de neurotransmisores, pero nada de María, Dolores o Juan. Nada. Lo que hacemos es saber cada vez más de cosas más pequeñas. De María y Juan conocemos todas sus mitocondrias, casi todo lo que se puede saber sobre sus neurotransmisores, pero de su historia no sabemos nada. Ni se lo hemos preguntado, ni les hemos mirado a los ojos. Y como dicen Johann Hari, la depresión no está en tu cabeza, está en tu vida.