viernes, 18 de junio de 2021

Responsabilidad personal: cuando eres la piedra en tu zapato


VALERIA SABATER      |      La Mente es Maravillosa     |     29/04/2020 

Todos conocemos esa sensación incómoda de llevar una piedra en el zapato. No es necesario que sea muy grande para causarnos dolor al caminar; es suficiente con que esté colocada en el lugar adecuado. Ahora bien, ¿qué podemos hacer con nuestras piedras psicológicas?

Sin responsabilidad personal no hay avances ni logros ni conquistas. Esta dimensión psicológica tiene a su vez un gran impacto en el terreno social. Si cada uno nos responsabilizáramos un poco más de nuestros actos y comportamientos, quizá daríamos forma a otro tipo de realidad; una más avanzada, respetuosa y, sobre todo, humana.

 

En una de sus conferencias, Viktor Frankl explicaba en el pueblo de Estados Unidos debería haber dado otro nombre a la icónica Estatua de la Libertad. Según el célebre psiquiatra debería llamarse la “Estatua de la Responsabilidad”.

 

Esta sugerencia se basaba en una idea que puede aplicarse a cualquier circunstancia: la libertad es una facultad inherente al ser humano, pero solo puede ejercerse a través de la responsabilidad.

 

Ser responsable significa, al fin y al cabo, hacerse cargo de uno mismo entendiendo que cada acto tiene consecuencias. Asimismo, como señalaba el psicoterapeuta Albert Ellis, algo que se ve con frecuencia es que para muchos es más fácil evitar o eludir ciertas responsabilidades que afrontar su papel activo a la hora de hacer frente a las dificultades.

 

Así, y solo como ejemplo, algo que se aprecia de manera frecuente en terapia psicológica es la incapacidad de muchas personas para asumir la plena responsabilidad de aquello que les sucede. Se trata de un mecanismo de defensa, ese con el cual resulta más fácil culpar a la pareja, a la familia, a los compañeros de trabajo o a la política de la infelicidad.

 

Proyectamos en los demás el origen de nuestro malestar sin saber que muchas veces, la llave del cambio está en nosotros. Profundicemos sobre este tema.

 

La responsabilidad personal, la piedra que debes quitarte de tu zapato

A veces, caminamos por el mundo cojeando. Nos duele el pie, el zapato molesta y hay algo bajo la suela que duele cada vez que damos un paso. Sin embargo, no nos paramos para saber qué ocurre. En lugar de sentarnos y retirar esa molesta piedra incrustada, le echamos la culpa a ese camino, tan abrupto.

Nos enfadamos con el alcalde por no asfaltar de una vez esa zona tan descuidada por donde nosotros estamos obligados a pasar cada día.

Proyectamos nuestro enfado incluso en el fabricante de ese zapato incómodo; incluso lo podemos llegar a hacer sobre nuestros conocidos, familiares y amigos… por no quitarnos ellos la piedra del zapato.

La vida a veces es injusta, siéndolo más para quien no coge las riendas de su propia existencia con el fin de dar solución a sus propios problemas.

 

Tú y solo tú, eres responsable de tu bienestar 

Decía Confucio que ataca más el que está dentro de nosotros que el que está fuera. Dicho de otro modo, es cierto que lo que nos rodea determina nuestra oportunidad para ser felices.


Es verdad que los factores sociales, económicos o el haber tenido una infancia traumática nos condiciona. Sin embargo, el principal enemigo de nuestro bienestar somos nosotros mismos, no el contexto o el propio pasado.


Responsabilidad personal es, por tanto, saber comprometernos con nosotros para crear cambios que sean beneficiosos. ¿De qué manera? Tomando decisiones valientes, actuando. Sabiendo qué necesitamos y trabajando para ello. Es por encima de todo, dejar de culpar a otros y  asumir un papel protagonista en la realidad que deseamos crear.

 

Es importante, además, recordar un detalle. Nadie llega al mundo con una salud mental perfecta y a prueba de adversidades. A estar bien también se aprende y eso es algo que intenta brindar siempre la terapia psicológica: ofrecer estrategias para generar cambios que nos acerquen al equilibrio, al bienestar.

 

“Los padres solo pueden dar buenos consejos o ponerlos en el camino correcto, pero la formación final del carácter de una persona recae en sus propias manos”. -Anna Frank-

Los demás hacen cosas, tú decides cómo sentirte

Nuestra piedra puede adoptar muchas formas. A veces, es ese especialista en alejar la calma, con su mal humor y peor genio. Otras veces, arrastramos el dolor por esa ruptura afectiva, por esa decepción que nos provocó una amistad.

A todos nos puede sonar esta situación. En estos casos, la responsabilidad personal pasa también por tomar el control sobre las propias emociones.

No podemos arrastrar de manera crónica ese sufrimiento en la suela del zapato. Hay que retirar la piedra y ello pasa por aceptar y entender ese impacto emocional; más tarde, hay que regularlo, tomar medidas y nuevas decisiones.

Tal y como nos explican en un estudio del instituto de Neurociencia Cognitiva, University College London (UCL) entrenar nuestra responsabilidad emocional nos acercará a la felicidad.

 

Responsabilidad personal para aceptar fracasos y seguir avanzando 

En nuestro avance por nuestro ciclo vital, no solo encontraremos piedras en el camino. También veremos caminos cortados y precipicios. Es cierto que nadie nos ha preparado para esas situaciones inesperadas y que, cuando eso ocurre, tenemos dos opciones. La primera y más sencilla es retroceder, rendirnos y volver por donde hemos venido.

 

No es lo adecuado. Porque responsabilidad personal es también entender que, a veces, hay imprevistos. Las personas fracasamos, nos equivocamos y puede que hasta aparezca la adversidad en cualquiera de sus formas. En estas situaciones, hay que ser responsables, valientes y comprometidos. Daremos un paso atrás, sí, pero para coger impulso.

 

Para concluir, tengámoslo claro, hay una fecha de vencimiento que nos dice que es momento de dejarlo: no hay que culpar más a los otros de nuestro malestar. Podemos y merecemos ser felices de nuevo, pero ello exige tomar decisiones y, por encima de todo, responsabilizarnos de nosotros mismos. 

miércoles, 16 de junio de 2021

Lactancia materna y alcohol ¿se puede beber alcohol?

MAYO CLINIC        |        14/09/2019

Amamantar y el alcohol no se mezclan. No hay ningún nivel de alcohol en la leche materna que se considere seguro para tomar para un bebé.

Si tomas alcohol, este pasa a la leche materna en concentraciones similares a las que se encuentran en el torrente sanguíneo. Aunque un bebé al que se amamanta está expuesto a solo una fracción del alcohol que bebe su madre, un recién nacido elimina el alcohol de su cuerpo a solamente la mitad de la proporción de lo que lo hace un adulto.

La investigación sugiere que los bebés que amamantan que están expuestos a un trago al día quizás tengan un desarrollo motor deficiente y que el alcohol causa cambios en los patrones de sueño. Mientras que el folklore dice que tomar alcohol mejora la producción de leche, los estudios muestran que el alcohol en realidad reduce la producción de leche y que la presencia de alcohol en la leche materna hace que los bebés la tomen aproximadamente 20 por ciento menos.

Si eliges tomar alcohol, evita dar el pecho hasta que el alcohol haya desaparecido completamente de la leche. Esto típicamente lleva dos a tres horas para 12 onzas (355 mililitros) de cerveza con graduación de 5%, 5 onzas (148 mililitros) de vino con graduación de 11% wine o 1.5 onzas (44 mililitros) de bebidas espirituosas con graduación de 40%, dependiendo de tu peso corporal. Si tienes planes de tomar alcohol, considera tomar un trago inmediatamente después de amamantar, así el alcohol comenzará a desaparecer de la leche materna durante el intervalo natural entre sesiones de amamantamiento.

Bombear y deshacerte de la leche materna no acelera la eliminación de alcohol de tu cuerpo. Pero si vas a saltarte una sesión de amamantamiento, bombear y deshacerte de la leche te ayudará a mantener el suministro y evitar la congestión.

Recuerda que amamantar es la mejor manera de alimentar a un recién nacido y se recomienda hacerlo hasta que el bebé tenga por lo menos un año. Si eliges tomar alcohol, planea con cuidado para evitar exponer a tu bebé al alcohol.

lunes, 14 de junio de 2021

Impacto psicológico de la COVID-19 en una muestra de profesionales sanitarios españoles


Autores: María Dosil Santamaría, Naiara Ozamiz-Etxebarria, Iratxe Redondo Rodríguez, Joana Jaureguizar, Alboniga-Mayor, Maitane Picaza Gorrotxategi      |      Elsevier.es      |      2020

Introducción

Ante la actual pandemia de la COVID-19, el personal sanitario se enfrenta a estresores laborales muy intensos, tales como jornadas laborales prolongadas, sobrecarga de trabajo, instrucciones y medidas de seguridad estrictas, necesidad permanente de concentración y vigilancia, escasez de equipamientos de protección y reducción del contacto social, además de tener que realizar tareas para las que muchos no estaban preparados.

En esta situación de estrés, se pone en riesgo tanto su salud física como la mental, dando lugar a la posible aparición de síntomas de ansiedad, depresión o trastornos por estrés postraumático o traumatización vicaria derivada de la compasión hacia los pacientes que están atendiendo.

En las investigaciones previas sobre epidemias, ya se han observado reacciones psicológicas adversas entre los y las trabajadoras sanitarias, por ejemplo, ante el brote de SARS, del MERS y actualmente ante la COVID-19. Estos estudios mostraron que dichos trabajadores temían el contagio y la infección de sus familiares, amistades y colegas, y sentían incertidumbre y estigmatización, lo que podría derivar en consecuencias psicológicas a largo plazo. Además, tal como se ha demostrado en el contexto de otras epidemias, el estrés y la ansiedad entre el personal no solo influyen directamente en su salud, sino que indirectamente afectan al sistema sanitario al dejar de acudir al trabajo como consecuencia de ello.

Otro aspecto que puede estar alterado por la sobrecarga de trabajo es el sueño, que ha mostrado ser un indicador clave de la salud, ya que además de mejorar la eficacia y el trato a pacientes, mantiene una función inmunológica óptima para prevenir las infecciones.

A todo ello, habría que sumar la compleja relación entre estas variables. Por un lado, existe evidencia de que el estrés funciona como detonante de los síntomas de ansiedad y depresión en personal sanitario joven. En el contexto de la pandemia de la COVID-19, tanto la sobrecarga de trabajo como el miedo a la posible infección podrían estar generando y aumentando los niveles de estrés. Además, la incidencia de estos síntomas, por ejemplo, la de la ansiedad, suele ser mayor en el personal médico femenino que en el masculino.

Actualmente, ante la expansión de la COVID-19 en España, existe preocupación sobre todas estas cuestiones y especialmente acerca del ajuste psicológico y la recuperación del personal sanitario que trata a pacientes con este virus, aunque, por el momento, apenas hay investigaciones al respecto. Teniendo todo esto en cuenta, el objetivo del presente trabajo ha sido evaluar los niveles de estrés, ansiedad, depresión y alteraciones del sueño entre el personal sanitario que trata a pacientes expuestos al virus de la COVID-19 en la comunidad autónoma del País Vasco (CAPV) y Navarra. También se estudian otras variables descriptivas de la muestra que podrían estar relacionadas con estos niveles de sintomatología psicológica. 

Material y métodos

Este estudio se realizó con una muestra total de 421 profesionales sanitarios del Departamento de Salud de la CAPV y Navarra, todos ellos profesionales en activo en diferentes centros hospitalarios públicos y privados de dichas comunidades. La muestra se obtuvo mediante un muestreo no probabilístico por bola de nieve. La edad mínima fue de 18 años y la máxima de 74 años. De estas personas, 338 eran mujeres y 83 eran hombres.

Se diseñó un cuestionario que contenía datos sociodemográficos (sexo y edad) y preguntas acerca de si vivían acompañados de alguna persona con enfermedad crónica, si habían tenido contacto con personas infectadas por el virus de la COVID-19, si tenían miedo al ir a trabajar y sobre la percepción del cumplimiento de las normas de confinamiento de la población.

La depresión se evaluó con la versión española de la escala Depression Anxiety and Stress Scale-21. Tiene 4 opciones de respuesta (de 0 = no me ha ocurrido a 3 = me ha ocurrido mucho o la mayor parte del tiempo) que se agrupan en 3 factores: depresión, ansiedad y estrés. Para el estudio, se emplearon los puntos de corte de Portocarrero AN y Jiménez-Genchi, A: sin sintomatología, sintomatología leve, moderada, severa y extremadamente severa. 

Por otro lado, se utilizó la escala de insomnio de Atenas (AIS) en su versión española. Se trata de un instrumento diseñado para cuantificar la dificultad del sueño en base en la CIE-10. Se compone de 8 elementos; los 4 primeros se refieren a variables cuantitativas del sueño, incluyendo la inducción del mismo y despertares nocturnos, despertar final y la duración total del sueño. El quinto se refiere a la calidad del sueño, y los 3 últimos hacen referencia al impacto del insomnio sobre el rendimiento durante el día. Los ítems se puntúan de 0 a 3, siendo las puntuaciones más altas las que denotan un sueño más deteriorado. La puntuación total varía de 0 a 24 puntos. En el presente estudio, se utilizó una puntuación AIS total de 6 o más para considerar el insomnio.

El estudio obtuvo la aprobación del Comité de Ética de la UPV/EHU. El contacto se hizo a través del correo electrónico y las respuestas se recogieron mediante un cuestionario online entre los días 1 y 10 de abril del 2020, con previa solicitud del consentimiento para la participación de los sujetos. En el cuestionario se explicaban tanto los objetivos del estudio como el procedimiento a seguir. Los datos se analizaron mediante el programa estadístico IBM SPSS Statistics for Windows, Version 25.0. En primer lugar, se describieron tanto las frecuencias como los porcentajes de las variables sociodemográficas. Posteriormente, se procedió a realizar un análisis multivariado sucesivo de la varianza, con el fin de probar las diferencias entre los niveles de depresión, ansiedad, estrés e insomnio en función de las variables sociodemográficas analizadas. 

Resultados

El 46,7% de los participantes indicaron sufrir estrés, el 37% ansiedad, el 27,4% depresión y el 28,9% problemas de sueño. En cuanto a las diferencias por sexo, las mujeres mostraron mayores niveles de ansiedad  y estrés. Y por lo que se refiere a la edad, fueron los mayores de 36 años los que mostraron en mayor medida estrés, ansiedad, insomnio y depresión. 

En lo referido a los datos recogidos en el cuestionario ad hoc, el 72,2% de la muestra señaló que no convivía con una persona con enfermedad crónica. El 71,5% sí había tenido contacto con personas infectadas por la COVID-19 y el 44,4% indicó que sentía miedo al contagio. Finalmente, el 88,4% percibía que la población estaba respetando las normas de confinamiento.

Las personas que respondieron sentir miedo en su trabajo fueron también las que mayores niveles de depresión, ansiedad y estrés presentaban, siendo el estrés la variable dependiente con mayor tamaño del efecto, seguido de la ansiedad y de la depresión.

Por último, los y las profesionales que perciben que en general la población no está respetando las medidas que se han impuesto respecto al confinamiento, son las que mayores niveles de depresión, ansiedad, estrés, e insomnio presentan, todas ellas con un tamaño del efecto intermedio, excepto el insomnio, que muestra un tamaño pequeño. 

Discusión

El impacto de la COVID-19 y sus implicaciones están suponiendo un reto importante al personal sanitario, que a menudo se enfrenta a una gran sobrecarga de trabajo, en condiciones psíquicamente exigentes, y con la sensación de disponer de pocos medios y apoyos.

Los datos revelaron que un porcentaje alto de profesionales sanitarios señala sufrir síntomas de ansiedad, estrés, depresión y trastornos del sueño. Las prevalencias de ansiedad, depresión y estrés encontrados fueron superiores a los de estudios previos sobre la COVID-19.

Además, el estudio puso de manifiesto niveles de ansiedad, depresión, estrés e insomnio superiores en mujeres, siendo las diferencias estadísticamente significativas para la ansiedad y el estrés, en la línea de estudios previos. El papel principal de cuidadoras que las mujeres ejercen en sus hogares (hijos y padres) puede que esté detrás de su mayor ansiedad y estrés, por el miedo al contagio. No obstante, habría que contextualizar los resultados, ya que algo más del 80% de la muestra del presente estudio eran mujeres.

En lo que se refiere a la edad, y contrariamente a lo hallado en otros estudios, los y las profesionales sanitarias de mayor edad, revelaron niveles más altos de toda la sintomatología evaluada. Quizá, a mayor edad es más probable que los participantes cuenten con familia a su cargo, hijos o padres, lo que aumenta la presión de la responsabilidad, el miedo a llevar el virus a sus hogares, etc.

Relacionado con lo anterior, se observó que convivir con una persona con enfermedad crónica aumentaba también los niveles de ansiedad en las personas participantes, por el miedo al contagio. Además, el hecho de trabajar con pacientes infectados por la COVID-19 aumentó los niveles de ansiedad, estrés e insomnio. Y si, además de trabajar con pacientes con infección por el virus de la COVID-19, convivían con personas con enfermedad crónica, sus niveles de ansiedad eran aún mayores. Es evidente que el miedo al contagio está muy presente entre el personal sanitario que participó en el estudio. El miedo es una respuesta natural frente a la amenaza y la COVID-19 se está viviendo actualmente como tal, en gran medida, por el gran vacío de conocimiento que existe sobre la misma, lo que despierta sentimientos de vulnerabilidad o de pérdida de control, y preocupaciones sobre la salud personal, la de la familia y sobre el aislamiento.

Actualmente, el confinamiento y la distancia social (junto con las medidas de higiene) son las principales medidas de prevención con las que cuenta la población, y un alto porcentaje de los participantes percibían que la población las estaba respetando. Sin embargo, aquellas personas que percibían que no era así fueron las que mayores niveles de depresión, ansiedad, estrés e insomnio señalaron. Si las medidas de prevención no se cumplen estrictamente, el riesgo al colapso sanitario es mayor, de ahí que el personal sanitario se preocupe especialmente por la responsabilidad social de la ciudadanía.

Hasta el momento, no se cuentan con estudios en España que exploren el impacto psicológico de la pandemia en el personal sanitario. Esta sería la principal fortaleza del estudio. Las implicaciones prácticas del mismo son también relevantes. Es necesario reducir el impacto psicológico del personal sanitario, y para ello, se recomienda aportar formación sobre la COVID-19, reforzar medidas de seguridad y garantizar las necesidades básicas del personal, tales como alimento y sueño. Se recomienda pues proveer de áreas de descanso y facilitar visitas periódicas de profesionales de la salud mental o asistencia psicológica telefónica. Será importante sostener estos servicios durante el tiempo, ya que la sobrecarga de trabajo se mantiene y es preciso evitar y tratar posibles casos de estrés postraumático causados por esta pandemia.

En cuanto a las limitaciones del estudio, cabe destacar que la distribución de la muestra (más del 80% mujeres) debe llevarnos a tomar los resultados de diferencias por sexo con cierta cautela. Asimismo, la generalización de los resultados está limitada, ya que es una muestra no probabilística en la que puede haber cierto sesgo de selección: la participación fue voluntaria, pudiendo haber participado aquellas personas especialmente impactadas emocionalmente. Futuros estudios deberían ampliar la muestra, obteniendo una muestra probabilística más equilibrada respecto al sexo y hacerla extensible a más comunidades autónomas.

sábado, 12 de junio de 2021

5 Ejemplos de habilidades sociales de diferentes tipos para entrenar


ALEJANDRO VERA        |     grulla.psicologiaynutricion.com     |       01/12/2019

Seguramente la mayoría de vosotros sepa responder a la cuestión qué son las habilidades sociales, en este artículo vamos a ver diferentes tipos de ejemplos de habilidades sociales para mejorar nuestro desempeño.

¿Habilidad social es lo mismo que inteligencia social?

Habilidades sociales e inteligencia social son dos constructos psicológicos que pueden en cierta manera usarte indistintamente.

Sin embargo, a mí me gusta diferenciarlos por la siguiente razón: puedes tener una alta inteligencia social y malas habilidades sociales, pero no al revés.

Muchas personas son capaces de comprender los entresijos de las relaciones (inteligencia social), pero fallan en la ejecución. La mayoría de las veces por inseguridad, timidez y ansiedad social.

Por el contrario, me cuesta imaginar una persona con buenas habilidades sociales que carezca de inteligencia social.

Si bien es cierto que, muchas personas se muestran abiertas y receptivas, esto no es lo que yo entiendo por habilidad social.

A mí forma de entender, el entrenamiento en habilidades sociales implica desarrollarnos en un amplio abanico de recursos.

Diferentes tipos de habilidades sociales

Realmente cuando hablamos de habilidad social, hablamos de un compendio de recursos y capacidades muy variado. Para poder explicártelo de forma sencilla, he hecho dos grupos: las habilidades sociales básicas y las avanzadas:

Tipos de habilidades sociales básicas

Las habilidades sociales incluyen desde destrezas básicas a otras más avanzadas. Algunas básicas son:

-Autocontrol emocional

Aunque generalmente la persona que busca entrenarse en habilidades sociales lo hace porque necesita aprender a perder la vergüenza, muchas personas se encuentran en el polo opuesto. Saber cómo no extralimitarse es una cualidad que no para todo el mundo es sencilla. Para ello, debemos ser capaces de desarrollar un termómetro de activación, detectar nuestras emociones y aprender a parar.

-Respetar el espacio personal

En la línea del autocontrol, otra habilidad básica consiste en ser capaces de leer cuando estamos resultando invasivos o no estamos respetando los tiempos y necesidades de las personas con las que nos relacionamos.

-Saber escuchar

Algo que a priori podríamos pensar que fácil, en la práctica no lo es tanto. Estar frente a un buen escuchador es una de las cosas más agradables que hay. Entre los puntos fuertes de un buen escuchador están: no interrumpir y escuchar hasta el final, respetar las pausas y silencios, y reforzar con la mirada, los gestos y la sonrisa.

-El lenguaje no verbal

Sobre esta cuestión escribiré un artículo en profundidad más adelante. Aprender a manejar nuestro lenguaje no verbal es uno de los aspectos fundamentales y quizás más difíciles. El 80 % de nuestra comunicación es lenguaje no verbal, entre lo que incluye:

La prosodia o modulación de nuestra voz

Los gestos y las muecas.

Contacto visual.

Posturas y actitud del cuerpo.

La sonrisa.

Aprender a comunicar es en gran parte aprender a usar nuestro lenguaje corporal, ya que gracias a él podemos decir cantidad de cosas sin hablar, reforzar, mostrar nuestras emociones, étc

-Comunicación verbal

Es decir, la conversación. Los elementos principales de una conversación son el inicio, el mantenimiento y el cierre. Más adelante hablaré sobre estos.

-Tipos de habilidades sociales avanzadas

Sin embargo, las HHSS tienen diferentes grados de dificultad. Algunas habilidades sociales avanzadas son:

 

§  Negociación.

§  Resolución de conflictos.

§  Asertividad

§  Pedir ayuda

§  Expresar emociones

§  Persuasión y Seducción.

§  Uso del lenguaje subliminal.

§  Empleo del lenguaje emocional o simbólico.

§  Uso del lenguaje visual.

§  Expresión corporal avanzada.

Sobre este tipo de habilidades escribiré en futuros artículos, ya que su grado de complejidad es más alto y existen numerosas técnicas y ejemplos que la psicología ha estudiado.

-¿Siempre es bueno entrenar nuestra destreza social?

Me gustaría advertir de un riesgo que vengo detectando cuando a consulta acuden personas solicitando entrenamiento en habilidades sociales.

Existen casos claros donde la intervención a través del entrenamiento en habilidades sociales es totalmente necesario, por ejemplo:

§  Síndrome de Asperger

§  Trastorno esquizode de la personalidad

§  Gestión de conflictos en pareja, familia y/o trabajo

§  Descontrol emocional

§  Ansiedad para hablar en público

§  Otros

Sin embargo, algunas personas pueden acabar usando el entrenamiento en habilidades sociales como una forma de esconderse.

 

Me explico mejor:

Si aprendemos a ser simpáticos, agradables y a saber cómo caer bien a la gente, es posible que adquiramos una gran destreza en ello a cambio de dejar ser nosotros mismos.

En muchos casos, el objetivo que debe perseguir la persona es recuperar la naturalidad. Decir lo que piensa, y actuar como realmente le nace.

Esto conlleva un ejercicio de empoderamiento donde hemos de permitirnos ser como somos y asumir la responsabilidad de no caer en gracia a todo el mundo.

Como dice uno de mis personajes de ficción favoritos House: Si le caes bien a todo el mundo, es que algo estás haciendo mal.

¿Para qué sirven las habilidades sociales en una conversación?

Las personas que sufren cierto grado de ansiedad social pueden llegar a sufrir mucho con algo que para el resto de personas es tan normal, como lo es una conversación.

Algo que para muchos otros es tan natural como el comer, para otros es motivo de activación cognitiva. Dicho de otro modo, se activa la necesidad de pensar cómo ejecutar la tarea.

Esta parte del artículo va especialmente destinada para ti que sufres ansiedad social:

-Ejemplos de habilidades sociales

A continuación voy a compartir contigo algunos ejemplos prácticos de habilidades sociales. Para hacerlo de una manera lo más sistemática posible, he dividido dichos ejemplos en los diferentes momentos que tiene una conversación: inicio, mantenimiento y cierre.

-Iniciar una conversación

Cuando queremos abrir una conversación o integrarnos en un grupo, si es algo que nos suele costar, solemos fijarnos de manera casi obsesiva en el qué tengo que decir. Esto ocurre fruto del miedo a quedarnos en blanco y hacer el ridículo.

Lo que te aconsejaría en primer lugar es calmarte. Es más importante que tus esfuerzos se destinen hacia regularte a ti mismo, antes que a tratar de controlar la imagen que estás dando.

“Si le caes bien a todo el mundo, es que algo estás haciendo mal.” -Doctor House, serie House-

 

Piensa que realmente las personas nos guiamos por impresiones y ofrece mucha mejor impresión una persona serena que una persona que “acierta” con qué decir.

 

En realidad, la cosa es bastante sencilla: puedes hacer una pregunta o añadir un comentario con alguna opinión tuya.

Si estás en grupo, ten paciencia, nadie se ha muerto por estar en silencio. Y si estas a solas con alguien, igual, no tienes que hacerlo todo tú.

-Mantener una conversación

Como decía anteriormente, tan importante como lo que aportamos es saber escuchar. Estar presentes y reforzar la expresión del otro son elementos que harán que las personas se sientan atendidas y comprendidas.

No basta con parecerlo, tenemos que escuchar de verdad.

Un fallo que tienen muchas personas en cuanto a esta habilidad se refiere, es que no escuchan para comprender, sino para contestar.

Existen también varias “técnicas” o “estrategias” (me da un poco de grima llamarlo así la verdad) para demostrar y expresar comprensión.

Algunas de ellas son:

§  Autorrevelaciones: consiste en devolver a la persona un ejemplo donde algo que le pasó a el o ella también nos ha ocurrido de alguna manera a nosotros.

§  Recapitulación: La recapitulación consiste en hacer una breve sinopsis o resumen de lo que nos han contado.

§  Reformulación. Esta es sin duda la habilidad más complicada y que requiere de una gran inteligencia emocional. Consiste en devolverle a la persona una interpretación o forma de sentir que ha sido sugerida en su relato, pero no ha sido dicha de forma explícita.

-Cerrar una conversación

Podríamos pensar que ya está todo el trabajo hecho, pero aprender a cerrar conversaciones es otra habilidad muy importante. Algunos tips para hacerlo con estilo son:

§  Reforzar o agradecer lo que ha aportado la conversación.

§  Si tenemos que irnos o despedirnos de forma precipitada, disculparnos e indicar que se retomará la conversación en el punto donde se ha dejado.