martes, 5 de agosto de 2025

Cómo hablar con tu hijo adolescente, según la psiquiatra Marian Rojas: "Busca una ventana de oportunidad"

JUDITH R. IGLESIAS        |      diariodesevilla.com     |      27/07/2025

Es importante esperar a que sea un momento en el que se sientan relajados y participar en la conversación como un oyente activo, según explica UNICEF

La adolescencia es una etapa llena de emociones y reflexiones, de gran importancia para acercarnos a la vida adulta. Sin embargo, la cantidad de cambios físicos y psicológicos que se producen durante estos años, hacen de ella un proceso complejo, en el que la comunicación entre padres e hijos se vuelve imprescindible; tanto para el desarrollo emocional de la persona como para fortalecer el vínculo familiar.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como la fase que va desde la niñez hasta la edad adulta (entre los 10 y los 19 años). Durante ese espacio de tiempo, "los adolescentes experimentan un rápido crecimiento físico, cognoscitivo y psicosocial, que influye en cómo se sienten, piensan, toman decisiones e interactúan con su entorno". Ahora bien, ¿qué papel deben ocupar los padres en todo este proceso?

Cómo hablar con tu hijo adolescente

Sobre este asunto, son muchas las personas que se preguntan cómo deben hablar con sus hijos; o, más bien, cómo pueden hacer para que ellos decidan abrirse y revelar las cosas importantes que suceden en su mundo. La psiquiatra Marian Rojas Estapé explica en el podcast de Erika de La Vega, En Defensa Propia, la importancia de establecer un canal de comunicación eficaz. "Lo importante es que exista", afirma. Una vez que eso es así, lo demás llega por sí solo.

"Hay momentos en los que queremos hablar con nuestro hijo adolescente, sentarlo en frente y preguntarle "¿cómo estás?". Y ese hijo adolescente se siente observado, juzgado, mirado, escudriñado...", explica la especialista. Sin embargo, la clave está en esperar a que se dé el momento. "Por ejemplo, vas en el coche conduciendo y te dice lo que nunca te dirá mirándote a los ojos". Es entonces cuando hay que aprovechar la ocasión. "Busca una ventana de oportunidad".

"Una oportunidad es que no haya contacto visual, ya sea conduciendo, cocinando, coloreando... porque se relajan y empiezan a hablar", añade la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro, también invitada al podcast. Además, es importante escuchar y dejar que sean ellos los que lleven el ritmo de la conversación. Por lo tanto, su consejo es contar hasta 30 antes de empezar a hablar, en lugar de interrumpir a los 10 segundos. "Es mucho más importante generar la carretera a que tú generes el contenido. El tema es que ese canal de comunicación exista", concluye Marian Rojas.

Consejos para una mejor comunicación

La comunicación es clave para fortalecer los lazos familiares y también para el bienestar de nuestros hijos. Por ello, es importante construir esta relación como un oyente activo, que presta atención y se interesa por aquello que le sucede o le preocupa. "Establecer una conexión con nuestros hijos es la base de su bienestar mental y su aprendizaje social y emocional", sostiene UNICEF.

Mostrarse "comprometido, amable, sin prejuicios y empático, incluso (y especialmente) cuando no se está de acuerdo con ellos" es fundamental para una escucha activa. Así como también, seguir una serie de pautas para alimentar la buena comunicación:

·        Mostrar interés en lo que es importante para nuestros hijos.

·        Compartir cosas sobre uno mismo e identificar intereses compartidos.

·        Preguntarle su opinión o perspectiva para comprender qué es lo que siente.

·        Aprovechar la comunicación que ya existía desde la infancia. "Si hubo una buena comunicación, compartieron sentimientos y pensamientos, es más probable que este continúe a medida que avanzan en la adolescencia", apunta UNICEF.

sábado, 2 de agosto de 2025

Cómo las hormonas pueden ser un tratamiento efectivo contra la depresión y la ansiedad resistentes

OSVALDO ORTIZ      |      Infobae.com     |      18/07/2025

Investigaciones clínicas identificaron que la terapia de reemplazo puede aliviar los síntomas característicos de estas condiciones de salud mental, detallan desde The Economist.

En la última década, la salud mental se posicionó en el centro del debate sanitario mundial, al evidenciarse un aumento sostenido de los trastornos depresivos y ansiosos en todos los grupos de edad. A pesar de los avances en psicoterapia y farmacología, un porcentaje considerable de pacientes permanece sin alivio duradero.

Frente a esta realidad, el medio The Economist difundió las investigaciones más recientes que comienzan a mirar el cuerpo humano como un sistema aún más integrado, en el que el equilibrio hormonal podría ser una pieza esencial para comprender casos resistentes a los tratamientos convencionales y diseñar terapias innovadoras.

Un vínculo menospreciado pero cada vez más relevante

La interacción entre las hormonas y el bienestar emocional no es una idea nueva, aunque durante mucho tiempo fue subestimada en la práctica clínica. Las hormonas sexuales —estrógeno, progesterona y testosterona— influyen sobre la memoria, la gestión de emociones, la motivación y el manejo del estrés.

Otras sustancias, como el cortisol y las hormonas tiroideas, tienen efectos directos sobre el ánimo, la concentración y los patrones de sueño. Sin embargo, hasta hace poco la medicina consideraba las alteraciones hormonales más como un reflejo de enfermedades mentales que como una posible causa subyacente.

Actualmente, la comunidad científica reconoce que casi un tercio de quienes sufren depresión mayor no obtiene mejoría con antidepresivos y psicoterapia. Especialistas advirtieron sobre la urgencia de buscar respuestas en otras áreas, y la evidencia recopilada en los últimos cinco años señala a los desajustes endocrinos como posibles responsables de múltiples casos de depresión y ansiedad persistentes.

Pruebas clínicas y nuevos enfoques

Los propios avances en la atención médica ilustran la influencia hormonal sobre la salud mental. Por ejemplo, una investigación publicada por la Oxford University, destacó que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) pudo reducir significativamente la necesidad de antidepresivos entre mujeres menopáusicas, aliviando síntomas de depresión y ansiedad.

De esa manera, los investigadores sugieren que las terapias hormonales podrían beneficiar a un grupo mucho más amplio de pacientes, incluyendo hombres y mujeres en diferentes etapas de la vida.

En los hombres, la deficiencia de testosterona —o hipogonadismo— se relaciona con irritabilidad, tristeza y deterioro cognitivo. Un estudio calculó que afecta a 35% de los hombres mayores de 45 años. Aunque no forma parte de los protocolos habituales para tratar la depresión, la terapia de reemplazo de testosterona (TRT) se asocia con la mejora de síntomas anímicos, según una revisión que involucró a más de 2.000 hombres.

Desde entonces, la TRT ganó terreno en Estados Unidos, aunque su imagen pública se vio empañada por prescripciones sin pruebas sólidas y la promoción comercial enfocada en promesas de rejuvenecimiento y ganancia muscular.

Salud mental femenina y los períodos de transición

En las mujeres, los cambios hormonales naturales propios de la perimenopausia, la menopausia y el posparto representan momentos críticos. Un extenso estudio realizado por Cardiff University, recogido por The Economist, analizó a casi 130.000 mujeres posmenopáusicas sin antecedentes psiquiátricos, detectando un aumento del 30% en el riesgo de depresión mayor y del 112% para el trastorno bipolar durante la perimenopausia.

Si bien solo el 0,88% desarrolló un diagnóstico formal, muchas más reportan síntomas menos notorios como fatiga, ansiedad, falta de concentración y “niebla mental”. Estos malestares pueden surgir años antes de los signos clásicos de la menopausia y dificultar el diagnóstico correcto, al confundirse con la vida cotidiana o factores psicológicos.

Otra complicación es que muchas mujeres experimentan recaídas de antiguos cuadros depresivos o ansiosos durante estas etapas de transición reproductiva, así como cambios notorios de ánimo relacionados con el ciclo menstrual. En algunos casos, la presentación de la depresión puede ser atípica: estados fluctuantes o combinación de normalidad exterior con sufrimiento interno.

Dificultades para el diagnóstico y la conciencia médica

Reconocer los vínculos entre salud hormonal y problemas emocionales sigue siendo un reto para pacientes y para buena parte del cuerpo médico. En muchos hombres, una simple analítica de sangre puede revelar un déficit de testosterona; aunque en las mujeres la variabilidad mensual de las hormonas complica su medición y exige mayor atención a los síntomas y antecedentes.

Las preguntas sobre cambios de humor tras el parto, durante la menstruación o al usar anticonceptivos pueden orientar el diagnóstico, pero suelen pasarse por alto por desconocimiento o por priorizar otras causas.

Grandes iniciativas, como el programa Our Future Health en el Reino Unido, buscan analizar la salud de cinco millones de personas para descifrar el impacto de los cambios reproductivos en el ánimo y el riesgo de hospitalización. El interés se extiende también a las bases genéticas que podrían aumentar la sensibilidad individual a los cambios hormonales, buscando desarrollar tratamientos personalizados.

A pesar de que la magnitud e impacto exactos de los factores hormonales sobre la salud mental aún se están explorando, la evidencia disponible empuja a los profesionales a prestar más atención al eje endocrino en la evaluación de trastornos resistentes.

jueves, 31 de julio de 2025

Día Mundial del TDAH: qué significa hoy vivir con un diagnóstico de déficit de atención

Dr. Enrique De Rosa Alabaster       |       infobae.com       |       13/07/2025


El crecimiento de este trastorno abre interrogantes sobre la delgada frontera entre una condición neurobiológica y las múltiples formas de estar en el mundo. Claves para una mirada más amplia


Cada 13 de julio, fecha en la que se celebra la jornada de concientización sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH-ADHD en inglés) el mundo vuelve a hablar de este espectro. Se multiplican campañas, testimonios, cifras, estadísticas y explicaciones del cuadro, que leen padres preocupados, docentes frustrados, o incluso adultos que finalmente “entienden” lo que les pasó toda la vida.


Y, sin duda, hay algo liberador en poder nombrar lo que dolía en la incertidumbre, vivida muchas veces en silencio. Pero también hay algo peligroso si ese nombre se transforma en un muro en vez de una puerta, en un espacio, una zona de confort que permanezca en un lugar con títulos y carteles, pero sin demasiadas soluciones.


En el Día Mundial del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad vale preguntarnos si entendemos lo que nombramos bajo ese nombre o si repetimos etiquetas que reemplazan al pensamiento crítico. ¿Qué pasa cuando un diagnóstico eclipsa a la persona, es decir cuando no entendemos que por detrás de una etiqueta hay alguien único?


Estas estadísticas generan preguntas inevitables: ¿es que estamos frente a una verdadera epidemia del trastorno neurológico? ¿O acaso lo que ha cambiado es el umbral de lo que consideramos aceptable en términos de conducta infantil?


Desde hace décadas, el diagnóstico de TDAH se ha expandido en forma tan veloz como ambigua, los límites por momentos están ligados a lo que el expositor indique.
Ciertamente, existen criterios internacionales como los del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) y el ICD, (Clasificación Internacional de Enfermedades) pero en la práctica de todos los días, y aún más en lugares donde la asistencia no llega de manera adecuada, muchas cosas pueden ser ignoradas o quizás incluidas erróneamente en un paraguas sindrómico muy amplio y con límites imprecisos.


Acerca del diagnóstico


Una cultura del zapping mental

Los estudios epidemiológicos muestran cifras que oscilan entre el 5% y el 10% de niños diagnosticados con TDAH en diferentes países. En algunos entornos urbanos, esa cifra supera el 15%.

Niños inquietos, adolescentes desatentos, o desmotivados, desorientados, o adultos dispersos: todos pueden encuentra un lugar en esa sigla. Pero, ¿qué encierra realmente? ¿Es un trastorno neurológico? ¿Una construcción clínica útil? ¿O un mapa equivocado de territorios diversos que no terminamos de comprender?

¿Qué queremos hacer: diagnosticar, definir, o comprender, ayudar, acompañar? Un diagnóstico debería servir para abrir caminos: explicar, orientar, tratar. Pero cuando un punto de llegada se transforma en lugar de partida, corre el riesgo de convertirse en una definición totalizante.

La modalidad de pensamiento inductivo en algunos casos que ha establecido el criterio subjetivo, y luego buscará confirmarlo se aplica en todos los sentidos, sobre o sub-diagnosticando, pero ambos conceptos van unidos al error diagnóstico que, en definitiva, es no cumplir la función del que asiste a otro en su malestar.

Muchos niños reciben el rótulo de TDAH y desde ese momento dejan de ser “Pedro” o “Luz” para ser “hiperactivos”, “inmaduros”, “rebeldes” etc. Su singularidad se borra bajo una sigla que intenta explicar lo que muchas veces no se observa con profundidad.

Y esto no sucede solo en el ámbito escolar. Personas diagnosticadas en la adultez muchas veces experimentan una mezcla de alivio y encierro: “Ahora entiendo por qué soy así”, dicen.

Pero esa explicación puede volverse una jaula cuando cancela la posibilidad de una mejor vida. A la inversa, en el caso de los adultos, no reconocer que el TDAH también persiste en la adultez —en quienes fueron niños sin diagnóstico— impide acceder a un tratamiento adecuado, cuando en realidad un diagnóstico certero, junto con la medicación y el abordaje correcto, puede transformar sus vidas tras años de deambular con diagnósticos de depresión u otros trastornos.

Vivimos en una cultura que valora la velocidad, la productividad, la atención sostenida en múltiples frentes a la vez. Tiempos de sobreestimulación, de consumo fragmentado de información, de hiperconectividad e hiperproductividad. En ese contexto, no es sorprendente que la atención sostenida se haya convertido en una rareza.

Pero en lugar de preguntarnos si la sociedad en su conjunto está generando condiciones hostiles para el desarrollo atencional, tendemos más diagnosticar al individuo. No es casual que muchos adultos también se autoidentifiquen ahora como “neurodivergentes” o “incomprendidos”, buscando un nombre que dé sentido a su sufrimiento. Pero cuando el diagnóstico se transforma en identidad, ya no orienta: encierra.

La dispersión ya no parece una patología sino una condición de la existencia, las redes sociales, que nos informan sobre el “span” atencional de pocos segundos, el multitasking, han cambiado el panorama y obligan a una relectura de todos los comportamientos, entre ellos, los que tradicionalmente llamamos déficit de atención.

Notas en diversos medios, señalan el tiempo de lectura que habitualmente limitan a unos pocos minutos, y al mismo tiempo acompañan la versión en audio. Ya no se trata de sostener la lectura de "Ulises" de Joyce, y sus supuestas 267.000 palabras o entre 650 y 1000 páginas según la edición, sino llegar a esta altura de esta nota.

Tal vez el problema no esté solo en la biología del sujeto, sino en el entorno que patologiza ciertas formas de estar en el mundo y que, al mismo tiempo, lo evalúa sin tomar en cuenta el contexto que habita.

Tal vez, en lugar de preguntar qué le falta al niño que “no se queda quieto”, deberíamos preguntarnos qué necesita, qué expresa, qué lo interrumpe, que nos dice ese síntoma. Desde ya, quizás se deba repetir, no es que no existan los reales cuadros, sino repreguntarse respecto al mismo, avanzando más allá de un título y una medicación y ver un ser y sus circunstancias.

La frecuente cita de “El hombre y sus circunstancias” es una del filósofo español José Ortega y Gasset, que expresa la idea de que la identidad de una persona está intrínsecamente ligada a su entorno y a las condiciones de su vida. La cita está presente en sus meditaciones sobre una obra de naturaleza profundamente psicológica como es el Quijote y las expresa Ortega en sus “Meditaciones del Quijote” de 1914.

Recordar esa unión entre el ser y su medio, su entorno, es hoy el fundamento de temas tan amplios que van de la medicina antiaging, o infinidad de situaciones como el estrés, la desmotivación, la depresión, etc., todos temas endémicos en nuestra época.

El TDAH existe, no se trata de negarlo. Pero también existe el sobrediagnóstico o la medicalización precoz, la pereza clínica, el uso de etiquetas para simplificar lo complejo. Desde ya, hay millones de personas que se han beneficiado con un diagnóstico y una medicación adecuada, no se trata de dogmas en que se es partidario de una u otra posición, sino quizás pensar en la persona antes que en la clasificación.

Existe algo más profundo y, a veces, al no establecer un contacto empático directo caemos en el riesgo de que esas etiquetas se conviertan en identidades. En la práctica clínica vemos a veces adultos que mencionan como razón de los temas que los traen a la consulta, “es que soy TDAH” en base a un difuso diagnóstico realizado en su infancia. Ese diagnóstico condicionó su vida futura y al evaluar lo que llevó a él descubrimos temas traumáticos como los ligados a conflictos familiares que vivieron en su infancia. Nombrar no es lo mismo que comprender. Y comprender no siempre implica clasificar.

En muchos casos, lo que llamamos “déficit” es una forma distinta de percibir, de responder, de vincularse. Afortunadamente, estamos empezando a replantearnos lo mismo en otras condiciones, antes estigmatizadas. No todo lo diferente es disfuncional. Y no todo lo que desafía las normas escolares o sociales debe ser corregido químicamente, quizás encontrar a cuáles circunstancias esa persona, ese niño, no puede adaptarse de la manera convencional esperada. La supuesta discapacidad ya no es una concepto absoluto sino específico para cada área y tampoco eterno, sino a revisar periódicamente.

Este 13 de julio podría ser, también, un día para revisar algunos conceptos rígidos, un día para pensar distinto. Para escuchar más yencasillar menos. Para preguntarnos si estamos viendo a las personas o simplemente interpretando informes.

Y sobre todo, para recordar que ningún diagnóstico, por útil que sea, puede capturar la totalidad de un ser humano, de esas circunstancias. Porque el ser no está en lo que falta, sino en lo que busca.

Ortega proponía que el Quijote encarna el drama del individuo auténtico frente a una sociedad que ha naturalizado su extravío. Quizás muchos “inadaptados” no son patológicos, sino que están fuera de contexto, y advertía, que “muchos de los que parecen erráticos, no están perdidos, sino que caminan según otra brújula.”

No todo el que se sale del camino común está equivocado. A veces, el que parece “inadaptado” es quien más fiel se mantiene a sí mismo. Quizás muchos niños diagnosticados con TDAH no tengan un déficit, sino un exceso de sensibilidad frente a un mundo que los fuerza a ser otros. Y tal vez el mayor acto de salud no sea adaptarse, sino atreverse a vivir desde ese centro.

Muchos adultos están hoy tratando de entender por qué se sintieron toda la vida como “los diferentes”. Y muchos niños están siendo definidos por un diagnóstico antes de que puedan descubrir quiénes son. Quizás sea hora de acompañarlos no solo con tratamientos o intervenciones, sino con preguntas más profundas y miradas más amplias. Porque entender no es clasificar. Y ayudar no es nombrar: es ver, escuchar, y caminar al lado.

Una propuesta para una mirada más amplia implica:

  • Comprender al niño en su contexto.
  • Escuchar su historia antes de etiquetarla.
  • Diferenciar inquietud de patología, diferencia de trastorno.
  • Sumar voces clínicas, pedagógicas, familiares.
  • Incluir, no excluir.
  • Recomendaciones para padres y docentes:
  • No todo movimiento es hiperactividad.
  • No toda distracción es patología.
  • La atención se entrena, no se impone.
  • La escucha atenta vale más que el juicio rápido.

  • No medicalizar lo que no ha sido comprendido.


miércoles, 30 de julio de 2025

Marian Rojas, psiquiatra, sobre enfermar en verano: "Sucede porque vivimos en modo de alerta constante, y el cuerpo grita lo que las emociones no han sido capaces de expresar durante todo el año"

ANNA CALPE       |       lavanguardia.com       |       25/07/2025     

 

La reconocida doctora explica que no se trata solo de una cuestión física o viral, sino también emocional, y aunque parezca una casualidad, explica que hay una razón que conecta el cuerpo con la mente

 

Llega el verano, las vacaciones, y de repente aparece un resfriado, una gastroenteritis, dolores musculares o una sensación de tristeza que no esperábamos. “A todos nos ha sucedido, a mí por supuesto”, admite la psiquiatra Marian Rojas Estapé. La reconocida doctora explica que no se trata solo de una cuestión física o viral, sino también emocional, y aunque parezca una casualidad, explica que hay una razón que conecta el cuerpo con la mente.

 Según Rojas, pasamos buena parte del año funcionando en modo “supervivencia”, dominados por el sistema nervioso simpático, con altos niveles de cortisol. Este sistema forma parte del sistema se encarga de regular funciones involuntarias del cuerpo, como la frecuencia cardíaca, la respiración, la digestión y la sudoración. Además es el responsable de activar la respuesta de “lucha o huida” ante situaciones de estrés, peligro o esfuerzo.

“Vivimos siempre en alerta, gestionando problemas, corriendo detrás de tareas, intentando cumplir con todo, con ese famoso cortisol haciendo de las suyas, porque siempre estamos luchando contra algo, sea real o imaginario”, explica la psiquiatra.

En ese estado de estrés crónico, el cuerpo actúa como una barrera protectora. “Es como si tu organismo hubiera estado aguantando para que no te enfermes durante el año”, dice Rojas. Pero cuando por fin paramos, el sistema inmune “baja la guardia” y el cuerpo se permite sentir lo que había estado silenciando. Entonces surgen los síntomas: enfermedades, tensión acumulada, fatiga o una vulnerabilidad emocional profunda. Esto también explica por qué algunas personas se sienten tristes al inicio de las vacaciones sin ninguna razón aparente. 

Rojas lo define como una “tristeza pegajosa” que aparece cuando el cuerpo ya no está en modo alerta y la mente comienza a procesar lo no dicho. “Muchas tristezas provienen de estados de alerta mantenidos”, advierte, y recuerda que el descanso no solo permite al cuerpo recuperarse, sino que también da espacio a las emociones que hemos evitado durante meses.

Por ello, Rojas insiste en la importancia de aprender a escuchar nuestro cuerpo antes de que sea demasiado tarde y nos enfrentemos a consecuencias mayores. “Me gustaría que tengas clara una idea: reconocer nuestros límites antes de que el cuerpo los grite en forma de síntomas o la mente en forma de tristeza, angustia o insomnio.”

Y lo más importante, remarca: “El descanso no es un premio, sino una necesidad básica para poder vivir bien y prevenir tanto enfermedades físicas como mentales.” La visión de la psiquiatra nos invita a repensar no solo cómo descansamos en vacaciones, sino también cómo vivimos el resto del año. Introducir pausas en nuestro día a día, respetar los ritmos del cuerpo, expresar las emociones y evitar el piloto automático pueden ser claves para no colapsar cuando llegue el momento de parar.

martes, 29 de julio de 2025

José Carbonell, psiquiatra: "Si no esperas nada de nadie, cuando desaparezcan no te dolerá y sabrás que has hecho una buena acción"

 CHRISTIAN JIMÉNEZ       |       lavanguardia.com       |       27/07/2025

 

El experto ha explicado por qué es mejor no esperar nada de las personas que te rodean

 

Aprender a no esperar nada de los demás se presenta como una lección crucial para la salud emocional y el bienestar interior. Este principio, lejos de promover el aislamiento o la indiferencia, invita a cultivar una independencia afectiva que libera de decepciones y ansiedades innecesarias.

El Dr. José Carbonell Casasús es un destacado psiquiatra español. En uno de sus vídeos más recientes ha hablado de la importancia de no esperar nada de los demás. El doctor ha explicado que uno de los temas más tratados en su consulta es la decepción generada por las expectativas no cumplidas en las relaciones interpersonales.

Decepción. El doctor explica que suele ver a gente decepcionada que tiene un buen corazón y que quieren intentar ayudar o aportar, encontrándose con un muro de ingratitud. Estas personas esperan una reciprocidad en sus acciones que nunca llega y que produce un profundo malestar. 

La clave para evitarlo. El experto recomienda transformar nuestra actitud y no esperar nada de los demás para tener una mayor paz mental: “Si no esperas nada de nadie, cuando esas personas desaparecen de tu vida no te duele”, asegura. 

La recompensa está en la satisfacción internaCuando actuamos desde la bondad y sin esperar nada a cambio, nos encontraremos mejor: “Tú sabes que has hecho una buena acción, tú sabes que estás bien contigo mismo por el hecho de haberte portado bien con esas personas”, comenta.

No escuches cantos de sirena. Carbonell recuerda que dejarse llevar por promesas vacías puede llevar a una gran insatisfacción: “Si vas con esas expectativas, luego no se cumplirán y tú te sentirás mal”, afirma.

 No necesites nada de nadie. La verdadera independencia emocional se construye sobre la base de no depender de nadie: “Si no esperas nada de nadie, no debes nada a nadie, no necesitas nada de nadie. Tú eres independiente y autónomo en tu felicidad, en tu autoestima y eso es lo más importante”, termina diciendo. 

domingo, 27 de julio de 2025

El antidepresivo natural que tienes en tu cocina (y que la psiquiatría respalda)

L. G      |      diariovasco.com        |           04/07/2025

«En depresiones leves o moderadas, el azafrán ha demostrado tener una eficacia similar a la fluoxetina», afirma el doctor Alejandro Martínez Rico


«¿Y si te dijera que en tu despensa tienes un potentísimo antidepresivo y nunca nadie te lo ha contado?», lanza el psiquiatra Alejandro Martínez Rico en uno de sus últimos vídeos en redes sociales. No habla de un nuevo medicamento ni de un suplemento milagroso, sino de algo tan cotidiano como inesperado: el azafrán, esa especia de color rojo intenso que suele dar sabor y color al arroz.

Lo que durante siglos ha sido considerado un tesoro culinario, hoy comienza a ganar protagonismo en el campo de la salud mental. El azafrán, también conocido como oro rojo, se extrae de los estigmas de la flor Crocus sativus, y según el doctor Martínez Rico, posee propiedades con un potencial terapéutico comparable al de los antidepresivos convencionales.

 

«En depresiones leves o moderadas, el azafrán ha demostrado tener una eficacia similar a la fluoxetina, pero siendo un producto completamente natural y, en muchos casos, mejor tolerado», explica el especialista.

El azafrán es una planta utilizada desde hace siglos por sus propiedades medicinales. Sus «hilitos rojos», conocidos como estigmas, se recolectan a mano y se secan cuidadosamente, lo que contribuye a su elevado valor en el mercado.

Lo que muchos desconocen es que más allá de su uso en la cocina, estos estigmas contienen principios activos con una capacidad sorprendente para influir en el estado de ánimo.

Numerosos estudios clínicos respaldan sus efectos beneficiosos sobre la salud mental. Según Martínez Rico, su uso puede marcar una diferencia real en personas que sufren trastornos emocionales leves:

¿Para qué sirve el azafrán?

·        Mejora el estado de ánimo en personas con depresión leve o moderada.

·        Reduce la ansiedad y el nerviosismo.

·        Regula la serotonina, conocida como la «hormona de la felicidad».

·        Tiene una eficacia comparable a ciertos antidepresivos, como la fluoxetina (según diversos estudios publicados en revistas científicas)

 

«Es una herramienta muy valiosa cuando buscamos enfoques más integrales o naturales para ayudar a pacientes que están atravesando momentos emocionalmente difíciles», afirma el psiquiatra.

Los efectos terapéuticos del azafrán se deben a compuestos como la crocina y el safranal, que actúan directamente sobre varios sistemas implicados en el equilibrio emocional:

¿Cómo actúa el azafrán en el cerebro?

·        Aumenta la producción de serotonina, mejorando el estado de ánimo.

·        Reduce el estrés oxidativo y la inflamación, dos factores clave relacionados con la depresión.

·        Modula la respuesta al estrés, regulando los niveles de cortisol (la «hormona del estrés»).

·        Estimula la neuroprotección, favoreciendo la regeneración y protección de las células cerebrales.

 

Aunque es posible consumir azafrán en la cocina, la cantidad necesaria para obtener efectos terapéuticos es mucho mayor que la que usamos habitualmente en los platos. Por eso, se recomienda el consumo en cápsulas.

¿Cómo se toma y en qué dosis?

·        Dosis recomendada: 30 mg diarios (generalmente divididos en dos tomas de 15 mg).

·        Forma ideal: cápsulas estandarizadas de extracto de azafrán, disponibles en farmacias y tiendas especializadas.

 

«Una pizca en la paella es deliciosa, pero no alcanza la dosis terapéutica. Para efectos clínicos reales, hay que recurrir al extracto concentrado en cápsulas», puntualiza Martínez Rico.

En general, el azafrán es muy bien tolerado y seguro para la mayoría de personas. Sin embargo, como cualquier sustancia con efecto fisiológico, no está exento de posibles efectos secundarios:

¿Es seguro?

·        Leves: náuseas, somnolencia o dolor de cabeza en algunos casos.

·        Contraindicado durante el embarazo o la lactancia.

·        Si tomas medicación, especialmente antidepresivos o ansiolíticos, es fundamental consultar antes con un médico o psiquiatra.

 

¿Puede sustituir a un antidepresivo?

«El azafrán no debe sustituir un antidepresivo sin supervisión médica. Puede ser una alternativa en casos leves o un complemento, pero jamás se deben tomar decisiones de este tipo sin orientación profesional», advierte el doctor.

viernes, 25 de julio de 2025

Rafael Santandreu, psicólogo: "La mejor etapa en la vida de una persona es cuando empieza a pensar bien"

CHRISTIAN JIMÉNEZ     |         lavanguardia.com        |        11/07/2025

 

Muchos creen que la infancia o la juventud son las etapas más felices de la vida pero el experto sostiene que no es así

 

Al preguntarle a alguien por el momento más feliz de su vida, las respuestas rara vez apuntan al presente. Suelen mirar al pasado, como si la plenitud solo pudiera existir en el territorio seguro de los recuerdos. La niñez se idealiza por su inocencia, la juventud por la fuerza de sus emociones, y la madurez por la perspectiva y la serenidad que el tiempo otorga.

El psicólogo Rafael Santandreu, en una de sus últimas publicaciones, ha compartido una interesante reflexión sobre cuál es la mejor etapa en la vida de una persona: “Creo que muchos nos dirán la niñez o la primera juventud, pero esa no es la respuesta correcta o la que más me gusta a mi”, empieza diciendo. 

“Lo mejor es que no depende de la edad”      -      “¡Puede empezar hoy mismo!”

El secreto no está en la edad, sino en un cambio de mentalidad. Santandreu defiende que la verdadera felicidad llega cuando se produce una transformación interna: “La que yo creo es que la mejor etapa de la vida de una persona es cuando empieza a pensar correctamente, a dejar de quejarse y apreciar las cosas increíbles, mágicas, incluso espirituales, que hay a tu alrededor en cada momento”, afirma.

La clave está en una decisión consciente. El experto sostiene que la mejor etapa no se mide en años, sino en actitud: “Cuando decides hacer esto, te pones a hacerlo con toda intensidad y toda profundidad empieza a hacer efecto en tu mente. Esa empieza a ser la mejor etapa de tu vida, mucho mejor y más feliz e intensa de cuando eras niño, eras adolescente o cuando sea. Cuando empiezas a pensar correctamente”, termina diciendo. 

Reflexión. No se trata tanto de la edad que marca el calendario, sino del despertar interior que nos permite valorar lo esencial. Porque, al final, la felicidad no siempre depende de lo que tenemos o de lo que perdimos, sino de cómo elegimos mirar.