lunes, 26 de julio de 2021

Catecolaminas: ¿qué funciones tienen estos neurotransmisores?


VALERIA SABATER     |    La Mente es Maravillosa     |    10/12/2020

Dopamina, adrenalina y noradrenalina... Estas catecolaminas no solo median en el instinto más básico de supervivencia, además orquestan procesos tan decisivos como la cognición, las emociones y el aprendizaje. 

Tener miedo y escapar de ese estímulo amenazante. Experimentar preocupación y pensar en una estrategia para actuar ante un foco angustiante. Sentir estrés ante un examen, esa cita médica, la reunión de trabajo en la que debemos exponer una propuesta decisiva… En todas estas situaciones tan comunes el organismo actúa liberando un tipo de moléculas decisivas: las catecolaminas. 

En ocasiones, resulta fascinante reflexionar sobre cómo los comportamientos cotidianos están regidos por el imperceptible universo bioquímico del organismo. Hablar de catecolaminas es referirnos a ese instinto primario que hasta ahora ha regido nuestra supervivencia. Luchar, actuar, huir o afrontar son actuaciones vitales para la homeostasis.

Estas hormonas actúan a su vez como neurotransmisores, orquestando las que son seguramente las tareas más decisivas en el sistema nervioso central. Conocer su funcionamiento nos permite comprendernos mucho mejor. Profundizamos en ello.

Catecolaminas: ¿qué son?

Las catecolaminas son hormonas que funcionan también como neurotransmisores y que se producen en las células cromafines de la médula adrenal y también, en las fibras postganglionares del sistema nervioso simpático. A nivel químico, están definidas por un anillo de benceno, dos grupos hidroxilos y una amina. Cuando se liberan en el torrente sanguíneo o en el cerebro a través de las terminaciones nerviosas, el organismo cambia, se acelera y se activa con el fin de desarrollar un tipo de comportamiento concreto ante una demanda externa. 

No obstante, la acción de actuar ante una amenaza o un peligro no es ni mucho menos la única finalidad de estas moléculas multipropósito. Las catecolaminas, cuyo precursor en su formación es la tirosinaestán presentes en múltiples funciones básicas y esenciales para el sistema nervioso central.

No obstante, si por algo conocemos a estos elementos es porque las glándulas suprarrenales las producen en grandes cantidades como respuesta al estrésAnalizamos más datos. 

Tipos de catecolaminas y sus funciones

Los principales tipos de catecolamimas que tenemos en el organismo son la dopamina, la adrenalina y la noradrenalina. Las tres derivan de la dihidroxifenilalanina (DOPA), un tipo de ácido amino catecólico. Estos tres elementos del sistema nervioso central tienen una trascendencia máxima a nivel metabólico, cardiovascular y comportamental. 

Dopamina

La dopamina es una feniletilamina y, a su vez, la catecolamina más importante. A partir de ella, se sintetiza tanto la noradrenalina como la adrenalina. Asimismo, este neurotransmisor se produce en múltiples partes del cuerpo, pero lo hace en mayor cantidad en la sustancia negra del cerebro.

·        La dopamina participa en varias y decisivas funciones cerebrales, como la motivación, la memoria o el aprendizaje.

·        Su presencia en los lóbulos frontales del cerebro permite controlar y facilitar el flujo de información que llega de otras áreas del cerebro. Así, cualquier alteración en su producción afectará a las funciones cognitivas, como la atención, la comprensión, la resolución de problemas…

·        Una de las tareas más decisivas de la dopamina reside en el sistema de recompensa ante estímulos placenteros, como la alimentación, el sexo, las adicciones…

·        La alteración en su producción o funcionamiento puede derivar en síntomas psicóticos (comportamiento desordenado y alucinaciones).

·        Asimismo, la destrucción de las neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra es el origen de la enfermedad de Parkinson.

 

Adrenalina

A la adrenalina la conocemos también como epinefrina. Se produce en las glándulas suprarrenales y se libera en el organismo en situaciones de amenazas, riesgos, estrés o miedo, peligro o excitación. 

Gracias a su presencia, se activan una serie de cambios psicofisiológicos para actuar ante esos estímulos (aceleración de la respiración, dilatación de la pupila, tensión muscular, movilización de reservas de glucógeno, detención de la motilidad intestinal…)

·        La adrenalina también se puede sintetizar en un laboratorio para utilizarse como medicamento ante paradas cardiorrespiratorias, asma, alergias, etc.

·        Tiene una función clave en la regulación cardiaca y respiratoria.

·        La adrenalina media en la emoción más excitante de todas: la euforia.

 

La noradrenalina

La noradrenalina se produce, sobre todo, en una región muy concreta del cerebro: el locus coeruleus o núcleo azul. Lo hace a partir de la degradación de la tirosina. Así, entre sus principales tareas podemos destacar las siguientes:

·        Nos ayuda a mantener la atención.

·        Media en los estados de vigilia, es decir en la fase de conscienciaGracias a la noradrenalina pasamos del sueño al estado consciente.

·        Activa los músculos cardíacos.

·        Facilita que la circulación sanguínea sea más intensa para mantener estable la respuesta de huida o ataque ante las amenazas.

·        La norepinefrina es esencial para favorecer nuestra motivación.

·        Regula el estado de ánimo; un nivel bajo se relaciona con la depresión.

 

Catecolaminas y estrés

Hemos visto ya que los diferentes tipos de catecolaminas del organismo cumplen tareas decisivas en el día a día: median en la motivación, el aprendizaje, la alimentación, el sexo, la respiración… Sin embargo, hay una función en la que todas ellas se orquestan para un fin: actuar ante la respuesta de estrés. 

Es importante detenernos en este dato por un hecho. Tal y como nos revela un estudio del departamento de biología molecular de la Universidad de Nueva York, el estrés es esencial para favorecer nuestra supervivencia. Necesitamos de esa activación psicofisiológica para responder a las demandas del entorno y adaptarnos a él.

El estrés no es nocivo, lo que es peligroso es el estado de estrés mantenido en el tiempo y un nivel elevado de catecolaminas en el organismo. Los efectos pueden ser muy adversos.

·        Una de las consecuencias es la alteración de los circuitos nerviosos del cerebro al dañar el tejido neuronal. Esto puede favorecer la depresión o la aparición de brotes psicóticos.

·        Un nivel elevado de adrenalina de manera constante afecta a la constricción de los vasos sanguíneos: aparece la hipertensión, las taquicardias, riesgo de infartos…

·        Una liberación constante y alta de catecolaminas y glucocorticoides en situaciones de estrés no gestionadas, debilita el sistema inmunitario y altera el metabolismo. Podemos sufrir más enfermedades, subir de peso, etc.

 

Por tanto, es importante recordar la importancia de regular ese estrés cotidiano antes de que derive en un estado agudo o crónico. Conocer los mecanismos de la bioquímica interna nos recuerda la urgencia de atendernos un poco mejor. 

 

sábado, 24 de julio de 2021

Concéntrate en el progreso, no en la perfección

AMY M. CHARLAND   |    Mayo Clinic

Tratar de ser perfecto puede obstaculizar los cambios saludables que intentas hacer. Aprende que si te concentras en el progreso, y no en la perfección, estarás en el camino al éxito. 

Cuando te propongas lograr una nueva meta, podrías empezar con entusiasmo y determinación. Es posible que estés muy motivado, listo para hacer un cambio y seguro de que te va a ir perfectamente. 

Sin embargo, a medida que el tiempo transcurre, la realidad se impone, por lo que alcanzar tu meta comienza a parecer cada vez más difícil. Te esfuerzas al tratar de recuperar la energía y la emoción con la que comenzaste este camino. Cuando no puedes, te resignas a la idea de haber perdido la batalla. La gloria que deseabas lograr no es más que un atisbo, un recuerdo de lo que pudo haber sido que hoy se desvanece. 

Lamentablemente, este escenario es demasiado frecuente. Como asesora de bienestar, escucho diferentes versiones de esto una y otra vez. La buena noticia es que sé que no tiene que ser así. Sé que hay un camino más fácil para alcanzar tus metas. 

La primera medida es cambiar tu forma de pensar. Al intentar alcanzar metas, muchas personas adoptan una actitud perfeccionista que creen que los conducirá al éxito. No obstante, suele ocurrir lo contrario. De hecho, el perfeccionismo puede entorpecer el logro de tus metas. 

Cómo se interpone en tu camino el perfeccionismo

A continuación encontrarás algunas maneras en que, según he visto, el perfeccionismo impide a las personas cumplir sus objetivos de bienestar:


·        Te hace más lento. Tratar de lograr la perfección requiere más energía, concentración y tiempo. Cuando te concentras demasiado en los detalles, las cosas te llevan más tiempo, lo que puede reducir tu energía y agotarte. Esto hace mucho más difícil lograr un cambio significativo. Es como intentar conducir un automóvil con el freno de mano activado.

·        Dificulta las nuevas ideas y maneras de hacer las cosas. Cuando diriges tu concentración hacia la perfección, pierdes la capacidad de ver otras posibilidades y estar abierto a ellas. Imagina el perfeccionismo como un castillo rodeado de un foso con guardias armados: el castillo probablemente te hace sentir seguro, pero también impide la entrada de nuevas ideas y soluciones creativas. El perfeccionismo puede dejarte atascado haciendo lo mismo una y otra vez con el mismo resultado.

·        Lleva a la autocrítica. Cuando no logras un objetivo, tu voz crítica interior puede empezar a atacarte, lo que crea una batalla interminable en tu mente. Ese ataque mental que tú mismo has impuesto puede hacer que abandones tu objetivo. Peor aún, puede dejarte con la sensación de que nunca tendrás los recursos o la capacidad para cumplir tus objetivos.

·        Hace que tu motivación sea inconstante. Al enfocarte en la perfección, tiendes a pensar en términos de blanco o negro. Ganar o perder. Fracasar o tener éxito. No existe un color gris o un término intermedio. Este tipo de pensamiento puede hacer que tu motivación suba y baje como una montaña rusa. Por ejemplo, cuando las cosas van bien, podrías sentirte confiado, exitoso y capaz. Estas emociones positivas pueden alentarte a seguir adelante. Pero en cuanto las cosas salen mal, empiezas a sentirte desanimado y con falta de inspiración. Estas emociones negativas tienden a hacerte perder el entusiasmo, lo que dificulta seguir en curso.

 

Por qué es fundamental enfocarse en el progreso

Enfocarse en el progreso en vez de en la perfección puede hacer mucho más fácil y placentero el logro de tus objetivos. A continuación mencionamos algunos beneficios de enfocarte en el progreso:

 

·        Te motiva a continuar. Mirar hacia atrás y ver el progreso que has logrado a pesar de los desafíos que has enfrentado puede hacerte más fuerte. Cuando el camino se pone difícil, puedes recurrir a tus éxitos pasados para impulsarte hacia adelante. Reflejar el progreso también puede reforzar la idea de que tienes la capacidad de cambiar, que tus objetivos están a tu alcance. Creer en ti mismo alimenta tu motivación y puede sostenerte durante momentos desafiantes.

·        Estimula una disposición mental de aprendizaje y no de fracaso. En el mundo de los negocios, existe un término que se utiliza para describir el concepto de ver cada error como una oportunidad para aprender de lo que salió mal en lugar de verlo como una premisa de ganar o perder. Se denomina «fracasar para avanzar». Prueba aplicar este concepto en tu vida cotidiana. La palabra "fracaso" se vuelve obsoleta porque solo existen experiencias de aprendizaje en el camino al logro de tus objetivos. Cuando te concentras en lo que has aprendido, tienes menos presión y más espacio para experimentar con nuevos enfoques para ver lo que funciona y lo que no. El camino para obtener tu objetivo se convierte en una alegre aventura.

·        Te da más motivos para celebrar. Cuando te concentras en el progreso, tus ojos están abiertos a cada logro y éxito, sin importar cuán pequeño sea. Con esta concientización, es posible que celebres cada hito. Disfrutas el próximo paso porque te entusiasma lo que te depara el futuro.

·        Esto es sostenible. El perfeccionismo no es sostenible porque la vida cambia continuamente. Siempre habrá nuevas pruebas y adversidades que te desviarán de tu objetivo. Debes ser mentalmente ágil y flexible para controlar todos los desafíos que te presenta la vida. Al concentrarte en el progreso, puedes superar obstáculos con más facilidad porque sabes que habrá altibajos. Sabes que no tienes que ser perfecto. Sabes que el camino hacia el éxito no es una línea recta. Este conocimiento te mantiene en el camino al éxito.

 

Próximos pasos

La próxima vez que te encuentres tratando de ser perfecto, y te culpes por cada paso en falso, prueba una perspectiva diferente. Cambia tu foco de atención de la perfección al progreso y celebra tus éxitos.

Luego, tómate un tiempo para reflexionar sobre lo que sucedió cuando cambiaste de enfoque. ¿Te sentiste más alegre? ¿Te permitió que te resultara más sencillo seguir adelante? ¿Te ayudó a motivarte? Estas son preguntas importantes que debes hacerte, ya que la información que recopiles puede ser de ayuda para que alcances tus metas.

Experimentos

1.      Identifica una o dos medidas que puedas tomar para resolver un problema que tengas.

2.     Vuelve a plantearte un fracaso pasado y velo como un progreso.

3.     Establece objetivos realistas.

 


jueves, 22 de julio de 2021

Positividad tóxica: el peligro de ver siempre el lado bueno de las cosas


ROCÍO CARMONA     |     La Vanguardia     |     11/07/2021

Los expertos recomiendan pasarse a la fórmula de la positividad saludable: realidad + optimismo

El auge del llamado “pensamiento positivo” está presente cada día de forma más o menos sutil a través de las redes sociales, con memes y lemas que proliferan hasta en las tazas y las camisetas.
 
Se nos dice que la clave para encontrar tan huidiza felicidad es ser capaces de silenciar cualquier atisbo de negatividad.
 
La cultura del positivismo tóxico ha calado de tal forma que hemos normalizado el hecho de recibir consejos de este estilo ante cualquier situación. "Saldremos mejores" era la frase que más se leía en las redes durante los primeros e inciertos tiempos de la pandemia. 
 
Constantemente, se nos dice que la clave para encontrar la tan huidiza felicidad es ser capaces de silenciar cualquier atisbo de negatividad que aparezca en nuestra vida. 
 
Incluso cuando nos enfrentamos a duelos y rupturas, enfermedades y pérdidas, nuestra sociedad deja poco espacio (y siempre breve, en cualquier caso) para hablar de nuestros verdaderos sentimientos, procesarlos y de este modo, sentirnos mejor. Parece que ser positivo es la respuesta estándar para todo.
El empuje de lo positivo alcanza a todas las áreas de nuestra vida. Se supone que debemos ser felices en el trabajo, en casa, en nuestras relaciones, incluso cuando nos enfrentamos a un trauma o a una gran pérdida. 
 
La presión para ser felices y parecerlo nunca ha sido mayor en toda la historia
 
El movimiento “body positive” también nos pide que nos sintamos positivos respecto a nuestros cuerpos. Y es que tener una actitud positiva se ha convertido casi en una prescripción ante cualquier enfermedad, problema o discapacidad.
 
Las aulas, los hospitales y las oficinas están llenos de carteles que nos animan a encontrar sentido y felicidad en todo. Por la noche, nos sentamos en el sofá y pasamos el dedo por la pantalla de nuestros móviles, que nos llevan de una a otra cita o foto motivadora. 
 
Si no progresamos más, nos decimos mientras vemos todas esas sonrisas, esa perfección y esas buenas vibraciones, es porque no lo estamos intentando con el ahínco suficiente. La presión para ser felices y parecerlo nunca ha sido mayor en otro momento de la historia. Del mismo modo que nunca hubo más personas ansiosas y deprimidas.
 
Imagínese que su pareja se levanta una mañana y le dice por sorpresa que necesita tomarse un tiempo y repensar la relación. Su discurso le toma desprevenido. Su mente va de un lado al otro, siente pánico y no tiene ni idea de cuál va a ser su próximo paso. 
 
Decide quedar con un amigo para contárselo. Lo hace. Su amigo le mira con una media sonrisa enigmática mientras guarda silencio, como si de un momento a otro fuera a darle una clave fundamental para hacerle sentir mejor. Usted espera. Y al fin, se lo suelta: "Piensa en todo lo que vas a aprender gracias a esto. Y además, es verano. ¡Podría haber sido peor! Ahora tendrás más tiempo para ti y para ver a otra gente".

La positividad bien usada es una herramienta estupenda para mejorar nuestro bienestar, pero ojo…
 
Usted se queda helado y mira a su amigo sin comprender nada, mientras considera si de verdad debería sentirse agradecido por estar perdiendo a su pareja. Además de estar triste, ahora se siente confundido. 
Sintiéndose incomprendido, deja de lado sus sentimientos y le dice a su amigo: "Sí, claro, gracias". Además de estar preocupado por su crisis de pareja ahora se siente más aislado y solo, y también un poco avergonzado por no ser capaz de verle el lado positivo del asunto.
 
Probablemente todos hemos experimentado alguna vez interacciones parecidas. Y aunque lo más seguro es que ese amigo tuviera buenas intenciones, quizá no haya sido consciente de que su mensaje, lleno de positividad tóxica, no ha ayudado en nada, sino más bien al contrario. 
 
Cuidado: no es que lo que ha dicho sea falso. Seguro que va a aprender mucho de la situación, y por supuesto, podría ser peor. Lo que pasa es que usted todavía no está en ese punto. En este momento está preocupado, asustado, con el cuerpo y la mente en modo alerta. Y ningún “todo va a salir bien” podría cambiar eso. Lo que de verdad hubiera necesitado por parte de su amigo es validación y un poco de espacio para expresar sus sentimientos. ¿Le resulta familiar?
 
Antes de continuar, aclaremos cualquier posible malentendido: ser positivo no es nada malo per se.  Numerosos estudios han corroborado que tener sentimientos positivos como la gratitud, la autoconfianza, el optimismo o la esperanza puede alargar nuestra vida y mejorar la salud. 
 
Se sabe que las personas que tienen pensamientos positivos tienen más posibilidades de llevar una vida social rica y más activa, así como de comprometerse más fácilmente con comportamientos saludables. Podríamos decir que es saludable sentirse “positivo” cuando este sentimiento es genuino.
 
Pero si nos damos un paseo por las redes sociales nos daremos cuenta de que, en algún punto de la historia, hemos construido la idea de que ser una “persona positiva” significa que tenemos que ser algo así como robots que se obligan a ver el lado bueno de cualquier cosa. Hasta de las que no lo tienen.
 
Forzarse a ser positivo nos conduce a una supresión de ciertas emociones
 
Forzamos la positividad en nosotros mismos, y en los demás, porque la sociedad nos dice que sentirse de otro modo es un fracaso. La negatividad es vista como el enemigo. El mandato parece ser: si no eres capaz de verle el lado bueno a un asunto debe de ser porque no lo estás intentado lo suficiente. Y si eres negativo, te conviertes automáticamente en una carga para los demás.
 
Ante la positividad tóxica, reivindiquemos aquí la positividad saludable, que es la que nos permite dejar espacio tanto a la realidad como a la esperanza de que las cosas pueden cambiar. 
 
La positividad tóxica, en cambio, niega una emoción (sobre todo las más difíciles de sentir) y nos fuerza a suprimirla, como si no fuera adecuada. Es importante recordarnos a cada momento que es normal que haya cosas que nos disgusten. 
 
Que el mundo puede resultar un lugar abrumador en ciertas ocasiones, y que hablar de esas cosas que nos preocupan y que nos importan no es “ser negativo”. Aunque es cierto que habrá personas que no serán capaces de apoyarnos cuando lo necesitemos, eso no significa que seamos demasiado sensibles o que debamos dejar de expresar nuestros sentimientos. De lo que se trata es de elegir bien con quién lo hacemos.
 
Reprimir emociones es, aseguran los expertos, una estrategia poco efectiva y nos acaba provocando malhumor, sentimientos negativos acerca de las interacciones sociales e incluso una disminución de los sentimientos positivos que tanto anhelamos. 
 
También tiene graves consecuencias para la salud física, puesto que no importa qué tipo de emoción decidamos suprimir, positiva o negativa, hacerlo va a implicar estrés para el cuerpo, que se traduce, por ejemplo, en un impacto en la presión arterial, en una disminución de la memoria y un incremento del riesgo, entre otros, de sufrir diabetes o enfermedades cardíacas.
 
He aquí algunos ejemplos de frases tóxicas que todos hemos pronunciado alguna vez y que deberíamos olvidar para siempre si de verdad queremos resultar de ayuda y fomentar que las personas puedan expresarse de forma auténtica:
 
1.- "Todo sucede por una razón"
Esta frase puede hacer mucho daño si se la decimos a alguien que se enfrenta a un hecho traumático o a una pérdida. Algunas cosas simplemente suceden, y no existe ninguna una razón para ello. Decirle esto a alguien que sufre puede hacerle sentir muy confuso e incomprendido.
 
2.- "Sé positivo"
Esta frase simplifica procesos emocionales muy complejos, especialmente cuando se le dice a alguien que padece una enfermedad mental como puede ser la depresión.
 
3.- "La vida nunca te traerá una situación que no puedas manejar"
No, las cosas malas no nos suceden porque seamos capaces de manejarlas. Algunas personas se encuentran en situaciones que son incapaces de gestionar en el momento, y eso es algo perfectamente normal. Cuando le decimos esta frase a alguien damos por hecho que siempre hay una lección que aprender detrás de cada reto, que las personas son algo así como “elegidas” para vivir esas situaciones y que, por lo tanto, más les vale estar a la altura.
 
4.- "El tiempo lo cura todo"
Esto no es cierto, y además, decírselo a una persona que todavía no ha superado una situación dolorosa puede hacer que se avergüence de sentirse como se siente. Nadie excepto uno mismo puede decidir cuándo ha sanado o superado un dolor o una herida.
 
5.- "Todo irá bien"
Decirle que todo irá bien a alguien que siente pánico o que está sufriendo mucho no va a convencerle de lo contrario ni le va a servir de consuelo. No solo no ayuda, sino que es una manera de terminar con la conversación y de no permitir que la otra persona se exprese con libertad y sienta que tiene derecho a mostrarse vulnerable frente a nosotros.
 
6.- "No llores"
Solemos decir esto porque nos sentimos incómodos sosteniendo la tristeza de otra persona, y puede que quizá también la nuestra. Pero debemos recordar que llorar es algo saludable y normal. Decirle a alguien que no lo haga es decirle también que su tristeza no es adecuada, e invitarle a que reprima sus emociones sanas.
 
7.- "Tienes mucho por lo que sentirte agradecido"
Desde luego. Pero es posible estar disgustado y a la vez sentirse agradecido por lo que uno tiene. Decirle algo así a alguien que pasa por un momento complicado es invalidar y quitar importancia a sus sentimientos.
 
8.- "Por lo menos no te ha pasado tal o cual cosa"
Ninguna frase que empiece con un “por lo menos” ha ayudado nunca a nadie. Además, comparar un sufrimiento con otro no tiene ningún sentido.
 
9.- "La actitud lo es todo"
Este es un ejemplo de simplificación extrema de la realidad. Diversos estudios muestran que el éxito de una persona se debe a múltiples factores. La actitud es uno de ellos, pero no lo es todo.
 
10.- "Agradece todo lo que has aprendido"
Pedirle a una persona traumatizada o muy dolida que se muestre agradecida es especialmente dañino, aunque sea bienintencionado.
 
11.- "Podría ser peor"
Pues sí, pero también podría ser mejor. Esta frase minimiza la realidad del otro y le dice que su sufrimiento no está justificado porque no es “lo peor” que podría haberle pasado.
 
12.- "No te rindas nunca"
Falso. Hay ciertas situaciones en las que rendirse es lo más valiente y necesario que podemos hacer. Y eso no significa que la persona que se rinde sea débil o incapaz. Rendirse, a veces, significa que fuimos lo suficientemente fuertes como para saber cuándo marcharnos de un lugar o de una relación que no nos convenía.
 
Ahora que ya sabemos qué no decir, ¿qué podemos decir que sí ayude a otra persona a sentirse escuchada, acompañada y comprendida? Algunos ejemplos:
1.      "Siento mucho que estés pasando por esto. Estoy aquí para escucharte si necesitas hablar de ello"
2.     "No sé qué decirte, pero si quieres me quedo contigo"
3.     "Te creo. ¿Puedo hacer algo por ti?"
4.     "Tú te conoces mejor que nadie"
5.     "Las relaciones son complicadas. Confío en que estás haciendo lo correcto para ti"
6.     "Te quiero"
7.      "Eso debe de haberte resultado muy difícil"
8.      "Te apoyo en tu decisión"

Nota.- Como el artículo es muy largo he omitido algunas frases que estaban prácticamente repetidas más abajo. Si a alguna persona le interesa leer el artículo entero puede buscarlo en el periódico y la fecha que indico al principio.