ROCÍO
CARMONA | La Vanguardia |
11/07/2021
Los expertos recomiendan pasarse
a la fórmula de la positividad saludable: realidad + optimismo
El auge del llamado “pensamiento positivo” está
presente cada día de forma más o menos sutil a través de las redes sociales,
con memes y lemas que proliferan hasta en las tazas y las camisetas.
Se nos dice que la clave para encontrar tan huidiza
felicidad es ser capaces de silenciar cualquier atisbo de negatividad.
La cultura del positivismo tóxico ha calado de tal
forma que hemos normalizado el hecho de recibir consejos de este estilo ante
cualquier situación. "Saldremos mejores" era la frase que más se leía
en las redes durante los primeros e inciertos tiempos de la pandemia.
Constantemente, se nos dice que la clave para
encontrar la tan huidiza felicidad es ser capaces de silenciar cualquier atisbo
de negatividad que aparezca en nuestra vida.
Incluso cuando nos enfrentamos a duelos y rupturas,
enfermedades y pérdidas, nuestra sociedad deja poco espacio (y siempre breve,
en cualquier caso) para hablar de nuestros verdaderos sentimientos, procesarlos
y de este modo, sentirnos mejor. Parece que ser positivo es la respuesta
estándar para todo.
El empuje de lo positivo alcanza a todas las áreas de
nuestra vida. Se supone que debemos ser felices en el trabajo, en casa, en
nuestras relaciones, incluso cuando nos enfrentamos a un trauma o a una gran
pérdida.
La presión para ser felices y parecerlo nunca ha sido
mayor en toda la historia
El movimiento “body positive” también nos pide que nos
sintamos positivos respecto a nuestros cuerpos. Y es que tener una actitud
positiva se ha convertido casi en una prescripción ante cualquier enfermedad,
problema o discapacidad.
Las aulas, los hospitales y las oficinas están llenos
de carteles que nos animan a encontrar sentido y felicidad en todo. Por la
noche, nos sentamos en el sofá y pasamos el dedo por la pantalla de nuestros
móviles, que nos llevan de una a otra cita o foto motivadora.
Si no progresamos más, nos decimos mientras vemos
todas esas sonrisas, esa perfección y esas buenas vibraciones, es porque no lo
estamos intentando con el ahínco suficiente. La presión para ser felices y
parecerlo nunca ha sido mayor en otro momento de la historia. Del mismo
modo que nunca hubo más personas ansiosas y deprimidas.
Imagínese que su pareja se levanta una mañana y le
dice por sorpresa que necesita tomarse un tiempo y repensar la relación. Su
discurso le toma desprevenido. Su mente va de un lado al otro, siente pánico y
no tiene ni idea de cuál va a ser su próximo paso.
Decide quedar con un amigo para contárselo. Lo hace.
Su amigo le mira con una media sonrisa enigmática mientras guarda silencio,
como si de un momento a otro fuera a darle una clave fundamental para hacerle
sentir mejor. Usted espera. Y al fin, se lo suelta: "Piensa en todo lo que
vas a aprender gracias a esto. Y además, es verano. ¡Podría haber sido peor!
Ahora tendrás más tiempo para ti y para ver a otra gente".
La positividad bien usada es una herramienta estupenda
para mejorar nuestro bienestar, pero ojo…
Usted se queda helado y mira a su amigo sin comprender
nada, mientras considera si de verdad debería sentirse agradecido por estar
perdiendo a su pareja. Además de estar triste, ahora se siente
confundido.
Sintiéndose incomprendido, deja de lado sus
sentimientos y le dice a su amigo: "Sí, claro, gracias". Además de
estar preocupado por su crisis de pareja ahora se siente más aislado y solo, y
también un poco avergonzado por no ser capaz de verle el lado positivo del
asunto.
Probablemente todos hemos experimentado alguna vez
interacciones parecidas. Y aunque lo más seguro es que ese amigo tuviera buenas
intenciones, quizá no haya sido consciente de que su mensaje, lleno de
positividad tóxica, no ha ayudado en nada, sino más bien al contrario.
Cuidado: no es que lo que ha dicho sea falso. Seguro
que va a aprender mucho de la situación, y por supuesto, podría ser peor. Lo
que pasa es que usted todavía no está en ese punto. En este momento está
preocupado, asustado, con el cuerpo y la mente en modo alerta. Y ningún “todo
va a salir bien” podría cambiar eso. Lo que de verdad hubiera necesitado por
parte de su amigo es validación y un poco de espacio para expresar sus
sentimientos. ¿Le resulta familiar?
Antes de continuar, aclaremos cualquier posible
malentendido: ser positivo no es nada malo per se. Numerosos estudios han corroborado que tener
sentimientos positivos como la gratitud, la autoconfianza, el optimismo o la
esperanza puede alargar nuestra vida y mejorar la salud.
Se sabe que las personas que tienen pensamientos
positivos tienen más posibilidades de llevar una vida social rica y más activa,
así como de comprometerse más fácilmente con comportamientos saludables.
Podríamos decir que es saludable sentirse “positivo” cuando este sentimiento es
genuino.
Pero si nos damos un paseo por las redes sociales nos
daremos cuenta de que, en algún punto de la historia, hemos construido la idea
de que ser una “persona positiva” significa que tenemos que ser algo así como
robots que se obligan a ver el lado bueno de cualquier cosa. Hasta de las que
no lo tienen.
Forzarse a ser positivo nos conduce a una supresión de
ciertas emociones
Forzamos la positividad en nosotros mismos, y en los
demás, porque la sociedad nos dice que sentirse de otro modo es un fracaso. La
negatividad es vista como el enemigo. El mandato parece ser: si no eres capaz
de verle el lado bueno a un asunto debe de ser porque no lo estás intentado lo
suficiente. Y si eres negativo, te conviertes automáticamente en una carga para
los demás.
Ante la positividad tóxica, reivindiquemos aquí la positividad
saludable, que es la que nos permite dejar espacio tanto a la realidad como a
la esperanza de que las cosas pueden cambiar.
La positividad tóxica, en cambio, niega una emoción
(sobre todo las más difíciles de sentir) y nos fuerza a suprimirla, como si no
fuera adecuada. Es importante recordarnos a cada momento que es normal que haya
cosas que nos disgusten.
Que el mundo puede resultar un lugar abrumador en
ciertas ocasiones, y que hablar de esas cosas que nos preocupan y que nos
importan no es “ser negativo”. Aunque es cierto que habrá personas que no serán
capaces de apoyarnos cuando lo necesitemos, eso no significa que seamos
demasiado sensibles o que debamos dejar de expresar nuestros sentimientos. De
lo que se trata es de elegir bien con quién lo hacemos.
Reprimir emociones es, aseguran los expertos, una
estrategia poco efectiva y nos acaba provocando malhumor, sentimientos negativos acerca de las
interacciones sociales e incluso una disminución de los sentimientos positivos
que tanto anhelamos.
También tiene graves consecuencias para la salud
física, puesto que no importa qué tipo de emoción decidamos suprimir, positiva
o negativa, hacerlo va a implicar estrés para el cuerpo, que se traduce, por
ejemplo, en un impacto en la presión arterial, en una disminución de la memoria
y un incremento del riesgo, entre otros, de sufrir diabetes o enfermedades
cardíacas.
He aquí algunos ejemplos de frases tóxicas que todos
hemos pronunciado alguna vez y que deberíamos olvidar para siempre si de verdad
queremos resultar de ayuda y fomentar que las personas puedan expresarse de
forma auténtica:
1.- "Todo
sucede por una razón"
Esta
frase puede hacer mucho daño si se la decimos a alguien que se enfrenta a un
hecho traumático o a una pérdida. Algunas cosas simplemente suceden, y no
existe ninguna una razón para ello. Decirle esto a alguien que sufre puede
hacerle sentir muy confuso e incomprendido.
2.- "Sé positivo"
Esta
frase simplifica procesos emocionales muy complejos, especialmente cuando se le
dice a alguien que padece una enfermedad mental como puede ser la depresión.
3.- "La vida nunca te traerá una situación
que no puedas manejar"
No,
las cosas malas no nos suceden porque seamos capaces de manejarlas. Algunas
personas se encuentran en situaciones que son incapaces de gestionar en el
momento, y eso es algo perfectamente normal. Cuando le decimos esta frase a
alguien damos por hecho que siempre hay una lección que aprender detrás de cada
reto, que las personas son algo así como “elegidas” para vivir esas situaciones
y que, por lo tanto, más les vale estar a la altura.
4.- "El tiempo lo cura todo"
Esto
no es cierto, y además, decírselo a una persona que todavía no ha superado una
situación dolorosa puede hacer que se avergüence de sentirse como se siente.
Nadie excepto uno mismo puede decidir cuándo ha sanado o superado un dolor o
una herida.
5.- "Todo irá bien"
Decirle
que todo irá bien a alguien que siente pánico o que está sufriendo mucho no va
a convencerle de lo contrario ni le va a servir de consuelo. No solo no ayuda,
sino que es una manera de terminar con la conversación y de no permitir que la
otra persona se exprese con libertad y sienta que tiene derecho a mostrarse
vulnerable frente a nosotros.
6.- "No llores"
Solemos
decir esto porque nos sentimos incómodos sosteniendo la tristeza de otra
persona, y puede que quizá también la nuestra. Pero debemos recordar que llorar
es algo saludable y normal. Decirle a alguien que no lo haga es decirle también
que su tristeza no es adecuada, e invitarle a que reprima sus emociones sanas.
7.- "Tienes mucho por lo que sentirte
agradecido"
Desde
luego. Pero es posible estar disgustado y a la vez sentirse agradecido por lo
que uno tiene. Decirle algo así a alguien que pasa por un momento complicado es
invalidar y quitar importancia a sus sentimientos.
8.- "Por lo menos no te ha pasado tal o cual
cosa"
Ninguna
frase que empiece con un “por lo menos” ha ayudado nunca a nadie. Además,
comparar un sufrimiento con otro no tiene ningún sentido.
9.- "La actitud lo es todo"
Este
es un ejemplo de simplificación extrema de la realidad. Diversos estudios
muestran que el éxito de una persona se debe a múltiples factores. La actitud
es uno de ellos, pero no lo es todo.
10.- "Agradece todo lo que has
aprendido"
Pedirle
a una persona traumatizada o muy dolida que se muestre agradecida es
especialmente dañino, aunque sea bienintencionado.
11.- "Podría ser peor"
Pues
sí, pero también podría ser mejor. Esta frase minimiza la realidad del otro y
le dice que su sufrimiento no está justificado porque no es “lo peor” que
podría haberle pasado.
12.- "No te rindas nunca"
Falso.
Hay ciertas situaciones en las que rendirse es lo más valiente y necesario que
podemos hacer. Y eso no significa que la persona que se rinde sea débil o
incapaz. Rendirse, a veces, significa que fuimos lo suficientemente fuertes
como para saber cuándo marcharnos de un lugar o de una relación que no nos
convenía.
Ahora que ya sabemos qué no decir, ¿qué podemos decir
que sí ayude a otra persona a sentirse escuchada, acompañada y comprendida?
Algunos ejemplos:
1.
"Siento mucho que
estés pasando por esto. Estoy aquí para escucharte si necesitas hablar de
ello"
2.
"No sé qué decirte,
pero si quieres me quedo contigo"
3.
"Te creo. ¿Puedo
hacer algo por ti?"
4.
"Tú te conoces mejor
que nadie"
5.
"Las relaciones son
complicadas. Confío en que estás haciendo lo correcto para ti"
6.
"Te quiero"
7.
"Eso debe de haberte
resultado muy difícil"
8. "Te apoyo en tu
decisión"
Nota.- Como el artículo es muy largo he omitido
algunas frases que estaban prácticamente repetidas más abajo. Si a alguna persona
le interesa leer el artículo entero puede buscarlo en el periódico y la fecha
que indico al principio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario