miércoles, 18 de mayo de 2022

Desmontando el mito de 'ser bipolar es cambiar el estado de ánimo': las fases del trastorno explicadas por una psicóloga salmantina


A.G.B.     |     Salamanca     |     lagacetasalmantina.es     |     11/05/2022

Laura Ruiz, psicóloga de la Asociación Salud Mental de Salamanca explica el trastorno bipolar: hay dos fases diferentes.

El trastorno bipolar es un problema de salud mental que afecta a los mecanismos que regulan los estados de ánimo. “La gente se piensa que cuando tienes un trastorno bipolar cambia su estado de ánimo de un segundo a otro pero no es así. Hay dos tipos de fases: episodios depresivos con baja autoestima e incluso ideas de suicidios o fase maniaca con elevación de la energía, mayor hiperactividad y euforia”.

Las dos fases son igual de peligrosas por su sintomatología, pero en cada persona se manifiesta de diferentes maneras. La fase depresiva tiene su riesgo en lo que respecta a esas ideas de suicidios y ahí estaría el mayor extremo de riesgo, que puede aumentar al mezclar diferentes sustancias tóxicas. Por su parte, en la fase maníaca tiene mucho que ver con que la persona rompe sus rutinas, tiene menor necesidad de comer o dormir y puede incurrir en gastos económicos excesivos. “En el caso del trastorno bipolar la medicación tiene cierta relevancia, pero a nivel terapéutico es muy necesario que esta medicación se combine con otro tipo de apoyo para que la persona tenga unos hábitos saludables y que esté informada en todo momento de la enfermedad y en técnicas de regulación emocional y de relajación”, comenta Laura Ruiz.

Otro de los factores importantes es que la persona esté implicada en llevar de la mejor manera posible esta enfermedad. “Hay que tener mucha fuerza de voluntad y todo el mundo quiere salir de una situación así, pero hace falta que esté implicada en todos los aspectos”, añade la psicóloga que quiere destacar que “hay que acabar con los mitos”. “Es falso eso de que ser bipolar es cambiar el estado de ánimo de un momento a otro. No es así sino que va mucho más allá todo, y queda mucho por trabajar”.

lunes, 16 de mayo de 2022

David Bueno, experto en neuroeducación: "A los adolescentes debemos exigirles cosas de adolescente"


Aldara Martitegui    |  Madrid/Barcelona   | niusdiario.es   |     17/04/2022


·        Entrevista al experto en neuroeducación David Bueno sobre su último libro ‘El cerebro del adolescente’

·        En su libro, Bueno nos ofrece una guía para poder entender y acompañar mejor a los adolescentes en esa etapa de la vida

·        En la entrevista, Bueno reflexiona sobre los estigmas en torno a la adolescencia de nuestra sociedad actual: no son menos inteligentes que los de antes

 

Existe un gran estigma en nuestra sociedad en torno a la adolescencia; conductas irreverentes, de riesgo o malas contestaciones que, según el neurocientífico y divulgador David Bueno, tienen que ver con el funcionamiento de su cerebro: estos chicos y chicas no tienen nada personal contra sus progenitores ni contra los adultos en general, lo que les ocurre es que tienen un nivel de estrés muy elevado y no saben cómo gestionarlo.

 

David Bueno está convencido de que comprender el funcionamiento del cerebro de los adolescentes podría ayudar a generar dinámicas más saludables en la relación padres-hijos. Esa es al menos la intención de su último libro, El cerebro del adolescente (Grijalbo 2022) en el que este doctor en Biología y experto en neuroeducación nos descubre qué ocurre en el cerebro de los adolescentes y nos guía para poder acompañarlos en esta época tan importante de la vida.

 

La finalidad del libro es que, como adultos, podamos abordar las situaciones difíciles, que suelen emerger cuando hay un adolescente por medio, siempre desde la confianza y desde el apoyo emocional y jamás poniendo una barrera entre nosotros y ellos porque “seguro, se nos va a girar en contra, tanto a nosotros como a nuestros hijos e hijas” asegura Bueno.

 

Pregunta: En tu libro dejas claro que la neurociencia, todo lo que la neurociencia aporta sobre el funcionamiento del cerebro y sobre su desarrollo puede contribuir a generar dinámicas de interacción entre adultos y adolescentes más armónicas ¿Crees que esto podría contribuir a acabar con el estigma que existe en torno a la adolescencia?

 

Respuesta: Mi idea cuando hago estos trabajos es favorecer precisamente esas interacciones más armónicas, en este caso entre adolescentes y adultos. Primero, que los adultos entendamos que nosotros también fuimos adolescentes, que hicimos las mismas tonterías que hacen nuestros hijos adolescentes, aunque en un contexto diferente: en un contexto social, histórico, cultural y tecnológico diferentes, lo que significa que van a manifestarlas de una forma diferente a la que la manifestamos nosotros. Pero el estilo es el mismo; tienen las mismas dudas que teníamos nosotros, aplicadas a situaciones diferentes porque el contexto es diferente. Pero la duda está sembrada en el cerebro de un adolescente de forma permanente y entender esto, creo que lo que permite a los padres es no hacer barreras con sus hijos. Entender que, si hoy me ha contestado mal, no es porque me odie…incluso a lo mejor ella misma o él mismo se cree que me está odiando: pero no es que te odie, es que tiene la amígdala híper-reactiva y no puede evitar contestarte de esta manera. Así que, mejor que yo no conteste enseguida porque, en este momento, estoy en un nivel de estrés muy alto y todavía agravaré más la situación…

 

P: ¿Qué deberíamos hacer en ese momento para no agravar más la situación?

 

R: Mejor hago ver que no he oído nada. No es tolerarlo, pero hago ver como si no lo hubiera oído y, después, cuando esté tranquilo o tranquila ya le sacaré el tema. Pero después, cuando toque, no ahora, no en caliente, porque en caliente tenemos las de perder todos, ellos y nosotros.

 

P: ¿También la neurociencia les puede ayudar a ellos?

 

R: La neurociencia sirve también para que los adolescentes se entiendan mejor a sí mismos…claro, por ejemplo, el sentimiento de soledad en la adolescencia puede llegar a ser intensísimo: pensar que eso solo te pasa a ti…pero saber que eso les pasa a todos los adolescentes de una forma u otra, aunque sea el dicho de ‘mal de muchos, consuelo de tontos’, pero consuela; consuela ese no estoy solo, ese les está pasando a todos…

 

P: ¿Por qué crees que la adolescencia es una etapa tan complicada y por qué tantos padres se enfrentan a ella desde el prejuicio?


R: Porque es una etapa que genera muchos choques entre adultos e hijos e hijas adolescentes y por eso tenemos esta predisposición. Lo hemos visto en nuestro entorno, lo vivimos en nosotros mismos cuando éramos adolescentes y ya lo tenemos antes incluso de que llegue esa etapa…A ver, tenemos un problema con ellos y es que por un lado los tratamos como si todavía fuesen niñas y niños, y ya no lo son, pero les exigimos respuestas de adultos, y tampoco lo son. Les tratamos como lo que no son y les exigimos lo que no son, y así, no nos pueden satisfacer nunca, no, no pueden, porque ni son niños ni son adultos. Entonces debemos exigirles cosas de adolescente. Es decir, ¿que tomen decisiones? ¡por supuesto!, ¿que tomen una decisión que les va a afectar los próximos 4 o 5 años de su vida diciéndoles que eso va a ser fundamental, como cuando tienen que elegir estudios?, pues no…porque el cerebro adolescente no puede percibir lo que significan 5 años de su vida. ¡No puede! Tiene que tomar la decisión, claro que tienen que tomarla; pero debemos relativizarla diciéndoles que cualquier decisión es reconducible.

 

P: Otra de las cosas negativas que se oyen últimamente sobre los adolescentes de ahora es que son menos inteligentes que nosotros….¿Qué piensas de esto?, ¿crees que la tecnología tiene algo que ver con esta pérdida de inteligencia, como dicen autores como Michel Desmurget en su libro La fábrica de cretinos digitales?

 

R: Creo que es todo parte del estigma y que contribuye a mantener, no te digo a aumentar, pero contribuye a mantener el estigma…Pero es que no es cierto: no son menos inteligentes que los adultos, simplemente aplican su inteligencia de forma diferente. Se publicó un trabajo hace unos pocos años que decía que haciendo los test de coeficiente de inteligencia clásicos entre los años 40 y 70 del siglo pasado -o los años 80, no recuerdo exactamente las fechas- el coeficiente de inteligencia había ido aumentando unos 5 puntos cada década en el promedio de la población. Y lo que sugerían los autores es que esto era debido a una mejor alimentación -que nutrimos mejor las neuronas- y a una mejora en el sistema educativo. Bien: lo suscribo. En un trabajo que se publicó hace 5 años, analizaron desde el año 80 hasta el 2015 y su conclusión fue que el cociente de inteligencia había disminuido 7 puntos cada década y lo atribuían a la comida basura -que es menos nutritiva- y a lo que ellos llamaban una degeneración o degradación del sistema educativo. Claro, es en esto en lo que se apoya un libro como ese [La fábrica de cretinos digitales] pero cuando tú analizas el trabajo, resulta que los test de inteligencia que habían pasado a los alumnos, a los chicos y chicas, era el mismo que se pasó en los años 80 y es el mismo que se pasaba dos décadas antes…entonces claro, tú te preguntas y dices: si el sistema educativo ha cambiado, si ahora trabajamos más por competencias que por memoria pura y dura, si ahora tenemos muy claro que la inteligencia no es solo lógica y matemática o lingüística, sino que hay muchas más facetas (…) como la faceta de gestión emocional… si tú pasas el mismo test ahora que hace 40 años, cuando el sistema educativo ha cambiado, ¿qué estás valorando? No estás valorando que sean menos inteligentes, estás valorando que el test no se ajusta a la realidad….

 

P: Entonces, los jóvenes de ahora no son menos inteligentes que los de antes…

 

R: Por ejemplo, se ha visto a nivel neuronal que la generación digital, los nativos digitales, tienen menos conexiones en el hipocampo, zona que gestiona la memoria, que los que somos inmigrantes digitales. Claro, porque han externalizado parte de la memoria en la tecnología digital, cosa que nosotros, como no existía, no hicimos. Pero en cambio, ellos tienen más conexiones en la zona que permite integrar más informaciones entrantes, porque la tecnología digital permite gestionar, tener a tu alcance muchas más informaciones simultáneamente…claro, el cerebro se ha adaptado al entorno, esa es su función: la función del cerebro es adaptarte al entorno donde tú vives. En un entorno cien por cien memorístico, pues hará más conexiones en una zona, si es un entorno donde lo importante es la gestión de la información, tendrá más conexiones en otra…pero eso no significa que sean ni mejores ni peores, porque el contexto es diferente.

 

P: La adolescencia, que los chicos y chicas sean de esa manera tan irreverente, contestatarios, que tengan esas conductas de riesgo…¿crees que puede tener que ver con nuestra supervivencia y desarrollo como especie? Por ejemplo, los adolescentes son los que se atreven a hacer cosas aparentemente imposibles…si como especie no tuviéramos ese arrojo, ¿tal vez no habríamos llegado hasta donde hemos llegado?

 

R: Sí, si…es que es al adolescente al que se le ocurre salir de la sabana africana para irse a otro sitio cruzando montes que jamás había cruzado nadie, o simplemente el que se atreve a subirse al primer avión (…) precisamente, la adolescencia nos capacita para esto. A mí me gusta mucho decir que la adolescencia es lo que nos hace humanos. No es que antes nos seamos humanos: somos humanos desde el nacimiento y desde antes, pero sí como humanos, como una especie creativa, una especie innovadora, capaz de asumir riesgos a veces sin necesidad de asumirlos, por el simple placer de experimentar…Eso, como especie biológica, somos la única que lo poseemos, y es lo que hace de nosotros una especie única. El resto no: el lenguaje, los chimpancés también tienen un lenguaje, menos elaborado que el nuestro y menos complejo que el nuestro, pero el lenguaje no nos hace únicos. ¿Las emociones? Todos los mamíferos tienen un sistema emocional. Las emociones no nos hacen únicos. ¿La reflexividad? hay experimentos que demuestran que delfines y algunos primates tienen pequeños procesos de reflexibilidad. No nos hace únicos. ¿Qué nos hace únicos? Que tenemos una adolescencia que nos permite continuar siendo creativos, teniendo motivaciones, siendo exploradores e innovadores después de la edad adulta, es decir: que jamás olvidamos del todo nuestra adolescencia.

 

P: Todo esto que cuentas en tu libro sobre el cerebro del adolescente es un ejemplo más de cómo la neurociencia está empezando a impactar en nuestra vida en general, no solo en el terreno de la educación. ¿Cuánto de camino nos queda por recorrer?

 

R: Creo que uno de los campos con más futuro en este momento es el de la neuro, neurociencia en general, porque hasta hace poco no podíamos profundizar en el estudio del cerebro de forma directa y no invasiva. Abrir un cráneo y poner electrodos, ya hace mucho tiempo que se hace, pero no se puede hacer según en quien, por supuesto. Conocer cómo funciona, cómo crece, cómo cambia nuestro cerebro con la edad y con los aprendizajes, es una forma de incluso tomar más consciencia de quiénes somos…esas preguntas típicas de la adolescencia, ¿quién soy, de dónde vengo y a dónde voy?…pues un poco, como individuos, para entender nuestras propias reacciones, ¿porque soy más impulsivo de lo que debería ser o demasiado poco?...yo creo que es un campo con muchísimo futuro…

 

P: ¿La neurociencia está demostrando empíricamente en un nivel fisiológico cosas que ya había demostrado la psicología por ejemplo?

 

R: Si, esto algo que de hecho me encanta, que la neurociencia está demostrando por otra vía diferentes lo que ya hace no décadas, sino siglos y milenios, cosas que ya se conocían. Pero lo que aporta es una explicación más mecanística. Y yo creo que eso es importante, primero porque nos permite consolidar lo que ya hacíamos ver a lo mejor cosas de las que se dudaba, por lo tanto, discriminar entre qué es real y qué no es real. Y después también tiene mucho impacto porque la ciencia no es opinable. Lo que es opinable es que aplicación hacemos de la ciencia. Pero si la ciencia te dice que la amígdala genera las emociones y no es el corazón, pues es la amígdala, no es el corazón, no puedes opinar sobre eso. Otra cosa es qué emociones son más satisfactorias para una persona y eso sí que lo podemos opinar. Pero solo cosas de este tipo.

 

P: En el terreno de la educación, ¿también ocurre esto?, ¿qué la neurociencia está demostrando cosas que ya se sabían?

 

R: Sí. Por ejemplo, una de las cosas que se han visto en el campo de la neuroeducación, que es donde me muevo yo, es que las actividades que promueven más plasticidad y flexibilidad neuronal durante la infancia son la música, el arte y la psicomotricidad, el deporte; son las que potencian más plasticidad y flexibilidad…¡pero es que eso ya lo decía Aristóteles! El plan de estudios de Aristóteles era que hasta los 8-9 años, solo se hacía música, arte y ejercicios físico. Y las letras, la ciencia, la lógica y la matemática, empezaba después…eso no significa que no podamos hacer mates antes, claro que podemos hacer mates antes, pero el bloque central debería ser este otro.

sábado, 14 de mayo de 2022

Explicaciones: nuestros ansiolíticos naturales


MARCELO R. CEBERIO     |   La Mente es Maravillosa     |    25/10/2021    

Vivir con incertidumbre no nos gusta. Por ello, buscar explicaciones forma parte de nuestro día a día. Ahora bien, ¿todas son válidas o hay algunas más efectivas que otras?

En un mundo regido por la lógica racional, el tipo de lenguaje verbal que se utiliza, como forma básica de comunicación, responde a la categoría de lenguaje indicativo, es decir, el lenguaje verbal de la descripción, la interpretación y las explicaciones. Este es el lenguaje de la causalidad lineal, cuyo proceso de razonamiento consiste en la búsqueda del origen (causa-efecto). 

En los diálogos, es frecuente que las personas, de cara a un fenómeno determinado, activen un automatismo de la búsqueda del origen, las causas primeras y las explicaciones. Esta tendencia a encontrar los motivos de un hecho, como bastión de la explicación, se traduce en el lenguaje verbal a través del por qué. Ahora bien, ¿por qué lo hacemos y para qué nos sirve? 

La búsqueda del porqué, las explicaciones, el conocimiento y luego la calma

El ser humano se preocupa por responder a los interrogantes que le produce la vida, en un intento de tener certidumbre acerca de las cosas. No tolera la duda, la “no respuesta”, algo que lo sumerja en el “no poder tener control” sobre situaciones, personas, cosas.

El principio explicativo fue el principio de las ciencias clásicas, que concebían un universo puramente determinista. Un universo en el que la certeza, la verdad y una realidad real convocaban a un orden que mantenía un mundo medianamente equilibrado. 

Edgar Morin señala que el principio de la explicación de la ciencia clásica veía en una contradicción el signo de un error de pensamiento. Este principio no solo se aplicó a las investigaciones científicas, sino que llegó a instalarse como un estilo cognitivo sociocultural, como una forma de procesar los conocimientos. A diferencia de todo ello, la posmodernidad reconoce y afronta las contradicciones, y entiende que puede haber múltiples puntos de vista sobre la misma cosa. 

La lógica del porqué causal-lineal 

Ahora bien, la lógica del porqué causal-lineal es parte del discurso habitual en la interacción de los seres humanos, en mayor o en menor medida, según la cultura. 

Seguramente que el uso del por qué, tanto en pregunta como respuesta, es utilizado para explicar y entender desde nimiedades hasta las situaciones más complejas de resolver. Por ejemplo: si nos duele el estómago, inmediatamente pensamos en qué hemos comido, qué nos pudo caer mal; y si un amigo tuvo una actitud desconcertante, nos preguntamos cuál fue la causa que lo llevó a tenerla. Es automático que pensemos el porqué de las cosas. 

En terapia, se escucha a los pacientes que se preguntan: “pero…. ¿por qué me pasa…?; ¿Por qué a mí?; ¿Qué estoy haciendo?; ¿Por qué lo hago? Por qué, por qué y por qué”, como si esta fuese la fórmula para lograr -encontrando la causa- la resolución del conflicto. 

El ejercicio del por qué se desarrolla desde la crianza. En la infancia, nuestras preguntas acerca del por qué de las cosas hace que nuestros padres nos respondan básicamente, y de manera lineal, causa y efecto. Una y otra vez, de cara a nuestro “¿y…por qué?”, nuestros progenitores responden, con más o menos tolerancia, y nos allanan interrogantes con respuestas lineales y seguras. 

El término por qué es uno de los más utilizados en el día a día. Se trata de una palabra poderosa y que constituye un puente que posibilita acumular más información, a partir de las respuestas. Es un término que abre el juego a nuevos conocimientos, que hace pensar, reflexionar, buscar en los contextos, personajes, en nuestro pasado.

Estas explicaciones causales pueden referirse a multiplicidad de motivos:

·        Podría obedecer al contexto relacional (un porqué interaccional). Ejemplo: “yo reaccioné así porque el otro me gritó”.

·        Con frecuencia no se continúa con el recorrido recursivo: “el otro reaccionó así porque yo le dije que no me molestara”. Por lo tanto, se lee solamente un tramo de un circuito relacional.

 

Otras explicaciones más frecuentes redundan en la búsqueda de los orígenes en el pasado, en la infancia o adolescencia haciendo un psicoanálisis salvaje. Siguiendo esta línea de pensamiento, tal vez el énfasis no radica ni en la circularidad ni en la linealidad, sino en la necesidad de buscar los motivos de las cosas, que está insertada como estructura o pauta de funcionamiento mental en el ser humano.

Las personas, de cara al desorden y la entropía de la experiencia, intentamos colocar una cuota de orden para poder funcionar. De esta manera, se constituyen las normas sociales, religiosas, culturales, familiares, que imprimen la corrección y rectificación de errores frente al aprendizaje. 

Por su parte, el lenguaje verbal, isomórficamente, mantiene reglada la comunicación mediante su propia codificación y, en cierta medida, pauta la interacción, mediante una sintaxis de discurso y articulaciones semánticas. 

Rivotril explicativo: ¿el antídoto para la ansiedad que produce la búsqueda de explicaciones? 

Frente a un hecho que genera incertidumbre y angustia consecuente, la tendencia a querer encontrar el origen de su determinación produce efectos sedativos momentáneos o duraderos. Entonces, el deseo de encontrar un porqué es algo así como un Rivotril explicativo. 

Este ingreso de una nueva información, como una construcción lingüística que genera la comprensión del suceso, lleva a que la persona sienta cierta seguridad que le otorga estabilidad en el sistema en el que se halla inmersa. 

En síntesis, el sistema en el que uno está involucrado permanece estable. Sin embargo, frente a la irrupción de un evento o un acontecimiento crítico (que puede ser una muerte, una mudanza, un despido laboral, etc.) surge la ruptura del equilibrio (crisis) e inmediatamente se produce la pregunta “¿por qué me pasó esto?”. 

Así, la explicación del hecho posibilita, mediante la comprensión y la acción, restablecer una seguridad, como primer paso para la adquisición de un nuevo equilibrio. 

Algunos tipos de explicaciones y sus efectos 

Hay explicaciones que sirven para salir rápidamente de un momento de tensión, pero que no cambian la situación. Son aquellas en las que la información que aporta el porqué resulta superficial. Su finalidad es mantener de forma momentánea el equilibrio anterior a la aparición de un problema. En este sentido, son paliativas y no llevan a redimensionar la perspectiva de la construcción del problema.

Por ejemplo, las racionalizaciones e intelectualizaciones son mecanismos de defensa que pueden ser considerados explicaciones de este tipo, en tanto y en cuanto la persona avala con justificaciones del por qué le sucede lo que le sucede, como actitudes conflictivas o algún rasgo sintomático. Estas son explicaciones ansiolíticas, resuelven la ansiedad momentáneamente y explican el fenómeno por la categoría en la que es ubicado. 

Recordemos que colocamos todas las cosas de nuestro mundo en categorías. Esto, frente la aparición de un problema, trata de explicar la categoría en la que se lo ubica, por ejemplo: “es un mal estudiante porque es vago; Bebe mucho porque es alcohólico”. 

Ahora bien, también son frecuentes las explicaciones ansiolíticas en las que la persona se pregunta el porqué de un determinado estado de ánimo, como la tristeza o la angustia, sin motivación aparente e indiferenciada, e inmediatamente surge la necesidad de encontrar su origen. 

En general, esto puede hacer que se coloque como respuesta un elemento ingenuo o superficial externo: “me siento triste porque llueve, …el día es gris” (atribuyendo el significado de la tristeza a la lluvia); es también común involucrar a alguna persona afectivamente cercana (amigo, familiar, etc.), cuyas reacciones son utilizadas como causa de una perturbación o alteración: me pasa esto porque me pones nervioso. 

Las explicaciones, las acciones y el crecimiento 

La explicación ansiolítica o Rivotril explicativo es bastante utilizada, pero se confunde con otro tipo de explicaciones que sí provocan una modificación en las acciones y promueven el crecimiento. Parece que cuando categorizamos lo que nos sucede, nos sentimos más tranquilos, a pesar de que esto no conlleve un cambio de las acciones. O sea, se le coloca un nombre a lo que nos pasa, evitando el navegar por el mar de la incertidumbre que origina el hecho de no saber. 

Pero la certeza de la explicación no asegura un cambio en la interacción. El tema queda varado allí si no se hace algo para cambiar. Sería interesante plantear cómo continúa el mecanismo a partir del conocer la causa, o sea, el cómo puedo realizar una acción nueva en el plano concreto y solucionar el problema. Los rivotriles explicativos son seudomotivos que no agregan contenido ni provocan un cambio de pensamiento. 

Las verdaderas explicaciones consisten en recategorizar, es decir, colocar en otra categoría lo que me sucede para lograr reformularlo. Son las explicaciones reestructurantes que promueven el cambio, las que sabiamente producen una modificación de categoría y con ello acciones nuevas.

Mientras tanto parece que las respuestas ansiolíticas nos sirven para sobrevivir en un mundo que nos llena de incertidumbre…

viernes, 13 de mayo de 2022

Laura Rojas-Marcos: "La mayoría de las personas con las que convivimos son no elegidas, empezando por los hijos"


LAURA PERAITA      |     ABC     |     04/02/2022


La Doctora en Psicología Clínica y de la salud asegura que «cuando confiamos en nosotros mismos, en nuestros convivientes, se crean unos vínculos, una fuerza y una energía que permiten que podamos superarnos»
Laura Rojas-Marcos es Doctora en Psicología Clínica y de la Salud, licenciada en Psicología por la Universidad de Nueva York y elegida como una de las mujeres líderes más influyentes de España en 2015, 2017 y 2018. En su último libro 'Convivir y compartir' explica las claves para relacionarse saludablemente con los demás y con uno mismo.
 
El confinamiento ha dejado patente que la convivencia en familia es en ocasiones, mucho más complicada de lo que nos imaginábamos. ¿Por qué ha ocurrido esto si se supone que son los seres a los que más queremos?
 
Convivir no deja de ser un reto para todos. Durante el confinamiento nos hemos visto obligados a compartir un espacio, una energía, un estado de ánimo…
 
Y el ser humano es territorial. Nos gusta tener nuestro sitio, nuestra mantita en el sofá, nuestro propio espacio. Al convivir, pueden chocar esas energías, y no siempre nos levantamos con el mismo pie o fuerza. A veces estamos más contentos que otros días. En la convivencia, una de las preguntas más importantes que nos debemos hacer es con quién convivimos, quiénes son nuestros compañeros: ¿son personas que hemos elegido, como la pareja o los amigos, o son no elegidas? Hay que tener en cuenta que la mayoría de las personas con las que convivimos son no elegidas, empezando por los hijos, la familia política, los compañeros de trabajo… Eso tiene un impacto en nuestro estado de ánimo, en el humor y en el arte de afrontar los momentos difíciles.
 
Sin embargo, a pesar de las discusiones familiares, las rupturas de pareja, etc., el distanciamiento y la falta de convivencia también ha generado un efecto contrario: que los echemos más de menos. ¿Es algo normal que la falta de convivencia nos haga valorar más a las personas?
 
Por supuesto, solemos echar de menos a aquellas personas con las que tenemos un vínculo de apego positivo, de afecto. Pero, ¿qué sucede cuando en estos momentos de pandemia nos hemos visto forzados, incluso, a convivir y compartir tiempo con personas que, en su mayoría, no son elegidos? Pues que se mezclan emociones como el miedo, la inseguridad, la incertidumbre... Al convivir en familia —independientemente de que nos podamos querer más o menos, o de que a veces hay situaciones de desamor, rivalidades, competitividad, envidia... que forman parte de las relaciones humanas— está, por un lado, esa expectativa de protección y seguridad, de sentido de pertenencia de que formamos parte de algo y que nos vamos a ayudar, pero también nos podemos sacar de quicio, perdiendo los nervios, las formas... Mantener ese equilibrio es un reto para todos.
 
Por tu experiencia, ¿qué es más complicado: la convivencia con la pareja o con los hijos?
 
Son tipos de convivencia muy distintos. Con la pareja hay desafíos que tienen que ver con compartir tareas, responsabilidades, situaciones económicas, el cuidado de los hijos, a los propios padres... La atención a los hijos es distinta porque no deja de ser una relación desigual y cuanto más pequeños más dedicación. Me he encontrado mucho en estos últimos dos años con una gran preocupación respecto a su educación. El sistema educativo y laboral ha cambiado y requiere una capacidad muy grande de adaptación y, para muchas personas, supone un sufrimiento. Necesitamos el apoyo de nuestra familia y compañeros, pero a la vez hay una parte de la sociedad que vive estas situaciones en soledad. Lo vemos con frecuencia en la gente joven que se pregunta qué va a ser de mí y de mi futuro. En la convivencia es importante que nos ayudemos mutuamente al sentir esas emociones de incertidumbre, miedo... No solo debemos saber calmarnos a nosotros, sino también a los más pequeños y a nuestros mayores, que tienen un papel tan importante.
 
Cuando estudié las claves de la convivencia quise concretar diez para poner las cosas más fáciles. Por mencionar algunas, destacaría la confianza. Cuando confiamos en nosotros mismos, en nuestros convivientes, se crean unos vínculos, una fuerza y una energía que permiten que podamos superarnos. Sin la confianza de los que tenemos a nuestro lado, de las personas que nos ayudan y apoyan, no se puede construir nada. A partir de esa confianza podemos contribuir, colaborar, cuidar al otro y compartir no solo nuestras emociones, sino también nuestros recursos, no solo los económicos, sino los conocimientos. Es bonito cuando uno se enriquece de otro y ayuda a los demás para que se nutran.
 
También es muy importante el respeto. En cualquier convivencia, sin respeto hay poco que hacer. En el respeto está la generosidad y el principio de reciprocidad. Eso es el arte de dar y recibir. Sin embargo, hay personas que son maravillosas a la hora de dar, pero tienen dificultad para recibir porque, al hacerlo, se sienten mal, incómodas, culpables. Hay que dejarse querer, cuidar y recibir de los demás. No hay que olvidar que hay otras personas que se sienten bien consigo mismas cuando ven que son capaces de dar y cuidar a los demás. La reciprocidad de dar y recibir no deja de ser el pegamento que une y suma... Y qué importante es algo como el autocuidado. Quizá como terapeuta, uno de mis objetivos no es solo ayudar a otros para que aprendan, disfruten y se sientan bien cuidándose a sí mismos, sino saber diferenciar qué significa cuidarse, porque eso no es ser egoísta. Es un error pensar que si yo me ocupo de mí es algo malo y egoísta. Si aprendo a cuidarme bien sabré cuidar a otros. Eso implica saber poner límites, ser asertivo, decir que no. Respetarse a uno mismo es tener la capacidad de comunicar qué es lo que se quiere, necesitas... No es fácil porque nuestra sociedad se centra más en el cuidado de puertas para afuera y tenemos sentimientos encontrados en cuanto al cuidado interno, al cómo me cuido yo, cómo me siento cuando le digo no a alguien y cuáles son mis porqués.
 
Convivir con uno mismo puede resultar muy complicado porque podemos llegar a ser nuestro principal enemigo. ¿Qué hay que hacer para llevarse bien con uno mismo y con los demás?
 
Uno de los pilares básicos es conocerse a uno mismo, dedicarse tiempo. No quiero decir que el mundo gire en torno a uno, no queremos eso; pero sí queremos aprender a escucharnos, a ser sinceros y saber qué es importante para uno mismo. A veces caemos en estas tiranías de lo que consideramos que yo debería hacer, conseguir, y de lo que esperan los demás de mí. Eso es hablar de expectativas, y está claro que todos las tenemos respecto a nosotros y a otros, y unas veces se cumplen y otras no y, por eso, aparece la decepción y la desilusión. Como terapeuta trabajo a veces con personas que están en un pozo de autorechazo y con esos pensamientos hay que tener muchísimo cuidado porque es una de las fuentes de mayor autodestrucción de la autoestima, del amor, de la serenidad y paz. Además, desemboca en la dificultad para construir buenas relaciones con otros. ¿Qué tenemos que hacer para cuidarnos? Escucharnos, dedicarnos tiempo, intentar pedir ayuda y saber relacionarnos bien con los demás. Eso es aprender a desarrollar nuestras capacidades, construir buenas relaciones con los demás y con nosotros mismos.
 
Cuando esas personas que entran en esa situación de depresión no quieren relacionarse con los demás, ¿qué pueden hacer los familiares para socorrerles?
 
Partiendo de que la depresión es un trastorno y enfermedad, hay que distinguir que existen básicamente dos tipos: la endógena, producida por factores internos químicos que hacen que bajen los niveles de serotonina, y la exógena, que surge por experiencias como el fallecimiento de personas queridas, pérdida del trabajo... Cuando hablamos de depresión, una de las sintomatologías es que se pierden las ganas de vivir, de conectar... la energía vital. Hay personas que lo asocian con la tristeza; otras dicen no estoy triste, pero me siento desconectado de mí y de mi energía vital. Todos podemos caer en una depresión independientemente de la vida saludable que llevemos porque las pérdidas están ahí. Decir a estas personas que no están haciendo lo suficiente es un grave error. Lo intento explicar a los familiares con un ejemplo muy claro porque nadie elige tener depresión y el sufrimiento que sienten es muy profundo. Decirle, por tanto, que tiene que reírse más es como decirle a alguien que tiene asma «no entiendo porque no respiras bien con todo el aire que hay». Es decir, no es que no quiera hacerlo, es que tiene un problema. Lo mismo les sucede a las personas con un estado de ánimo por los suelos.
 
En esa convivencia, otro de los grandes pilares es la empatía, tener capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender desde una compasión constructiva que despierte las ganas de acompañar y ayudar sin hacer un juicio de valor. Todos necesitamos ser escuchados y debemos poner de nuestra parte para acompañar a otros, aunque no compartamos las mismas ideas.
 
¿Por qué congeniamos mejor con unas personas que con otras?
 
Es un tema que tiene que ver con la química, con esas primeras impresiones. Cada uno nos fijamos en un aspecto diferente: en el físico, en la manera de hablar, de moverse, en el tono de voz, en la forma de vestir... Pero luego está esa sensación, que es algo que no se puede explicar, pero que sienta bien y ayuda a veces a disipar sentimientos de tristeza. Estamos aquí para conectar, para formar parte de algo más grande. En ocasiones tenemos cosas en común, cada uno tenemos nuestra fuente de conexión y energía. A la hora de compartir nuestros miedos e inseguridades también necesitamos saber que otros nos entienden y que no estamos solos en esa especie de pozo sin fondo. Necesitamos que alguien nos diga, 'te entiendo', 'a mí me ha pasado lo mismo'... ¡Qué buena sensación! A veces se conecta de tal manera que surge una emoción que se está investigando a nivel científico y que se llama 'kama muta', que aparece cuando se nos ponen los pelos de punta, como cuando escuchamos una pieza de música o celebramos un gran logro.