MARCELO R. CEBERIO | La Mente es Maravillosa |
25/10/2021
Vivir con incertidumbre no nos gusta. Por ello, buscar
explicaciones forma parte de nuestro día a día. Ahora bien, ¿todas son válidas
o hay algunas más efectivas que otras?
En un mundo regido por la lógica racional, el tipo de
lenguaje verbal que se utiliza, como forma básica de comunicación, responde a la categoría de lenguaje indicativo, es
decir, el lenguaje verbal de la descripción, la interpretación y las
explicaciones. Este es el lenguaje de la causalidad lineal, cuyo proceso de
razonamiento consiste en la búsqueda del origen (causa-efecto).
En los diálogos, es frecuente que las personas, de
cara a un fenómeno determinado, activen un automatismo de la búsqueda del
origen, las causas primeras y las explicaciones. Esta tendencia a encontrar los
motivos de un hecho, como bastión de la explicación, se traduce en el lenguaje verbal a través del por
qué. Ahora bien, ¿por qué lo hacemos y para qué nos sirve?
La búsqueda del
porqué, las explicaciones, el conocimiento y luego la calma
El ser humano
se preocupa por responder a los interrogantes que le produce la vida, en un
intento de tener certidumbre acerca de las cosas. No tolera la duda, la “no
respuesta”, algo que lo sumerja en el “no poder tener control” sobre
situaciones, personas, cosas.
El principio explicativo fue el principio
de las ciencias clásicas, que concebían un universo puramente
determinista. Un universo en el que la certeza, la verdad y una realidad real
convocaban a un orden que mantenía un mundo medianamente equilibrado.
Edgar Morin señala
que el principio de la explicación de la ciencia clásica veía en una
contradicción el signo de un error de pensamiento. Este principio no solo se
aplicó a las investigaciones científicas, sino que llegó a instalarse como un
estilo cognitivo sociocultural, como una forma de procesar los conocimientos. A
diferencia de todo ello, la posmodernidad reconoce y
afronta las contradicciones, y entiende que puede haber múltiples puntos de
vista sobre la misma cosa.
La lógica del
porqué causal-lineal
Ahora bien, la lógica del porqué causal-lineal es parte del discurso habitual en la interacción de los seres humanos,
en mayor o en menor medida, según
la cultura.
Seguramente que el uso del por qué, tanto en pregunta como respuesta, es utilizado
para explicar y entender desde nimiedades hasta las situaciones más complejas
de resolver. Por ejemplo: si nos duele el estómago, inmediatamente pensamos en
qué hemos comido, qué nos pudo caer mal; y si un amigo tuvo una actitud
desconcertante, nos preguntamos cuál fue la causa que lo llevó a tenerla. Es
automático que pensemos el porqué de las cosas.
En terapia, se escucha a los pacientes que se
preguntan: “pero…. ¿por qué me pasa…?; ¿Por qué a mí?; ¿Qué estoy haciendo?;
¿Por qué lo hago? Por qué, por qué y por qué”, como si esta
fuese la fórmula para lograr -encontrando la causa- la resolución del
conflicto.
El ejercicio del por qué se desarrolla
desde la crianza. En la infancia, nuestras preguntas acerca del
por qué de las cosas hace que nuestros padres nos respondan básicamente, y de
manera lineal, causa y efecto. Una y otra
vez, de cara a nuestro “¿y…por qué?”,
nuestros progenitores responden, con más o menos tolerancia, y nos allanan
interrogantes con respuestas lineales y seguras.
El término por qué es uno de los más
utilizados en el día a día. Se trata de una palabra poderosa y que
constituye un puente que posibilita acumular más información, a partir de las
respuestas. Es un término que abre el juego a nuevos conocimientos, que hace
pensar, reflexionar, buscar en los contextos, personajes, en nuestro pasado.
Estas
explicaciones causales pueden referirse a multiplicidad de motivos:
·
Podría
obedecer al contexto relacional (un porqué interaccional). Ejemplo: “yo reaccioné así porque el otro me gritó”.
·
Con
frecuencia no se continúa con el recorrido recursivo: “el otro reaccionó así porque yo le dije que no me molestara”. Por
lo tanto, se lee solamente un tramo de un circuito relacional.
Otras explicaciones más frecuentes redundan en la
búsqueda de los orígenes en el pasado, en la infancia o adolescencia haciendo
un psicoanálisis salvaje. Siguiendo esta línea de pensamiento, tal vez el
énfasis no radica ni en la circularidad ni en la linealidad, sino en la necesidad de buscar los motivos de las cosas, que
está insertada como estructura o pauta de funcionamiento mental en el ser
humano.
Las personas, de cara al desorden y la entropía de la
experiencia, intentamos colocar una cuota de orden para poder funcionar. De
esta manera, se constituyen las normas sociales, religiosas, culturales,
familiares, que imprimen la corrección y rectificación de errores frente al
aprendizaje.
Por su parte, el lenguaje verbal,
isomórficamente, mantiene reglada la comunicación mediante su
propia codificación y, en cierta medida, pauta la interacción,
mediante una sintaxis de discurso y articulaciones semánticas.
Rivotril
explicativo: ¿el antídoto para la ansiedad que produce la búsqueda de
explicaciones?
Frente a un hecho que genera incertidumbre y angustia
consecuente, la tendencia a querer encontrar el origen de su determinación
produce efectos sedativos momentáneos o duraderos. Entonces, el deseo de encontrar un porqué es algo así como un Rivotril explicativo.
Este ingreso de una nueva información, como una
construcción lingüística que genera la comprensión del suceso, lleva a que la persona sienta cierta seguridad que
le otorga estabilidad en el sistema en el que se halla inmersa.
En síntesis, el sistema en el que uno está involucrado
permanece estable. Sin embargo, frente a la irrupción de un evento o un
acontecimiento crítico (que puede ser una muerte, una mudanza, un despido
laboral, etc.) surge la ruptura del equilibrio (crisis) e
inmediatamente se produce la pregunta “¿por qué me pasó esto?”.
Así, la
explicación del hecho posibilita, mediante la comprensión y la acción,
restablecer una seguridad, como primer paso para la adquisición
de un nuevo equilibrio.
Algunos tipos
de explicaciones y sus efectos
Hay explicaciones que sirven para salir
rápidamente de un momento de tensión, pero que no cambian la situación. Son aquellas
en las que la información que aporta el porqué resulta superficial. Su
finalidad es mantener de forma momentánea el equilibrio anterior a la aparición
de un problema. En este sentido, son paliativas y no llevan a
redimensionar la perspectiva de la construcción del problema.
Por ejemplo, las racionalizaciones e
intelectualizaciones son mecanismos de defensa que pueden ser considerados
explicaciones de este tipo, en tanto y en cuanto la persona avala con
justificaciones del por qué le sucede lo que le sucede, como actitudes
conflictivas o algún rasgo sintomático. Estas son explicaciones
ansiolíticas, resuelven la ansiedad momentáneamente y
explican el fenómeno por la categoría en la que es ubicado.
Recordemos que colocamos todas las cosas de nuestro
mundo en categorías. Esto, frente la aparición de un problema, trata de
explicar la categoría en la que se lo ubica, por ejemplo: “es un mal estudiante porque es vago; Bebe mucho porque es
alcohólico”.
Ahora bien, también son frecuentes las
explicaciones ansiolíticas en las que la persona se
pregunta el porqué de un determinado estado de ánimo, como la
tristeza o la angustia, sin motivación aparente e indiferenciada, e
inmediatamente surge la necesidad de encontrar su origen.
En general, esto puede hacer que se coloque
como respuesta un elemento ingenuo o superficial externo: “me siento triste porque llueve, …el día es gris” (atribuyendo
el significado de la tristeza a la lluvia); es también común involucrar a
alguna persona afectivamente cercana (amigo, familiar, etc.), cuyas reacciones
son utilizadas como causa de una perturbación o alteración: me pasa esto porque me pones nervioso.
Las
explicaciones, las acciones y el crecimiento
La explicación ansiolítica o Rivotril
explicativo es bastante utilizada, pero se confunde con otro tipo de
explicaciones que sí provocan una modificación en las acciones
y promueven el crecimiento. Parece que cuando categorizamos lo que nos sucede,
nos sentimos más tranquilos, a pesar de que esto no conlleve un cambio de las
acciones. O sea, se le coloca un nombre a lo que nos pasa, evitando el navegar
por el mar de la incertidumbre que origina el hecho de no saber.
Pero la certeza de la explicación no
asegura un cambio en la interacción. El tema queda varado allí si no se hace algo
para cambiar. Sería interesante plantear cómo continúa el mecanismo a partir
del conocer la causa, o sea, el cómo puedo realizar una acción nueva en el
plano concreto y solucionar el problema. Los rivotriles explicativos son
seudomotivos que no agregan contenido ni provocan un cambio de pensamiento.
Las verdaderas explicaciones consisten en
recategorizar, es decir, colocar en otra categoría lo que me sucede para lograr
reformularlo. Son las explicaciones reestructurantes que promueven el cambio,
las que sabiamente producen una modificación de categoría y con ello acciones
nuevas.
Mientras tanto
parece que las respuestas ansiolíticas nos sirven para sobrevivir en un mundo
que nos llena de incertidumbre…