viernes, 27 de mayo de 2016

Psiquiatría, sí; pero crítica.

El presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría invita a una reflexión autocrítica y dice que los fármacos son un apoyo, no la solución.

MIKEL MUNARRIZ FERRANDIS | eL pAÍS | 21/02/2016

Como profesionales de la salud mental nos alegra enormemente que se debata acerca del papel de la psiquiatría, sus diferentes derivas, las modas diagnósticas o las influencias comerciales que innegablemente influyen en la prescripción. Ahora bien, al hilo del artículo que leíamos este fin de semana en EL PAÍS, nos surge un comentario. Creemos que es importante no enfocar la salud mental como un dilema psiquiatría sí/no o psicofármacos sí/no cuando la realidad clínica es harto más compleja. Al fin y al cabo si existe la antipsiquiatría es porque ninguna otra especialidad ha tenido que reunirse a votar si seguían considerando la homosexualidad como una enfermedad, como sí tuvimos que hacer nosotros. Son otros tiempos, pero lo primero para no repetir los errores del pasado es no olvidarlos. Y nuestra lista es muy larga.

La psiquiatría ha tenido una función opresora innegable, aunque también ha existido siempre un genuino esfuerzo por ayudar al que sufre y por intentar comprenderle. Pero no deja de ser llamativo que hayamos obtenido tan pocos resultados tras 50 años de tratamientos farmacológicos y psicológicos, de esfuerzos por encontrar las bases cerebrales de las enfermedades mentales, de búsqueda de diagnósticos fiables; todo ello aplicando concienzudamente la metodología basada en la evidencia. Algo se ha ganado, pero menos de lo que correspondería a tanto esfuerzo. Sin comprender lo que pasa, sin ser sensibles a los entornos familiares, sociales, económicos y políticos estaba cantado que ese esfuerzo iba a fallar. Los cerebros enferman, pero los desahucios no están en el cerebro; tampoco lo está la injusticia social, ni la vergüenza y el dolor que siente el que ha sufrido abusos sexuales.

También hemos visto aparecer efectos colaterales graves de los tratamientos en estos años. Hemos constatado que los mismos fármacos que alivian en un momento de intensa angustia también pueden arrasar la voluntad de una persona de modo que aunque no esté encerrada en un manicomio, lo parezca. Que por nombrar el malestar social con un diagnóstico y recetar un fármaco ¡o una psicoterapia! no sólo no se alivian sino que se pierden otras herramientas. Conflictos laborales que deberían resolver los sindicatos acaban en consultas de atención primaria/salud mental, resignificados en diagnósticos vagos y silenciados con Valium o coaching. Y así, podríamos enumerar cientos de ejemplos. El reduccionismo del modelo biomédico se critica en los primeros capítulos de cualquier manual de psiquiatría, pero hasta ahí llega la crítica. Quizá haya que perder el miedo a que la psiquiatría cambie su enfoque.

Modestamente, los que nos dedicamos a esto debemos reflexionar y ver qué caminos no vale la pena continuar y cuáles hay que abrir o reabrir. La psiquiatría tal y como la entendemos no nos ha dado las soluciones que nos prometió. ¿Tiene Whitaker la respuesta a todos los errores de la psiquiatría? Evidentemente no. Whitaker es un periodista que ha utilizado los datos y entrevistas de una forma divulgativa; que si bien no es muy rigurosa sí va en la línea de muchas otras investigaciones que sí lo son. Sería un error no escuchar lo que dice. Se ha dejado muchas cosas en el tintero (los determinantes sociales, las relaciones interpersonales, las experiencias traumáticas…) pero eso no quiere decir que su crítica no proceda.

¿Hacia dónde mirar ahora? ¿Qué pistas tenemos? Una muy clara es el respeto a los derechos humanos. Otra es deshacerse de los sesgos que han lastrado la investigación y la obtención de nuestro conocimiento. Hay que recuperar la curiosidad por los saberes profanos, por los saberes compartidos y por la escucha. Necesitamos una psiquiatría que no menosprecie el saber acumulado por la historia, la sociología, la antropología y tantas otras ramas del conocimiento, sólo por no hablar de moléculas. Puede que esas ramas comprendan mejor el sufrimiento humano que las concentraciones de serotonina en sangre.

Hemos de investigar, atender y tratar con miras amplias, pero también desde un modelo público y que garantice la equidad. Una crítica razonable al discurso de Whitaker es que pueda emplearse como argumento para descapitalizar la atención y abandonar a su suerte al que sufre. En un entorno como el estadounidense, donde figuras como Reagan utilizaron el discurso antiinstitucional para vaciar en una semana todos los psiquiátricos de California, es una alarma justificada. Pero en nuestro medio la situación es distinta. Hay que defender las redes de salud mental públicas, continuar humanizándolas, impidiendo que se conviertan en nuevos manicomios, y exigir que sostengan una investigación diferente y bien dotada.

Podemos criticar que se receten muchos antidepresivos, pero con lo que nos ahorremos hemos de organizar una sociedad que no se vea abocada a pedirlos; hemos de hacer algo para que el malestar no necesite vestirse de diagnóstico pero también para atajar las raíces de ese malestar.

Para que la población esté mentalmente sana no necesitamos toneladas de Valium (que lo utilizaremos, sí, pero sólo cuando sea imprescindible y como apoyo, no como solución). Necesitamos gastar el dinero en fomentar el asociacionismo juvenil, en un urbanismo solidario, en cuidar a los bebés y a sus padres, en darles acceso a toda la ayuda que necesiten, con y sin diagnósticos. Necesitamos redes sólidas de vivienda y en empleo. Es preciso invertir. ¡E incluso! evaluar los resultados.

Y dentro de otros 50 años volver a aceptar que eso está bien, pero si no hemos conseguido una sociedad mejor, estaremos todavía nadando contracorriente. Eso es lo que pensamos cuando escuchamos que “la psiquiatría no sirve de nada”. Que los profesionales de la salud mental somos como unas estaciones de bombeo que vuelven a poner en la corriente y en mejores condiciones a los que la misma corriente arrastra. Pero no conseguimos evitar que la corriente siga su curso.

Mikel Munarriz Ferrandis. Presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría- Profesionales de la Salud Mental.


Psiquiatría, sí, pero ¿cómo?.

El debate en torno al uso de los psicofármacos recorre el mundo de la psiquiatría.

JOSEBA ELOLA | El País | 21/02/2016

La publicación de una entrevista al periodista de investigación Robert Whitaker en las páginas del suplemento Ideas hace dos semanas ha reabierto varios debates que recorren el mundo de la psiquiatría. ¿Se han apoyado demasiado los profesionales de esta disciplina en la prescripción de psicofármacos en los últimos años? ¿Debería la asistencia a personas con desequilibrios mentales ser complementada con el conocimiento y el trabajo que se desarrolla en otros terrenos para ser más eficaz? ¿Hay que avanzar en la reflexión sobre los derechos de los pacientes?.

“La psiquiatría está en crisis”, decía Whitaker, en la entrevista publicada el pasado 17 de febrero. En ella, el periodista norteamericano, finalista en el Premio Pulitzer al Servicio Público por sus artículos de investigación en elBoston Globe, sostenía que esta disciplina ha difundido una historia falsa diciendo que la esquizofrenia y la depresión tienen una causa biológica y que el problema se podía curar con psicofármacos. Invitaba a una reflexión sobre esta cuestión a la luz del aumento del número de enfermos y de la duración de los tratamientos (matizando que hay pacientes para los que la medicación es necesaria y eficaz).
El debate está vivo y las cartas enviadas al suplemento Ideas se pueden leer al final de esta noticia.

La respuesta no tardó en llegar. Y se publicó también en este suplemento, el pasado 14 de febrero. Miguel Gutiérrez Fraile, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco, cargaba contra la entrevista publicada y reivindicaba el papel desempeñado por los psicofármacos para dignificar la vida de los pacientes con trastornos graves, antes recluidos en sanatorios. Defendía que el uso de fármacos ha aumentado como en otras disciplinas médicas y que el aumento bruto de trastornos mentales en los últimos 40 años con toda probabilidad no es distinto porcentualmente al del de, por ejemplo, el cáncer de páncreas.

Pues bien, esta semana, llegaban a la redacción del suplemento Ideas tres nuevas cartas: dos de ellas, contestando la visión transmitida por Gutiérrez Fraile y una tercera centrada en pedir que se piense en los enfermos. Mikel Munarriz Ferrandis, presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, celebra que se haya abierto el debate y aboga por la autocrítica. Sostiene que los psicofármacos son imprescindibles como apoyo, pero que no son la solución y asume que resulta llamativo que se hayan obtenido tan pocos resultados en los últimos 50 años de tratamientos farmacológicos y psicológicos. Invita, por tanto, a que la psiquiatría pierda el miedo a nuevos enfoques y se abra a los saberes de otras ramas del conocimiento.

En esta idea incide la carta enviada por Nel A. González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España, que también celebra que se produzca el debate. Esta organización que agrupa a 300 entidades y asociaciones de personas con trastorno mental y familiares aboga por abordar reformas estructurales en la asistencia a los enfermos con una intervención, coordinada y en igualdad de condiciones, de profesionales de distintas disciplinas (psiquiatría, psicología, enfermería, trabajo y educación social, terapia ocupacional, integración laboral) .

Por su parte, Manuel Desviat, psiquiatra que ha sido presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, insiste en la idea de que los psicofármacos son herramientas auxiliares, muchas veces útiles, como pueden ser los análisis clínicos, pero que no son la esencia de la atención a los enfermos. Y cierra su carta criticando la excesiva presencia de los laboratorios farmacéuticos en la formación de los profesionales.


domingo, 22 de mayo de 2016

Ser feliz: cómo gestionar las emociones.

PSIQUIATRIA

MARIAN ROJAS ESTAPÉ – Comprender es aliviar.com – 15/03/2015

(Artículo resumen sobre la conferencia impartida en México)
La felicidad es una garantía de longevidad. Como bien explica el Dr. Daniel G. Amén, el cerebro es el hardware del espíritu. Su funcionamiento determina lo felices que somos, cómo son nuestros sentimientos o  cómo interactuamos con los demás.

El sufrimiento emocional deja huella en nuestros genes. Los manguitos que se encuentran en los extremos de los cromosomas, los telómeros, disminuyen con el tiempo, con las enfermedades y con el estrés. La buena noticia es que nuestras propias experiencias pueden alterar el material genético, a esto se denomina epigenética.

La felicidad es una forma de vivir en el mundo. Consiste en aprender a ver la vida con un filtro que nos aporte sentimientos de bienestar y equilibrio. Para ello es preciso haber superado los traumas, conflictos y heridas del pasado. Una persona que vive anclada en un pasado traumático no consigue ser feliz porque la felicidad consiste en tener ilusión. La felicidad viene por tener motivos por los que levantarse cada mañana.

Nuestros pensamientos y sentimientos alteran nuestro mundo interior. Tienen un impacto importante en la mente y en el organismo. Los pensamientos negativos como ira, rabia, frustración, desesperanza, alteran el riego sanguíneo en el centro del optimismo del cerebro, la corteza prefrontal izquieda. Nuestra mente no distingue realidad de ficción. Por tanto, cualquier pensamiento que nos aturda, nos obsesione, tiene un reflejo en el cuerpo. Los estados de alerta y estrés permanentes, generan la hormona del cortisol, que de forma crónica induce cambios en el cuerpo: a nivel gastrointestinal, neurológico, alteración en la tiroides, disminución del sistema inmunológico, muerte de neuronas en el hipocampo (zona de memoria y aprendizaje), cansancio, tristeza, apatía, y un largo etc. Según la Universidad de Harvard, del 60 a 80% de las enfermedades que padecemos tiene relación directa con las emociones tóxicas.

Hoy en día sabemos cómo mejorar el equilibrio hormonal y ayudar a eliminar ese exceso de cortisol que bloquea y perjudica nuestro cuerpo. Algunas de esas claves son el ejercicio físico, practicar los pensamientos positivos y eliminar los negativos, saber manejar a las personas tóxicas del entorno (acercándonos a laspersona vitamina) y practicando técnicas de meditación, mindfulness por ejemplo.
Existe un elemento fundamental en este proceso: aprender a manejar las emociones, ya que estas son las que influyen directamente en nuestro organismo. Para ello hace falta:

1-Conocerse: focalizarnos en nuestras virtudes. Quien no se conoce, no se comprende ni acepta  y por tanto no puede superarse y mejorar.

2- Evitar el exceso de autocrítica y exigencia: huir del perfeccionismo excesivo, ya que el perfeccionista es el eterno insatisfecho. Cuidado con el autoboicot, es esencial aprender a dominar la voz interior. Grandes entrenadores del tenis han tratado estos temas; a igualdad de nivel, gana quien domina su mente. Lo explica de manera clara Timothy Gallwey en su libro “el juego interior”.

3- Fijarnos metas y objetivos: sueña en grande, actúa en pequeño. No tengas miedo de dejar volar tu corazón pero, a continuación, realiza un plan de acción y una estrategia. No te quedes únicamente en el sueño. Actúa en consecuencia. Decía Aristóteles: “No hay viento favorable para quien no sabe adónde va“. Si perdemos de vista nuestros sueños, metas, acabaremos siendo esclavos de lo inmediato. El año pasado salió publicado un artículo interesante al respecto. Las personas con una meta o propósito en la vida tienen menor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y un menor riesgo de mortalidad.

4- Trabajar la voluntad. Esta se adquiere con aprendizaje tratando de fortalecer un sistema de control inteligente. Es la fuerza superior de la mente que nos permite alcanzar una meta, no de manera impulsiva sino cerebral.
5- Mejorar en asertividad. Es encontrar el puente intermedio entre aceptar que todo lo decidan los demás por nosotros o no ser capaz de tener un pensamiento objetivo y respetar las ideas de otros. “Digo si cuando quiero decir no; cuando digo no, me siento culpable”.

6- Aprender Inteligencia emocional. Esto significa, entender y expresar mis emociones; entender y empatizar con las emociones de otros y controlar emociones, la impulsividad.

7- Educar el optimismo. Se puede. Cualquier situación puede verse en clave de problema o en clave de solución. Hay que cambiar el lenguaje y empezar a usar palabras que evoquen entusiasmo, alegría, ilusión. Desechar las palabras tóxicas que nos anulan y alteran el riego sanguíneo. El optimismo llama a la ilusión y a la pasión, y estas tienen un efecto directo sobre el cerebro y la neuroplasticidad. Se ha observado que en las personas que practican el optimismo, se produce una neurogénesis: células madres se convierten en neuronas en tres semanas y migran al hipocampo.


Como bien decía Ramón y Cajal en 1984: “El órgano del pensamiento es, dentro de ciertos límites, maleable y susceptible de ser perfeccionado mediante ejercicios mentales convenientemente dirigidos”.

martes, 17 de mayo de 2016

Adolescentes deprimidos, medicalizados sin pruebas.

PSIQUIATRÍA | Fármacos sin evidencia científica
La paroxetina no es segura en menores como defendía GSK
Un estudio 'apadrinado' por el laboratorio ha sido ahora revisado
Los psiquiatras defienden la terapia como primera opción para estos jóvenes

MARÍA VALERIO | Madrid | El Mundo | 17/09/2015

Estudios como el que hoy se publica en la revista British Medical Journal no ayudan precisamente a que la industria farmacéutica proyecte una buena imagen ante la sociedad. Un grupo de científicos independientes ha reanalizado los datos de un ensayo sobre dos antidepresivos en adolescentes y concluye que no son ni tan seguros ni tan eficaces como el laboratorio GSK quiso hacer creer durante años.

En 2001, un trabajo en la revista JAACAP concluyó que los antidepresivos paroxetina e imipramina eran más eficaces que el placebo para el tratamiento de la depresión adolescente. Aunque la propia agencia estadounidense del medicamento (FDA) prohibió el uso de paroxetina en menores de 18 años, millones de adolescentes americanos ya habían recibido paroxetina durante ese tiempo.

Un grupo de autores del BMJ, dedicados a rescatar del olvido estudios antiguos que deberían ser revisados, ha reanalizado aquel ensayo de 2001 con 275 adolescentes gracias a documentos confidenciales y ha lanzado la voz de alarma. Ambos medicamentos (paroxetina e imipramina) no sólo no son eficaces en el tratamiento de adolescentes con depresión, sino que su uso en esta población aumenta el riesgo de ideas suicidas o problemas cardiacos.

Ya en 2012 el laboratorio británico Glaxo Smith Kline pagó una multimillonaria multa en EEUU (3.000 millones de dólares) por la promoción fraudulenta de paroxetina, alegando beneficios del fármaco no demostrados. Sin embargo, ni siquiera con toda esta documentación sobre la mesa, la revista científica en la que aparecieron los datos falsos ha admitido retractarse o retirar el artículo.

Como denuncia uno de los editores de la revista en un comentario, Peter Doshi, el ensayo de 2001 apareció nada menos que bajo la firma de 22 autores, aunque la persona realmente encargada de redactar los resultados fue Martin Keller, un psiquiatra investigado en los años 90 por sus vínculos no declarados con la industria.

En un comunicado remitido por GSK a este periódico, la compañía defiende que ha proporcionado acceso a los datos "dentro de su compromiso de transparencia" que, entre otras cosas, "incluye la publicación de los datos de todos los estudios, independientemente de que sus resultados sean positivos o negativos".

Como explica a EL MUNDO el doctor Celso Arango, jefe de Psiquiatría del Niño y el Adolescente en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, "lo que viene a señalar esta investigación es la precariedad y las limitaciones de los estudios que pretenden demostrar la eficacia de la paroxetina. No son de buena calidad. Se trata de una población [la pediátrica] pequeña, que económicamente no es tan rentable y, por lo tanto, no se pone suficiente interés en los ensayos. Al no haber retorno económico, la robustez y la calidad en la metodología es menor".

Hoy por hoy, como aclara Arango, la paroxetina sólo está aprobada -tanto en Europa como en EEUU- para mayores de 18 años. En niños y adolescentes con depresión de moderada a severa, como destaca por su parte el doctor Fernando González Serrano, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y el Adolescente (SEPYPNA), en la mayoría de los casos se intenta primero el tratamiento con psicoterapia, y sólo si ésta no funciona se recurre a la terapia farmacológica con fluoxetina (otro antidepresivo sí indicado en menores "sin efectos secundarios relevantes", aclara Arango).

Como explica el doctor González, la depresión adolescente suele tener un componente muy situacional y en muchos casos las sesiones de psicoterapia en grupo funcionan muy bien. "Es conveniente darnos un tiempo y ver su evolución porque si no existe el riesgo de medicalizar innecesariamente y recurrir rápidamente a los fármacos".

Como explica el doctor González, en cualquier caso, "en general en Europa y en España, la utilización de los tratamientos farmacológicos es más prudente que en EEUU". Una idea que comparte el doctor Arango, que recuerda que en población adolescente, "reservamos los antidepresivos sólo para los casos moderados y graves, no para los leves".

En cuanto a la imipramina, "es un antidepresivo tricíclico que lleva más de 60 años en el mercado. Así como está indicado por ser eficaz para los menores con tratamiento obsesivo compulsivo, no lo está para la depresión de los adolescentes", concluye Arango.
  

viernes, 13 de mayo de 2016

La patología del éxito.

PSICOLOGÍA
Vivimos en una sociedad que valora a los triunfadores. Sin embargo, ¿qué es serlo? ¿Y qué es el fracaso? ¿Por qué hay personas que convierten su vida en una competición?

BORJA VILASECA | El País | 02/08/2015

Cuenta una historia que un anciano empresario le regaló a su nieto el juego del Monopoly por su decimoctavo aniversario. Era verano y el joven disfrutaba de sus vacaciones antes de comenzar la carrera de Económicas. Era un chico ambicioso. Quería superar la fortuna acumulada por su abuelo. Por las tardes, los dos se sentaban junto al tablero y pasaban horas jugando. A pesar de la frustración de su nieto, el empresario seguía ganándole todas las partidas, pues conocía perfectamente las leyes que regían aquel juego.

Una mañana, el joven por fin comprendió que el Monopoly consistía en arruinar al contrincante y quedarse con todo. Y hacia el final del verano, ganó su primera partida. Tras quedarse con la última posesión de su mentor, se enorgulleció de ver al anciano derrotado. “Soy mejor que tú, abuelo. Ya no tienes nada que enseñarme”, farfulló, acunando en sus brazos el botín acumulado.

Sonriente, el empresario le contestó: “Te felicito, has ganado la partida. Pero ahora devuelve todo lo que tienes en tus manos a la caja. Todos esos billetes, casas y hoteles. Todas esas propiedades y todo ese dinero… Ahora todo lo que has ganado vuelve a la caja del Monopoly”. Al escuchar sus palabras, el joven perdió la compostura.

Y el abuelo, con un tono cariñoso, añadió: “Nada de esto fue realmente tuyo. Tan solo te emocionaste por un rato. Todas estas fichas estaban aquí mucho antes de que te sentaras a jugar, y seguirán ahí después de que te hayas ido. El juego de la vida es exactamente el mismo. Los jugadores vienen y se van. Interactúan en el mismo tablero en el que lo hacemos tú y yo. Pero recuerda: nada de lo que tienes y acumulas te pertenece. Tarde o temprano, todo lo que crees que es tuyo irá a parar nuevamente a la caja. Y te quedarás sin nada”.
oven escuchaba cada vez o verdaderamente importante en la vida?”.
Muchas personas suben ciegamente peldaño a peldaño por la escalera que creen que les conducirá al éxito. Y solo al llegar a la cima se dan cuenta de que han colocado la escalera en la pared equivocada”- Stephen Covey

Por más absurdo que nos pueda parecer al leerlo, hay personas que prefieren tener éxito a ser felices. Y eso que lo uno no es incompatible con lo otro. Sin embargo, entran en conflicto cuando la aspiración de lograr reconocimiento a toda costa se convierte en una patología; eso sí, socialmente aceptada.
Al mirar con lupa las motivaciones ocultas de quienes sueñan con recibir premios, salir en la foto y gozar del aplauso de multitudes, observamos una serie de rasgos en común. En primer lugar, comparten un profundo miedo al fracaso, un temor irracional de no “llegar a ser alguien”. Ese es el motor oscuro de muchas de sus decisiones y de casi todos sus actos. Esta es la razón por la que suelen ser adictos al trabajo o workaholics. En casos extremos, se sienten culpables si no están ocupados con quehaceres productivos, considerando el ocio y el descanso como una pérdida de tiempo.
Si bien suelen vivir desconectados de sí mismos, de sus emociones y sentimientos, están completamente enchufados al móvil y al ordenador portátil. En el nombre de la eficiencia y la profesionalidad, siempre están disponibles para sus jefes y clientes, relegando a la familia y los amigos a un segundo plano. Son ambiciosos y muy competitivos, y tienden a mantener relaciones basadas en el interés. Para ellos la vida es un concurso, una carrera, una competición. Sin embargo, se obsesionan tanto con ganar y llegar a la meta que a menudo se muestran incapaces de disfrutar del camino.
De forma inconsciente, desarrollan una máscara deslumbrante, forjada por medio de prestigiosos títulos académicos y pomposos cargos profesionales. Gozar de una buena imagen es otra de sus prioridades. De ahí que suelan ser víctimas de la vanidad: si los demás no les reconocen los logros y méritos cosechados, ellos mismos se encargan de que todo el mundo se entere.
Podríamos decir que su flor preferida es el narciso. Y que entre sus animales favoritos se encuentra el pavo real. Debido a su carácter exhibicionista, saben cautivar la atención de los demás, desplegando un encanto personal bien calculado; son expertos en crear una magnífica impresión de sí mismos. A su vez, se les puede identificar con el camaleón, pues también son maestros en el arte de adaptarse a sus interlocutores, mostrando aspectos de su personalidad que les garanticen una buena reputación social.
Creen que si no brillan, sobresalen o destacan, serán invisibles a los ojos de la gente y, en consecuencia, indignos de reconocimiento. Muchos de estos adictos al éxito logran finalmente llegar a la cima. Pero algunos se encuentran con una sensación de vacío insoportable. De pronto tienen lo que siempre habían deseado. Paradójicamente, sienten que dichas recompensas carecen de sentido. Una vez conquistado el mundo se dan cuenta de que por el camino se han perdido a sí mismos.
Detrás de esta compulsión por el éxito se esconde una dolorosa herida: la de no sentirse valioso por el ser humano que es, poniendo de manifiesto su falta de autoestima. Así, en vez de obsesionarse por el reconocimiento ajeno, es fundamental que aprendan a re-conocerse a sí mismos. Es decir, saber quiénes son verdaderamente, yendo más allá de la máscara que han ido creando para seducir a la audiencia que los rodea.
Para lograrlo, han de redefinir sus prioridades, sus aspiraciones, así como su concepto de éxito, atreviéndose a tomar decisiones movidas por valores que de verdad les importen. Es entonces cuando muchos toman consciencia de que ser feliz vale más que tener éxito. Y en la medida que empiezan a ser fieles a sí mismos, a los dictados de su corazón, a menudo emprenden una senda profesional mucho más vocacional, orientando su existencia al bien común y no tanto a su propio interés. Lo curioso es que tarde o temprano llega un día en que el éxito aparece como resultado.
Sabios de todos los tiempos nos recuerdan una y otra vez algo que tendemos a olvidar: “El mayor triunfo es ser uno mismo”. En caso de no saber por dónde empezar, podemos seguir las indicaciones de Antoine de Saint-Exupéry: “Procura que el niño que fuiste no se avergüence nunca del adulto que eres”. Para ello, no nos queda más remedio que escuchar con atención a nuestro corazón. Él sabe perfectamente quiénes somos y cuál es nuestro propósito en esta vida. Nuestro corazón lo sabe todo acerca de nosotros. El quid de la cuestión es si somos lo suficientemente valientes para escucharlo.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Barreras físicas para reducir los suicidios.

PREVENCIÓN | En lugares peligrosos
Las redes y barreras en puentes y acantilados ayudan a reducirlos
Muy pocos países incluyen la prevención de este tema entre sus prioridades

LAURA TARDÓN | Madrid | El Mundo | 28/09/2015

Medidas de seguridad como la instalación de redes y barreras en puentes altos y acantilados pueden ayudar a reducir el número de muertes por suicidio en más de un 90%, según afirma un consorcio de expertos a través de un artículo publicado en la revista científica The Lancet Psychiatry.

Dado que "no hay demasiados datos sobre la efectividad que tienen estos dispositivos" a la hora de evitar finales fatales, científicos de la Universidad de Melbourne (Australia) presentan un meta-análisis en el que evalúan el efecto de tres tipos de intervención: aquella enfocada a restringir el acceso a determinados lugares de peligro (como terrazas en edificios altos, vías del tren, etc.), iniciativas que alenten la búsqueda de ayuda (mediante la colocación de señales y teléfonos de emergencias) y otras que aumenten las probabilidades de que un tercero entre en acción para ayudar (vigilancia mediante cámaras de televisón y patrullas de suicidio).

"Utilizamos diferentes modelos para valorar el impacto de cada uno de los abordajes de forma aislada y también en combinación", argumenta Jane Pirkis, principal autor de esta investigación y profesor en el centro de Salud Mental de la Universidad de Melbourne.

Pirkis y sus colegas realizaron una revisión sistemática centrada en 23 artículos (correspondientes a 18 estudios, con sus comentarios). Compararon el número de suicidios en distintos puntos de acceso, antes y después de la integración de medidas de prevención. Así es como observaron que las intervenciones, efectivamente, disminuían significativamente la tasa de fallecimientos. Concretamente, se redujo de un promedio de 5,8 suicidios por año (es decir, 863 suicidios en 150 años de estudio) a 2,4 (211 suicidios en 88 años de estudio).

Haciendo una traducción más específica, las medidas que restringen el acceso a lugares peligrosos dieron lugar a “un 93% menos de suicidios por año”. La colocación de señales y teléfonos de emergencia para solicitar ayuda conseguía reducir la tasa global un 61% y la instalación, por ejemplo, de cámaras de vigilancia, lograba disminuir el número de fallecimientos de este tipo un 47%.

"Estas intervenciones son clave. Tienen el potencial de complementarse entre sí y ganar tiempo para dar la oportunidad al individuo a reconsiderar sus acciones e incluso facilitar la intervención de un tercero", subraya el profesor Pirkis.

En un comentario que acompaña a este trabajo, de Eric Caine, del centro de investigación de control de lesiones en la prevención del suicidio de la Universidad de Rochester Medical Center (EEUU), señala que "el bloqueo del acceso a uno de los puntos peligrosos ayuda a construir conciencia y a prevenir suicidios. Sin embargo, dado el pequeño número de personas implicadas en estas circunstancias, conviene dar fuerza a un enfoque más global, trazando un plan de sensibilización que logre efectos sostenidos". Por ejemplo, con iniciativas relacionadas con el acceso a los principales métodos empleados para el suicidio, como las armas de fuego o los medicamentos; fomentar políticas para reducir el consumo abusivo del alcohol; potenciar una información responsable en los medios de comunicación y favorecer el diagnóstico precoz y tratamiento de personas con un problema de salud mental, abuso de sustancias o dolor crónico.

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS), coincidiendo con el Día Mundial para la prevención del suicidio, el pasado 10 de septiembre, ha animado a todos los países a aumentar la sensibilización sobre la prevención y desarrollar estrategias integrales con un enfoque de salud pública. Se trata de uno de los ejes prioritarios del plan de acción de salud mental 2013-2020, que entre otras cuestiones propone reducir las tasas nacionales de suicidios en un 10% para el año 2020.

Por desgracia, lamentan expertos de la OMS, hay muy pocos países que incluyan la prevención del suicidio entre sus prioridades sanitarias y sólo 28 han desarrollado una estrategia nacional para abordar este problema. De hecho, sólo 60 países disponen de un registro de calidad que sirva para elaborar estadísticas y evaluar la evolución del problema. Faltan datos.

Según estimaciones de este organismo, cada año, más de 800.000 personas se quitan la vida y muchas más intentan hacerlo a nivel mundial.


lunes, 9 de mayo de 2016

"La marihuana es una llave que abre el gen dormido de enfermedades psiquiátricas".


ALDEAVIRAL – 20/04/2016

Además de provocar adicciones, fumar marihuana puede desarrollar la aparición repentina de enfermedades psiquiátricas como depresión, ansiedad y esquizofrenia, advirtió Alfonso Zavaleta, experto de Cedro.
“La marihuana funciona como una llave, y si alguien tiene el gen dormido de una enfermedad psiquiátrica, esa droga lo puede activar”, señaló el consultor del Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas (Cedro).
Esta hoja es la droga ilegal más consumida del mundo. En países como Holanda se aprobó su consumo con fines recreacionales. Sin embargo, a la luz de los resultados, las autoridades de ese país están mirando el tema con otra perspectiva, más aún cuando durante el 2013, se registró la tasa más alta de solicitud de atención médica por dependencia a la marihuana a nivel de la Unión Europea.
No debe usarse como medicina
Asimismo, Zavaleta refirió que en ningún país del mundo se recomienda la marihuana fumada como medicina. “Solo algunos países la han legalizado para uso recreacional mas no terapéutico”, afirmó.
Explicó que la hoja de marihuana tiene en su interior un total de 66 cannabinoides, que son moléculas de alcoholes, de los cuales el conocido como Delta 9 o THC es el causante de las alteraciones que sufre quien la consume.
Zavaleta señaló que en caso de Chile, lo que se ha autorizado es el uso del principio activo THC para aliviar los terribles dolores que sufren los pacientes con cáncer terminal.
“Ese tipo de tratamiento no es el primero a aplicar ni tampoco el mejor, pues antes de eso se debe administrar otra línea de productos y llegar al THC solo cuando las demás medicinas no le hacen ningún efecto al paciente para atenuar el dolor”, comentó.
Con esa finalidad, dijo, en Chile se ha dispuesto destinar un área para plantación legal de marihuana. A partir de esas hojas, se hacen extracciones de ese principio activo y se otorga tratamiento humanitario a ese tipo de pacientes.

Advirtió que el riesgo es que el paciente desarrolle una adicción a esa sustancia, tan igual como si se fumara y por eso es considerado el último recursos médico, sobre todo en el tratamiento a pacientes con dolor crónico, a quienes sufren vómitos por el tratamiento con quimioterapia por cáncer y a los enfermos de Sida que sufren a su vez anorexia y no se alimentan, por lo que requieren estimular el apetito.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Detectar problemas de conducta en niños y adolescentes.

PSIQUIATRÍA
El comportamiento agresivo o el desafío a las figuras de autoridad son algunos de los síntomas que alertan sobre un posible trastorno de comportamiento
La Vanguardia  | Barcelona |28/04/2015

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La Dra. Conxita Puig, psiquiatra infanto-juvenil, nos explica cómo detectar y tratar los trastornos de conducta de los niños y adolescentes.

¿Cuáles son los trastornos de conducta de la adolescencia que se diagnostican más en las consultas?.- En primer lugar hay que detallar que cuando hablamos de trastornos de conducta no estamos haciendo más que describir un comportamiento que consideramos socialmente inaceptable. Este puede atentar contra otros y perjudicar al propio paciente ya que tienen como consecuencia un deterioro social, académico, cognitivo y emocional.

En algunos casos puede ser consecuencia de otro trastorno, como por ejemplo de un trastorno depresivo, de un trastorno por déficit de atención con hiperactividad TDAH o de un trastorno psicótico.
En otros casos podemos ver trastornos de conducta, como el oposicionista desafiante que se pueden presentar sin otra patología de base.
Lo más frecuente es que se presenten como trastornos comórbidos de un TDAH en primer lugar y de estados depresivos o distímicos. Finalmente también se puede tratar de estados psicóticos.
Puede ocurrir que en determinados momentos del desarrollo del niño, no dispongamos de síntomas suficientes como para realizar un diagnóstico con total seguridad. Quizás porque el trastorno está en sus inicios y presenta poca sintomatología, como ocurre en ocasiones con los trastornos psicóticos sub- clínicos o en trastornos distímicos. Estos son estados depresivos de larga evolución en los que los síntomas depresivos pueden presentarse de forma aparentemente leve pero persistente.
¿En qué se caracteriza un trastorno de conducta?
Los niños o adolescentes con trastornos de conducta tienen comportamientos de desafío a las figuras de autoridad, enfrentamientos con los adultos o con los iguales, episodios de agresividad física o verbal. Suelen perder la calma fácilmente, se molestan o enfadan por cualquier cosa. Son muy discutidores, molestan a los demás.
En el peor de los casos, pueden verse involucrados frecuentemente en peleas -a menudo las inician ellos mismos- o tener un comportamiento agresivo o acosador hacia otros. Pueden atentar contra las propiedades de los demás debido a un comportamiento destructivo o por robos.
¿Ante qué actitudes de comportamiento se deben alertar los padres?
Si los padres observan que sus hijos tienden a enfrentarse a los compañeros ocasionando conflictos o se enfrentan a los profesores, están huraños o de mal humor con frecuencia, tienen respuestas desafiantes o intentan incumplir las normas establecidas en el colegio o en casa, deberían alertarse sobre la posibilidad de que su hijo presente un problema de conducta que deba ser evaluado y tratado adecuadamente.
¿A qué edades se puede detectar un trastorno de conducta?
Se puede detectar un trastorno de conducta desde la primera infancia, aunque el tratamiento pueda ser distinto a cada edad.
¿La detección precoz es importante para su correcta actuación?
La detección precoz es fundamental para tratar adecuadamente al niño y tratar de evitar que la conducta perturbadora y conflictiva se establezca como una norma, estilo o hábito de comportamiento en este niño o adolescente.
¿Los adolescentes aceptan el diagnóstico? ¿Cómo se aborda terapéuticamente?
Difícilmente un adolescente acepta un diagnóstico de trastorno de conducta expresado de esta forma.

De todas maneras, a pesar de la hostilidad que provocan estos pacientes en los que les rodean, no hay que olvidar que los problemas de conducta, generalmente se presentan en pacientes que padecen algún trastorno de base como un TDAH, o un trastorno depresivo o psicótico, que provocan un sufrimiento en el adolescente.

Hay que hablar al paciente a partir de su propio sufrimiento para que acepte un diagnóstico y la ayuda necesaria, sin culpabilizarle. Hay que generar un alto grado de responsabilidad en la resolución de su problema.
¿Los trastornos de conducta están asociados a otras patologías?
Se pueden presentar trastornos de conducta, trastornos oposicionistas desafiantes o explosivos sin otra patología de base, pero en muchas ocasiones, como ya decía al principio, pueden ser el reflejo de un trastorno depresivo, ansioso, psicótico o un TDAH.
Los niños o adolescentes pueden tener serias dificultades para expresar sus inquietudes y sufrimiento. A menudo este se expresa con conflictos en el área de la conducta.
¿El compromiso familiar es fundamental para la adhesión y control del trastorno?
Es fundamental en la detección de los problemas, en la coordinación de la ayuda que necesitara su hijo, como hablar con los profesores y recoger la información que estos les puedan proporcionar, buscar ayuda de profesionales especialistas, y en el seguimiento posterior.
Con tan importante papel, con frecuencia también los padres necesitarán ayuda y asesoramiento para poder actuar de la forma más adecuada en cada momento.
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