viernes, 17 de abril de 2020

El bullying o el estrés prenatal pueden desencadenar psicosis en la adolescencia

ABC   |   Barcelona   |   13/12/2019

Las experiencias estresantes tempranas en los primeros años de vida como el maltrato infantil o el bullying o incluso el estrés prenatal son factores de riesgo de presentar experiencias psicóticas y desarrollar un trastorno psicótico durante la adolescencia o la etapa adulta.

Así lo ha manifestado el psiquiatra Xavier Labad, miembro de la Sociedad Catalana de Psiquiatría y Salud Mental (SCPiSM), de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña, durante una jornada que se celebró en Barcelona sobre «Esquizofrenia y otras Psicosis».

Desde el punto de vista biológico, Labad ha explicado que se ha comprobado que determinadas hormonas relacionadas con el estrés, como por ejemplo el cortisol, factores inflamatorios y alteraciones genéticas y epigenéticas actúan como posibles mecanismos causantes de alteraciones cerebrales y riesgo de sufrir una psicosis en el futuro.

«Desde el punto de vista psicológico también se sabe que el trauma infantil puede impactar negativamente en estilos de pensamiento con errores cognitivos que se asocian a un mayor riesgo de sufrir una psicosis. Sin embargo, el cese de estas experiencias estresantes disminuye el riesgo de presentar síntomas psicóticos», ha añadido el especialista.

Labad ha insistido en que «hay que intervenir precozmente con estrategias preventivas en personas vulnerables, especialmente durante la infancia o la adolescencia, a fin de preservar su salud mental y disminuir el riesgo de sufrir, en el futuro, una enfermedad mental».

Por su parte, Judith Usall, también miembro de la SCPiSM y una de las organizadoras de la jornada, ha señalado que los trastornos psicóticos constituyen un grupo de enfermedades mentales con una repercusión muy importante en la evolución vital y la funcionalidad de las personas que las padecen. «Una de las patologías más importantes dentro las psicosis es la esquizofrenia que, en toda Cataluña, afecta a un 1 % de la población, similar en porcentajes en el resto del mundo», ha especificado Usall.

Marta Coromina, otra de las organizadoras de la jornada, ha añadido que la esquizofrenia «es crónica y necesita recursos sanitarios y sociales de por vida». «También hay otros trastornos psicóticos, como la psicosis posparto, algunas psicosis en el trastorno bipolar, las psicosis secundarias a enfermedades médicas o tratamientos farmacológicos, y las secundarias al consumo de sustancias", ha añadido Coromina, que ha señalado la importancia de estudiar diferentes abordajes terapéuticos para conseguir "una mejor funcionalidad y una disminución de los efectos secundarios derivados de los fármacos».

La jornada la ha organizado la SCPiSM y la ha dirigido Gemma Garcia-Parés, con la participación de más de 150 profesionales, con el objetivo de dar formación basada en la evidencia tanto sobre las actuaciones preventivas como sobre los tratamientos psicológicos, psiquiátricos y sociales de cada síndrome psiquiátrico.


jueves, 16 de abril de 2020

Cómo activar el sistema inmunitario psicológico para resistir mejor la crisis del coronavirus

ROCÍO NAVARRO MACÍAS   |   La Vanguardia   |   15/04/2020

Fortalecer nuestras defensas mentales nos aleja de la negatividad y también mejora la respuesta del organismo.

Igual que el cuerpo cuenta con herramientas para combatir virus y bacterias y salvaguardar la salud física, la mente dispone de sus propios mecanismos que la mantienen en equilibrio. Su herramienta es el sistema inmunitario psicológico. “Por una parte nos ayuda a enfocar nuestros objetivos en la vida en todo momento y, por otra, a protegernos frente a situaciones conflictivas. Ayuda a gestionar mejor el miedo, la ansiedad y el estrés”, comparte el psicólogo sanitario José Elías.

Mantener en forma nuestras defensas mentales es fundamental para sobrellevar situaciones adversas como la crisis epidemiológica a la que se enfrenta la sociedad en estos momentos. Un buen escudo psicológico nos aleja de la negatividad y es fundamental para adaptarse, con optimismo, a las circunstancias. ¿Quieres saber cómo fortalecerlo?

¿Cómo funciona?   |   Un mecanismo automático que tenemos todos los humanos

Cuando nos anticipamos a una situación desagradable, el córtex prefrontal simula una “realidad” basada en el potencial sufrimiento. Sin embargo, cuando el escenario sucede, la respuesta suele ser mejor de lo que esperábamos. Lo que explica esa positividad inesperada es el poder del sistema inmunológico psicológico. Las situaciones desafortunadas tienen un golpe más débil de lo que parecían.

“Este sistema nos permite sobrellevar no solo los pequeños problemas cotidianos, sino también situaciones muy complicadas. Es cierto que ante hechos traumáticos tenemos que sucumbir en la tristeza, pero la calidad de nuestro sistema inmune facilitará la recuperación”, comparte Elías.

Se trata de un mecanismo automático que todos los humanos tenemos. Lo desarrollado que esté dependerá de la calidad de los pensamientos y sentimientos. “Para activarlo, reforzarlo y mantenerlo en estado óptimo es necesario aprender a percibir la realidad cotidiana desde ópticas más alegres y felices. Ante la mayoría de acontecimientos de la vida podemos pensar positiva o negativamente, y eso afianzará o debitará nuestro sistema inmune mental”.

Resiliencia y autoestima   |    Los recuerdos influyen

Según J. Westermann de la Universidad de Luebeck y su equipo, se puede establecer un paralelismo en la consolidación de la memoria psicológica e inmunológica. El sistema inmune recuerda los contactos con antígenos creando células T de memoria, que duran meses o años, y ayudan al cuerpo a reconocer una infección previa, respondiendo rápidamente en caso de nuevo contacto. “Lo mismo pasa con el sistema inmune mental, los recuerdos influyen en su activación y reforzamiento o debilitamiento dependiendo de su signo e intensidad. Si son positivos generamos un estado emocional que nos permite actuar mayor eficacia y seguridad en el futuro”, explica Elías.

Tener la capacidad de adaptarse a situaciones adversas es esencial para mantener un sistema inmunológico psicológico saludable. “El sistema inmune psicológico está relacionado directamente con la resiliencia, ya que las personas resilientes tienen pensamientos positivos frente a los hechos traumáticos que les suceden, por lo que están reforzándolo constantemente”, indica el psicólogo.

En ello coincide psicólogo clínico y profesor de la Universidad Complutense José Antonio Portellano, que indica cómo el sistema inmune psicológico se ve favorecido por la resiliencia, pero también por una buena autoestima y la práctica de la psicología positiva. “Autoestima no es sinónimo de narcisismo, sino sentimiento de apego y bienestar con nosotros mismos. Cultivarla consiste en focalizar sobre los aspectos positivos de nuestra personalidad, tratando de ponerlos en valor para contribuir a mejorar nuestro sentimiento de bienestar”, continúa.

Se puede mejorar   |  También ayuda a la salud general

Desde hace mucho tiempo se tiene constancia de que el optimismo, la esperanza y la resiliencia favorecen la salud física, tal y como puso de relieve Gregorio Marañón. “El sistema inmune psicológico es el componente cognitivo y emocional que facilita la protección del sistema inmunitario, interactuando con los componentes biológicos del mismo. Los estados mentales positivos favorecen la inmunoactivación, mientras que los de signo opuesto contribuyen a la inmunosupresión”, comparte Portellano.

“Aunque realmente no existen células inmunitarias psicológicas, los estados mentales pueden activar o deprimir la respuesta del sistema inmunitario, favoreciendo o perjudicando la salud de la persona”, matiza el psicólogo.

Aunque el sistema inmunitario psicológico surge de forma innata, ciertos hechos traumáticos en la infancia o ambientes hostiles pueden mermarlo. “Afortunadamente, como toda capacidad o habilidad mental, podemos desarrollarlo si realizamos determinados ejercicios”, comparte Elías, que recomienda cuatro pautas para fortalecerlo.

Potenciar nuestra autoestima, es una de ellas. También tener control sobre nuestros pensamientos, dirigiéndolos hacia las situaciones racionales y positivas. “Tenemos que darnos cuenta que no es importante lo que sucede sino lo que pensamos de lo que sucede. No podemos cambiar los hechos traumáticos, pero si la forma en que nos afectan; si cambiamos la forma de pensar (siendo coherentes), tendremos pensamientos más racionales”, indica Elías.

El especialista también recomienda desarrollar la creatividad, esencial para percibir nuevas oportunidades en situaciones conflictivas, facilitando el desarrollo personal. Asimismo, tener un objetivo vital contribuye a mantenernos fuertes en los momentos adversos. “También encauzará nuestras energías hacia ese objetivo personal”, comenta.

Asimismo, Portellano insiste en cómo técnicas de relajación, mindfulness y meditación son beneficiosas para desarrollar este sistema. “Los seres humanos disponemos de cualidades y defectos. Cuando focalizamos sobre nuestras negatividades estamos favoreciendo cambios neuroquímicos negativos que debilitan la respuesta inmunitaria e incrementan un estado de salud mental negativo. De modo contrario, cultivar la esperanza, la alegría y la visión positiva de la vida producen una modificación en el sistema neuroendocrino, activando el incremento de endorfinas así como de determinados neurotransmisores como la dopamina”, concluye.



martes, 14 de abril de 2020

Terapia grupal para quienes ven morir a los ancianos en residencias: "Culpa, ira, rabia, frustación..." - Coronavirus

JUAN DIEGO QUESADA   |   Madrid    |    El País   |   09/04/2020

Los psicólogos de la clínica López Ibor trabajan las emociones con los cuidadores de los centros de mayores para amortiguar el síndrome de estrés postraumático tras más de 4.000 muertes por la Covid-19.

Residencia de ancianos en La Moraleja, Madrid. 14.30. Dos psicólogos de la clínica psiquiátrica López Ibor tienen enfrente, acomodados en sillas, a los trabajadores del centro. La sesión arranca con una arenga:

—Sois la primera línea de combate. Después vienen todas las demás. Sin embargo, no sentís ese agradecimiento que sí reciben otros servicios de salud.

—Estamos siendo atacados por la sociedad, responde uno de los trabajadores.

—Es una sensación que no hemos vivido antes y se lleva mal, añade otro.

Un tercero cava un poco más profundo:

—Te matas a trabajar. Después sales de aquí y oyes comentarios. Que si no estamos preparados, que si no estamos atendiendo a sus padres. Nos están atacando mucho desde fuera.

—¿Qué emociones sentís cuando os dicen eso?, insisten los psicólogos.

—Impotencia.

Los terapeutas piden que alce la mano quien no haya experimentado esa sensación desde que el virus fuera detectado hace un mes en las residencias.

Nadie lo hace. Sin embargo, una mujer toma la palabra:

—Yo tengo rabia, ira, frustración, pena, lástima. De todo.

El grupo se anima poco a poco. Otra mujer apunta:

—Siento tristeza por la gente que se está yendo. Porque les tenemos cariño y no puedes hacer nada. Luego llegas a casa y le das vueltas y vueltas. Por las noches no puedes dormir, añade la empleada.

La gente que “se está yendo”. No hay muertes en las residencias. Ese es un concepto tabú aquí. Los ancianos entran un día por la puerta y tarde o temprano “se van”. Ahora se van muchos a la vez. De golpe. Hombres y mujeres con los que han convivido durante años agonizan sin que ellos puedan hacer nada. Telefonean a la ambulancia y la ambulancia no viene. Los hospitales están saturados. Después avisan a la funeraria para que recoja el cadáver y también se demora. No hay suficientes hornos en la ciudad para quemar sus cuerpos. Esas imágenes no les dejan pegar ojo.

Algunos asienten. Sí, sí, exacto. Es lo mismo que les ocurre a ellos. Las noches se hacen largas. A veces amanece y todavía no han conciliado el sueño.

Ahora toca abordar un tema espinoso.

—¿Hay alguna emoción detrás de lo que no habéis podido hacer?

—Culpa.

Dice alguien en alto, muy convencido. Otros no están de acuerdo. Se genera una pequeña discusión. Los expertos aprovechan para indagar sobre esa asunción de responsabilidad:

—Es fácil caer en esa distorsión. Y verlo desde la culpa, de que sois responsables. Lleváis haciendo este trabajo durante muchos años y ahora ha pasado esto. La responsabilidad no puede caer encima de ese trabajador que sigue haciendo lo mismo de antes. La emoción de la culpa tenemos que sentirla, es normal que lo sintamos, pero si nos paramos a analizarla, toda esa culpa no tiene razón de ser.
Un trabajador de la residencia Orpea de La Moraleja (Madrid) durante la charla terapia, el martes. DAVID EXPÓSITO.

Lo que los psicólogos Ester Silva y Pedro Neira tienen ante sí es un grupo de trabajadores de las residencias Orpea golpeados por la pandemia. Cuidadores, sanitarios, limpiadores, bedeles, a los que nadie aplaude a las ocho de la tarde desde los balcones. Viven en “primera línea de combate”, pero pocos se lo reconocen como un mérito. A menudo, se enfrentan a la ira y la frustración de hijos que se despidieron de sus padres hace 30 días, cuando el Gobierno prohibió las visitas, y la próxima vez que se encontraron fue en un cementerio.

Madrid ha cifrado en 4.750 los ancianos que han muerto en los 710 centros de la Comunidad desde que estalló la crisis del coronavirus. 781 han sido registrados oficialmente como víctimas del Covid19, ya que a ellos sí se les había hecho el test. El resto presentaba síntomas, aunque no se les hizo. No había suficientes. Eso quiere decir que miles de familias han enterrado a los suyos con la sombra de la duda.

La magnitud del problema ha erosionado el estado emocional de los empleados de estos centros. Orpea, con 22 residencias en la capital y 49 en toda España, ha sido la primera empresa del sector en ofrecer ayuda psicológica a sus trabajadores. “Escuché decir a un médico del 12 de Octubre que esto era un 11-M continuo. Me pareció acertado. Todos los días los cuidadores se han enfrentado a una tragedia, con una vulnerabilidad increíble”, señala Neira, uno de los psicólogos que imparte la terapia.

Su compañera, Ester Silva, explica que están descubriendo que en los cuidadores existe una negación y un distanciamiento emocional respecto a lo vivido. En el momento en el que ponen nombre a sus verdaderos sentimientos comienzan a aflorar las emociones. En los primeros encuentros insisten mucho en la psicoeducación, en la manera en la que funcionan las emociones y lo importante que es sentirlas en plenitud, sin sustitutivos. Pasa por no temer el pedir ayuda ni creerse juzgados por la empresa o sus compañeros. “Muchos de ellos las reprimen a modo de mecanismo de defensa. No procesar el duelo puede derivar en un posible estrés postraumático”, añade Neira.

El psiquiatra Vicente Ezquerro no tiene ninguna duda de que muchos profesionales del sector sufrirán ese trastorno. “Que se te muera a mansalva gente con la que has establecido vínculos emocionales es muy duro. Se están enfrentando a situaciones de mucha angustia. Si ese estrés lo va a tener gente que está en su casa, imagina los que se han enfrentado a la muerte y al miedo cara a cara”, explica el doctor por teléfono.

Mientras se lleva a cabo la terapia de grupo en uno de los salones de la residencia, dos sanitarios aparcan la ambulancia en la puerta. Parece que no hay ni un momento de tregua. Los visitantes se protegen con los equipos de protección (EPI) y acceden al interior. Tienen la misión de recoger a uno de los ancianos que ha empeorado de salud, pero a los 20 minutos salen de allí de vacío. A última hora se ha cancelado el traslado.

Los psicólogos de la López Ibor a menudo se topan con profesionales que no terminan de asimilar lo vivido. En uno de los centros un grupo de trabajadores entró a la sesión entre risas. En el momento en el que se les preguntó por sus emociones les cambió el semblante. Esa disonancia también se hace presente en Orpea La Moraleja:

—¿Qué más habéis sentido?, pregunta Silva.

—¡Alegría!, responde uno.

Durante unos segundos, el grupo se queda en silencio.

Begoña, una auxiliar clínica, renunció al cuarto día de aceptar un trabajo en una residencia del centro de Madrid. La morgue, en el sótano del edificio, estaba saturada. Los cuerpos de los últimos en morir permanecían durante días en las habitaciones, ocultos bajo una sábana blanca. Dos ventiladores conectados trataban de disipar el olor, pero lo que hacían era esparcirlo por los pasillos. “No aguanté más. Presenté mi renuncia”, cuenta por teléfono.

En el lugar donde se celebra la terapia una mujer con alzheimer perdió a su marido de manera fulminante por el coronavirus. Se le cuenta lo que ha ocurrido, pero la señora lo olvida. Los trabajadores evitan informarle cada día para evitar un duelo diario, para ella y para ellos mismos. “Todo eso nos lo hemos comido nosotros solos”, resume Noelia Ortega, la directora del centro, de 42 años.

Pasan las tres de la tarde. La sesión de grupo está a punto de finalizar. Neira les propone cerrar los ojos un minuto para conectar con el sentimiento más profundo que alberguen en ese momento:

—¿Qué sentís?

—¡Hambre!, le contestan los trabajadores.

No hay tiempo para más.



"Me siento mejor porque tengo fobia a la calle" - Coronavirus

JAVIER MARTÍN-ARROYO|ANA ALFAGEME   |   El País   |   Sevilla-Madrid   |   13-04-2020

Las personas con problemas de salud mental soportan con entereza el confinamiento e incluso experimentan progresos.

 “Es un reto mantenernos como grupo, ¡pero tenemos que adaptarnos!”. El grito contenido sale de la videoconferencia que mantienen estos días una quincena de personas con problemas de salud mental junto a los psicólogos Ignacio Puerta y Dina Fariñas para mitigar el confinamiento. Las montañas de pensamientos de los miembros de esta asociación, Madrid norte Afaem5, se reordenan y aligeran su peso al compartirse ahora en pantalla, antaño en sesiones, excursiones y reuniones de apoyo mutuo. Para sorpresa de la mayoría, lidian con la reclusión con entereza, a veces incluso han experimentado cierta mejoría.

“No es tan infrecuente”, dice el psicólogo Fernando Egea. “Ocurre en las guerras. El instinto de supervivencia enmascara los problemas psicológicos”. “Es como si las neurosis no nos las pudiéramos permitir en estas circunstancias”, asegura el psiquiatra Enrique García Bernardo. Este hecho también lo recoge la guía para psiquiatras que ha elaborado para esta crisis el Centro para el Estudio del Estrés Traumático de Estados Unidos: “La mayoría de las personas con enfermedades mentales preexistentes se manejarán bien, incluso algunos pueden mejorar ante los desafíos y necesidades de los otros”, dice textualmente.

“Las emociones cambian por minutos. Estamos acostumbrados a un control y tranquilidad para sobrevivir a los conflictos, convivir en situación extrema nos hace vivirlo de otra manera. Aunque haya miedo, el entorno está bastante más preparado de lo que pensábamos”, indica Pedro Reina en la videoconferencia. La conversación fluye por encima de los ecos y el sonido enlatado, y el coronavirus deja espacio suficiente para que cada uno hable de sus anhelos y comparta bromas. La casuística es variadísima, como en botica.

Cristina (nombre ficticio), con trastorno límite de la personalidad, atraviesa picos y valles en su rutina anímica diaria: “La convivencia en casa no está siendo idílica. Ahora me siento agobiada, pero al menos estoy con mis cosas. Estoy más encerrada, pero es donde mejor me siento porque tengo fobia a la calle. Y te frenas para ir al hospital, no sabes cómo va a salir la cosa, si será incluso peor”. El real decreto del estado de alarma no incluyó en un principio el permiso para que pasearan por las calles las personas con problemas mentales, pero posteriormente se corrigió.

Juan José Sánchez, padre de dos hijas con esquizofrenia, ofrece la cara positiva: “A una de ellas le ha subido la autoestima porque ahora va ella a comprar, toma la iniciativa y viene contenta. Esto nos ha roto la rutina”. Sobre la dureza de la reclusión en pisos a menudo estrechos, Puerta detalla: “Para ellos, la dificultad principal en los hogares es encontrar espacios donde encontrar su propia identidad”.

El número de personas que lidian con alguna enfermedad mental durante el confinamiento no es menor. En España, una de cada 10 personas sufre algún problema de salud mental y una de cada cuatro lo tendrá en algún momento de su vida. Es decir, en torno a 11 millones de personas, diagnosticadas o sin diagnosticar, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta institución apunta a que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030.

Nel González, presidente de la confederación Salud Mental España, que reúne a 300 asociaciones con 47.000 miembros, matiza: “A veces las convivencias en casa no son un jardín de rosas, tanto tiempo sin válvula de escape... El 85% de la gente vive con su familia y las reacciones son muy diversas, desde el miedo hasta la necesidad de salir, pasando por la inestabilidad ante el futuro incierto”.

En la guía estadounidense anteriormente citada se advierte de que habrá pacientes que sufrirán estrés emocional y aconseja a los sanitarios que en estos casos tengan en cuenta sus preocupaciones e incertidumbres ante la pandemia. Deben “compartirles conocimientos médicos precisos e identificar las medidas que pueden tomar ellos para reducir el malestar y mantener conductas saludables, particularmente el sueño”, señala el documento.

Juan Carlos Maestro, psicólogo clínico del hospital Virgen de las Nieves de Granada, ha visitado una veintena de pacientes en casas hogar: “El 90% lo está llevando igual de bien que nosotros, para sorpresa nuestra”. Fuera de las casas, las unidades de pacientes agudos de los hospitales han sufrido un bajón y tienen camas vacías, confirman sanitarios de Sevilla, Granada, Girona y Santiago de Compostela. Avelino Martínez, enfermero supervisor de la unidad de enfermos agudos del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, confirma: “Los pacientes están respetando la situación muy bien, ya veremos con el paso del tiempo, pero de momento no tenemos ingresos vinculados al confinamiento”.

Consultas por Skype

El psiquiatra García Bernardo, como gran parte de los profesionales de salud mental, ha proseguido sus consultas a través de Skype o Facetime: “Que te vean es algo muy tranquilizador”, asegura. Sus pacientes, tras días de confinamiento, “están razonablemente bien”. “No he visto los cuadros que se daban en la epidemia del sida, con muchas conductas paranoicas”, asegura. También el psicólogo Fernando Egea y sus colegas del centro Psyche han cambiado la relación cara a cara por la pantalla. “Lo importante es hacer seguimiento, en eso la tecnología nos está ayudando muchísimo”, dice.

Esa parece ser la clave. La Sociedad Española de Psiquiatría ha distribuido una extensa guía para que se pueda seguir atendiendo pacientes a través del teléfono o videollamadas. A Celso Arango, jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón y presidente de la citada sociedad científica, le preocupan sus pacientes no tanto por el efecto que pueda tener sobre ellos el confinamiento, sino porque no puedan recibir terapias intensivas que lo precisan. “Ahora lo hacemos telefónicamente”, puntualiza. Y los que forman parte de ensayos clínicos reciben su medicación a través de mensajero.

UNA VULNERABILIDAD QUE SE SUMA A OTRAS MUCHAS

El confinamiento pasará factura psicológica a toda la población, independientemente del estado de salud mental previo. Una revisión de investigaciones realizada por The Lancet y publicada en marzo señalaba que las personas que fueron sometidas a cuarentena en epidemias previas a esta crisis tuvieron más riesgo de padecer síntomas de estrés postraumático (una dolencia que se observa en catástrofes o emergencias caracterizada por pesadillas y flashbacks que reviven la situación dañina, un estado de hipervigilancia, anestesia emocional y evitación de los escenarios de la tragedia) además de irritabilidad, malestar, depresión, estrés, agotamiento emocional y un estado de ánimo decaído. Y a más duración de la reclusión, peores eran los efectos sobre la salud mental. “Nos queda una etapa larga, porque luego habrá mucho estrés postraumático”, intuye Susana Mantas, enfermera psiquiátrica y psicóloga del hospital Santa Catalina de Gerona. Los autores del artículo de la publicación británica señalan que padecer una enfermedad mental previa a la situación de confinamiento es un factor de riesgo para sufrir síntomas de ansiedad y episodios de ira cuando concluye el periodo de cuarentena. Otra publicación de The Journal of the American Medical Association recalca la mayor susceptibilidad de los enfermos mentales a la infección por coronavirus por cuestiones como las altas tasas de tabaquismo que se dan en el colectivo y que causan peor pronóstico en caso de enfermar. También destaca que dentro de la población sin techo, donde se dan muchas patologías mentales, es difícil el control de la Covid-19, porque es más ardua la identificación de la infección, su seguimiento y el adecuado tratamiento.



Cómo detectar y tratar la depresión

DR. RAÚL FERNÁNDEZ-VILLAMOR ORTIZ   |   TopDoctors   |   08/01/2020
La depresión es una enfermedad que consta de síntomas emocionales o mentales, pero también físicos o corporales. Se trata de un estado de ánimo triste, transitorio, que se produce a causa de una circunstancia adversa, que puede estar relacionada con factores genéticosbiológicos y psicosociales.

En la actualidad, la depresión es una enfermedad muy común. De hecho, aproximadamente una de cada tres personas padece, a lo largo de su vida, algún trastorno afectivo. Concretamente, dos de cada tres personas son mujeres y la media de edad de inicio de la enfermedad depresiva es de 40 años.
Los síntomas de la depresión.- Existen una serie de síntomas comunes en la depresión:
  • Tristeza
  • Anhedonia o pérdida de interés e incapacidad de disfrutar
  • Baja autoestima
  • Apatía
  • Falta de ilusión
  • Falta de motivación
  • Falta de iniciativa
  • Alteración del sueño y del apetito
  • Cansancio
  • Problemas de concentración y de memoria
En la mayoría de los casos, estos síntomas van acompañados de otros síntomas ansiosos y físicos, como pueden ser dolores musculares y de cabezacansancioestreñimiento o diarrea y opresión en el pecho. Además, en las depresiones más graves pueden aparecer incluso ideas de muerte y suicidio.
¿Cómo se diagnostica?.- Existen muchos casos de depresión que no son diagnosticados, porque hay muchas personas que padecen esta enfermedad que no saben que la padecen. Esto suele ocurrir, estas personas entienden que cuando existe un conflicto o problema externo es normal estar con esos síntomas.
Sin embargo, cuando los síntomas anteriores se presentan de forma continuada resulta conveniente consultar con un médico, porque la depresión es una enfermedad que causa una disminución importante en el funcionamiento diario.
El tratamiento para la recuperación.- En el caso de que se diagnostique la enfermedad, se debe seguir un tratamiento farmacológico que consiste en la ingesta de fármacos modernos con bajos niveles de efectos indeseables, permitiendo a los pacientes llevar una vida mejor.
Además del tratamiento farmacológico, existen herramientas terapéuticas, como la psicoterapia, que puede contribuir a la recuperación del paciente. Estas técnicas deben ser aplicadas por profesionales competentes, con una serie de objetivos claros para que el paciente pueda afrontar su enfermedad

viernes, 10 de abril de 2020

Hacen falta campañas para prevenir el suicidio como las que se hacen contra los accidentes de tráfico

MIGUEL ÁNGEL MEDINA   |   El País  |    29/10/2019


En 2017, en España se suicidaron 3.680 personas y hubo 1.830 fallecidos en accidentes en las carreteras. La psiquiatra Ana González-Pinto habla sobre el asunto

¿Es positivo informar sobre el suicidio? Ana González-Pinto (Bilbao, 1960; 59 años), presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, considera que romper los tabúes sobre este tema ayuda en la prevención y pide crear campañas específicas para concienciar sobre esta problemática. La psiquiatra, que ha desarrollado su labor en Durango y Vitoria, atiende a EL PAÍS durante la jornada 'Depresión y Suicidio. La realidad silenciada'.

Pregunta. ¿Cómo deben informar los medios sobre el suicidio?   |   Respuesta. Los medios han pasado por tres fases: la primera, dar las noticias de manera alarmista; la segunda, el silencio; y ahora estamos en una tercera fase en la que hay que tratar la noticia con delicadeza, prevenir, dar esperanza a las personas que están en riesgo.

P. ¿Los medios están siguiendo estas pautas?   |   R. Se está empezando a mejorar, pero queda mucho camino por hacer. Todavía está en la cabeza de los periodistas el silencio, no dar noticias sobre suicidios, esto nos lo comentan muchos periodistas.

P. En las redacciones se solía decir decir que publicar que alguien se quita la vida tenía un efecto llamada...|   R. Eso ocurre si se da la noticia de una forma alarmista. En cualquier caso, no es recomendable hablar sobre un suicidio concreto –porque ahí puedes hacer daño a la familia– es mejor hablar en general de la prevención, del riesgo, de las tasas de suicidio, dar información sobre la problemática.

P.  Entonces, ¿cómo ayudamos a evitar futuros casos?   |   R. Hay que informar sobre lo que lleva al suicidio, que en muchos casos es una depresión. La gente cree que es un estado de ánimo; pero la depresión es una enfermedad y se puede buscar ayuda. Es necesario diferenciar entre estar triste y la enfermedad depresiva. También hay saber qué hacer cuando alguien tiene ideas suicidas: lo primero es recomendarle que acuda al médico. Pero, además, debemos dar noticias a la sociedad pidiéndole solidaridad con las personas que en un momento tienen un problema de salud mental o un trastorno depresivo.

P. ¿Sigue habiendo un tabú con estos temas?   |   R. Totalmente. Por eso hay que normalizarlo. Es un trabajo a medio plazo. Hace falta que personas con una enfermedad mental salgan en los medios para contar lo que les ocurre. El suicidio es un problema de salud pública, la primera causa de muerte no natural en los adolescentes. Unas 3.600 personas al año se suicidan en España, son unas cifras enormes. La mortalidad por suicidio es superior a la mortalidad por accidentes de tráfico [en 2017, en España se suicidaron 3.680 personas y hubo 1.830 fallecidos en accidentes de tráfico]. Hay que pensar en el esfuerzo que hace el Gobierno para disminuir los accidentes de tráfico, con unas campañas de publicidad excelentes; tenemos que hacer lo mismo con el suicidio, hacer campañas destinadas a la prevención.

P. ¿Qué queda por hacer?   |   R. Una de las ideas es crear un teléfono gratuito al que acercarse cuando una persona tiene ideas suicidas. Confiamos en que antes de fin de año exista ese teléfono. Y falta mucho más: sobre todo la implicación social en la prevención, no solo del ámbito de la salud mental, que ya está muy implicado, sino también de los médicos de primaria, de los periodistas, de los agentes sociales, de los colegios...


Ansiedad y angustia: un estudio confirma los efectos del confinamiento sobre la salud mental

SALUD EN 1 MINUTO       |    07/04/2020

No solo en busca de fármacos y vacunas contra el Covid-19. La investigación científica también está siendo muy prolífica en muchos otros campos en este momento de alerta sanitaria. Y es que es necesario entender, entre otros aspectos, el impacto que tendrá sobre la salud de los ciudadanos; especialmente, las consecuencias psicológicas de la cuarentena impuesta para revertir la curva de contagios.

Por eso investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con profesionales de la Universidad East Anglia (Reino Unido), han puesto en marcha un estudio(1) en el que participan más de 2.000 ciudadanos de toda España.

El objetivo es evaluar su estado y la evolución de su salud mental a través de un completo seguimiento. De momento, los resultados obtenidos durante la primera semana del confinamiento en nuestro país (del 15 al 22 de marzo) muestran un alto porcentaje de casos de ansiedad y angustia, sintomatología que puede corresponder a un cuadro de estrés agudo, así como ciertos trastornos del sueño y síntomas depresivos.

El estudio continuará en el tiempo, pues entre sus objetivos también está determinar si esos síntomas psicológicos se revierten una vez terminada la crisis. En la mayoría de los casos es lo que se espera que suceda, pero los investigadores alertan de que un alto porcentaje de personas se encuentra en “nivel de riesgo” y de que en algunos casos los efectos de cuarentenas similares anteriores perduraron durante meses o incluso años.