viernes, 13 de febrero de 2015

Andrew Solomon:"El caos tecnológico aumenta la depresión".


Este autor volcó su experiencia y una amplia investigación en el libro 'El demonio de la depresión', a la vez íntimo y científico. La soledad y la intolerancia al dolor disparan la enfermedad

BERNA GONZÁLEZ HARBOUR | El País | 11/02/2015
               
Este es un libro para sentirse orgulloso de una depresión. Y esto no es una ocurrencia, una provocación o un error.
Es un libro para entender, para saber, para reconfortarse en la búsqueda de la salida de una enfermedad que, a diferencia de un cáncer o una neumonía, se agrava con el estigma social asociado a una parte capital de su esencia: el tabú. Para crecer.
Partiendo del hecho de que depresión es el infierno, la fragilidad, la grieta que se abre en el casco de la autoestima y por la que empiezan a escaparse las certezas mientras acecha el naufragio; y partiendo de su propia experiencia, Andrew Solomon ha escrito el libro que él necesitó cuando padeció la suya: íntimo y científico a la vez.
Premio National Book Award en EE UU, El demonio de la depresión llega a España de manos de este escritor nacido en Manhattan en 1963, con estudios en Arte y Psicología y convertido en una de las estrellas del Hay Festival de Cartagena de Indias, donde recibió aBabelia y donde sus libros se celebraron como aportaciones mayores a la literatura de las ideas.
En ese universo, los libros no arrancan en un pueblo de cuyo nombre... ni llamadme Ismael, pero el comienzo de este bien podría entrar en las listas de inicios para recordar. Ocho palabras sencillas, una declaración: “La depresión es una grieta en el amor”.
PREGUNTA: ¿Tan fácil o tan complicado?
RESPUESTA. Es la primera frase de un libro muy largo, claro que es mucho más complicado. Siempre se ha creído que esta enfermedad no tiene nada que merezca la pena y el libro intenta demostrar que hay un gran significado en esas situaciones de extrema dificultad. El potencial de la tristeza es necesario para desarrollar sentimientos positivos. Con esa frase inicial quería decir que si te enamoras de alguien, una de las partes importantes del amor es que la anticipación de la pérdida y del dolor es lo que convierte el momento presente en algo tan dulce, se trata de comprender la oscuridad que puede haber al otro lado, sin él.
P.- Cuando habla de amor usted se refiere a una pareja, pero también a nosotros mismos, a Dios, a un trabajo, a la belleza. ¿A quién amamos más? ¿Qué tipo de amor cree que hoy es importante y primordial?--/--R.- Amamos muchas cosas, pero en general el amor empieza en una familia. Hay un primer amor dependiente, el que un niño siente hacia sus padres, luego evoluciona hacia un afecto más igual y más tarde se desborda en forma de pasión física y la de ser padre. Son ciclos en los que distintas formas de amor van conformando las otras.
P.-¿Cómo es posible la depresión cuando amamos y somos amados?--/--R.- Muchos me preguntan qué hacer por sus familiares que en plena depresión aseguran que solo quieren estar solos. Lo primero es que no les puedes dejar solos. La depresión es una enfermedad de soledad que convierte la interacción humana en una actividad muy estresante. Pero hay que estar ahí. Tal vez no puedes lograr una conversación con esa persona, pero te puedes sentar silenciosamente al lado de su cama, o en otra habitación si eso le resulta abrumador, pero no te vayas más lejos, porque la depresión no se cura con amor, pero sentirse querido te da la motivación para salir de ella. La tristeza está, es un sentimiento imperante, pero no es lo primordial en una depresión, es la laxitud, el estado de no ser capaz de levantarse y hacer algo. Ser querido no te devuelve esa energía pero ayuda.
Él mismo es un superviviente. Desesperanzado, angustiado tras varias recaídas a pesar de la entrega de su padre, las terapias y la medicación, Solomon llegó a la conclusión de que la única solución era quitarse de en medio: “No quería morir, pero tampoco albergaba el menor deseo de vivir”. Y lo afrontó con disimulo, con un suicidio indirecto. No quería el trauma para su familia y optó por una cruzada frenética en parques oscuros por contraer el sida mientras apagaba el contacto con sus seres queridos. Tras fracasar en sus 15 intentonas, darse cuenta de que podía matar además de morir y comprender mejor su voluntad, paró. Y lo contó.
P.- ¿Qué le impulsó a contárnoslo?--/--R.- Fue una decisión difícil. Me permitió tomar una parte de mi vida que parecía inútil y hacer algo valioso de ella. La depresión es una enfermedad de soledad y si hablar de mi depresión y lograr que la gente que entrevisto hable de su depresión puede lograr que la gente afectada se sienta menos sola, eso me hace feliz.
P.- ¿Siguió algún modelo para este libro? Investigación, ensayo, memorias, ciencia. ¿Cuál era su modelo para esta literatura?--/--R.- Necesitaba un contexto para inscribir mi propia experiencia. Y cuanto más investigaba más me interesaba comprobar por qué algunos de mis entrevistados tenían una depresión menor que les inutilizaba y otros una depresión muy significativa que sin embargo no les impedía llevar una vida normal.
P.- Hemos hablado de amor, de lo íntimo, pero usted aborda también lo social y asegura que vivimos en el caos tecnológico. ¿Cuál es el impacto de ese caos en las personas?--/--R.- Ahora hay más depresiones que antes. La cuestión es por qué y creo que puede haber 10.000 razones, desde factores de alimentación, a los núcleos hiperpoblados en que vivimos o el tiempo decreciente que dedicamos al sueño, pero las razones primarias creo que están conectadas sobre todo con la tecnología. Pasamos mucho tiempo interactuando con máquinas en lugar de con personas. La interacción humana es recíproca. Si yo digo algo tú me dices algo, nos miramos, hay una dinámica que no está en una máquina ni en una persona que esté al otro lado de la máquina. Otra cosa que he descubierto investigando es la soledad de la gente. Hay gente tan sola que no interactúa con nadie. Hoy hay un mal terrible el aislamiento.
P- ¿Entonces estamos más conectados por la tecnología, pero más solos?--/-- R.- Sí. Una familia que conozco que perdió a su hijo por suicidio trabaja ahora en un proyecto en campus universitarios cuyo lema es: “35.000 amigos en Facebook y nadie con quien hablar”.
P.- Usted afirma que las viejas estructuras sociales y familiares se han roto. ¿Tan tajante?--/-- R.- Nada de esto es universal. Hay gente que vive mejor en este mundo que en cualquier otro del pasado y yo soy uno de ellos. No vivimos en el peor momento de la historia, en absoluto, pero creo que en nuestro mundo occidental la alienación es un problema. Y la alienación es muy disruptiva.
P.- ¿Es aún un tabú la depresión? ¿Es más fácil abordar un cáncer que una depresión?--/--R.- En cierta medida sí. La gente está aprendiendo a hablar sobre ello, más que antes. Pero arrastramos la tradición medieval según la cual había enfermedades del alma y enfermedades del cuerpo y hasta que eso no se despeje del todo la depresión seguirá siendo como una mala suerte que te ha tocado.
P.- ¿Realmente estamos más deprimidos o la tolerancia al dolor ha disminuido?--/--R.-Nuestra capacidad para tratar este tipo de dolor es mayor. Y en la medida en que puedes tratar algo es absurdo no hacerlo. Hay medicación, hay terapias, tratamientos alternativos… Así que es absurdo no reconocerlo. Pero eso ha hecho que haya gente con la idea equivocada de que podemos vivir una vida sin dolor y que en cuanto sufre una tristeza por alguna razón cree que es una depresión que debe evitar.
P.- Usted defiende la psicología conductista.--/--R.- Sí. Ha habido un debate sobre si la depresión es biológica o psicodinámica y situarnos en que debe ser una cosa o la otra es erróneo. Contiene elementos de ambas.
P.- Usted defiende también el potencial de la fe ante la depresión. ¿Necesitamos un Dios o simplemente necesitamos una fe?--/--R.- Necesitamos tener fe en algo aunque no puedo definir estrechamente lo que debe ser esa fe. He visto gente para la que la religión ha sido el gran confort que les ha sacado de una depresión y he visto gente que cree que Dios les ha abandonado y para los que la religión se convierte en una obligación que les hace sentirse peor de lo que estaban. Los principios morales vinculados a la religión como el bien y el mal y la voluntad de estar en el lado del bien son importantes para salir de la depresión.
P.- ¿Usted cree en Dios?--/--R.- Sí. No creo en religiones organizadas pero sí en Dios.
P.- Y eso le ayudó.--/--R.- Sí.
P.- ¿Hay una forma de afrontar mejor los suicidios, ese gran tabú?--/--R.- Estamos tan asustados por el suicidio que no hablamos de ello y si hablamos demasiado parece que plantamos la idea en la cabeza de la gente. Así que no se trata de estar hablando de ello, pero sí reconocer que es la tercera causa de muerte entre adolescentes y jóvenes en todo el mundo, es una causa significativa de muerte entre más mayores y hay que abordarlo, identificar a la gente antes de que sea demasiado tarde.
Se agota el tiempo y el hambre de respuestas no se ha saciado. Pero nos queda el libro.
Andrew Solomon es autor de El demonio de la depresión y Lejos del árbol (Debate).

Nota.- He acortado respuestas porqué el artículo era muy largo. Como siempre paa los interesados pueden consultar el periódico que nombro en el encabezado del artículo.


viernes, 6 de febrero de 2015

Pelmas: cómo acabar con ellos.

PSICOLOGÍA
¿No sabe cómo actuar cuando se ve acorralado por un interlocutor especialmente locuaz? Existen técnicas para interrumpirlo con elegancia

MIGUEL ÁNGEL BARGUEÑO | el País | 23/12/2014

Lo hemos vivido demasiadas veces. Un desconocido en la barra de un bar, el vecino de asiento en el avión o el típico plasta de oficina: personas que nos dan conversación cuando menos la necesitamos. Sin que se den cuenta —suponemos—, estos individuos con incontinencia verbal nos ponen en una situación violenta: dado que no queremos escuchar lo que nos cuentan (porque no nos interesa o porque tenemos prisa) nos obligan a interrumpirlos con el riesgo de quedar mal y hacernos sentir descorteses. No es un asunto baladí. Vivimos días en que las habilidades sociales son especialmente importantes. De saber usar o no determinadas herramientas depende, en buena medida, nuestro éxito social y profesional. La sociedad nos apremia a desarrollar ciertas cualidades comunicativas, y, sin embargo, en esta circunstancia entran en conflicto dos de ellas: la asertividad (salirnos con la nuestra, o enfatizar nuestro parecer, con mucha mano izquierda para que el otro no se moleste) y la empatía(ponernos en la piel del otro). ¿Tenemos que aguantar al pesado de turno para que no se sienta ofendido o debemos dejarle con la palabra en la boca y quedarnos tan anchos?
“Para poder cerrar conversaciones hay un elemento cognitivo previo: asumir que tenemos derecho a concluir una conversación si esta no nos conviene”, explica Enrique García Huete, doctor en Psicología, coach y director del gabinete Quality Psicólogos, en Madrid. “Pensamientos como: ‘Cómo voy a cortar a la otra persona si quiere hablar’ son poco asertivos”. Reforzando la asertividad, reducimos el sentimiento de culpa. “Lo que no puedes hacer es aguantarte. Si interrumpes al otro correctamente, no queda ningún cargo de conciencia”, dice José Elías, psicólogo y director del Centro Joselías, en Madrid. De lo que se trata, pues, es de que prevalezca nuestro derecho teniendo en cuenta el del otro. Básicamente, disponemos de dos niveles de actuación: el oral —intervenir activamente en la conversación para suspenderla—, y el de la comunicación no verbal, con el mismo objetivo. Cada uno cuenta con diferentes técnicas. Para un resultado óptimo (y expeditivo) se recomienda combinarlos.
“Cambio y corto”
Puede que lo que nos pida el cuerpo sea decirle a la otra persona cuatro cosas bien dichas. Pero podría tomárselo a mal. Imagine que esa otra persona es su jefe. Tanto la psicología como el coaching nos ofrecen técnicas para salir con elegancia de ese incómodo trance:
1. No haga ni una sola pregunta. Por supuesto, lo primero —y de sentido común— es no darle más cuerda a aquel que se enrolla como una persiana. “Hay veces que no nos damos cuenta y decimos: ‘Ah, ¿sí?’, y eso hace que el otro siga con su carrete”, advierte el doctor García Huete. Cuando se trata de concluir la conversación, evite interpelaciones y apostillas.
2. No se invente excusas. Soltar por teléfono aquello de “perdona, pero es que me estoy quedando sin batería”, aparte de burdo, es innecesario. Las mentiras piadosas no hacen daño, pero dar excesivas explicaciones puede volverse en nuestra contra. “Las excusas son un arma para el contrario: cuando le digo a un amigo que no quiero dejarle el coche porque tiene un cable estropeado le estoy dando pie a que me diga: ‘Oye, pues te arreglo el cable y te devuelvo el favor’. En el caso de una conversación, es mejor decir simplemente: ‘Tengo cosas que hacer’. Eso nunca es una mentira”, explica García Huete. “Siempre podemos engañar, pero estas técnicas permiten no hacerlo. Nunca hay que decir algo que pueda dejar a la otra persona cortada”.
3. Jaque en tres movimientos. Empleándonos con diplomacia seremos capaces de dar por terminada la conversación de forma indolora para ambas partes. Esto se logra estructurando nuestra despedida en tres bloques: “Primero, hay cumplir el objetivo del otro; luego, cumplir nuestro objetivo; y, tercero, dejar una alternativa abierta”, dice García Huete. Para ilustrarlo, el especialista recurre al clásico ejemplo del pelmazo en el avión. “En aviones la técnica es muy sencilla: o me saco algo para leer o ‘Me ha tocado la hora de dormir’. Sería algo como: ‘Oye, discúlpame, me parece muy interesante lo que cuentas [cumplo su objetivo], pero tengo unas cosas que leer durante el trayecto [cumplo mi objetivo]. En todo caso, si acabo, luego retomamos la charla [alternativa abierta]”, añade el doctor. El psicólogo José Elias coincide: “Habría que decir algo así como: ‘Hemos disfrutado mucho con la conversación, pero tenemos que finalizarla’. De ese modo, halagamos a nuestro interlocutor, sonriendo y dando la oportunidad de poder retomar el contacto más adelante”.
4. Resuma la conversación. Un resumen siempre es sinónimo de balance final. Si logramos intercalarlo en el discurso del otro, estaremos a las puertas de una huida triunfal. “No estamos creando conflicto y estamos terminando la conversación”, dice José Elías. “Requiere aprender a tomar el control para que podamos contar incluso una anécdota como transición a la despedida. Este tipo de habilidades te dan la oportunidad de mantener la buena relación con la otra persona, puesto que no se va a molestar”, añade.
5. Cambie de tema. Si el problema es el contenido del monólogo, soporífero o intrascendente, podemos intentar cambiar de tema, que es básicamente cerrar una conversación y abrir otra. “De cualquier tema que esté hablando la otra persona, siempre hay otro con el que lo podemos relacionar”, sostiene Enrique García Huete. “De una charla sobre unos problemas de pareja se puede pasar a qué vas a hacer estas Navidades, y de ahí nos ponemos a hablar de las fiestas. Conseguimos que quede como un giro natural de la conversación”.
6. Integrar a otras personas en la charla. Pongamos por caso que estamos en grupo en un acto social —una boda, por ejemplo— y uno de nuestros conocidos nos acapara con su densa verborrea. En ese caso, un truco bastante efectivo es el de incorporar a otros en la conversación. “Conseguimos que el sujeto se dirija a ellos, y aprovechamos para irnos”, comenta el doctor García Huete.

miércoles, 4 de febrero de 2015

El mágico poder de escribir

PSICOLOGÍA
Pone en orden los pensamientos, reduce la ansiedad y ayuda a comunicarse con los demás

GABRIEL GARCÍA DE ORO | El País | 08/06/2014

Gracias a la lectura, nuestro mundo personal se enriquece con otros mundos, se ensancha nuestra vida con otras vidas. Leer, sin lugar a dudas, es crucial en el crecimiento y desarrollo de los individuos y de la sociedad. Tanto es así que desde distintos sectores se trabaja para elevar los índices de lectura en la población. Nos hemos dado cuenta de ello. De lo que aún no nos hemos percatado es del poder mágico y transformador que tiene la otra cara de la moneda: escribir. Tal vez para muchos esta actividad está reservada para “aquellos que saben escribir”. La mayoría de nosotros nos sentimos excluidos del olimpo de las letras, reduciendo nuestros actos en este sentido a un puñado de correos electrónicos, listados de la compra o redundantes mensajes en las redes sociales. Pero pensar que esta actividad está reservada a los grandes literatos sería tan estúpido como creer que no podemos salir a correr porque no somos Usain Bolt. Como decía Oscar Wilde, solamente hay dos reglas: tener algo que decir y decirlo.

Al escribir proyectas un mundo a tu medida” (Jesús Fernández Santos)
El diario personal es una de las herramientas más usadas por los psicólogos para reordenar las emociones de los pacientes. Sus beneficios son muchos; incluso, según un estudio llevado a cabo en Nueva Zelanda y publicado en la revista Time, la gente que lleva un diario personal cicatriza antes sus heridas, y no hablamos de las emocionales, sino de las físicas.

Reflexionaremos nuestro día. El diario nos obliga a organizar lo que hemos vivido y a ponerlo en relación con nuestros sentimientos. Volvemos, por así decirlo, a vivir y sentir lo más importante del día.

Evaluaremos nuestras respuestas emocionales. La reflexión nos conduce a la evaluación. ¿Hemos actuado correctamente? ¿Nos hemos dejado llevar por los sentimientos? ¿Volveríamos a actuar de esta manera? Estas preguntas nos permiten mejorar o reforzar nuestra conducta, y así crecer en confianza y autoestima.

Pondremos en perspectiva las situaciones. Porque podremos repasar las páginas escritas y darnos cuenta de que esto que tanto nos preocupaba, con el paso del tiempo, resulta que no tenía tanta importancia. O que aquel problema que pensábamos que no tenía solución, resultó tenerla.

Liberaremos estrés. Escribir de lo que nos pasa es una manera inigualable de exteriorizar emociones. De airear sentimientos. O, incluso, de dar rienda suelta a fantasías.

Dormiremos mejor. Todo lo que hemos mencionado provoca que aligeremos carga antes de ir a dormir. Que estemos más relajados y con más seguridad para afrontar el nuevo día, lo que facilita que durmamos mejor y descansemos profundamente, y así al día siguiente estaremos más despiertos. En todos los sentidos.

James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, estudia sus beneficios desde hace más de tres décadas. Si queremos empezar este viaje interior, solamente debemos:

Escoger un tema que nos preocupe, por ejemplo, por qué no me llevo bien con esta persona, o por qué me siento mal en esta situación, o por qué no consigo hacer esto que me propongo… Lo que sea, pero que tenga relevancia para nosotros.

Escribir 20 minutos durante cuatro días seguidos. Es importante ser constante durante el proceso. Encontrar un momento de tranquilidad en el que sepamos que no seremos molestados. Apagar teléfonos, aislarse por un rato.

“El que lo piensa todo primero, no escribe nada después” (Francisco Umbral).
Solo escribir. Hacerlo sin pensar en el qué. Dejar que las palabras fluyan, que las frases salgan de nuestro interior. Sin atender al estilo ni a la corrección ortográfica. No juzgar; por sorprendente que sea lo que nos venga a la cabeza, escribámoslo. Sin miedo.

No leer hasta el final. Durante los cuatro días que dura este experimento personal es conveniente no repasar. No leer lo que hemos escrito para que no contamine la escritura del siguiente día. Una vez finalicemos, entonces sí hay que hacerlo para ver qué sentimientos tenemos ante esa fotografía interior. Y así, analizar en qué nos puede ayudar, qué hemos aprendido y cómo nos hace sentir.

En la prestigiosa Harvard Business Review apareció un artículo titulado ‘Los beneficios de la poesía para profesionales’. En él, John Coleman insistía en que todos los empresarios deberían escribir poesía.  Y es que la poesía es la mejor medicina para:

Convertir en simple lo complejo. El limitado espacio de un poema nos obliga a sintetizar. A buscar metáforas, paralelismos que conviertan el caos en algo comprensible. La poesía es un ejercicio constante de encerrar lo inalcanzable en una imagen entendible.

No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”. (Juan Luis Vives)
Desarrollar la empatía. La poesía no solamente nos obliga a estar atentos a nuestros sentimientos, sino también a los de los demás. Una exploración con la que entendernos y conectarnos con el mundo que nos rodea.

Potencia la creatividad. La lucha constante por encontrar la palabra justa que consiga expresar aquello que queremos decir, la capacidad de asombro ante cualquier detalle o el trabajo de imaginación continuo son ejercicios creativos de primer orden.

Nos enseña a valorar la belleza. Cuando estamos conectados con nuestro yo poético, somos capaces de apreciar la belleza en un simple charco. La poesía nos conecta con un sentido estético de la vida.

La palabra es magia, en general tanto cuando hablamos con los demás como cuando lo hacemos con nosotros mismos. Charles Reade dijo: “Siembra un pensamiento y cosecharás un acto. Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino”. Pero no debemos olvidar que los pensamientos se hilan con palabras, y según sea ese hilo, así será el tejido de nuestro destino.


Nota.- He tenido que acortar el texto porque era muy largo. Se puede encontrar en la hemeroteca del periódico El País.

domingo, 1 de febrero de 2015

"Las farmacéuticas deberían ser tan castigadas como las tabacaleras"

Allen Frances es una de las voces más críticas contra las “falsas epidemias”

NUÑO DOMÍNGUEZ | El País | 09/09/2014 

Allen Frances olvida de vez en cuando dónde ha aparcado el coche. También come de forma compulsiva en algunos cócteles, es irascible en momentos concretos y sintió una profunda pena al morir su esposa que le costó superar. Todo esto puede parecer completamente normal, pero, a ojos de la psiquiatría actual, no lo es. Frances está enfermo y sus síntomas encajan con al menos cinco dolencias psiquiátricas que, probablemente, haya que tratar con algún fármaco psiquiátrico. Al igual que él, millones de niños revoltosos, extravagantes, tímidos o simplemente más jóvenes que sus compañeros de clase serán diagnosticados con trastorno de déficit de atención, trastorno bipolar o autismo. Los índices de esta última dolencia se han multiplicado por 40 en solo veinte años. En la actualidad “hay al menos dos niños en cada clase que toman medicación” y, en EEUU, uno de cada cinco adultos consume fármacos psiquiátricos.
La explicación de esta epidemia no hay que buscarla en el cerebro de los pacientes sino en los despachos de las grandes compañías farmacéuticas y las consultas de los médicos, según alerta Frances en su libro ¿Somos todos enfermos mentales? Manifiesto contra los abusos de la psiquiatría (Planeta). Frances denuncia el nuevo manual, el DSM 5, aprobado recientemente y que agravará aún más las falsas epidemias actuales y creará otras nuevas. En esta conversación con Materia, Frances asegura que se puede frenar esta situación y que hay ejemplos históricos que lo demuestran.
Pregunta. ¿Qué abusos está cometiendo la medicina actual en el campo de las enfermedades mentales? | --- Respuesta. En EEUU, solo un tercio de las personas con depresión severa va al psiquiatra. Tenemos un millón de enfermos psiquiátricos en las cárceles. Muchos de sus crímenes podrían haberse evitado fácilmente con un mejor tratamiento y hogares para ellos dentro de nuestras comunidades.
P. ¿Cree que esta situación se ha propiciado de forma intencionada desde la industria farmacéutica? | --- R. Las empresas farmacéuticas se preocupan principalmente de los beneficios, los dividendos, los accionistas y los sueldos de sus ejecutivos. Venden un producto. No deberíamos esperar que les importasen los pacientes. Tenemos que entender esto y sospechar de sus intenciones. En la profesión médica hay gente que es corrupta y vendida a la industria, yo conozco algunos, pero en la mayor parte, el problema es que se les ha lavado el cerebro y además no tienen el tiempo suficiente para tratar al paciente.
P. ¿Cuántos beneficios ha dado la investigación en este campo? | --- R. Ha habido una explosión en nuestro conocimiento en la neurociencia y la genética del desarrollo humano. 40 años de avances científicos increíbles. Pero esos hallazgos, por ahora, no han servido para ayudar ni a un solo paciente. No tenemos la habilidad para entender cómo el mal funcionamiento del cerebro se traduce en un comportamiento determinado. Lo que sí ha sucedido es que, debido al tremendo entusiasmo que ha habido en la ciencia biológica básica ha habido una tendencia a acercarse a los problemas mentales como si solo fueran biológicos. No podemos dejar que el futuro nos haga olvidar nuestras responsabilidades presentes, que son tratar a los pacientes que tenemos con las mejores herramientas de que disponemos y sin cegarnos pensando que todo es biología. Los psiquiatras deberían ser más cautos a la hora de recetar fármacos.
P. ¿Qué impacto en la salud pública puede tener la sobremedicación? | --- R. No es un problema solo de la psiquiatría. Tenemos un enorme problema de sobretratamiento de diabetes, hipertensión, osteoporosis…Los fármacos tienen importantes efectos secundarios, en especial los antipsicóticos. Causan obesidad, más riesgo de diabetes y dolencias coronarias, reducen la esperanza de vida… Es importante no retirar la medicación de golpe, pues esto puede causar efectos peores que los iniciales. La retirada debe ser lenta y con la supervisión de un médico.
P. ¿Qué deben hacer los padres a cuyos hijos les diagnostican una de las enfermedades de las que habla en su libro? | --- R. Yo intentaría darle tiempo a ver cómo evoluciona. Intentar otros métodos como la psicoterapia, cambiar su situación educativa, sus circunstancias familiares.
P. ¿Cómo se soluciona este problema? | --- Ha habido una generación entera de médicos que han sido mal orientados y educados por la industria farmacéutica. Debemos reeducarles. Hay una cosa que mejoraría la vida del paciente que sería controlar a las empresas farmacéuticas y su marketing engañoso.
P. ¿Cómo hacerlo? | --- R. Ya pasó con la industria del tabaco, debería pasar lo mismo con las farmacéuticas. Esta industria controlaba el mundo. El 65% de la población fumaba. Dominaban a políticos, la publicidad, parecían un Goliat invencible. Pero un pequeño grupo de personas educó a la gente. Y el índice de fumadores ha bajado hasta ser el 20%. Posiblemente una campaña para reducir el sobrediagnóstico tenga el mismo efecto. Ahora hay más muertos debidos a los productos de las compañías farmacéuticas que a los cárteles de la droga. Situaciones como estas no pueden continuar.
P. ¿Hay algo bueno que hayan hecho las grandes farmacéuticas? | --- R. Realmente no. Han actuado con egoísmo y han hecho muy poco por los pacientes. Los nuevos fármacos que han introducido no son más efectivos que los que ya había y además tienen efectos secundarios diferentes, pero aún problemáticos.
P. Usted alerta del futuro de la medicalización de la demencia | --- R. La comercialización de este campo ya está comenzando. Se dice que la gente debe hacerse escáneres cerebrales a partir de cierta edad, hacer ejercicios mentales que están patentados, medicación para prevenir el alzhéimer. Sobre esos juegos de ejercicio mental que venden, hay que saber que puedes obtener el mismo beneficio leyendo el periódico o haciendo cosas por ti mismo y que probablemente la mejor manera de prevenir la demencia es hacer ejercicio. Enviar más sangre al cerebro es más importante que hacer crucigramas. No deberíamos medicalizar el envejecimiento. Tenemos gente muy enferma en el mundo que necesita tratamiento. Cuidémosles a ellos y no creemos nuevas enfermedades y malgastemos dinero en ellas.
Allen Frances, 'Padre' del manual de diagnóstico en psiquiatría más usado.

Nota.- No es el artículo completo porque era muy largo. Si lo quieren consultar, búsquenlo en el periódico que se indica al principio.

miércoles, 28 de enero de 2015

Cómo contar a un niño que ha habido un atentado

PSICOLOGÍA
Suavice, pero no mienta. Desahóguese, sin descontrolar. La clave está en los matices. El 11-S dejó varias enseñanzas

MIGUEL ÁNGEL BARGUEÑO | eL pAÍS | 24/01/2015                                                         

El año empezó de forma trágica y dolorosa, con más de una decena de muertos en un atentado yihadista contra la revista Charlie Hebdo,en París. Y si el episodio es difícil de digerir para los adultos, imaginemos lo que ocurre con los críos, que por muy lejos que los mantengamos de la barbarie, siempre escuchan conversaciones, ven fragmentos de informativos y lanzan curiosas preguntas. "¿Qué ha pasado, mamá, papá?".
Ante todo, resulta primordial disfrutar en casa de un clima de confianza que invite a los niños a cuestionar sobre cualquier asunto que les preocupe, sabiendo que van a obtener de nosotros una respuesta creíble y sólida. Así lo aconseja la Asociación Americana de Psiquiatría: si el infante necesita interrogar sobre cualquier asunto, esa atmósfera de franqueza le ayudará a hacerlo con naturalidad, y así no se quedará dándole vueltas al tema en soledad. Si su hijo ha visto imágenes truculentas (como los recientes tiroteos en Francia de los que muchos fuimos testigo), no ceda a la tentación de dejar el agua correr, bien por comodidad, bien porque interprete el probable silencio del pequeño como una prueba de que no ha entendido nada. Esto último es posible, pero ¿y si no ha sido así? Si le han causado el mismo impacto que a usted (como poco), pasarlo por alto sería un error. Por ello, los especialistas recomiendan dar el primer paso: aportar una explicación, nos la pida nuestro hijo o no. “Es mejor no ocultar. En el colegio ya se está comentando la escena. Pero eso debemos adelantarnos y dar explicaciones a nuestros vástagos”, señala la psicóloga clínica Victoria Noguerol, especializada en problemas de la infancia.
Así, con los atentados, ocurre como con cualquier problema de violencia, y nuestro mensaje debe cumplir dos funciones: erradicar el miedo y ser veraz. Decir que esas imágenes son de una película no vale. Tampoco contar un cuento. “La idea que hay que transmitir es que la mayoría de los eventos que existen en nuestra vida cotidiana no son traumáticos, la mayoría de las personas de las que nos rodeamos son normales y saludables, pero hay un porcentaje mínimo de individuos y circunstancias que se salen de esa normalidad y causan unos niveles de sufrimiento altísimos. Explicar que es un hecho puntual, que es la primera vez que sucede, ayuda. También dar una información que el niño pueda procesar”, dice la experta. Contarles la verdad les ayudará a estructurar la realidad y fortalecer su personalidad, y limitará su tendencia a agrandar y personalizar los problemas. "De lo contrario, su cerebro empieza a elucubrar y eso da lugar a distorsiones cognitivas”, añade.
La idea que hay que transmitir es que la mayoría de las personas que nos rodean son normales, pero hay un porcentaje mínimo que causan unos niveles de sufrimiento altísimos" (Victoria Noguerol, psicóloga)
La psicóloga pone como ejemplo los atentados de las Torres Gemelas, de 2001. “Todos los niños vieron esas imágenes. Pero los que tuvieron la suerte de tener a unos adultos al lado que les daban una explicación de lo sucedido podían procesar la experiencia de una forma más razonable y controlada que los que no recibieron ninguna aclaración”, apunta.
Está bien, además, compartir emociones con nuestros hijos. Si las noticias de un atentado nos han puesto tristes o nos han sobrecogido, podemos comunicárselo a la prole, según cuenta Victoria Noguerol. “Porque eso les da seguridad. Así ven que no son los únicos en sentirse mal: 'mi papá, que está viendo la tele, también se ha sentido triste con el episodio'. Pero, siempre, añadiendo una respuesta de calma”.
Evidentemente, hay que utilizar un lenguaje acorde con su edad. No es lo mismo contarle un atentado a un niño de 12 años que a otro de cuatro (en los más pequeños, según los expertos, el impacto de estas escenas puede ser mayor). Tampoco hay que recrearse en las explicaciones: “En el momento en que los niños reciben la mínima información que les tranquilice, que satisface su curiosidad, dejan de demandar más. Ya es suficiente”, añade Noguerol.
Errores que provocan estrés
¿Y qué ocurre si lo comunicamos mal o no lo hacemos? “Se puede generar sintomatología de estrés postraumático. El miedo tiene la capacidad de desembocar en trastornos del sueño, pesadillas, pensamientos recurrentes, flashbacks y trastornos de ansiedad en general”, responde. Esté atento a dolores de cabeza y estómago, posibles síntomas de un cuadro de ansiedad. Para evitarlos, ayude al pequeño al desahogo. “Una respuesta frecuente y desafortunada de los adultos es: ‘Ya pasó’. No es lo que el niño necesita”, afirma Nogales. “Lo que precisa es descargar el impacto, hablando de ello, y si tiene al lado a unos adultos que le están dando una información ajustada, realista y no impactante, mejor aún”.
Un estudio de neuropsiquiatría realizado entre niños de 94 escuelas públicas de Nueva York en 2002, un año después de los atentados del 11-S, reveló que el 26% mostraba al menos un problema de salud mental. Un 15% se quejó de agorafobia, el 12,3% padecía angustia cuando se separaba de sus padres, el 10,5% reunió los criterios del TEPT (trastorno por estrés postraumático), el 9,3% experimentó ataques de pánico y el 8,4% mostró síntomas de depresión mayor. Otra investigación de la Academia de Medicina de Nueva York, en 2003, subrayó que el 18% de los niños de Nueva York tenía estrés postraumático grave o muy grave después del 11 de septiembre. Entre las causas, se incluían haber visto imágenes explícitas de los atentados o el llanto desconsolado de sus padres.

Por último, es crucial evitar que los niños se formen una idea equivocada respecto a “buenos” y “malos”, identificando a unos y a otros con diferentes etnias, rasgos físicos o creencias. Hay que recalcar que los “malos” son una minoría, pero también que esa minoría no tiene nada que ver con una etnia o religión. Recuerde: confianza en el hogar, veracidad en la información, brevedad, sentimientos sinceros pero calmos y el matiz de la excepcionalidad y la justicia. Sus hijos lo agradecerán.

La influencia de los entornos

PSICOLOGÍA


Las personas y las cosas que nos rodean provocan un efecto en nuestro bienestar.
Saber modificar un contexto nocivo es una buena opción para vivir mejor.

RAIMÓN SAMSÓ | El País | 09/01/2015                                   

Todos ejercemos una influencia en nuestro entorno más cercano. Pero es una relación bidireccional, de doble influencia. Por lo común, las personas apelan a su fuerza de voluntad para rendir más. Pero el ambiente es como una palanca en la que podemos trabajar para conseguir más resultados con menos esfuerzo.
Los contextos en los que nos movemos pueden ser unos grandes aliados o unos grandes enemigos. Veamos qué son, cómo afectan y cuáles son los mejores para reforzarnos en lo personal y en lo profesional. Se pueden agrupar en tres categorías:
Materiales. Los lugares donde se vive y se trabaja, el barrio y el vecindario, la tecnología, el automóvil o el ajuar doméstico.
Personales. La familia, la pareja, los amigos, los compañeros de trabajo, los conocidos, el contacto en las redes sociales, los horarios y los hábitos.
Mentales. Las creencias, los paradigmas, la formación e información, la religión o los condicionamientos.
Hay esencialmente dos cosas que te harán sabio: los libros que lees y la gente que conoces”. Jack Canfield
Todas estas circunstancias pueden jugar a favor o en contra de uno, ser un motor que propulse nuestra vida o un ancla que la hunda. Un entorno colabora o compite. Inspira o deprime. Nutre o envenena. Obviamente también existen entornos neutros, pero por esa misma razón hay que evitarlos tanto como los que nos perjudican. No es posible prescindir de los ambientes, pero sí elegirlos cuidadosamente teniendo en cuenta sus efectos.
Los entornos materiales y personales son visibles y evidentes, aunque tal vez no sus efectos. Todo influye en todo y nadie puede aislarse del contexto inmediato sin recibir de él su influencia.
Delegar en el entorno significa no tratar de hacerlo todo por uno mismo, sino aprovechar las influencias positivas externas para reforzarse.
El lugar donde una persona vive ejerce una influencia enorme en ella: le da energía o se la quita. Seguramente un pequeño piso ordenado, decorado de manera minimalista y con luz abundante es suficiente para nutrir a quien vive en él.
Tener menos cosas significa contar con más espacio y más claridad mental. La luz y el orden ejercen una influencia en la mente. Deshacerse de objetos que no se usan es una prioridad, y cambiar de vez en cuando la disposición de los muebles en casa es un divertimento muy motivador.
La luz y las vistas desde las ventanas son tanto o más importantes que la vivienda en sí o su superficie. Elegir el entorno donde uno va a pasar su vida cuenta mucho, pero, por desgracia, cuando las personas compran o alquilan un piso se fijan en los metros, el precio o los servicios antes que en la tranquilidad, la luz y las vistas.
El lugar donde se trabaja y en el que se pasan tantas horas al día también es importante. Influye en el rendimiento del trabajo y en la felicidad de las personas. Muchas veces uno carece de la capacidad de cambiarlo, pues las oficinas o instalaciones son las que son. Pero a menudo podemos influir en mejorarlas de alguna manera. Como en el caso anterior del piso, muchas veces nos equivocamos al valorar más el sueldo, las vacaciones, los ascensos o la cercanía que el entorno de trabajo en sí.
Las personas más beneficiosas en el entorno personal son aquellas que sonríen, no se quejan, no se sienten víctimas de nada, están automotivadas, son positivas, se esfuerzan, viven en la coherencia, inspiran paz y bondad, aprenden y se forman. En definitiva, las que tienen una mentalidad ganadora.
Muchas veces, las personas que no hemos elegido, pero que forman parte de nuestros círcu­los (familia política, compañeros de trabajo o vecinos), parecen una imposición imposible de eludir. Tal vez no podamos decidir si forman parte de nuestra vida, pero sí tenemos la capacidad de minimizar su efecto.
Cada amigo o conocido deja un poso, una influencia mayor o menor. De hecho, acabamos pareciéndonos mucho a las personas que más tratamos. Deberíamos preguntarnos: “¿Quién me está influyendo más?”.
A veces conservamos la amistad de algunas personas solo porque en el pasado fuimos amigos. Pero la gente cambia con los años, y es lógico que las amistades también cambien. No se trata de no quererlos, sino de no frecuentarlos tanto y a la vez hacer espacio para compañías diferentes. Cambiar de entorno personal siempre conlleva variaciones individuales y profesionales. Si buscamos modificar nuestra vida, será necesario un cambio de amistades o, como mínimo, un ajuste de los círculos sociales.
El gran peligro de estar alrededor de gente no excelente es que empiezas a volverte como ellos sin siquiera darte cuenta”. Robin Sharma
No tener esto en cuenta puede traer consecuencias desagradables a largo plazo. ¿No es extraño que descuidemos con quién entramos en contacto y, sin embargo, para nuestros hijos e hijas exijamos colegios y amistades beneficiosos?
Todos somos conscientes del gran valor que tiene el pensamiento en la vida. Es nuestro “cuadro de mandos”, y siendo tan conscientes de esa importancia parece mentira que lo tengamos tan descuidado y tan poco “afilado”. Mucha gente vigila escrupulosamente lo que come cada día: calorías, nutrientes, calidad y cantidad. Cuidan su cuerpo, pero descuidan el alimento de su mente. ¿No es una incoherencia?
Deberíamos cuestionar el “material” que permitimos que entre en contacto con nuestra mente, como publicidad, noticias, ideas, creencias, informaciones… Todo eso puede alimentar o envenenar la mente. O la expande, o la contrae.
Hay mucho que podemos hacer para nutrir el pensamiento: lecturas inspiradoras, meditar unos minutos al día, relajar la mente en el silencio cada jornada, aprender cada día algo nuevo,  ejercitar la imaginación y la creatividad o incluso elegir un vocabulario y unas expresiones que nos sienten bien mientras rechazamos las que nos perjudican.
La lectura es una de las mejores formas de alimentar la mente. Una hora al día es bastante para que esta se exponga a nuevas ideas y entre en contacto con autores de culturas y mentalidades diferentes. Leer es el gimnasio del espíritu.