PSICOLOGÍA
Pone en orden los pensamientos, reduce la ansiedad y ayuda a comunicarse
con los demás
Gracias a la lectura, nuestro mundo personal se enriquece con
otros mundos, se ensancha nuestra vida con otras vidas. Leer, sin lugar a
dudas, es crucial en el crecimiento y desarrollo de los individuos y de la
sociedad. Tanto es así que desde distintos sectores se trabaja para elevar los
índices de lectura en la población. Nos hemos dado cuenta de ello. De lo que
aún no nos hemos percatado es del poder mágico y transformador que tiene la
otra cara de la moneda: escribir. Tal vez para muchos esta actividad está
reservada para “aquellos que saben escribir”. La mayoría de nosotros nos
sentimos excluidos del olimpo de las letras, reduciendo nuestros actos en este
sentido a un puñado de correos electrónicos, listados de la compra o
redundantes mensajes en las redes sociales. Pero pensar que esta actividad está
reservada a los grandes literatos sería tan estúpido como creer que no podemos
salir a correr porque no somos Usain Bolt. Como decía Oscar Wilde, solamente
hay dos reglas: tener algo que decir y decirlo.
El diario personal es una de las herramientas más usadas por los
psicólogos para reordenar las emociones de los pacientes. Sus beneficios son muchos;
incluso, según un estudio llevado a cabo en Nueva Zelanda y publicado en la
revista Time, la gente que lleva un diario personal cicatriza antes sus
heridas, y no hablamos de las emocionales, sino de las físicas.
Reflexionaremos nuestro día. El diario nos obliga a
organizar lo que hemos vivido y a ponerlo en relación con nuestros
sentimientos. Volvemos, por así decirlo, a vivir y sentir lo más importante del
día.
Evaluaremos nuestras respuestas
emocionales. La reflexión nos conduce a la evaluación. ¿Hemos actuado
correctamente? ¿Nos hemos dejado llevar por los sentimientos? ¿Volveríamos a
actuar de esta manera? Estas preguntas nos permiten mejorar o reforzar nuestra
conducta, y así crecer en confianza y autoestima.
Pondremos en perspectiva las situaciones. Porque
podremos repasar las páginas escritas y darnos cuenta de que esto que tanto nos
preocupaba, con el paso del tiempo, resulta que no tenía tanta importancia. O
que aquel problema que pensábamos que no tenía solución, resultó tenerla.
Liberaremos estrés. Escribir de lo que nos pasa es una
manera inigualable de exteriorizar emociones. De airear sentimientos. O,
incluso, de dar rienda suelta a fantasías.
Dormiremos mejor. Todo lo que hemos mencionado
provoca que aligeremos carga antes de ir a dormir. Que estemos más relajados y
con más seguridad para afrontar el nuevo día, lo que facilita que durmamos
mejor y descansemos profundamente, y así al día siguiente estaremos más
despiertos. En todos los sentidos.
James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, estudia
sus beneficios desde hace más de tres décadas. Si queremos empezar este viaje
interior, solamente debemos:
Escoger un tema que nos preocupe, por ejemplo, por qué no me
llevo bien con esta persona, o por qué me siento mal en esta situación, o por
qué no consigo hacer esto que me propongo… Lo que sea, pero que tenga
relevancia para nosotros.
Escribir 20 minutos durante cuatro días seguidos. Es
importante ser constante durante el proceso. Encontrar un momento de
tranquilidad en el que sepamos que no seremos molestados. Apagar teléfonos,
aislarse por un rato.
Solo
escribir. Hacerlo sin pensar en el qué. Dejar que las palabras fluyan,
que las frases salgan de nuestro interior. Sin atender al estilo ni a la
corrección ortográfica. No juzgar; por sorprendente que sea lo que nos venga a
la cabeza, escribámoslo. Sin miedo.
No leer hasta el final. Durante los cuatro días que
dura este experimento personal es conveniente no repasar. No leer lo que hemos
escrito para que no contamine la escritura del siguiente día. Una vez
finalicemos, entonces sí hay que hacerlo para ver qué sentimientos tenemos ante
esa fotografía interior. Y así, analizar en qué nos puede ayudar, qué hemos
aprendido y cómo nos hace sentir.
En la prestigiosa Harvard Business Review apareció un artículo
titulado ‘Los beneficios de la poesía para profesionales’. En él, John Coleman
insistía en que todos los empresarios deberían escribir poesía. Y es que
la poesía es la mejor medicina para:
Convertir en simple lo complejo. El limitado espacio de
un poema nos obliga a sintetizar. A buscar metáforas, paralelismos que
conviertan el caos en algo comprensible. La poesía es un ejercicio constante de
encerrar lo inalcanzable en una imagen entendible.
Desarrollar
la empatía. La poesía no solamente nos obliga a estar atentos a nuestros
sentimientos, sino también a los de los demás. Una exploración con la que
entendernos y conectarnos con el mundo que nos rodea.
Potencia la creatividad. La lucha constante por
encontrar la palabra justa que consiga expresar aquello que queremos decir, la
capacidad de asombro ante cualquier detalle o el trabajo de imaginación
continuo son ejercicios creativos de primer orden.
Nos enseña a valorar la belleza. Cuando estamos
conectados con nuestro yo poético, somos capaces de apreciar la belleza en un
simple charco. La poesía nos conecta con un sentido estético de la vida.
La palabra es magia, en general tanto cuando hablamos con los
demás como cuando lo hacemos con nosotros mismos. Charles Reade dijo: “Siembra
un pensamiento y cosecharás un acto. Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra
un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un
destino”. Pero no debemos olvidar que los pensamientos se hilan con palabras, y
según sea ese hilo, así será el tejido de nuestro destino.
Nota.- He tenido que acortar el texto porque era muy largo. Se
puede encontrar en la hemeroteca del periódico El País.
Personalmente este artículo me ha parecido interesante ponerlo en el blog, porque he comprobado la ayuda de escribir una especie de diario, para ser más objetiva cuando voy a la consulta con el terapeuta. No se lo leo entero, hago una síntesis, pero ayuda a reflexionar sobre reacciones pasadas y que en su momento no sé el por qué, tanto negativas como positivas. De no hacerlo así, si cuando tengo consulta estoy en crisis, parece que desde la última visita todo ha ido fatal y viceversa, y con ello puedo despistar al médico.
ResponderEliminarEl consejo que da el psicólogo de la Universidad de Texas, James Pennebaker, debe ser más valioso que mi experiencia, pero no lo he hecho nunca y confieso que con mi manera de ser me costaría mucho. Si lo probáis y os resulta útil, por favor poned un comentario. Lo que sí tengo empezado a modo de hobby es un relato de mi familia, para legar a mis descendientes. Algunas veces que a modo de tertulia después del café les leo algún párrafo, los más jóvenes empiezan a soltar carcajadas al contar cuando empezamos a ir al colegio, los juegos de aquella época, las excursiones y un montón de pequeñeces que al mirarlas con perspectiva parece que hayamos nacido mis hermanas y yo hace más de un siglo, y es que en realidad todo ha cambiado mucho y los jóvenes lo desconocen.