lunes, 20 de noviembre de 2023

María Inés López Ibor, psiquiatra

 

La Voz de Galicia     |     15/06/2022
 
Lleva la Psiquiatría en la sangre y ha pasado parte de su carrera investigando sobre la tristeza. Pero ha escrito un libro sobre la alegría y propone hacer de su búsqueda un hábito que acompañe al ser humano durante toda la vida
Su apellido está ligado al de la historia de la psiquiatría en España. Hija, nieta y sobrina de especialistas en trastornos mentales, María Inés López Ibor siempre tuvo claro que quería estudiar Medicina. La especialidad llegó después, en quinto de carrera, para seguir la saga familiar, algo de lo que no se arrepiente. «Tener referentes te hace el camino más corto, pero también te exige», reconoce. Y tiene claro que esos referentes son un privilegio. Lleva años investigando sobre la tristeza y acaba de publicar un libro para luchar contra ella. Editado por Planeta, su título ya es toda una declaración de intenciones: En busca de la alegría.
—Cuentas que comenzaste a escribirlo durante el confinamiento, pero que ya lo tenías antes en la cabeza. ¿Cambió su esencia por la situación que vivíamos?
—Llevaba años investigando sobre la tristeza, que es el sentimiento que más se analiza desde la psiquiatría. Pero luego me di cuenta de que la alegría es más que un sentimiento, que depende de los rasgos de personalidad y he tratado de plantear una idea: tenemos que conseguir que los momentos de alegría se conviertan en las partes esenciales de nuestra biografía, que sean las vivencias que marquen nuestra existencia.
—¿Cómo fue ese proceso de escribir para el público general sin caer en la profundización de un experto?
—Es un trabajo de muchos años, soy profesora de Psicología Médica y he aprovechado para incluir algunos de los ejemplos que voy dando a mis alumnos.
—¿Es ahora más necesario que nunca este tipo de libros?
—Creo que siempre han sido muy necesarios, me pregunto por qué el ser humano no se preocupa más por conocer su mente, por saber la razón por la que piensa de una manera determinada. Cuidamos más el cuerpo, pero no tanto la mente, y es muy importante para estar sanos.
—¿Cómo ha respondido la sociedad ante la pandemia?
—Creo que es pronto para saberlo y, además, no todos lo hemos vivido de la misma manera. Pero desde el punto de vista psicológico, la pandemia es algo para lo que no estábamos preparados. Y después ha venido una guerra, otra situación que no esperábamos. Lo peligroso es que estas situaciones nos pueden dar inseguridad o incluso apatía. Pero yo confío en la población y creo que mucha gente saldrá fortalecida de esta situación.
—¿Cómo podemos prepararnos para algo así?
—En el caso de la pandemia, yo a mis alumnos, a mis pacientes y a mis hijos siempre les invito a que escriban cada día lo que hayan vivido y sentido; y que intenten reforzar los pequeños detalles, como puede ser hablar con un amigo o dar un paseo. Destacar lo bueno que se ha conseguido en el día a día ayuda a tener una perspectiva más positiva de la vida.
—¿Hay falta de alegría en la sociedad?
—Hay mucha falta de alegría porque hay mucha ansiedad, que es la respuesta psicológica al estrés. Vivimos en un estado de angustia permanente.
—¿Puede tener que ver el ambiente de crispación que se respira en la calle?
—Las emociones son sentimentales, primero las notamos y luego las interpretamos; y si el ambiente es muy negativo, por supuesto que repercute en ellas.
—Defiendes en el libro que la alegría es una condición de la sociedad y del ser humano. ¿No pueden los animales estar alegres?
—Los animales sí pueden ponerse alegres, pero no tienen esa capacidad para desarrollar un trastorno como puede ser una depresión. Sus respuestas son más emocionales, no hacen introspección. Su vida instintiva les domina más.
—¿Y crees que son más felices las personas que viven acompañadas que las que viven solas?
—El ser humano es un ser social que necesita de los demás para crecer y que es más feliz cuando da que cuando recibe. Pero también es muy importante esa parte de armonía que ofrece el hecho de estar con nosotros mismos. La soledad no es muy buena, pero saber estar solo está muy bien.
—¿Cómo se aprende a ser optimista?
—Es un proceso que no es automático y muchas veces es intencional. Si quieres que se convierta en un hábito lo tienes que repetir. Hay que darle mucha importancia a esas pequeñas cosas de las que hablaba antes. Cuando estamos angustiados convertimos esos malos pensamientos en globales y lo que hay que hacer es aislarlos.
—¿Crees que estamos en un momento decisivo para el tratamiento de la salud mental?
—Es un momento muy importante porque se está quitando el estigma de la enfermedad mental; ya no es como antes, que había una impresión generalizada de que todo el mundo que iba al psiquiatra estaba loco. La población empieza a ver que hay enfermedades mentales que tienen tratamiento y notan su efecto. Y la salud mental es la parte positiva de todo esto: está demostrado que si una persona la cuida, enfermará menos tanto física como psicológicamente.
—Son preocupantes las cifras de suicidios. ¿Cómo se debe hacer frente a este estigma social?
— Que mueran 3.000 personas al año en España por suicidio es un tema casi de salud pública y, más aún, si se tiene en cuenta que un alto porcentaje son adolescentes; y está confirmado que hablar sobre ello no hace que aumenten los casos, sino que ayuda a reducirlos. No hay que olvidar que muchas personas con tendencias suicidas tienen un trastorno que, si se trata, pude reducir dichas tendencias. Además, hay otro aspecto que me parece muy relevante, que es la importancia de acompañar a las personas que han perdido a algún familiar por un suicidio: en muchos casos, sus amigos no hablan de ello porque genera mucha culpa, es como un estigma, y a esa gente hay que cuidarla.
—Las cifras de venta de ansiolíticos se han disparado. ¿Crees que se debe a esa medicalización del sufrimiento de la que hablas en el libro?
—Estamos en una sociedad en la que parece que todo el mundo tiene que ser feliz y no es así. Es necesario llorar, hay que estar tristes, hay que hacer duelos y pasar por todo ese proceso que trae la tristeza. No por tomar un ansiolítico vas a estar bien. Si evitamos el sufrimiento con un medicamento haremos al individuo más débil.
—¿Dónde está el límite entre la tristeza y la depresión?
—Es difícil de definirlo y es algo en lo que llevo trabajando durante muchos años; la tristeza aparece cuando perdemos algo, pero en la depresión hay otros síntomas biológicos, como pueden ser la falta de sueño, la apetencia o los trastornos alimentarios.
—Hacer de la alegría un hábito suena fácil pero, ¿realmente lo es?
—No es fácil, pero está demostrado que el ser humano es capaz de modificar su comportamiento mediante los hábitos que adquiere. Es un proceso que requiere motivación, esfuerzo, disciplina y paciencia. Mi propuesta es hacer de la búsqueda de la alegría un hábito que nos acompañe toda la vida.
 

sábado, 18 de noviembre de 2023

El psicólogo Antonio Rios explica a los padres cómo tratar a un adolescente: "No se puede entrar en un cuerpo a cuerpo"


Elisa Albacete      |      Madrid      |  niusdiario.es    |    17/06/2023

Esta etapa de transición a la juventud dura aproximadamente cinco años y va asociada a cambios emocionales y físicos 

El adolescente solo responde con monosílabos, no acepta más que tres preguntas y no responde de manera inmediata 

Aunque parezca imposible existen tres tipos de charlas que se puede mantener con los chicos y chicas en esta etapa

De pronto, cuando menos lo esperas, en casa hay un adolescente. Una persona que o no habla o responde con monosílabos, que se encierra en su cuarto, que huye de besos y abrazos, que mira con desprecio a su familia y que se rebela contra todo lo establecido. La buena noticia es que es un proceso normal del desarrollo, la mala que suele durar de media unos 5 años. 

El doctor Antonio Ríos los conoce bien. Como psicoterapeuta especialista en terapia familiar y de adolescentes, lleva años aconsejando a padres y madres sobre cómo asimilar esta etapa tan difícil. Un periodo complicado de la vida humana en el que se producen muchos cambios y que suele pillar por sorpresa hasta al propio interesado. 

Pregunta: Se suele decir que la adolescencia es una etapa de transformación.

Respuesta: Es que se transforman, aunque es verdad que con diferente intensidad dependiendo de la personalidad de cada chico, de cada chica. Pero en cualquier caso hay un cambio muy importante. Dejan de ser niños y pasan a ser otra cosa que ni ellos saben qué es. Es un proceso hacia la juventud. Una transición de querer saber quién son, ir descubriéndose. Lo que sufren es una crisis de la identidad. Dejo de ser niño o niña y de ver a mis padres y todo lo que me rodea con ojos de niño o niña para verlo todo de otra manera diferente. Mi cuerpo cambia físicamente, emocionalmente , sexualmente, intelectualmente, mis motivaciones cambian. Lo que de niño me interesaba ya no. Cambia todo.

P. Una etapa de tanto cambio que lleva a que ni ellos mismos se entiendan.

R. Eso es, cambian de valores, cambian de todo. Lo ven todo de otra manera porque han cambiado ellos. Han aparecido hormonas, se enamoran, se desenamoran. Tienen ganas de experimentar sexualmente, de hacer lo que hacen los mayores. Y eso le provoca una serie de emociones que le hace estar todo el día fluctuando. Pasan de la más absoluta euforia a la más absoluta depresión (no una depresión clínica). Cambia también de amigas, de amigos. Muchos padres me dicen: "Pero ¿si eran amigas desde infantil? ¿Cómo es posible?". Pues porque en la adolescencia aparece el fenómeno de la elección del amigo. La amistad en la adolescencia surge por elección. En la infancia está condicionada porque coinciden en clase, en las extraescolares, porque los padres son amigos. En la adolescencia no, ahora ellos eligen a sus amigos. Y no puedes intervenir porque se volverá en tu contra.

P. Esta etapa de adolescencia ¿avisa o llega de repente?

R. Generalmente llega de pronto. Yo siempre digo que es después de un verano. Está acabando quinto o sexto y cuando llega primero de la ESO ya han cambiado. Te miran de otra manera, te desafían de otra manera. Han pasado solo unos meses pero ya no es la misma persona. Pero puede ser de repente. Una vez un padre me decía: "¿Un verano? ¡Pero si fue en una noche ! Se acostó y al despertarse era otro". Y eso es así. A veces los cambios son más bruscos, en unas semanas o días se levantan y son adolescentes. Pasan de mirarte como niño, a mirarte con asco, como suelo decir yo en tono de broma. Te mira como diciendo: ¿Y por qué te tengo que hacer caso a ti?. Puede pasar que te diga "que asco de comida". Y resulta que era su plato favorito hace unos días. Todo lo que les gustaba antes, ya no.

Hay que entender que es un ciclo evolutivo que va a llegar inevitablemente 

P: Una etapa que no solo pilla por sorpresa a ellos, también a los padres.

R. Muchos padres no se preparan, creen que no va a llegar. No se imagina que ese niño o niña de siete años que te mira con admiración y te quiere, en cinco años se transforma. Se vuelve otro. 

P. ¿Dice que son otra persona distinta?

R. Lo que ellos tienen claro es lo que ya no soy. Ya no soy un niño o una niña. Ya no quiero que me mires como me has mirado, ni que me trates como me has tratado, ni que me hables, ni que me digas, ni que nada. Todo lo que durante diez doce años has vivido con ellos ya no vale. Empieza a ser todo nuevo para todos, para ellos y para los padres. 

P. El modo de acercarnos a ellos pasa por entender el proceso.

R. Eso es. Entender que vamos a entrar en una etapa de transición a la juventud. Que es una época que empieza y termina. Los progenitores tienen que aprender a llevar esto de la mejor manera, para salir de esta época y transitar sin vivirlo muy “lesionados”. Prepararse para ello entender que es un ciclo evolutivo que va a llegar inevitablemente, que es normal que cambie, y que cuando ellos cambian van a ver la vida de otra manera.

Te van a cuestionar todo lo que tú le digas. 

P. ¿Y cómo nos podemos preparar para llevar mejor ese momento?

R. Pues normalizando. Pensando que la niñez se termina y que va a llegar una etapa lógica, normal, saludable que hay que pasar inevitablemente. Una etapa en la que tu hijo, tu hija, se va haciendo mayor. Eso es “que yo quiero decidir”. Te va a cuestionar todo lo que tú le digas. ¿Cómo te preparas? Sabiendo que vas a tener que contar con su opinión y sabiendo que vas a tener que negociar mucho. 

P. ¿Qué quiere decir con negociar?

R. No se negocia con los niños pequeños. Lo que se hace es proponer alternativas, ellos eligen entre lo que tu propones para fomentar la independencia. Pero con los adolescentes es distinto. Con ellos se negocia. A partir de los 12-13 años hasta los 18, son cinco años de negociación. Un adolescente pasan por una crisis de la afirmación del yo, de la personalidad. Es cuando la personalidad eclosiona, te dicen "yo soy mayor". "No soy un niño". Y esto lo quiere afirmar. Es la afirmación del yo. Cuando yo quiero, como yo quiero, con quien quiero, a la hora que a mi me apetezca. Yo, yo, yo. Y eso hace que desafíe todas las normas, limites, criterios pautas. todo lo que en 12 años hemos hablado en casa y aceptaba sin ningún problema. Obligaciones, tareas domésticas... 

P. Y ¿cómo podemos manejar eso?

R. Pues hay que preparar algunas estrategias y hay que aprender a negociar. Ellos no saben negociar, pero nosotros sí. En su caso son del todo o nada, pero hay que conseguir un punto intermedio. Pero sin darles órdenes. No tenemos que decir: "Recoge tu cama o saca el perro. Porque te dirán sí, sí. Y luego harán lo que les dé la gana. Lo que sugiero es que se les diga algo con margen de tiempo: "Antes de irte ordena la habitación". "Antes de que te de la paga haces los deberes".  ¿Y cuándo lo van a hacer? Dos minutos antes de que se acabe el plazo.  

P. Los padres tienen que armarse de paciencia.

R. Sí, mucha paciencia, mucha negociación. Sabiendo que es un proceso lógico que hay que pasar. Que aunque te lo digan, no te odian. Que te siguen queriendo. Pero te conviertes en el enemigo en casa porque me impides hacer lo que yo quiero. 

P. Y ¿hay que dejarles hacer lo que quieran?

R. No y por eso llega el conflicto. Ellos quieren hacer lo que les da la gana porque se sienten mayores y no “tienen” por qué obedecer tus órdenes. Y tú tienes que establecer en casa una serie de pautas, de límites, de obligaciones. Hay que llegar a acuerdos. Negociar mucho y escuchar mucho. Y flexibilizar. Hay padres que son muy rígidos. Y eso tampoco es bueno. No olvidemos que los padres, madres somos los enemigos. Ellos van a defender todo lo que a nosotros no nos gusta, es una manera de afianzar su personalidad. El adolescente se afirma en las áreas donde a los padres les pone más nerviosos. Para fastidiar. Tenemos que saberlo y dejarles. Todo volverá a su sitio. No discutir, no darle importancia, que vean que no hay desafío. Eso les desinfla. 

P. Claro que antes de poder negociar tenemos que conseguir que hablen.

R. En la adolescencia tenemos que prepararnos a los monosílabos. Son cinco años de monosílabos. Tenemos que ser conscientes de que no responden. Y no te enfades, porque como les digas algo te dirán: "Ya está bien, ¿no?" Deja de interrogar". No hay que hacer interrogatorios. Un adolescente solo admite tres preguntas. Ni una más. A la cuarta se va. Y tampoco te responden de manera inmediata. Eso lo tenemos que tener claro y aceptarlo. Por último debemos aprender a interpretar sus respuestas, porque no siempre implican lo que creemos. No es fácil, pero con paciencia y calma lo iremos consiguiendo. 

P. Entonces, ¿para entender a un adolescente hay que aprender a comunicarse con ellos?

R. Hay tres formas de comunicarte con un hijo-hija adolescente. Una es la comunicación afectiva. Es cuando ellos vienen a hablar contigo. Eso es una compulsión, es en este momento, en este lugar y en esta hora. Y suele ser a la hora más inoportuna y en el lugar más inapropiado o cuando tú estás en peores condiciones. Mientras estás preparando la cena, tienes prisa y entran en la cocina a hablarte. Y es cuando yo digo: "Estás cortando la lechuga y tienes que seguir cortando lechuga, añade tomate, corta cebolla, sigue sin mirarle y ocupándote de la ensalada porque ese momento es mágico".

"Mientras hablan es un momento mágico. Ellos han decidido venir a hablar contigo y tú los escuchas. En ese momento no hay que discutirle ni cortar la conversación. En cuanto les comentes algo de lo que dicen, dirán: “Ya estás tú siempre igual. No me comprendes. Se van y dejan de hablar”. Si hay algo que ha dicho que no te parece bien, te lo tienes que guardar y al día siguiente, sin ninguna preparación ni nada, les dices en el pasillo: "Oye, ayer cuando me contabas en la cocina hubo algo que me he quedado pensando. No sé. No me parece bien creo que mejor…" y se lo sueltas. Pero ya se lo dices en otro momento. Y no has cortado la charla anterior. Mientras ellos te cuentan tú tienes que seguir la conversación sin dejar de hacer lo que estás haciendo. Sin mirarles. Es lo que llamamos comunicación afectiva, porque ellos necesitan que tú los escuches. Su mente les dice espero que me escuchen y no me interrumpan o me digan si está bien o mal. Es lo que necesitan. 

P. Y las correcciones, al día siguiente.

R. Efectivamente, lo que necesitemos matizar al día siguiente. Porque luego está la comunicación efectiva. Cuando queremos hablar con ellos. No se les puede avisar. No les decimos esta noche hablamos, porque esa noche tendrán mil planes. Tienes que pillarlos de pronto. Aquí lo que sugiero son mensajes muy breves y concisos, porque como te enrolles, desconectan. Mensajes concretos: "Tenemos que hablar de las vacaciones". Sin avisar. 

P. Eso para corregir o contarles algo importante.

R. Es una conversación que ellos no decide, que hemos decidido nosotros y por eso se ponen en plan pasivo. Dejan claro que ellos no han buscado la conversación con un lenguaje no verbal, ponen caras, suspiran. No hay que hacer caso. Pero sí ser muy breves y concisos. 

P. Y luego hay un tercer tipo de conversación, más lúdica.

R. Sí, la que llamamos conversación superficial, que es la que más tenemos que usar con un adolescente y todo lo que podamos. Hablar de temas que no les impliquen. Una charla que no hace referencia ni a la familia ni a ellos. ¿De qué se habla? Pues de deportes, de música, de moda, de cotilleos. Tuve un padre en consulta que se hizo fan de los Mojinos Escozíos porque a su hijo le gustaban y se ponían a hablar de las letras de las canciones. Esa es una buena comunicación. 

P. Buscar algo que conecte con ellos.

R. Cualquier tema moda, fútbol, cómic. Ellos luego dirán: "Yo hablo mucho con mi padre/madre". Aunque estamos hablando de temas superficiales, ¡para ellos es una conversación!. 

P. En cualquier caso lo que tenemos que evitar con los adolescentes es discutir.

R. No se puede entrar en un cuerpo a cuerpo. Entras en una escalada donde ellos no paran. Es el adulto el que tiene que frenar. Es una espiral que no tiene fin. Aunque depende de su personalidad. En un extremo están los rebeldes, impulsivos que hablan antes de pensar, que se quejan de todo. Y en el otro extremo está esa personalidad sutil que te dice a todo que sí y luego hace lo que le da la gana. 

P. ¿Se puede educar de pequeños para evitar los conflictos en la adolescencia?

R. Si tienes un hijo con una personalidad muy fuerte hay que marcar muy bien la autoridad antes de que llegue esa etapa. Desde pequeños tiene que quedar claro que en casa hay normas, que esto no se negocia. Esto es para que cuando llegue a los 15 años sepa que la autoridad la tienes tú. Si un niño ha sido educado con permisividad absoluta se convierte en un tirano en la adolescencia. Porque no olvidemos nunca que los adolescentes por su propia naturaleza son interesados, egoístas, egocéntricos y ensimismados. Es un término evolutivo. No son términos morales, es evolutivo. Son así. 

P. Pero es una etapa que pasa.

R. Claro, se termina. Igual que un día se levantan y te miran con asco, de pronto, en torno a los 18 años o así, se sientan a tu lado y te empiezan a hablar y les llaman para salir y dicen: "No salgo que prefiero estar en casa con mi familia" O te dicen: "¡Qué buena la comida!". Y ya está. Ya se ha acabado. Lo bueno de la adolescencia es que se termina. 

P. Eso es lo positivo, aunque tenemos que tener en cuenta sus consejos para transitar esos cinco años.

R. Tengamos en cuenta que es una etapa natural en la que hay que negociar. Pero no esperes que lo negociado lo cumplan cien por cien. Hay que dejar márgenes. Si en la negociación llegas a un acuerdo, ten en cuenta que el acuerdo lo cumplirán en parte. Por eso hay que pasar esta etapa con calma. Y pensar que esto es normal, tienen que hacerse mayores y esto pasará. Lo bueno de la adolescencia es que pasa.


martes, 19 de septiembre de 2023

7 comportamientos que alejan a los demás


Sergio De Dios González       |    La Mente es Maravillosa    |      16/12/2021

Escrito por María Hoyos

 

Podemos desarrollar comportamientos que alejen a los demás de nosotros, igual que podemos poner en marcha otros que les acerquen. En el primer caso, podemos influir de manera negativa en nuestras relaciones con amigos o familiares. De ahí, con el fin de cuidar a los que queremos y no atentar contra nuestro círculo de apoyo, sería bueno que identificáramos y cambiáramos esos comportamientos que alejan a los demás.

En ocasiones, estos comportamientos están motivados por la envidia. Una emoción de valencia negativa que, por lo general, daña nuestras relaciones y empobrece nuestra comunicación. Así, para profundizar en esta y otras causas vamos a analizar algunos de los comportamientos que alejan a los demás.

1. Tener envidia del éxito de los demás

El primero de los posibles comportamientos que alejan a los demás se basa en la emoción que hemos señalado antes, junto a una sensación de carestía de éxitos personales. En este caso, si detectamos esta dinámica, lo ideal es intentar desactivar “el modo comparación”.

 

Es cierto que las comparaciones nos dan una valiosa información social. Nos pueden decir si somos los mejores o los peores de una clase, situándonos en disposición de utilizar esta información a nuestro favor. Sin embargo, en un momento en el que somos especialmente sensibles a la envidia, difícilmente nos ayudarán.

2. Llevar las críticas al terreno personal

Los comportamientos que alejen a los demás serán más probables cuando nos enrocamos en una actitud defensiva, atacando a los demás para defendernos. Ante esta situación, pongamos un momento de calma e intentemos desviar el canal que dirigen las palabras de los demás hacia el yo permanente, un destino que hace que las evaluemos como un ataque.

Esto no significa que debamos adoptar una actitud pasiva por la que no nos inmutemos ante lo que los demás piensen de nosotros. La solución está ajustar nuestro juicio, para aprovechar de manera inteligente la información que nos llega.

3. Permanecer en el papel de víctimas

Actuar como la víctima también será uno de los comportamientos que nos alejen a los demás. Esta encrucijada puede darse cuando sentimos que todos los problemas que rodean nuestra vida están siempre enfocados hacia nosotros. Además, este problema hará que nos sintamos anulados como personas y, de paso, lastremos nuestro desarrollo personal.

4. No dejar pasar el dolor

Siempre que nos sintamos mal o que suframos de algún modo, lo normal es que estas emociones negativas se vayan diluyendo en el tiempo hasta encontrar una solución al problema en cuestión. Sin embargo, si acumulamos el dolor y el resentimiento cada vez que pasamos por algún momento complicado, terminaremos por convertirnos en personas amargadas y tóxicas.

5. No controlar las emociones

Una persona siempre tiene un reto por delante: mejorar la gestión que hace de sus emociones. En este sentido, reconocer que los ataques de ira o de rabia, así como por llantos o rabietas alejan a los demás será un primer y valioso paso.

Proyectaremos una imagen de inmadurez en los demás, aumentando la probabilidad de piensen que gozamos de poco autocontrol. Ante esto, te proponemos dar paso a una relación inteligente con las emociones: escuchemos lo que nos tienen que decir y administremos su energía de la mejor forma para nosotros y para los que nos quieren.

6. Carecer de empatía

La empatía es una cualidad muy positiva, valorada tanto en el ámbito de la vida personal como en los entornos laborales. Sabernos poner en el papel de otras personas nos permitirá comprender mejor sus problemas, sumando puntos a nuestro CI emocional.

Así, al sensibilidad con el otro -con sus pensamientos y emociones-, lejos de ser uno de comportamientos que alejan a los demás, sirve para generar esa complicidad que actúa de pegamento en todas las relaciones profundas que generamos y mantenemos.

7. No respetar los límites

De igual forma que querremos que otras personas respeten esas líneas rojas, también nosotros, por norma general, debemos respetar las que marcan los demás. A la hora de sopesar los límites físicos, tengamos en cuenta la cultura de la persona con la que estemos tratando, ya que su entorno de convivencia puede ayudarnos a identificar la distancia con la que el otro se siente cómodo.

 

Por ejemplo, las culturas japonesas o chinas, así como las del norte de Europa, suelen mantener una distancia mayor. Por otro lado, las culturas mediterráneas o de Oriente Medio no tienen tantos reparos a la hora de establecer contacto físico o de acercarse a otras personas para hablar. Teniendo en cuenta todos estos factores, podemos evitar caer en comportamientos que alejan a los demás, para así disfrutar de una vida más sana, especialmente en el ámbito personal.

 

 

sábado, 16 de septiembre de 2023

 

Bona tardor a totes i a tots!!!


Benvolgudes i benvolguts lectors del blog,

Us vull fer un aclariment sobre els articles que últimament trobo pel blog, i és que quasi tots parlen de Psicologia i mol pocs de Psiquiatria.

És ben cert que avui dia es treballa i avança molt més amb Psicologia que abans; consells sobre com afrontar moltes coses que malauradament són notícia, recomanacions per no voler ser superherois i gaudir del dia a dia, indicacions als pares per sortir al pas de les incerteses i estats d’ànim tristos dels seus fills -i més si són adolescents-, i així seguiria …

No és una justificació sinó una realitat que amb Psiquiatria hi ha pocs avenços… el més sonat últimament “la esketamina”, però deuen voler tenir més resultats positius per aplicar-ho als malalts, perquè si ho intentes hi ha molts pals a les rodes.

Jo seguiré buscant novetats, però si algun de vosaltres em pot adreçar a un link on es parli amb psiquiàtres responsables i que estan en actiu us ho agrairé.

M. Carme Samaranch

viernes, 15 de septiembre de 2023

Querer que tu hijo sea lo que tú no pudiste o el gran error: "Ojo con volcar en ellos la frustación"


Ana M. Longo       |      uppers.es      |      19/06/2023                       

 

·        "Los hijos pueden dejarse llevar por los deseos de sus progenitores y sentirse perdidos, no lograr identificar lo que de verdad quieren y sentir desmotivación y falta de determinación", explica Laura Sánchez von Bertrab, psicóloga clínica infanto-juvenil

 

·        Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia y adolescencia y psicoterapeuta familiar, asegura que en familias donde padres e hijos se encuentran en relaciones más desligados se permite un mayor grado de autonomía

 

·        La psicóloga sanitaria Aurora López refiere que cuando en el deseo y expectativas de los progenitores no hay flexibilidad podrían caer en una tendencia tóxica o narcisista, algo que perjudicaría a los hijos

En la sociedad actual se admira al padre o a la madre que anteponen a sus vástagos a otros asuntos en sus vidas y darían sin miramiento alguno todo por ellos. Pero esto puede ser un arma de doble filo, puesto que pueden llegar a exigirles que hagan o sean lo que ellos consideran, imponerles, llegando a unos límites que pueden resultar contraproducentes para su desarrollo personal. 

 

Los psicólogos recomiendan no invadir, ni condicionar la vida de los hijos y no depositar en ellos los sueños frustrados, ya que eso puede conllevar invalidarlos personal y emocionalmente. En muchos casos, puede decirse que los padres buscan que se le juzgue en base a lo que son sus hijos. Si los hijos son buenos estudiantes, educados y respetuosos, los padres les están dando una buena educación. “Bajo esa premisa, se espera que esos hijos no fallen y que hagan lo que sus padres les dicen, muchas veces dejando de lado sus pensamientos. A esos hijos se les quita la posibilidad de creer en ellos”, manifiesta Laura Sánchez von Bertrab, psicóloga clínica infanto-juvenil.

 

Privarles de oportunidades

Esta profesional afirma que, actuando de este modo, los padres les privan de poder valorarse y aprender. Los hijos pueden dejarse llevar por los deseos de sus progenitores y sentirse perdidos, no lograr identificar lo que de verdad quieren y sentir desmotivación y falta de determinación.

“Hay hijos que estudian Medicina porque su padre es médico, que practican fútbol porque su padre es entrenador, que hacen baile porque su madre nunca tuvo la oportunidad de ir a clases de ballet y le apasiona o que estudian negocios para hacerse cargo de la empresa familiar. Sin embargo, ¿realmente quieren hacerlo? Esa es la cuestión”, añade.

 

Sánchez insiste en que los padres llegan a poner toda su energía en alcanzar un fin que puede darse a medio o largo plazo, olvidando disfrutar y aprovechar el presente y, pese a que el resultado logre niños inconformes y posteriormente, adultos infelices.

La psicóloga apunta que el instigar a los hijos para hacer o estudiar algo que no quieren afectará negativamente a su desarrollo emocional. “Muchos hijos se sienten estresados queriendo cumplir las expectativas de los padres y los puede llevar a soportar estados de ansiedad o depresión”.

 

 Como recomendaciones a las familias, la experta señala que:

·         Si un hijo quiere dejar de practicar su deporte o cambiar de carrera, primero observe los motivos de esa idea, reflexionen juntos qué hay detrás y si definitivamente lo observa decidido y determinado, lo conveniente es orientarle, escuchar sus necesidades y ofrecerle escenarios diversos de las consecuencias de su decisión.

·         No debe proyectar sus necesidades en los logros de su hijo: Acompáñelo, porque el no permitirle equivocarse o tomar sus propias determinaciones, supondrá la crianza de un ser obediente, pero sin empuje para enfrentar la vida que le venga.

·         “Hemos de ser el faro de nuestros hijos, no el ancla”, revela.

 

Una herencia transgeneracional

Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia y adolescencia y psicoterapeuta familiar, expone que con frecuencia puede verse como los hijos resultan esa “oportunidad” para los padres de ver cumplido todo aquello que ellos no pudieron realizar y la Escuela Transgeneracional de la Terapia Familiar Sistémica explica esa herencia transgeneracional de los llamados mandatos familiares que van de una generación a otra.

La directora y fundadora del centro sanitario Psicólogos Pozuelo (Madrid) sostiene que los padres actúan normalmente con la mejor de sus intenciones y se esfuerzan (algo que les hace sentirse suficientes conformes) para que a sus hijos les embargue la ilusión, el bienestar generalizado al cumplir ciertas metas y proyectos, aquello que ellos no pudieron por diversos motivos.

 

Una idea clave para la vocal de la Junta Directiva del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid es que si hay un desfase entre las expectativas de los padres respecto a las competencias de los hijos se generará un problema en el vínculo, esto es, en la relación parento-filial. “Esta situación puede abordarse, entenderse y resolverse desde un punto de vista terapéutico, aunque en otras ocasiones no. Los hijos desde pequeños buscan la mirada de aprobación y la validación de sus padres, entonces cuando no la logran, pueden sentir un sentimiento de deuda o deslealtad, de no haber cumplido aquello que haría felices a sus padres, pudiendo afectar en su salud mental, a su estado de ánimo, su autoestima, al desarrollo profesional...”.

 

Para Bermejo no se puede generalizar y depende del grado de pertenencia y de lo que cada hijo esté unido a sus padres y los límites que tenga, ya que, de estar más desligados, se les permite un mayor grado de autonomía en la decisión de sus habilidades, hobbies o desarrollo.

Equilibrio y flexibilidad

Aurora López, psicóloga sanitaria, directora de Más Vida Psicólogos (Málaga), explica que, en el caso de los padres, las expectativas y el deseo implican un modo de lograr seguridad y también una manera de dirigirles. Implica también una tendencia natural de protección y de amor desinteresado. “Pero, cuando esto no está en equilibrio y no hay flexibilidad, podríamos caer en una tendencia tóxica o narcisista por parte de los padres, que ya representa una necesidad del adulto de realizarse a través de su hijo".

 

"Nuestros hijos no son una continuación de nosotros ni un proyecto que viene a hacernos felices, por mucho amor que tengamos para ellos. Son personas diferentes, libres e independientes a nosotros y a nuestros deseos o frustraciones”, declara esta profesional.

 

Si los padres sienten que están presionando a sus hijos y no saben cómo estar para ellos de un modo más saludable, López aconseja:

·        Asumir que se han perdido en esos deseos y se les ha atribuido injustamente una “vida predeterminada” hacia la que se les dirige.

·        Analizar qué sienten, qué les hubiese gustado conseguir o hacer y cómo influye eso en la educación hacia sus hijos.

·        Abrir un espacio de terapia para trabajar traumas, frustraciones y malestar y para ser más feliz personalmente como padre/madre y adulto y, a mayores, dirigir la forma en la que se enseña a los hijos en ese sentido.