Ana M.
Longo |
uppers.es | 19/06/2023
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"Los hijos pueden dejarse llevar por los deseos de
sus progenitores y sentirse perdidos, no lograr identificar lo que de verdad
quieren y sentir desmotivación y falta de determinación", explica Laura
Sánchez von Bertrab, psicóloga clínica infanto-juvenil
·
Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia y
adolescencia y psicoterapeuta familiar, asegura que en familias donde padres e
hijos se encuentran en relaciones más desligados se permite un mayor grado de
autonomía
·
La psicóloga sanitaria Aurora López refiere que cuando
en el deseo y expectativas de los progenitores no hay flexibilidad podrían caer
en una tendencia tóxica o narcisista, algo que perjudicaría a los hijos
En la sociedad actual se
admira al padre o a la madre que anteponen a sus vástagos a otros asuntos en
sus vidas y darían sin miramiento alguno todo por ellos. Pero esto puede ser un
arma de doble filo, puesto que pueden llegar a exigirles que hagan o sean lo
que ellos consideran, imponerles, llegando a unos límites
que pueden resultar contraproducentes para su desarrollo personal.
Los psicólogos
recomiendan no invadir, ni condicionar la
vida de los hijos y no depositar en ellos los sueños
frustrados, ya que eso puede conllevar invalidarlos personal
y emocionalmente. En muchos casos, puede decirse que los padres buscan que se
le juzgue en base a lo que son sus hijos. Si los hijos son buenos
estudiantes, educados y respetuosos, los padres les están dando una buena
educación. “Bajo esa premisa, se espera que esos hijos no fallen y que hagan lo
que sus padres les dicen, muchas veces dejando de lado sus pensamientos. A esos
hijos se les quita la posibilidad de creer en ellos”, manifiesta Laura Sánchez
von Bertrab, psicóloga clínica infanto-juvenil.
Privarles
de oportunidades
Esta profesional afirma
que, actuando de este modo, los padres les privan de poder valorarse y
aprender. Los hijos pueden dejarse llevar por los deseos de sus
progenitores y sentirse perdidos, no lograr identificar lo
que de verdad quieren y sentir desmotivación y falta de determinación.
“Hay hijos que estudian
Medicina porque su padre es médico, que practican fútbol porque su padre es
entrenador, que hacen baile porque su madre nunca tuvo la oportunidad de ir a
clases de ballet y le apasiona o que estudian negocios para hacerse cargo de la
empresa familiar. Sin embargo, ¿realmente quieren hacerlo? Esa es
la cuestión”, añade.
Sánchez insiste en que
los padres llegan a poner toda su energía en alcanzar un fin que puede darse a
medio o largo plazo, olvidando disfrutar y aprovechar el presente y, pese a que
el resultado logre niños inconformes y
posteriormente, adultos infelices.
La psicóloga apunta que
el instigar a los hijos para hacer o estudiar algo que no quieren afectará
negativamente a su desarrollo emocional. “Muchos hijos
se sienten estresados queriendo cumplir las expectativas de los padres y los
puede llevar a soportar estados de ansiedad o depresión”.
Como
recomendaciones a las familias, la experta señala que:
·
Si un hijo quiere dejar de practicar su deporte o cambiar de
carrera, primero observe los motivos de esa idea, reflexionen juntos qué hay
detrás y si definitivamente lo observa decidido y determinado, lo conveniente
es orientarle, escuchar sus necesidades y ofrecerle escenarios diversos de las
consecuencias de su decisión.
·
No debe proyectar sus necesidades en los logros de su hijo:
Acompáñelo, porque el no permitirle equivocarse o tomar sus propias
determinaciones, supondrá la crianza de un ser obediente, pero sin empuje para
enfrentar la vida que le venga.
·
“Hemos de ser el faro de nuestros hijos, no el ancla”, revela.
Una
herencia transgeneracional
Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia
y adolescencia y psicoterapeuta familiar, expone que con frecuencia puede verse
como los hijos resultan esa “oportunidad” para los padres
de ver cumplido todo aquello que ellos no pudieron realizar y la Escuela
Transgeneracional de la Terapia Familiar
Sistémica explica esa herencia transgeneracional de
los llamados mandatos familiares que van de una generación a otra.
La directora y fundadora
del centro sanitario Psicólogos Pozuelo (Madrid) sostiene que los padres actúan
normalmente con la mejor de sus intenciones y se esfuerzan (algo que les hace
sentirse suficientes y conformes) para que
a sus hijos les embargue la ilusión, el bienestar
generalizado al cumplir ciertas metas y proyectos, aquello
que ellos no pudieron por diversos motivos.
Una idea clave para la
vocal de la Junta Directiva del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid es
que si hay un desfase entre las expectativas de los padres respecto a las competencias
de los hijos se generará un problema en el vínculo,
esto es, en la relación parento-filial. “Esta
situación puede abordarse, entenderse y resolverse desde un punto de vista
terapéutico, aunque en otras ocasiones no. Los hijos desde pequeños buscan la
mirada de aprobación y la validación de sus padres,
entonces cuando no la logran, pueden sentir un sentimiento de
deuda o deslealtad, de no haber cumplido aquello que haría
felices a sus padres, pudiendo afectar en su salud mental,
a su estado de ánimo, su autoestima, al desarrollo
profesional...”.
Para Bermejo no se puede
generalizar y depende del grado de pertenencia y de lo
que cada hijo esté unido a sus padres y los límites que tenga, ya que, de estar
más desligados, se les permite un mayor grado de autonomía en
la decisión de sus habilidades, hobbies o desarrollo.
Equilibrio
y flexibilidad
Aurora López, psicóloga sanitaria,
directora de Más Vida Psicólogos (Málaga), explica que, en el caso de los
padres, las expectativas y el deseo implican un modo de lograr seguridad y
también una manera de dirigirles. Implica también
una tendencia natural de protección y de amor desinteresado.
“Pero, cuando esto no está en equilibrio y no hay flexibilidad, podríamos
caer en una tendencia tóxica o narcisista por
parte de los padres, que ya representa una necesidad del adulto de realizarse a
través de su hijo".
"Nuestros hijos no
son una continuación de nosotros ni un proyecto que viene a hacernos felices,
por mucho amor que tengamos para ellos. Son personas diferentes, libres e independientes a
nosotros y a nuestros deseos o frustraciones”, declara esta profesional.
Si los padres sienten que
están presionando a sus hijos y no saben cómo estar para ellos de un modo más
saludable, López aconseja:
·
Asumir que se han perdido en esos deseos y se les ha atribuido
injustamente una “vida predeterminada” hacia la que se les dirige.
·
Analizar qué sienten, qué les hubiese gustado conseguir o hacer y cómo
influye eso en la educación hacia sus hijos.
·
Abrir un espacio de terapia para trabajar traumas,
frustraciones y malestar y para ser más feliz personalmente como padre/madre y
adulto y, a mayores, dirigir la forma en la que se enseña a los hijos en ese
sentido.
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