martes, 23 de septiembre de 2025

Ira y salud mental: Las 6 estrategias recomendadas por expertos para transformar el enojo en una herramienta positiva

JUAN BAUTISTA SALAVERRI       |       infobae.com       |         02/09/2025

 

La ira es una de las emociones más extendidas en la experiencia humana. El amplio repertorio de palabras y expresiones que se usan habitualmente para describirla subraya su omnipresencia. Esté fenómeno no es una mera coincidencia lingüística, sino que responde a una complejidad de un sentimiento arraigado en la biología y cultura.

Brad Bushman, profesor y experto en conductas agresivas, afirma que la ira funciona como un motor poderoso que, si bien la mayoría prefiere dejar atrás, genera una sensación de empoderamiento momentáneo. “A la gente no le gusta sentirse enojada, y la mayoría de quienes la sienten quieren liberarse de ella”, destaca el docente de comunicación en la Universidad Estatal de Ohio.

Incluso, este sentimiento ha impulsado movimientos sociales y políticos que tuvieron un gran impacto en la historia. El sufragio femenino y la acción colectiva de Black Lives Matter son dos ejemplos que reflejan como experiencias o momentos no se ajustan a los valores de la sociedad y generan una respuesta negativa.

La ira y su naturaleza

La capacidad de identificar y canalizar la ira de manera constructiva es un reto. Una gran parte de su dificultad reside en la doble naturaleza de la emoción. La diferencia entre el enojo surge como una distinción esencial para comprender el papel en la vida cotidiana.

El terapeuta Les Greenberg explica que, como emoción primaria, la bronca puede brindar información valiosa y además guiar la acción adecuada para corregir o enfrentar una situación adversa. De este modo, la furia puede ser hasta saludable: estimula a actuar frente a aquello que puede percibirse como dañino o injusto.

Sin embargo, cuando surge a partir de emociones como el miedo, la vergüenza o culpa, se convierte en un carácter desadaptativo. Esta actitud se desliga de causas inmediatas y es anclada a experiencias pasadas y emociones arraigadas, dificultando su resolución que desemboca en un espiral hostil.

En consecuencia, comprender estas facetas es un primer paso crucial para abordar la ira de un modo que genere beneficios al individuo y al entorno que lo rodea.

Consecuencias físicas, mentales y sociales: los efectos de la ira mal gestionada

El mal manejo del enojo no es un aspecto que genere únicamente consecuencias individuales, sino que también afecta al círculo inmediato. Según destacan especialistas, la dificultad para controlar la emoción deriva en problemas físicos, psicológicos y sociales.

Bushman, que fue citado por la Revista Time, manifiesta que el enojo descontrolado incrementa el riesgo de diversas patologías. Los episodios de furia elevan la presión arterial y frecuencia cardíaca, lo que podría agraviar condiciones relacionadas con el corazón.

Por otro lado, en niveles psicológicos, el mal manejo intensifica la probabilidad de padecer síntomas como la depresión o ansiedad. Asimismo, no procesar las emociones, o incluso intentar suprimirlas, dificulta la comprensión consciente de los propios sentimientos y favorece la aparición de patrones autodestructivos.

Los expertos afirman que la ira es uno de los principales factores del comportamiento agresivo en diferentes contextos. El docente de la casa de estudios en Ohio enfatiza en incidentes por furia al volante, violencia doméstica, homicidios, entre otros fenómenos de agresividad social.

No obstante, la ira mal gestionada deteriora tanto relaciones personales como profesionales, pudiendo generar bloqueos en la comunicación y agravando dificultades para resolver conflictos en entornos comunitarios. De esta manera, el círculo vicioso de hostilidad, desconfianza y falta de control repercuten en la calidad de vida de todos los involucrados.

Formas saludables de afrontar y expresar la ira

La regulación efectiva de la ira constituye un desafío que requiere estrategias bien definidas. Se pueden organizar en prácticas que abarcan desde el control inmediato hasta el desarrollo de habilidades comunicativas y la búsqueda de apoyo profesional.

Relajación y reducción de la excitación

A diferencia de la necesidad de desahogo, una creencia popular instalada, especialistas señalan que liberar esa energía mediante gritos o movimientos bruscos solo intensifica la excitación fisiológica y refuerza el enojo. Bushman advierte que en vez de incrementar la agitación, se recomienda disminuirla a través de técnicas de relajación.

La respiración profunda es quizás el método más accesible y que resulta más efectivo en las personas que sufren de ira. Como alternativas complementarias surgen la meditación, ejercicios de relajación muscular y la práctica de yoga. Cada una de estas actividades posibilita una reducción paulatina de las tensiones físicas y emocionales asociadas a la ira, facilitando un retorno gradual al equilibrio.

Laura Beth Moss, supervisora ​​de la Asociación Nacional para el Manejo de la Ira, destaca que al revisar estos registros se facilita la identificación de patrones, permitiendo anticipar reacciones y diseñar estrategias específicas para futuras ocasiones. A partir de ello, se motiva a buscar soluciones preventivas, en vez de las recreativas.

Utilizar la comunicación asertiva

Expresar la ira de forma clara y respetuosa es esencial para transformar la emoción en una herramienta de diálogo constructivo. La terapeuta colegiada, Julia Baum, insiste en el valor de la comunicación asertiva, la cual implica reconocer las propias necesidades y sentimientos sin sobreponerlos ni someterlos a los de la otra persona.

Para generar un efecto positivo, el momento y el tono de la conversación resultan decisivos. Si la agitación todavía domina el ánimo, es esencial esperar para poder manejar la conversación con serenidad. De igual manera, recomiendan propiciar la reciprocidad en la comunicación, indagando también en el estado emocional y las percepciones de la contraparte.

Si la autogestión no basta, buscar ayuda profesional

En casos donde la ira se vuelve frecuente e intensa, donde ya las estrategias personales no logran controlar los efectos, los especialistas explican que resulta pertinente considerar la intervención profesional. Esto no busca únicamente controlar las manifestaciones negativas, sino también fomentar capacidades que permitan una mejor calidad de vida. 

Narcís Cardoner, cap de Psiquiatria de l´hospital de Sant Pau: "Si el malestar postvacacional no es dilueix en una o dues setmanes hem d´anar amb compte, podem estar davant d´una depressió"

CLARA BARDAJI      |      Rac1.cat      |      04/09/2025

El psiquiatre de Sant Pau remarca que és normal que hi hagi "una resposta emocional" al retorn a la rutina i que pot allargar-se entre una i dues setmanes

Ha començat setembre i, amb això, les vacances de moltes persones arriben a la seva fi. És el moment de tornar a la rutina, a la feina o a l'escola, i deixar enrere el ritme pausat per recuperar la vida atrafegada i marcada pels horaris. Aquest canvi que, sovint, fem de manera sobtada pot provocar efectes en el nostre benestar. És el que es coneix com a malestar postvacacional i ens podem notar més tristos, frustrats, fatigats, nerviosos... "És una resposta emocional i és totalment normal en el 99% de persones que la pateixen", assenyala el doctor  Narcís Cardoner, director del Servei de Psiquiatria de l'Hospital de Sant Pau, a RAC1.cat.

Sovint es parla de síndrome postvacacional o, fins i tot, de depressió. En aquest sentit, Cardoner  recorda que"no és ni un trastorn ni una síndrome en el sentit clínic i patològic", sinó que aquest malestar "forma part del ventall de respostes emocionals que ens permeten fer transicions i adaptar-nos a un context diferent". "Hem de treure-li aquesta etiqueta amb connotació clínica, és molt diferent dels trastorns d'ansietat o depressius", afegeix el psiquiatre.

Per què patim respostes emocionals i com podem evitar-les?

Les vacances són un moment de desconnexió total de la rutina que seguim durant tot l'any. Pràcticament, no hi ha alarmes o, si n'hi ha, són perquè hi ha alguna activitat per la qual val la pena llevar-se abans. En general, però, els horaris canvien: ens llevem i ens n'anem a dormir més tard, mengem a deshores, fem migdiades, socialitzem més, tenim més temps per a nosaltres mateixos i per fer aquelles coses que no podem fer (o no tant) durant l'any.


És un canvi d'hàbits que dura només unes setmanes i que, tard o d'hora, cal deixar enrere per tornar a la rutina que se segueix durant l'any. Tornar a treballar després de les vacances sempre fa una mica de pujada, per molt que la teva feina t'agradi i la gaudeixis. "És el més normal, som éssers humans i ens agraden les coses bones. Estàs deixant de fer coses plaents per tornar a la rutina", explica el doctor.

 

I com ens pot afectar en el nostre benestar?

Cardoner detalla que "els primers dies poden ser més difícils i amb certes interferències transitòries a l'hora de fer les coses". Així i tot, no és una situació que acostumi a persistir: "No deixa de ser un període molt retallat de temps que, habitualment i de manera progressiva, es va normalitzant". És més, el psiquiatre de Sant Pau assenyala que, el fet que el teu cos i la teva ment reaccionin negativament a aquest retorn a "un context més rutinari i estressant" és una realitat molt positiva: "És un senyal de bona salut mental".

Tot i que no hi ha una pauta concreta que evitin totalment aquesta "resposta emocional", sí que hi ha unes mesures perquè l'adaptació sigui més fàcil:

·        Planificar el retorn: intentar evitar tornar de les vacances el dia abans de la tornada a la rutina. "Fer-ho amb uns dies d'antelació per poder fer les compres o preparatius necessaris.

·        Mantenir hàbits saludables després de les vacances: per exemple, mantenir activitat física o activitats com la lectura i esplaiar-ho el màxim possible, "si pot ser de manera indefinida, encara millor".

·        Tenir petites fites o plans de futur: el psiquiatre creu que és una bona opció tenir "objectius a curt termini", com una activitat organitzada per al proper festiu o cap de setmana, que "mitiguen aquest estrès".

 

La situació pot persistir: en quin moment m'he de preocupar?

De la mateixa manera que el malestar postvacacional és normal en la gran majoria de persones, també és habitual que aquestes emocions negatives vagin desapareixent soles amb el pas dels dies i a mesura que ens tornem a acostumar a un ritme de vida més accelerat. Ara bé, el psiquiatre que cal estar alerta si la situació s'allarga en el temps.

"El 99% de les situacions es resolen soles, però hi ha persones que comencen a sentir que aquest malestar persisteix i, fins i tot, es pot intensificar i provocar-te certa interferència", assenyala Cardoner. En concret, apunta que deixa de ser "una simple reacció postvacacional" quan aquest malestar persisteix una o dues setmanes: "Si la situació no es dilueix o normalitza en poc temps hem d'anar amb compte, podem arribar a estar davant d'una depressió".

En aquesta línia, el doctor recorda que una de les característiques de la depressió "és la seva estacionalitat i és habitual que, a la tardor, debutin molts episodis depressius". De la mateixa manera que l'expert transmet que el malestar postvacacional "és una resposta normal i adaptativa", també avisen que "no hauria d'allargar-se molt més d'una o, màxim, dues setmanes des del retorn a la feina". Si això passa, és important que la persona afectada no ho deixi passar i busqui ajuda.