En Psicología Positiva (el estudio científico del
bienestar y el florecer como ser humano) consideramos a la espiritualidad como
una de las 24 fortalezas personales, ubicadas dentro de la virtud
trascendencia. Esta virtud hace alusión a aquel conjunto de fortalezas que
buscan afuera de uno mismo el conectarse con algo magnífico y permanente,
conectarse con los demás, con el futuro, con lo divino, con el universo.
La espiritualidad es
una noción muy poco trabajada en la psicología más clásica, pero nosotros
prestamos especial atención a su valor. Vamos a conceptualizar a la
espiritualidad como algo que en realidad no necesariamente está ligada a una
religión en particular, podemos ver a la misma como una manera más profunda
de conectarnos con nuestra vida, con nuestro ser. Es esa capacidad de tener
fe, de poder vincularnos con “algo” que es más grande que nosotros mismos.
Por espiritualidad entendemos
al conjunto de creencias y prácticas basadas en la convicción absoluta de que
existe una dimensión no material de la vida. Psicológicamente estas creencias
son importantes para la persona, ya que influyen en el significado que van
construyendo y en la forma en la que establecen sus relaciones con los demás
y con el mundo. La espiritualidad, a diferencia de la religión, describe lo
privado, esa intimidad compartida entre el ser humano y lo divino
Quienes hacen uso de su espiritualidad se caracterizan por
poseer una gran fortaleza interna y una manera positiva de ver la vida.
Encuentran calma en las peores de las circunstancias, saben que todo lo malo
termina y sienten que cuentan con algo que podrá ayudarlos y salir airosos de
cada obstáculo que se presente.
La espiritualidad nos brinda un conjunto de creencias sobre la
vida, creencias sagradas. Nos permite tener una visión más estable de
nosotros mismos y también una sensación de pertenencia. En definitiva,
gracias a ella, encontramos significado y valor en nuestra vida.
Todos experimentamos la espiritualidad de manera diferente, e
incluso dentro de cada individuo sus niveles de vivencia pueden variar
también. En determinadas circunstancias puede ocurrir que no estemos con esa
sensación de conexión a flor de piel. Los estudios realizados en torno a este
tópico demostraron que cuando nuestro nivel de espiritualidad está bajo otras
medidas son afectadas, como nuestra autoestima o el valor que le encontramos
a nuestra vida. El camino a tu espiritualidad tiene que ser elegido por
nosotros, encontrarle significado a nuestra existencia es un camino muy
gratificante y también muy personal.
La espiritualidad va más allá de una actitud, es ser consciente
de todo lo que actuamos, pensamos, sentimos y además ser conciente de los que
nos rodea, personas, situaciones, diversos milagros personales.
Cristopher Peterson y Martin Seligman (padres de la
Psicología Positiva) se basan en una serie de estudios donde se hacen
patentes los beneficios de la espiritualidad. Al proporcionar un marco moral
claro ayuda a crear significado y ofrece un sentido de propósito, esperanza y
apoyo emocional.
Ser espirituales puede darnos fuerzas en esos malos momentos por
los cuales tenemos que atravesar, ya sean enfermedades, pérdidas, stress en
general. La espiritualidad está asociada a la capacidad de perdonar, a la
amabilidad y a la compasión.
Como cada una de las 24 fortalezas, la espiritualidad es algo
que puede ser potenciada, si la poseemos podemos desarrollarla aún más y si
carecemos de ella, podemos elegir comenzar a implementarla en nuestra
cotidianeidad.
¿Cómo podemos desarrollarla? Es importante que aprendamos a
encontrar el equilibrio, un equilibrio que contemple una estabilidad física,
mental y también emocional. Aprendamos a ser concientes de nuestros errores,
sopesar qué cosas tendríamos que mejorar por nuestro bien, qué cosas tenemos
que trabajar para seguir creciendo como seres humanos.
Tengamos cuidado con nuestros pensamientos negativos
automáticos, intentemos identificarlos para luego poder modificarlos.
Lo importante es no brindarle más fuerza de la que tienen que tener y podamos
cortar con el patrón negativo habitual.
Nutramos relaciones positivas, ayudemos a los demás sin dejar de
cuidarnos, intentemos perdonar para poder liberarnos de esa carga emocional,
disfrutemos del compartir.
Las mejores cosas en la vida no tienen por qué ser perfectas, a
veces la felicidad se esconde en las cosas más sencillas, esos lindos
momentos, detalles que vamos teniendo en el día a día, esas palabras de
aliento, el compartir, el permitirse sentir sano orgullo por uno mismo.
Una de las mejores maneras que tenemos para conectarnos con
nosotros mismos, es tener tiempos de calidad a solas. Nos tenemos que regalar
un rato para estar con nosotros. Para algunos la meditación es muy buena para
encontrar nuestro yo interior, para otros disfrutar de caminatas al aire
libre, siendo concientes de detalles sutiles como la brisa en los árboles, el
calor del sol, o un cielo despejado.
Reitero, no tenemos por qué practicar una religión en particular
para poder alcanzarla. Dalai Lama en una de las tantas entrevistas que se le
realizó, nos compartía que existe una especie de espiritualidad básica que
nada tiene que ver con las creencias religiosas, sino con otras cualidades,
como por ejemplo la amabilidad, la compasión, la bondad y el servicio a los
demás.
El problema con la religión es que a veces en vez de unirnos
como humanidad nos separa, nos quedamos atascados a una única verdad que
consideramos certera y no hacemos espacio a otras perspectivas. En cambio, la
espiritualidad es un concepto amplio que hace referencia a estas vitales
cualidades que todos deberíamos practicar y cultivar, en pos de alcanzar una
sociedad con menos problemáticas, más feliz, sin tanto prejuicios y con mucha
más paz.
La espiritualidad está ahí para que podamos apropiarnos de ella
a nuestro ritmo, a nuestra manera. Es una fortaleza que tiene muchos
beneficios positivos para nosotros, nos ayuda tanto a nivel personal como
social, nos conecta con nosotros mismos y con los demás, con lo mundano y lo
divino.
Es una virtud que nos mueve hacia la felicidad, aporta emociones
positivas y nos hace sentir más plenos. Nos brinda esperanza y fe, y se
vuelve necesaria a la hora de rescatarnos de todas aquellas situaciones por
las que quizás debamos atravesar. Te invito a que la conviertas en tu aliada.
|
Hoy, después de más de un mes de haber puesto este artículo en el blog, al releerlo he de decir que a mí particularmente me ayuda mucho tener fe que forma parte de la religión que practico pero también la espiritualidad, ese trascender lo material y dar importancia a la amabilidad, ayudar, compartir, decir no a las emociones negativas, etc. Noto enseguida cuando se avecina un bajón, que el termómetro de la espiritualidad desciende, pero ello me ayuda a ponerme en guardia e intentar no bajar muchos escalones, sino aceptar que no estoy al cien por cien pero volveré a ser la de antes en cuanto pasen unos días.
ResponderEliminar