DOMINGO MARCHENA |
El Masnou | 23/04/2023
El velero Ikigai (una
expresión japonesa que se podría traducir como “la razón para vivir”) no es el
más grande del puerto de El Masnou, en el Maresme, pero sin duda es el que
tiene más historias a bordo. Están, por ejemplo, las tres rosas que esperan en
el camarote. Y está David Jarque, el patrón, que dejó una lucrativa carrera en
el mundo de los seguros y las empresas para poner su barco a disposición de
colectivos vulnerables.
Y, sobre todo, están Jeni, Laura,
Marcela y otro David, del colectivo Nikosia o Radio Nikosia, como la conoce casi todo el
mundo por su iniciativa más exitosa: el programa que se emite los miércoles en
Barcelona por radio Contrabanda, de 16 a 18 horas, en el 91.4 de la FM. Jeni y
sus amigos son personas interesantes, sensibles e inteligentes, aunque casi
siempre se les presente como personas con. Con trastornos mentales.
Nikosia lucha contra los estigmas
de mil maneras, no solo con el programa de radio. Por eso, para dar una lección
de cordura, Jeni y los demás han hecho una travesía en el velero. La fotógrafa
profesional Quintina Valero,
otra de las navegantes, se alió con la asociación sociocultural Radio Nikosia
para crear un proyecto que subyugó a la Fundació La Caixa y a su iniciativa Art
for Change, el arte como motor de transformación social.
Art
for Change financia
proyectos creativos que fomenten la participación de colectivos vulnerables. La
candidatura de Quintina Valero y Nikosia, que propone una reflexión sobre los
márgenes de la ciudad a través de fotos analógicas y digitales, fue una de las
vencedoras en la última convocatoria. La idea es que los integrantes de Nikosia,
tan habituados a los márgenes, fotografíen Barcelona desde otras orillas, otras
perspectivas.
Era inevitable, pues, que el velero Ikigai y su
propietario se convirtieran en el tercer vértice de este triángulo. En el 2019,
con 47 años, David Jarque era un profesional de éxito con el futuro asegurado,
pero ese no era el futuro que él quería. Alquiló su piso del Poblenou y se fue
a vivir a su barco. Ahora se gana la vida con travesías chárter, trasladando a
grupos de Barcelona a Menorca en verano. Pero tiene mucho tiempo libre.
Ocupa parte de ese tiempo colaborando con Amics de la Gent Gran. Por eso tenía
tres rosas en un lugar de honor de su barco para este 23 de abril. Serán para
señoras mayores sin compañía, una de ellas, su amiga María Vicenta, de 94 años,
a la que visita regularmente desde el 2019. También ha puesto su velero a
disposición de entidades como la propia Nikosia o la Fundación
Paliaclínic, entre otras, sin pedir nada a cambio.
O a cambio de cantidades simbólicas, como se empeña en hacer Nikosia
gracias a la ayuda que ha recibido de la Fundación La Caixa. Son singladuras
cortas, de unas cuatro horas, con origen y final en el puerto de El Masnou,
pero el navegante logra así gratificaciones que en su anterior vida no hubiera
logrado ni con todo el dinero del mundo: las caras satisfechas de Jeni, Laura,
Marcela y de su tocayo David, el de Nikosia, son la prueba.
Este otro David se embarcó sin muchas expectativas. “¿Es tu primera vez en un velero?”. “No lo sé, la verdad: he tomado tantos fármacos en mi vida que mi memoria flaquea”, respondió. Pero acabó el viaje extasiado. Mònica y Fabiana, dos puntales de los proyectos de Nikosia, han visto aquí sonrisas que hacía mucho que no veían. El silencio mar adentro, las olas y las fotos enseñan una cosa: no hay personas con. Solo personas.
Cuatro
voces
“Las etiquetas son para la ropa”
A Jeni, de 27 años,
que realiza un curso de administración, le apasionan el dibujo y el diseño.
Laura, de 25, experta en geopoética, estudia antropología y ha dejado
boquiabiertos a todos con un discurso sobre el viento con resonancias de Neruda
(“Polvo en el trigo, arena en las arenas / el tiempo, el agua errante, el
viento vago / nos llevó como grano navegante”). Marcela, de 49, está pendiente
de unas pruebas para trabajar como camarera en un bar. David, de 54 años,
presidente de Radio Nikosia desde hace uno, trabaja como amo de casa y cuidando
a su madre. Son cuatro miembros de esta asociación cultural, pero podrían ser
casi un centenar. Todos opinan lo mismo. “Una vez trajimos a la radio a una
persona migrada que nos preguntó: ‘¿Qué es peor? Los trastornos mentales o los
estigmas?’. Y todos le contestamos a una: ‘¡Los estigmas!’. ¿Sabes qué nos
respondió ella? Que se sentía como en casa. Aplaudió cuando le dijimos que las
etiquetas para son para la ropa, no para las personas.
Cualquiera puede tener a lo largo de su vida un trastorno de salud
(incluido, por supuesto, un trastorno de salud mental). Por eso es tan
importante destruir estereotipos. Cuando las fotos analógicas y digitales y en
blanco y negro del proyecto Art for Change se exhiban en una muestra a nadie se
le ocurrirá etiquetar con adjetivos a sus autoras y autores. Artistas, sin más.
Y algunas miradas con notable talento, como la de Jeni.
Mientras navegaba junto a ellos, entre El Masnou y la playa del
Somorrostro, en Barcelona, La Vanguardia les pidió que
resumieran la labor de Nikosia. Sus respuestas fueron: “Sensibilidad”, “Un
refugio”, “Un lugar de descanso”, “Una alternativa filosófica al sistema de
vida actual y que demuestra que es posible sobrevivir con dignidad antes,
durante o después del sufrimiento mental”. No hay que estigmatizar a nadie.
Esta es la lección de cordura del velero Ikigai, una razón para
vivir.
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