Este
neurocientífico cambió el concepto de memoria y planteó el modelo en red
Sus
investigaciones sobre la corteza prefrontal han sentado cátedra en este campo
Ahora
publica 'El cerebro y la libertad', un libro sobre el origen de la libertad
ÁNGELES LÓPEZ | Madrid | El Mundo | 30/06/2014
El doctor Joaquín Fuster (Barcelona, 1930) lleva décadas
investigando el cerebro y ha hecho grandes aportaciones a la exploración de la
mente humana. Catalán de nacimiento y estadounidense de adopción, este
catedrático de Neurociencia en la Universidad de California en Los Ángeles
acaba de publicar Cerebro y Libertad (ed. Ariel), un libro que analiza temas
tan dispares como el origen de la libertad, la organización de la memoria o la
neuroeconomía. A su paso por Madrid, el hermano del conocido Valentín Fuster ha
hablado con EL MUNDO sobre algunos de estos asuntos.
¿Hay lugar en el cerebro para el libre albedrío?
Sí.
No es otra cosa sino la capacidad de elegir entre posibles acciones o formas de
lenguaje. Esa capacidad define lo que yo entiendo como libertad. Hay libertad
para hacer esto o aquello y libertad de la supresión de lo malo, de lo que no
quiero. En ambos casos se trata de una elección, incluida la opción de no hacer
nada. Esta capacidad de decidir, esta libertad, está sobre todo en la corteza
cerebral, la parte del cerebro que más finamente nos ajusta al medio.
Pero, ¿no está limitada la libertad por múltiples condicionantes?
Hay
muchos factores que determinan nuestras decisiones. Muchos vienen del interior,
como los impulsos biológicos, pero otros vienen de la memoria, de nuestra
historia, de lo que Ortega llamaba la circunstancia, que no sólo incluye mi
memoria sino la memoria filética, de la evolución. La libertad no se puede
comprender sin el círculo percepción y acción. La relación constante con el
mundo externo, a través de la criba de la memoria filial, es la circunstancia.
La razón vital de Ortega se basaba en una lucha constante entre el destino y la
necesidad. Esta libertad de elegir nos permite formar e inventar el futuro, el
de cercano y el lejano, pero es una libertad predeterminada. Yo creo en el
determinismo blando que decía William James, es decir, que soy consciente de
que muchas cosas que elijo vienen en los genes, en mi historia, en mis
experiencias pasadas que determinan que haga esto. Por eso no creo en la pena
de muerte, que es un disparate completo. Creo que los jurados y los jueces
deberían tener más en cuenta la circunstancia de cada acusado, no sólo en el
momento del crimen sino a lo largo de sus vidas.
¿La evolución humana ha determinado el grado de libertad?
La
forma de la corteza que más nos abre al futuro es la corteza prefrontal, en la
que he estado trabajando 40 ó 50 años. Esta es la parte de la corteza que se
desarrolla más tardíamente, no sólo en la evolución humana sino en el
desarrollo del individuo. En realidad no se adquiere madurez completa hasta la
tercera década de la vida, que es cuando se ha desarrollado la corteza. Es
entonces cuando, por así decirlo, sentamos nuestro juicio y podemos tomar
decisiones maduras. A esa edad ya tenemos capacidad para postergar la
gratificiación, algo que no puede hacer el niño que lo quiere todo aquí y
ahora. La corteza prefrontal es la que nos abre a la libertad y a la
creatividad.
¿Sopesamos bien todas nuestras decisiones?
Buena
parte de nuestras decisiones son incoscientes. Están hechas a partir de la
intuición que no es más que el razonamiento inconsciente. Ésta es más sabia de
lo que pensamos y sabemos más de lo que creemos que sabemos. Porque la mayor
parte de la percepción del mundo es completamente inconsciente. Sólo prestamos
atención a cosas que son distintas o sorprendentes, lo demás lo ignoramos y en
eso tiene mucho que ver la corteza prefrontal. Lo que pasa es que hay
activación de ciertas partes de la corteza que son afines a lo que se ha
percibido o a lo que se piensa hacer, pero es una activación que no llega al
nivel de la consciencia. No somos conscientes de qué hacemos y por qué lo
hacemos, pero lo hacemos. Muchas veces la intuición es repentina, lo que se
llama corazonada, y se hacen cosas sin saber por qué, pero cuando se analizan
se encuentran razones lógicas de esa decisión, que proceden de la circunstancia
de Ortega, que si no dictan sí que sesgan las decisiones.
¿Cuanta más salud hay más libertad tenemos?
Hay
enfermedades mentales que restringen mucho la libertad y también la
responsabilidad. Las principales son la esquizofrenia que nos saca del mundo
real, la neurosis compulsiva que nos lleva a hacer lo que no queremos pero
tenemos que hacer, y la adicción a la droga, que es una prisión. Sí, es posible
decir que cuanta más salud, más libertad. Salud en el sentido amplio, no sólo
mental sino de todo el cuerpo. En este sentido, la libertad es relativa y
variable, porque unos individuos son más libres que otros.
¿Qué aportaciones ha generado la Psiquiatría en el conocimiento del
cerebro?
Ciertos
trastornos cerebrales nos han permitido conocer principios fundamentales de las
redes cerebrales. Sabemos que la psicosis es un proceso desconectivo en la
corteza. Por la Psiquiatría sabemos también que muchos trastornos mentales se
acompañan de alteraciones del lenguaje, como en la esquizofrenia porque hay una
desconexión entre la corteza prefrontal y la posterior. En definitiva, la
Psiquiatría nos ha ayudado a comprender cómo funcionan ciertas partes del
cerebro.
¿La inteligencia artificial ayudará a ese conocimiento?
Muchos
de los conceptos que se han usado en Neurociencia proceden del terreno de la
inteligencia artificial. Pero se han dicho muchas paparruchas como que el
cerebro funciona como un ordenador. No es verdad. El cerebro accede a las
memorias por contexto y asociación, no por dirección, y está organizado de modo
jerárquico, es decir, unas redes metidas dentro de otras. Sí que hay una
analogía válida: Internet. Porque son redes y se accede por contenido.
¿Cuáles son los grandes males del cerebro?
El
estrés. En su reverso está la actividad física, que es necesaria, y la
intelectual. El estrés no sólo afecta a lo que hacemos o pensamos sino a
nuestra salud en general, comenzando por el aparato cardiovascular.
¿Qué podemos hacer para luchar contra el estrés?
Crear
un hábitat que sea pacífico, armónico, que no exija demasiadas decisiones, que
no implique relaciones de conflicto con la gente con la que trabajamos. Que
adoptemos una actitud de transparencia y sinceridad en nuestras relaciones. Y
luego ordenar la vida de un modo lógico, donde haya tiempo para relajarse,
hacer ejercicio y para las relaciones humanas.
Pero eso es complicado sobre todo en un país donde cada vez los trabajos
son más exigentes debido a la crisis.
Muchas
de las reestructuraciones industriales que se han hecho hoy día representan en
primer lugar que muchos pierden oficio y beneficio y, en segundo lugar, que
desmoralizan a los que quedan. Por dos motivos: porque tienen temor a ser los
próximos y porque tienen que trabajar el doble para hacer lo que aquellos
hacían. Ésta es desgraciadamente una de las plagas que estamos sufriendo en el
mundo occidental. Las máquinas se están usando para sustituir a los individuos.
Y si a eso se añade el hecho de que recursos de la sociedad disminuyen para
mantener el estado del bienestar, es un problema. Aunque yo no creo que esta
situación se prolongue demasiado. Soy un optimista. Creo que empieza a cambiar.
Usted dice en su libro que lo más perjudicial para el progreso de un país
es la violación de la confianza pública por parte de los políticos. ¿Es lo que
está pasando ahora?
La
pérdida de confianza pública no sólo desmoraliza a la población sino que
corrompe la democracia. Esta idea de democracia se desvirtúa con estos
políticos. Con el tiempo, la política se ha corrompido de tal modo que se ha
convertido en un negocio, no es un medio sino un fin. Esto es pernicioso para
la sociedad y la gente no entiende cómo es posible. Ahora se ha visto clarísimo
en lo que ha ocurrido en las elecciones europeas. ¿Por qué han ganado los
extremos de izquierda y de derecha? Porque en el centro hay mucha frustración.
Así es cómo se ha sesgado. ¿Y por qué esta frustración? Porque hay mucha
corrupción y muchos políticos de los que nadie se fía. Esto es inmoral. No
tiene perdón de Dios.
Este artículo lo he publicado entero, tal cual se imprimió en el periódico El Mundo, porque este investigador neurocientífico es una figura relevante y no podía saltarme ningún párrafo. El libro debe valer la pena. Parece ser interesante.
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