sábado, 19 de julio de 2014

Vencer la ansiedad

Miedo, sudores, ahogo, palpitaciones... los síntomas le paralizan y siente el mundo amenazante
Mírelo sin miedo y descubra la vida. En la zona cómoda no pasa nada

 PATRICIA RAMÍREZ | El País | 29/06/2014        

Conducir, hablar en público, relacionarse con un grupo de personas conocidas, ir al médico, salir de compras, educar a los hijos, presentarse a un examen, ver una película en el cine. Son situaciones cotidianas, en las que podría disfrutar y aprender, pero que se convierten en un auténtico reto, incluso martirio, para las personas que sufren ansiedad.
Algunos de los síntomas que acompañan a la persona son sensación de ahogo, asfixia, palpitaciones, sudoración, tensión muscular, sequedad de boca, olvida palabras o incluso pierde el hilo de la conversación, le cuesta conciliar el sueño, le invade la apatía y tiene hasta ganas de llorar. Su cabeza es como una lavadora centrifugando. Una idea tras otra, los pensamientos se repiten, se agolpan, le amenazan, le hacen sentir que es una piltrafa y que no es capaz de coger el control de su vida. ¡Basta!

Respire, tómese un momento de calma, y lea a continuación cómo ganarle el partido a la ansiedad. Aplicando los siguientes consejos, aprenderá a ponerla en el sitio que le corresponde.

Cambie el foco de atención. Sus síntomas no son los protagonistas, el protagonista es usted. Llega un momento en el que aparece el famoso miedo al miedo. Se autochequea, escanea, comprueba sus constantes vitales para decidir si es apto o no para enfrentarse a según qué situaciones.  Su mente ahora está entrenada para buscar palpitaciones, sudoración, ojeras y agobios. Y cuando los detecta, le advierte diciéndole ¡peligro! La señal va rápida al sistema nervioso simpático, y éste se acelera pensando que tiene que protegerle de la fiera. El corazón late con vigor, sus músculos se tensan, empieza a sudar y respirar de forma agitada. ¡Ya está!, listo para el combate. Su respuesta es la lógica. Lo que no es lógico es que su mundo sea tan amenazante. Necesita dejar de escanearse.

Consejo: aprenda técnicas de relajación y meditación. ¿Ha probado el mindfulness? Su atención debe estar puesta en lo que ocurre a su alrededor, pero no en lo que resta, sino en lo que le alimenta. Si está pasando una buena tarde en compañía de amigos, observe sus caras, métase de lleno en la conversación, saboree el café y las pastas, fíjese en la temperatura y el paisaje. La vida está ocurriendo a su alrededor. La vida no está en sus respuestas orgánicas.

Háblese en otro idioma. El tipo de vocabulario que más utiliza una persona ansiosa para expresarse es algo así como “tengo miedo, estoy agobiado, no puedo, y si…, no estoy preparado, en otro momento, tengo temblor, no podré, lo estoy pasando fatal”. La manera que tiene de pensar y expresarse condiciona sus emociones y su comportamiento. Necesita hablarse a sí mismo en otros términos.
Lleva tanto tiempo anticipando el fracaso y el peligro, que carece de expresiones y vocabulario adecuado para afrontar las situaciones.
Consejo: ¿quién elige los pensamientos que invaden su mente? Nadie más que usted. Ahora está acostumbrado a relacionarse con un estilo cognitivo tremendista. Pero puede sustituirlo por otro que le permita contemplar el mundo sin ese carácter amenazante. Para modificarlo, tendrá que escribir… Ante la situación temida, anote cómo le gustaría enfrentarse a ella y los pensamientos que le podrían ayudar.

Desenamórese. No de su pareja, sino de la posesiva ansiedad. Si se da cuenta, se comporta con ella como si hubiera un idilio en plena efervescencia. La observa, la mira, la atiende, incluso habla con ella y de ella a todo el mundo. Mantenga un diálogo para poner distancia, incluso rétela.
Consejo: cada vez que se observe atemorizado por los síntomas, en lugar de verbalizar “no lo soporto, estoy fatal…”, diga algo como “qué pesadita eres, todo el día con un síntoma por aquí, otro síntoma por allá. Si no te importa voy a leer, trabajar y luego, igual te escucho otra vez. Ahora no es el momento”.


Deje de evitar. Cada vez que sortea lo que teme, se siente relajado, protegido y se conforma en su zona de comodidad. Pero no es el lugar en el que desea estar. Ahí no ocurre nada interesante, salvo tener todo bajo control.
Consejo:  La vida es para descubrirla, incluso atravesando emociones desa­gradables. No necesita encontrarse divinamente para dar un paso al frente. Es más, no va a ocurrir así. ¿Y sabe lo que va a descubrir? Que es capaz de hacerlo., y que las emociones desagradables no son incompatibles con la vida cotidiana. Cuanto antes se familiarice con ellas, mejor.

Actúe. Nadie lo va a hacer por usted. La solución está en ponerse las pilas y hacer lo que es incompatible con la respuesta de ansiedad: relajarse, pensar de forma útil, desdramatizar más, descansar, llevar una vida equilibrada, tener amigos…
Consejo: no lo razone todo. La vida tiene su puntito de inconsciencia. Si quiere superarse, tiene que correr un riesgo, aunque sea pequeño, pero la vida los tiene. Y equivóquese. Fallar forma parte del aprendizaje.

El que no corre ningún peligro es el que dejó de vivir por tenerlo todo bajo control. Si pone estos consejos en práctica, le puedo anticipar el resultado del partido: Ansiedad, 0-Usted, 5.



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