ANA ALFAGEME | Madrid
| El País |
20/04/2020
Los hospitalizados por covid-19 pueden tener una
factura psíquica semejante a la de las víctimas de catástrofes naturales.
Los únicos momentos de
optimismo que sentía Carlos Barra en el hospital de Móstoles, su hospital, se
los daba el teléfono y sus cuidadores, desde las limpiadoras a los médicos:
“Hasta me traían dibujos que habían hecho sus hijos”, recuerda. El resto fue miedo
y noches en blanco. Médico y gestor de amplia experiencia, Barra sabía que su
hipertensión y sus 71 años jugaban en contra. Pero hubo suerte y la neumonía en
un pulmón no le hizo precisar oxígeno. Ahora, de alta y sacudido por varias
malas noticias, entre ellas la muerte de su suegra, se siente más quebrado y
empático emocionalmente. “Y agradezco mucho las conversaciones con la jefa de
Psiquiatría. No sé si tendré secuelas, sí es así espero acudir a quien sabe”.
¿Cómo saldrán anímicamente los miles de enfermos graves de la covid-19 tras
pasar semanas postrados en el hospital, con solo visitas virtuales, aterrados
por un súbito empeoramiento y algunos, los más críticos, peleando contra la
muerte enchufados a un ventilador?
La epidemia del SARS de
2003 da algunas pistas. También causada por un coronavirus, registró una alta
tasa de mortalidad. Los pacientes más graves fueron sometidos, como ocurre a
los afectados ahora, a penosos tratamientos. Un estudio realizado en un hospital de Hong Kong —uno de los epicentros de aquel brote, con 1.755 casos
y 297 muertos— reveló que más de la mitad de los supervivientes que habían
estado ingresados (58%) tenía afectación psíquica, básicamente estrés
postraumático (47%) y depresión grave (44%). A los 30 meses, aún estaban
dañados un tercio de los supervivientes, la mayoría con síndrome de estrés
postraumático (25%), ese estado caracterizado por revivir el hecho doloroso en
pesadillas o flashbacks, causar evitación de los escenarios
del drama, un perenne estado de hipervigilancia e incluso anestesia emocional.
Otra investigación realizada en el mismo territorio autónomo que analizó el
estado mental de los enfermos transcurrido un año desde que fueron dados de
alta halló igual proporción en la factura psíquica: más de un tercio de los
enfermos recuperados sufrían ansiedad y/o depresión moderada o severa.
Los más vulnerables,
resalta este último estudio, eran los trabajadores sanitarios enfermos o los
que habían perdido algún familiar por la infección. Algo que en España, con
cientos de miles de contagiados, muchos con enfermos o fallecidos en una misma
familia, hace prever un sombrío panorama en términos de salud mental. Tampoco
ayudará el alto número de profesionales que han contraído la enfermedad, más de
30.663, según los últimos datos.
En catástrofes naturales
(huracanes, ataques terroristas), el daño psíquico en las víctimas directas es
similar, según detalla el epidemiólogo e investigador en este campo Sandro
Galea, decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston: entre
el 30% y el 40% sufrirán estrés postraumático. Las tasas de depresión grave
también crecen, señala, ya que esta condición ya es muy común en la sociedad. Y
aporta un dato: uno de cada 10 neoyorquinos mostró mayores síntomas de
depresión en el mes posterior al 11-S.
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