sábado, 8 de agosto de 2020

"No es bueno que el hombre esté solo"

 MARIAN ROJAS ESTAPÉ   |   08/10/2018

Hace unos meses estuve de viaje en Colombia impartiendo unas conferencias destinadas a diferentes públicos. Al terminar cada una de ellas me gusta charlar de modo informal con quienes quieren quedarse compartiendo sus inquietudes o dudas. Una frase se repitió una y otra vez: “me siento solo”. Volví afectada y removida por dentro, porque eso confirmaba algo que llevaba percibiendo en los últimos tiempos: la soledad es un mal que se está expandiendo silenciosamente.

Si lo pensamos todos, en algún momento, nos hemos sentido solos. Si realizamos una introspección sincera comprobaremos que surgen con cierta frecuencia pensamientos del tipo “me falta alguien”; “nadie me entiende”; “echo de menos a esa persona tan importante para mí”… Probablemente hayamos vivido en algún momento una de las sensaciones más terribles: estar rodeado de gente pero encontrarse solo. Analizando a la gente en consulta, la soledad es uno de los temas más recurrentes. No olvidemos que gran parte de los trastornos de la mente (depresión, ansiedad, miedos…) suelen presentar tres características comunes que responden al acrónimo D.I.S.: Desesperanza (no voy a salir nunca de esto), Incomprensión (nadie me entiende) y Soledad (me siento solo).

La soledad puede ser buscada y deseada o impuesta por las circunstancias (por ejemplo por fallecimiento de un familiar, ruptura de una relación duradera, aislamiento social…). Esta última genera una gran angustia, producto de la frustración de no tener a nadie, de no saber cómo ni a quién dirigirse en busca de apoyo y cariño. Por definición la gente que la padece no puede compartir sus sentimientos con nadie. La soledad es por tanto algo soterrado, un mal sordo que pasa desapercibido para los demás y que va carcomiendo a las personas que lo padecen.

Recientemente leí atónita que una mujer de 78 años había sido hallada en su domicilio en estado de momificación. Había fallecido hacía cuatro años; ¡nadie se había percatado de su muerte, nadie le había echado en falta…! ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo hemos permitido que eso ocurra? ¿Qué estamos haciendo mal? Los fríos datos son alarmantes: los hogares unipersonales han aumentado en los últimos años de forma exponencial. Hoy en día en España suponen ya el 25% del total, uno de cada cuatro. Las cifras son preocupantes.

¿Es mala la soledad? Depende de cómo la interiorice cada cual . Precisamos encontrar el punto medio entre el contacto con otras personas y la necesidad de aislarnos voluntaria y periódicamente. La soledad objetiva, aceptada de forma consciente y positiva, es una buena vía para el crecimiento interior, pero su exceso puede repercutir en nuestra salud física y psicológica. A veces encontrar el equilibrio no es sencillo. Hace poco un buen amigo me comentó que quería irse a vivir solo, a una ciudad pequeña. Necesitaba aislarse del entorno y de su trabajo durante una temporada para reencontrarse. Antes de ayer recibí noticias de él; “demasiada soledad, no me encuentro bien, necesito volver porque estoy en una rampa deslizante que me lleva a pensamientos oscuros”.

La soledad enfermiza aparece cuando alguien se siente abandonado, indefenso y solo.  La situación de desamparo es percibida subjetivamente como un castigo y ello puede acabar siendo muy perjudicial para el equilibrio interior. Toda depresión severa conlleva una alta carga de sensación de soledad. ¡Cuántas veces escucho a gente quejarse de sentirse solos pese a conocer sus circunstancias personales, y saber que esa persona cuenta con el completo apoyo de los que le rodean! “Sentirse solo” conlleva no ser capaz de percibir una mano amiga en el entorno. Frecuentemente en consulta la terapia consiste en abrir los ojos y hacer ver que ese mundo lejano y hostil que se percibe no lo es tanto, y que sorprendentemente hay más afecto del que se imagina. Mucha gente cuando sale del bache cree que el entorno ha cambiado, aunque en la mayoría de los casos lo único que se altera es su percepción de la realidad.

En general relacionamos la soledad con la vejez, con los ancianos que se quedan sin familia o sin amigos. Se trata de un problema que va in crescendo dada la inversión de la pirámide demográfica de nuestra sociedad. Podemos asomarnos a lo que está aconteciendo en Japón, donde el 27% de la población tiene más de 65 años.  Hay ancianos que para huir de su aislamiento cometen delitos con el propósito de acabar en la cárcel en compañía de otras personas. Lo curioso, y lo peligroso, es que esto se está dando cada vez con más frecuencia entre la gente joven. La soledad ha mutado. De ser un mal endémico de la tercera edad a un problema transversal que puede darse en todas las fases de nuestra vida. Percibo en mi consulta que cada vez más chicos jóvenes sufren de este mal; debido en gran parte a la adicción a internet, a las redes y a los juegos online. Un joven que se siente solo normalmente arrastrará una personalidad insegura y vulnerable, lo que a su vez es el germen para problemas de categoría mayor. En cada etapa de la vida la soledad presenta unas características particulares, pero en todas ellas el riesgo de enfermar por ella es el mismo.

El estudio más importante sobre la felicidad se lleva a cabo desde Harvard con el profesor Robert Waldinger. Tras estudiar casi más de 100 años a personas con todas las variables posibles (analíticas de sangre, estudios, ingresos en el banco, lugar de vacaciones, familia…); un mismo resultado: la soledad mataEs uno de los principales factores de riesgo para enfermar. Tener personas con las que compartir tus inquietudes e ilusiones te mantiene vivo. Las personas aisladas sufren un deterioro físico y mental severo. El americano John T. Cacioppo realizó un estudio sobre el efecto de la soledad y el aislamiento. Descubrió que la falta de personas cercanas en el entorno, afecta al sueño, a la salud e incluso altera el ADN de quien la padece.

Unas ideas sencillas para superar la soledad;

·        Atrévete a dar el primer paso para salir de tu aislamiento.

·        Piensa quien es la persona más cercana que puede tenderte una mano amiga.

·        Trata de unirte a algún plan donde haya otras personas.

·        Lee, infórmate sobre cómo mejorar tus habilidades sociales.

·        Apúntate a algún grupo de deporte, cultura… donde puedas relacionarte practicando un hobby.

·        Cuida tu salud, alimentación y sueño. Aunque suponga un gran esfuerzo, si todo eso está descuidado, tu sensación de ahogamiento emocional, aumenta.

·        Recuerda que todo se vuelve más negro y oscuro cuando uno está solo, y uno juzga de forma más dura el entorno y las personas que nos rodean, lo que paradójicamente nos aísla más.

·        Pide ayuda, incluso médica, si crees que es necesario.

Cada uno de nosotros debería plantearse: ¿a quién estoy dejando sólo? ¿Quién podría agradecer una visita, una conversación o al menos un mensaje? Este artículo valdría la pena si al menos uno de los lectores parase a pensar a qué persona que se encuentre sola puede dedicarle más tiempo en los próximos días.

Como analizo en mi nuevo libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas uno de los componentes fundamentales de la vida es el amor a los demás. Cada uno de nosotros estamos en esta vida para hacer felices a los que nos rodean, para apoyar a los que tenemos cerca, sean familiares, amigos, compañeros, o simplemente personas que la providencia pone en nuestro camino. No permitamos que el egoísmo nos impida acercarnos a los demás; como bien dice el Génesis “no es bueno que el hombre esté solo”.

Dra. Marian Rojas Estapé. Psiquiatra

 

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