MARIAN ROJAS ESTAPÉ | 08/10/2018
Hace unos meses estuve de viaje en Colombia
impartiendo unas conferencias destinadas a diferentes públicos. Al terminar
cada una de ellas me gusta charlar de modo informal con quienes quieren
quedarse compartiendo sus inquietudes o dudas. Una frase se repitió
una y otra vez: “me siento solo”. Volví afectada y removida por dentro,
porque eso confirmaba algo que llevaba percibiendo en los últimos tiempos: la
soledad es un mal que se está expandiendo silenciosamente.
Si lo pensamos todos, en algún momento, nos hemos
sentido solos. Si realizamos una
introspección sincera comprobaremos que surgen con cierta frecuencia
pensamientos del tipo “me falta alguien”; “nadie me entiende”; “echo de
menos a esa persona tan importante para mí”… Probablemente hayamos vivido
en algún momento una de las sensaciones más terribles: estar rodeado de gente
pero encontrarse solo. Analizando a la gente en consulta, la soledad es uno de
los temas más recurrentes. No olvidemos que gran parte de los trastornos de la
mente (depresión, ansiedad, miedos…) suelen presentar tres características
comunes que responden al acrónimo D.I.S.: Desesperanza (no voy a salir nunca de esto), Incomprensión (nadie
me entiende) y Soledad (me siento solo).
La soledad puede ser buscada y deseada o impuesta
por las circunstancias (por ejemplo por fallecimiento de un familiar, ruptura
de una relación duradera, aislamiento social…). Esta última genera una gran
angustia, producto de la frustración de no tener a nadie, de no saber cómo ni a
quién dirigirse en busca de apoyo y cariño. Por definición la gente que
la padece no puede compartir sus sentimientos con nadie. La soledad es por
tanto algo soterrado, un mal sordo que pasa desapercibido para los demás y que
va carcomiendo a las personas que lo padecen.
Recientemente leí atónita que una mujer de 78 años
había sido hallada en su domicilio en estado de momificación. Había fallecido
hacía cuatro años; ¡nadie se había percatado de su muerte, nadie le había
echado en falta…! ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo hemos permitido que eso
ocurra? ¿Qué estamos haciendo mal? Los fríos datos son
alarmantes: los hogares unipersonales han aumentado en los últimos años de
forma exponencial. Hoy en día en España suponen ya el 25% del total,
uno de cada cuatro. Las cifras son preocupantes.
¿Es mala la soledad? Depende de cómo la interiorice cada
cual . Precisamos encontrar el punto medio entre el contacto con otras
personas y la necesidad de aislarnos voluntaria y periódicamente. La
soledad objetiva, aceptada de forma consciente y positiva, es una buena vía
para el crecimiento interior, pero su exceso puede repercutir en nuestra salud
física y psicológica. A veces encontrar el equilibrio no es sencillo. Hace poco
un buen amigo me comentó que quería irse a vivir solo, a una ciudad pequeña.
Necesitaba aislarse del entorno y de su trabajo durante una temporada para
reencontrarse. Antes de ayer recibí noticias de él; “demasiada soledad, no me
encuentro bien, necesito volver porque estoy en una rampa deslizante que me
lleva a pensamientos oscuros”.
La soledad enfermiza aparece cuando alguien se
siente abandonado, indefenso y solo. La situación de desamparo es
percibida subjetivamente como un castigo y ello puede acabar siendo muy
perjudicial para el equilibrio interior. Toda depresión severa conlleva
una alta carga de sensación de soledad. ¡Cuántas veces escucho a gente
quejarse de sentirse solos pese a conocer sus circunstancias personales, y
saber que esa persona cuenta con el completo apoyo de los que le rodean!
“Sentirse solo” conlleva no ser capaz de percibir una mano amiga en el entorno.
Frecuentemente en consulta la terapia consiste en abrir los ojos y
hacer ver que ese mundo lejano y hostil que se percibe no lo es tanto, y
que sorprendentemente hay más afecto del que se imagina. Mucha gente cuando
sale del bache cree que el entorno ha cambiado, aunque en la mayoría de los
casos lo único que se altera es su percepción de la realidad.
En general relacionamos la soledad con la vejez,
con los ancianos que se quedan sin familia o sin amigos. Se trata de un
problema que va in crescendo dada la inversión de la pirámide
demográfica de nuestra sociedad. Podemos asomarnos a lo que está aconteciendo
en Japón, donde el 27% de la población tiene más de 65 años. Hay
ancianos que para huir de su aislamiento cometen delitos con el propósito de
acabar en la cárcel en compañía de otras personas. Lo curioso, y lo
peligroso, es que esto se está dando cada vez con más frecuencia entre la gente
joven. La soledad ha mutado. De ser un mal endémico de la tercera edad a un
problema transversal que puede darse en todas las fases de nuestra vida.
Percibo en mi consulta que cada vez más chicos jóvenes sufren de este mal;
debido en gran parte a la adicción a internet, a las redes y a los juegos
online. Un joven que se siente
solo normalmente arrastrará una personalidad insegura y vulnerable, lo que a su
vez es el germen para problemas de categoría mayor. En cada
etapa de la vida la soledad presenta unas características particulares, pero en
todas ellas el riesgo de enfermar por ella es el mismo.
El estudio más importante sobre la felicidad se lleva a cabo desde Harvard con
el profesor Robert Waldinger. Tras estudiar casi más de 100 años a personas con
todas las variables posibles (analíticas de sangre, estudios, ingresos en el
banco, lugar de vacaciones, familia…); un mismo resultado: la soledad mata. Es uno de los principales factores de riesgo
para enfermar. Tener
personas con las que compartir tus inquietudes e ilusiones te mantiene vivo.
Las personas aisladas sufren un deterioro físico y mental severo. El
americano John T. Cacioppo realizó un estudio sobre el efecto de la soledad y
el aislamiento. Descubrió que la falta de personas cercanas en el entorno,
afecta al sueño, a la salud e incluso altera el ADN de quien la padece.
Unas ideas sencillas para superar la soledad;
·
Atrévete
a dar el primer paso para salir de tu aislamiento.
·
Piensa
quien es la persona más cercana que puede tenderte una mano amiga.
·
Trata
de unirte a algún plan donde haya otras personas.
·
Lee,
infórmate sobre cómo mejorar tus habilidades sociales.
·
Apúntate
a algún grupo de deporte, cultura… donde puedas relacionarte practicando un
hobby.
·
Cuida
tu salud, alimentación y sueño. Aunque suponga un gran esfuerzo, si todo eso
está descuidado, tu sensación de ahogamiento emocional, aumenta.
·
Recuerda
que todo se vuelve más negro y oscuro cuando uno está solo, y uno juzga de
forma más dura el entorno y las personas que nos rodean, lo que paradójicamente
nos aísla más.
·
Pide
ayuda, incluso médica, si crees que es necesario.
Cada uno de nosotros
debería plantearse: ¿a quién estoy dejando sólo? ¿Quién podría agradecer una
visita, una conversación o al menos un mensaje? Este artículo valdría la pena
si al menos uno de los lectores parase a pensar a qué persona que se encuentre
sola puede dedicarle más tiempo en los próximos días.
Como analizo en mi nuevo libro “Cómo
hacer que te pasen cosas buenas” uno de los componentes fundamentales de la vida es el amor a los
demás. Cada uno de nosotros estamos
en esta vida para hacer felices a los que nos rodean, para apoyar a los que
tenemos cerca, sean familiares, amigos, compañeros, o simplemente personas que
la providencia pone en nuestro camino. No permitamos que el egoísmo nos impida
acercarnos a los demás; como bien dice el Génesis “no es bueno que el hombre
esté solo”.
Dra. Marian Rojas Estapé. Psiquiatra
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