ANDRÉS MASA | El País | 06/02/2019
Un estudio relaciona la
tensión crónica con un órgano más pequeño, especialmente en mujeres
Si sentir estrés habitualmente es una situación que te resulta
ajena, lo que te distingue de personas menos afortunadas quizá sea el tamaño de
tu cerebro. Es lo que sugiere un estudio científico que ha evaluado el órgano
de 2.200 voluntarios jóvenes y de mediana edad -la media fue de 48 años-. Según
el trabajo, las personas con estrés crónico tienden a tener un órgano más
pequeño. Y no solo eso. La investigación no explica si la relación es una causa
o un efecto de la tensión constante, si es que es alguna de las dos cosas, pero
sí señala que es especialmente notable entre las mujeres.
El cuerpo humano responde al estrés produciendo
distintas hormonas, pero la huella que los científicos
suelen buscar en la sangre para detectarlo es la que deja el cortisol. El
cortisol es absolutamente necesario para la vida porque la tensión que produce
predispone al organismo a responder rápidamente ante una situación de alerta.
Pero la mejora de la capacidad de reacción se limita a momentos puntuales.
Si el nivel se mantiene elevado durante mucho
tiempo, si el estrés se cronifica, la respuesta hormonal deja de ser
beneficiosa y se convierte en un problema. El estudio, publicado en la revista Neurology, relaciona
los niveles más altos de cortisol con el volumen cerebral más pequeño y también
con el daño en algunas funciones cognitivas.
Resonancias magnéticas y
pruebas psicológicas
Para alcanzar sus conclusiones, los académicos han
analizado los cerebros de los participantes en el estudio Framingham, que
forman parte de la tercera generación de una población de Boston en la que los
científicos estudian la relación entre la salud y el estilo de vida. Lo hacen
desde los años cuarenta del siglo pasado.
Los investigadores analizaron imágenes obtenidas con
escáneres de resonancia magnética e hicieron pruebas cognitivas a los sujetos
para evaluar su memoria, su capacidad de razonamiento abstracto, su percepción
visual, atención y función ejecutiva, un concepto que recoge distintas habilidades
que se complementan para alcanzar las metas futuras. Aparte de las diferencias
en el volumen cerebral, los científicos detectaron daños en la microestructura de la materia blanca en varias
regiones del órgano maestro del organismo, especialmente en el
cuerpo calloso, que conecta los dos hemisferios cerebrales.
"La materia blanca -un tejido compuesto de fibras
nerviosas que comunican las distintas partes del cerebro- está altamente
correlacionada con la velocidad de procesamiento, que a su vez está
asociada sólidamente con una mayor habilidad cognitiva en general",
explican los autores en el artículo. "La disrupción de la transferencia de
información debida al daño en la materia blanca podría explicar parcialmente
las deficiencias en las habilidades cognitivas asociadas a mayores
concentraciones de cortisol", añaden.
Entre las facultades que los investigadores han visto
perjudicadas destaca la memoria, ese recurso tan preciado para los
opositores. No es una novedad; los episodios de estrés ya
habían sido relacionados con una menor capacidad de evocar los recuerdos
anteriormente, pero no así los cambios en el volumen cerebral que proponen los
investigadores... y esos son mucho más difíciles de corroborar. De momento solo
es una hipótesis y, si bien otros estudios parecen apuntar en la misma
dirección, estos trabajos aún son muy pocos. Eso sí, si existiese la relación
que los científicos describen entre el cortisol, el estrés y la estructura
cerebral, las implicaciones serían muy importantes: puede que los cambios estructurales del órgano sirvieran para predecir el
desarrollo de algún tipo de demencia en la vejez.
No solo es la memoria, la
atención también se resiente
La investigadora principal del laboratorio de
Neurociencia Social Cognitiva de la Universidad de Valencia, Alicia Salvador,
es una de las personas que estudian en España el posible papel que el cortisol
podría tener en el declive cognitivo en la vejez. "Está claro que los
niveles elevados de cortisol durante un tiempo prolongado afectan al sistema
nervioso, y eso puede tener consecuencias en la capacidad de adaptación
posterior, pero que sea hasta el punto de provocar demencia aún no ha sido
demostrado científicamente", explica Salvador.
Lo que su equipo tiene claro, gracias a los resultados
que ha obtenido en las investigaciones que vienen realizando desde 2004, es que
el estrés sí influye la memoria. Y que no afecta igual a los hombres
que a las mujeres, ni a los jóvenes que a las personas mayores. Con
todo, Salvador insiste en que el cortisol no es el enemigo.
"Hay numerosas pruebas de que tiene influencia
sobre la cognición, y entre las funciones más estudiadas está la memoria, pero
también aspectos como la atención y la toma de decisiones, que se han empezado
a estudiar un poco más tarde", explica la investigadora. Lo que pasa es
que los niveles que cada uno puede soportar antes de notar los efectos
negativos son distintos. Y lo que es más importante, la fuerza
de la tensión no es el único parámetro importante a la hora de valorar el
efecto del cortisol en la salud: aprender a gestionar el estrés correctamente
puede marcar la diferencia.
Para vivir tranquilo,
'mindfulness' y aceptación
Estudios anteriores han relacionado el estrés con el
deterioro del hipocampo, "que es la región del cerebro que determina la
memoria a largo plazo", explica el catedrático emérito del departamento de
Psicología Biológica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid,
Bernardo Moreno. El académico no muestra sorpresa alguna ante un efecto ya
reconocido entre en la comunidad científica.
El profesor enfatiza que el estrés es inevitable,
incluso deseable para activarnos ante ciertas situaciones que requieren actuar
rápidamente. Pero también subraya que, desde el punto de vista evolutivo, nuestro organismo está adaptado al estilo de vida paleolítico, en
el que esos momentos eran puntuales. El estrés está ahora fuera
de lugar, y eso provoca perversas consecuencias.
Según Moreno, el contexto urbano, industrial,
competitivo y de imprevisibilidad actual está haciendo que la
tensión se cronifique, y eso favorece el deterioro cognitivo. También fomenta
la aparición de enfermedades cardiovasculares y promueve respuestas
contraproducentes del sistema inmune que pueden desencadenar neoplasias,
tumores benignos o malignos.
La buena noticia es que, por muy inevitable que sea,
podemos regularlo. "Siempre ha existido la desconexión, el viaje, los
amigos, los momentos agradables" que nos ayudan a rebajar la tensión, dice
Moreno. Y ahora también hay una pléyade de técnicas a las que podemos recurrir,
entre las que el catedrático emérito destaca las relacionadas con el mindfulness, del que se ha dicho que puede hacerse
incluso mientras uno se lava los dientes, y los recursos de aceptación y compromiso.
Los últimos implican hacerse consciente del problema y
de la necesidad de superarlo. "Yo no soy mis pensamientos, yo no soy mis
emociones. Puedo estar estresado, pero también puedo seguir", recita
Moreno, emulando el proceso mental por el que funciona esta manera de manejar
el estrés. Pero advierte: "Las técnicas son elementos que pueden ayudar,
pero solo si uno está habituado". Es decir, es imprescindible hacer el
esfuerzo previo de convertirlas en un hábito.
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