JUAN ARMANDO CORBIN | Psicología y Mente
Esta hormona del grupo de los glucocorticoides está muy relacionada con los problemas de estrés.
Mucho se habla en los
últimos tiempos del estrés, un fenómeno conocido como "la epidemia del siglo XXI". El
ritmo de vida que llevamos, la situación socioeconómica y las condiciones
laborales a las que nos vemos sometidos contribuyen notablemente a la aparición
de esta condición.
El cortisol es una de las
hormonas asociadas al estrés junto con la adrenalina, y su función principal preparar al organismo para
los momentos de mayor activación en los que es necesario estar alerta. El
estrés es una respuesta adaptativa que prepara a nuestro cuerpo para llevar a
cabo una respuesta de lucha o huida ante un estímulo peligroso o amenazante.
Sin embargo, cuando este fenómeno se produce a diario y se cronifica, aparece
el estrés patológico que causa serios problemas para la salud física y mental.
Qué es el cortisol
El cortisol, también conocido como hidrocortisona, es un
glucocorticoide. Se produce encima de los riñones, en una zona
conocida como corteza suprarrenal, en respuesta al estrés (físico o
emocional), y su síntesis y liberación está controlada por la hormona
adrenocorticotrópica (ACTH) y su ritmo circadiano.
Por la mañana, la
cantidad de cortisol se eleva hasta alcanzar su pico alrededor de las 8:00 am (teniendo en cuenta
un horario de sueño normalizado), por la necesidad de generar fuentes de
energía después de una larga noche. Por la tarde también aumenta para
mantenernos activos, pero después desciende de manera progresiva.
Hormonas del estrés:
cortisol y adrenalina
El cortisol y la
adrenalina son dos
hormonas relacionadas con el estrés pero que tienen
funciones distintas. Entender la función de cada uno de estos químicos puede
ayudarnos a comprender qué ocurre en nuestro cuerpo cuando nos enfrentamos a un
estímulo estresante. La reacción al estrés es un comportamiento instintivo que
ha permitido la supervivencia y el desarrollo de los seres humanos, puesto que
nuestro cuerpo está programado para actuar ante situaciones de emergencia o
peligro.
Sin embargo, esto que nos
ha funcionado tan bien a lo largo de la historia, crea serios problemas en la
actualidad por la manera que tenemos de vivir los humanos. Asimismo, este
fenómeno no solamente se produce ante estímulo físico, sino que nuestros
pensamientos también pueden causar estrés (por ejemplo, cuando una persona
sufre una situación de estrés postraumático y revive constantemente una
situación estresante del pasado), lo que nos puede llevar a una situación de desgaste físico y
mental excesivo.
Cómo actúa la adrenalina
Ante un estímulo
estresante, la adrenalina nos
proporciona un impulso rápido, para que nuestra energía aumente
y así podamos escapar del peligro. La respiración, el pulso y la frecuencia
cardiaca se aceleran para que los músculos respondan más rápidamente. Las
pupilas se dilatan, la sangre circula a mayor velocidad y ésta se aleja del
aparato digestivo para evitar vómitos. En general, todo el cuerpo se prepara
para reaccionar rápidamente ante ciertos estímulos, de modo que no se actúe
siguiendo unos ritmos demasiado lentos.
Estas funciones
fisiológicas de la adrenalina se complementan con otras funciones psicológicas
como las de mantenernos en alerta y la ser más sensibles ante cualquier
estímulo. La adrenalina, además de ser una hormona, también es un neurotransmisor
que actúa en el cerebro. De este modo, se establece un diálogo intenso entre el
sistema nervioso y el resto del organismo, lo cual es muy útil cuando hay que
desencadenar procesos que afecten a muchas zonas del cuerpo en poco tiempo.
¿Qué función tiene en
situaciones de alarma?
En situaciones de estrés,
el nivel de cortisol también aumenta. Sus funciones principales son incrementar la cantidad de azúcar en la
sangre, y también suprimir el sistema
inmunológico para ahorrar energía y ayudar al metabolismo de grasas,
proteínas y carbohidratos. Esto puede ser muy apropiado para una momento
puntual, pero no cuando la situación estresante forma parte de nuestro día a
día.
La liberación de azúcar
en sangre tiene la función de mantener un nivel de energía apropiado para
responder eficazmente ante la situación del estrés y nos permite estar alerta.
En realidad, es la adrenalina del cerebro la que manda la señal para que se
libere la glucosa al torrente sanguíneo (lo que se conoce como azúcar en
sangre), pero el cortisol contribuye en su síntesis. También contribuye a la
hora de utilizar las grasas y las proteínas como sustratos energéticos.
Como hemos visto, otra
respuesta del cortisol ante una situación estresante es que inhibe el sistema inmunológico,
porque toda la energía es necesaria para controlar el estrés. Además, esta
hormona también provoca un aumento de histamina, lo que explica porque la gente tiende a ponerse más
enferma o a sufrir herpes o alergias cuando padecen este fenómeno.
Relación con el estrés
El exceso de cortisol que
deriva por permanecer en situaciones estresantes de manera prolongada causa
ciertos desajustes debido
al desgaste de energía que estamos experimentando. Algunos de
los síntomas que podemos sufrir son los siguientes:
·
Sensación de fatiga,
cansancio y agotamiento.
·
Problemas de memoria,
concentración y aprendizaje.
·
Predominio de la
irritabilidad, la ira y agresividad.
·
Dolor físico (por
ejemplo, de cabeza o estómago)
·
Debilitación del sistema
inmunológico y, por tanto, enfermedades, alergias, etc.
Cuando el estrés se
manifiesta durante mucho tiempo, entonces es posible experimentar cuadros
complejos de ansiedad, sentimientos de fracaso, insomnio o depresión.
Otras consecuencias del
exceso de esta hormona
Aunque el cortisol tenga
mala fama porque se asocia a algo tan negativo como el estrés crónico o
el burnout, en el organismo humano realiza gran cantidad de
funciones vitales. Entre otras cosas, permite que nuestros ritmos se adapten al
ritmo que nos exigen ciertas situaciones, como por ejemplo los momentos en los
que nuestra integridad física puede correr peligro o cuando se acerca una
prueba que debemos superar. Aunque la sensación no siempre sea agradable, eso
no significa que no sea necesaria o práctica.
Sin embargo, a largo
plazo provoca una serie efectos no deseados. Por ejemplo, la producción de
cortisol, ya sea por déficit o exceso, puede interferir con la producción de hormonas tiroideas y
la conversión de éstas de T4 a T3.
El cortisol interrumpe el
sistema reproductivo, causando
infertilidad o incluso aborto involuntario cuando los
niveles de cortisol son demasiado altos o crónicamente elevados. Además, el
aumento cronificado de cortisol puede causar hambre intensa y antojos de comida
debido al trastorno metabólico que se produce, y también influye en los
bloqueos mentales y problemas de memoria relacionados con la sensación
de "quedarse
en blanco".
Conclusión
El cortisol es una
hormona relacionada con el estrés que de por sí no es negativa. Ahora bien, cuando
el estrés se cronifica y se vuelve patológico puede crear una serie de
problemas o consecuencias negativas para la persona. Entre estas consecuencias
destacan:
·
Disminución de las
defensas
·
Problemas estomacales,
diarrea o estreñimiento
·
Problemas de apetito
·
Cambios de humor
·
Dificultades para
concentrarse y problemas de memoria
·
Fatiga y cansancio
·
Dolores de cabeza
·
Hipertensión
· Infertilidad e interrupción de la menstruación
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