GRECIA GUZMÁN MARTÍNEZ | Psicología y Mente
La psiquiatría ha generado grandes avances, pero es bueno revisar sus limitaciones.
La psiquiatría, especialidad médica que se encarga de detectar y tratar las enfermedades mentales, ha atravesado una crisis importante en épocas recientes debido a la emergencia de distintos cuestionamientos sobre las características de sus conocimientos y prácticas.
A partir de dichos
cuestionamientos ha surgido la Psiquiatría Crítica, una corriente teórica que cuestiona y busca
reformar las prácticas de la asistencia psiquiátrica. Entre otras cosas, pone
en evidencia que la psiquiatría tradicional tiene algunos límites fundamentales
en la forma de entender y tratar con el sufrimiento psíquico, lo que en
concreto genera dilemas éticos en el uso de su conocimiento.
¿De
dónde surge la Psiquiatría Crítica?
Uno
de los antecedentes más recientes es la conferencia de la Critical Psychiatry
Network (Red de Psiquiatría Crítica) realizada en Bradford Inglaterra en 1999,
donde se discutió la necesidad de promover una transformación radical
en nuestro acercamiento a los problemas de salud mental; lo que han
suscrito miles de profesionales alrededor del mundo, principalmente a través de
publicaciones académicas, pero también mediante la movilización política.
En
la misma línea, la Psiquiatría Crítica tiene muchos de sus antecedentes en la
antipsiquiatría, movimiento teórico y político impulsado por profesionales de
salud mental que inició en la segunda mitad del siglo pasado y que cuestionó
firmemente la forma en la que la psiquiatría operaba, especialmente en Europa y
Estados Unidos.
Aunque
la antipsiquiatría y la Psiquiatría Crítica son movimientos que surgen en
momentos distintos, lo que tienen en común es que rechazan la
patologización de la heterogeneidad humana y mantienen el compromiso
de transformar la asistencia psiquiátrica.
Finalmente,
esta corriente ha estado impulsada por distintos movimientos asociativos en
primera persona, es decir, colectivos gestionados por las personas usuarias de
los servicios de atención psiquiátrica. Por ejemplo, el colectivo británico
Hearing Voices Network (Escuchando voces) quienes rechazan la comprensión
psiquiátrica tradicional de dicha experiencia, buscando así mismo
eliminar el estigma y reforzar los grupos de ayuda mutua.
Lo anterior se articula posteriormente con el paradigma de derechos que ha quedado formalizado desde el 2006 en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad aprobada por la Organización las Naciones Unidas, así como a través de otros documentos e informes de prevención de la tortura en psiquiatría que se han desarrollado en distintos países.
Principios
fundamentales
En
términos generales la Psiquiatría Crítica busca hacer visible la intersección
entre las relaciones psicológicas, sociales y somáticas, tanto de
las personas como de la propia práctica psiquiátrica, de manera que sea posible
reformarla.
Más específicamente podemos seguir a Philip Thomas (2013) para enumerar cinco temas de discusión que emergen a partir de la Psiquiatría Crítica: el problema de los diagnósticos psiquiátricos, el problema de la medicina basada en la evidencia en psiquiatría (y su relación con la industria farmacéutica), el rol del contexto donde la psiquiatría se desarrolla y actúa, el problema de las prácticas coercitivas, y finalmente, la base teórica y filosófica del conocimiento psiquiátrico y de sus prácticas.
1.
El problema de los diagnósticos psiquiátricos
La
Psiquiatría Crítica hace visible que las barreras entre la “normalidad” y el
“trastorno” son fácilmente manipulables y en gran medida arbitrarias. De hecho,
con frecuencia varía la cantidad de diagnósticos psiquiátricos
disponibles; estos aparecen y desaparecen y se actualizan cada determinado
tiempo (algunos de ellos cada vez que la misma población diagnosticada se
manifiesta en contra de ser considerada como enferma o trastornada, por
ejemplo, lo que pasó con la homosexualidad que hasta apenas la segunda mitad
del siglo pasado dejó de ser considerada un trastorno mental).
Así mismo, las bases científicas del diagnóstico psiquiátrico empezaron a cuestionarse porque si bien se han encontrado sustratos orgánicos, la evidencia científica que postula que los trastornos mentales tienen un origen biológico y una cura definitiva en el mismo sentido, es insuficiente.
2.
La medicina basada en la evidencia y la industria farmacéutica
La
medicina basada en la evidencia es un concepto que hace referencia a la
práctica médica basada en los ensayos clínicos, las estadísticas y los manuales
que ofrecen información genérica sobre una condición determinada.
Esto
ha sido cuestionado por la Psiquiatría Crítica, ya que las causas de
los trastornos mentales son inespecíficas, y la medicina basada en la
evidencia puede promover y generalizar unas prácticas también inespecíficas,
pero además potencialmente dañinas en algunos sentidos, porque en psiquiatría
las prácticas son por excelencia de intervención directa (farmacológica o
mecánica).
Asimismo, en muchas ocasiones los diagnósticos y
el tratamiento farmacéutico están fuertemente influenciados por
intereses económicos de las industrias encargadas de producir y distribuir
los fármacos, así como de financiar gran parte de la formación de
profesionales. Esto ha sido muy debatido en las últimas décadas por un sector
importante de los profesionales de la salud mental alrededor del mundo.
3.
El contexto de la psiquiatría
El
abanico de diagnósticos psiquiátricos está relacionado con el contexto donde se
construyen, es decir que varía el porcentaje de gente a la que se le atribuyen
ciertos problemas según la población específica a la que pertenecen.
La misma práctica psiquiátrica se encuentra dentro
de un contexto social, lo que significa que en el diagnóstico y en la
relación asistencial se reproducen ideologías y formas de
relacionarse; y que el sufrimiento psíquico es más que una experiencia
individual, es una experiencia tiene que ver con las condiciones de posibilidad
o de vulnerabilidad del mismo entorno.
4.
Las prácticas coercitivas
Entre
las críticas más fuertes que se han hecho a la psiquiatría desde el siglo
pasado están el internamiento psiquiátrico obligado y las prácticas de
contención como las ataduras, la terapia electroconvulsiva y la
sobremedicalización.
Lejos
de ser concebida como un conjunto de técnicas (y por lo tanto libre de
valores), la Psiquiatría Crítica busca revisar constantemente las
prácticas que se promueven y sus posibles efectos perjudiciales (desde
el paternalismo intrínseco en la práctica clínica hasta las actitudes
estigmatizantes o las prácticas explícitamente agresivas).
En muchos contextos se han promovido alternativas que van desde el cierre de hospitales psiquiátricos o la desmedicalización paulatina, hasta la creación de centros comunitarios y el reforzamiento de una salud mental que se promueva de una manera más colectiva y menos coercitiva.
5.
Base teórica y filosófica de la psiquiatría
La
Psiquiatría Crítica cuestiona el dualismo mente-cuerpo que
fundamenta a la psiquiatría biomédica tradicional, así como la ideología
biologicista que reduce la salud y la enfermedad mental a las ciencias
moleculares del cerebro.
Esto
último hace que se consideren una serie de demandas sociales donde la
psiquiatría se estaba posicionando como la única o la mejor solución para
entender los problemas de la gente; lo que muchas veces se traduce en
la omisión de las carencias afectivas, sociales o económicas promovidas
por las estructuras sociales.
Finalmente
y dado que la atención a los problemas de salud mental es un fenómeno
globalizado, a pesar de haberse generado e impulsado con base en las
necesidades del contexto europeo y estadounidense, la corriente de la
Psiquiatría Crítica ha tenido repercusiones alrededor del mundo.
No
obstante, esta no es la única crítica que se ha hecho a la psiquiatría
tradicional. Por ejemplo, en las ciencias sociales como la antropologia, la
psicologia social o la sociología en latinoamérica se han investigado
recientemente las formas comunitarias de atención a la salud (incluida la salud
mental), así como las formas prehispánicas de comprender lo que de momento
llamamos “trastorno” o “enfermedad mental”; a la par de las carencias en la
atención institucional y en los servicios de salud mental más tradicionales.
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