ROXANA IBAÑEZ MACHADO | lavanguardia.com | 22/03/2025
Una campaña en redes sociales apunta a los ‘padres hooligans’ que depositan expectativas demasiado altas o generan una enorme presión sobre los hijos para que su deporte favorito sea algo más que un diversión
El último vídeo de
la campaña No seas Hooligan de la Fundación
Brafa resumía el problema con eslóganes muy potentes: ¡El deporte es un
juego y se lo estamos robando a los niños!; Los ‘padres hooligan’
frenan el desarrollo deportivo de los niños y hunden su autoestima.
Y es que en el
deporte infantil la salud mental también entra en juego. Aunque la
competitividad y la exigencia pueden aportar valores positivos, el estrés y la
ansiedad asoman cuando las expectativas son demasiado altas. Lo importante es
poder darse cuenta a tiempo para evitar males mayores, avisan los expertos.
Todos conocemos algún caso de algún niño o niña al que se
le daba muy bien un deporte y lo abandona de repente. Aunque las causas suelen
ser diversas, muchos de ellos lo dejan por estar “quemados con sus padres”. Así
lo expone un estudio de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y la
Universidad de Huelva, que encontró también que en España el 48% de las niñas
lo dejan al llegar a la adolescencia, en comparación con el 33% de los niños.
Otro informe de 2024 de la Academia Estadounidense de Pediatría revela que el
70% de los niños renuncian al deporte a los 13 años, a menudo alegando que
simplemente han dejado de divertirse.
El papel de los padres
La práctica del deporte puede ser un elemento poderoso para el desarrollo físico, fisiológico, psicológico y social de niños y niñas, siempre y cuando esta práctica tenga una correcta orientación pedagógica, y es una responsabilidad tanto de entrenadores, clubes deportivos y especialmente de las familias, alega Carles Ventura, profesor de Psicología de la Actividad Física y el Deporte en el Institut Nacional d’Educació Física de Catalunya (INEFC).
En la misma línea, la psicóloga Noelia Iglesias hace hincapié
en lo esencial que es el apoyo familiar. Eso sí, “los padres deben comprender
su papel y evitar asumir roles que no le corresponden, porque cuando esto
ocurre, el deporte puede perder su valor educativo y convertirse en una fuente
de presión”, avisa. Además, “es fundamental que se enfoquen en apoyar y motivar
a sus hijos respetando sus intereses, necesidades y ritmos de desarrollo”,
puntualiza la experta, que es también miembro de la Sección del Deporte del
Colegio Oficial de Psicología de Catalunya (COPC).
El deporte en los niños se tiene que potenciar, “pero el
mensaje que se le debe transmitir es que ante todo se tiene que disfrutar,
porque cuando solo se quiere que nuestro hijo sea el mejor y le transmitimos
ese mensaje, estamos poniendo una presión a un niño que por edad no le
corresponde. Y eso va a dejar huella en su autoestima”, dice Laura Cerdán,
profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la
Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Cuando la presión es excesiva
Cuando las familias enfocan la práctica deportiva de sus hijos en una exigencia excesiva de obtención de los resultados y campeonatos, los niños pueden experimentar diversos problemas en su bienestar emocional. “Por ejemplo pueden aparecer signos de burnout, como la desmotivación, ansiedad, tristeza…etc, y finalmente el abandono del deporte”, enfatiza Ventura.
Una presión
excesiva puede generar ansiedad y estrés y afectar al rendimiento del niño y
eso puede llevar a una pérdida de interés en la práctica deportiva, además de
tener un impacto emocional significativo rebajando su autoconfianza y generando
sentimientos de culpa al pensar que decepcionan a sus padres, entrenadores y
compañeros, refuerza Iglesias.
No tiene nada de malo que los padres tengan anhelos y
ambición con sus hijos, reconoce Cerdán. “El problema es que muchas veces se
les pone una presión que no va de la mano de las capacidades de ese menor y eso
le genera una frustración. Además, hay padres que no solo exigen sino que
critican, y eso genera una baja autoestima”, resalta la experta. “Entonces,
cuando no se sabe lidiar con ello -continúa Cerdán- muchas veces surgen
sentimientos de rabia, impotencia y tristeza que, si se van alargando en el
tiempo, incluso pueden provocar un cuadro depresivo”.
Los cambios en el comportamiento
Pero ¿es
posible reconocer que el niño no está llevando bien ese momento? Algunos
expresan directamente su malestar y otros acaban interiorizando el mensaje y se
convierten en niños retraídos que sufren mucho y no lo expresan. “Por ello
-dice Noelia Iglesias- hay que estar atentos a cambios en su comportamiento,
como expresar excusas para no asistir a entrenamientos o competiciones o que
haya una disminución en la comunicación. Además, pueden manifestarse síntomas
físicos como dolores de cabeza, molestias estomacales o insomnio. También son
indicadores a considerar ciertos cambios emocionales como tristeza,
irritabilidad o miedo”.
Laura Cerdán enumera otras señales de alerta, como por
ejemplo, empezar a tener problemas en el colegio a nivel de notas o rendimiento
académico, o mostrar arranques de ira.
El deporte sin disfrutar
Otro problema suele ser las expectativas altas de muchos padres, que se obsesionan con que sus hijos sean los nuevos Lamine Yamal, el ídolo adolescente campeón de Europa de selecciones de fútbol con solo 17 años.
“La presión,
muchas veces, la impone la familia, y acaban sacrificando esa parte de la
infancia, porque al final lo que debería ser algo lúdico se acaba convirtiendo
en una actividad que no se disfruta plenamente”, comenta Cerdán. “El
acompañamiento de los padres es clave para que no se establezcan expectativas
poco realistas y los niños hagan comparaciones negativas”, añade Noelia
Iglesias.
Hay padres que ven la actividad deportiva de sus hijos
como un deporte profesional en miniatura, lo cual es erróneo, según Iglesias.
“Tener referentes es positivo, pero el éxito deportivo requiere tiempo,
esfuerzo y reconocer que cada trayectoria es única”, apunta la psicóloga.
El deporte en sano
El punto de partida que plantean los expertos es clara, establecer una relación sana con el deporte. Por eso, Ventura aconseja a las familias centrar su atención en el desarrollo de objetivos vinculados al aprendizaje, el disfrute, en valorar el esfuerzo por mejorar y en desarrollar habilidades sociales.
No hay que poner el foco en el resultado, sino en la
actividad en sí, dice Cerdán. “No deberíamos centrarnos en que sí ha marcado un
gol o ha ganado, sino en cómo se lo ha pasado, si ha disfrutado, jugado bien en
equipo, si ha hecho amigos, si es un deporte que le gusta y le atrae… todos
esos valores que realmente tiene el deporte”, puntualiza la psicóloga. Pero,
además, hay que recordar que muchos deportes son de grupo, “entonces el
resultado no va a depender de un niño, sino de todos”, subraya Cerdán.
Cabe recordar
que el deporte no solamente aportará beneficios físicos para el niño, sino
también emocionales. “Le permite descargar toda la energía y estrés, porque en
su día a día aparecen problemas que a los adultos pueden parecernos
insignificantes pero que para un niño son importantes o estresantes”, recuerda
Cerdán. De ahí la importancia de permitirles disfrutar sin exceso de
presión.
Los expertos
apuntan algunas claves sencillas para los padres que pueden ser de gran ayuda:
Cómo ayudar sin presionar
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