JESÚS DE LA GÁNDARA –Blog de Salud Mental – La
Vanguardia | 31/05/2011
El cerebro
es el órgano más flexible, adaptable y cambiante del cuerpo humano. Siempre
está en marcha, nunca se para. Cuando usted acabe de leer esto, su cerebro será
diferente (espero que mejor). Pero, ¿qué hace que el cerebro cambie?
Muchas
cosas, la alimentación, la edad, el estrés, la información, el amor, las
enfermedades… y también ciertos fármacos. Hasta hace pocos años lo
sospechábamos, pero no teníamos pruebas. Pero en la actualidad se acumulan los
hallazgos en este sentido. Concretamente en el ámbito de la depresión, gracias
a sofisticados estudios con técnicas de neuroimagen funcional,
sabemos que si no se diagnostican y tratan a tiempo, se producen
atrofias, deterioros estructurales y funcionales de ciertas zonas implicadas en
la regulación de la afectividad, la memoria y el rendimiento cognitivo, como el
hipocampo, etc.
Y también se
ha visto que si se aplican antidepresivos de forma precoz, a dosis adecuadas y
durante un tiempo prolongados, se evitan o revierten dichas alteraciones. Pues
bien, se acaba de publicar un interesantísimo estudio de un grupo internacional
de investigadores en neurociencias,que
lo reafirma.
Resumidamente,
y en un lenguaje al alcance de todos, han encontrado que cuando se somete a
ratas a un estrés sostenido se detiene la neurogénesis, es decir la producción
y desarrollo de nuevas neuronas en el hipocampo, y se alteran las respuestas
neuroendocrinas que protegen del estrés, mientras que si a esas ratas se les da
un antidepresivo común, la fluoxetina, no sólo se recupera la neurogénesis,
sino que se activan y equilibran los sistemas neuroendrocrinos de protección.
Se trata, en
definitiva, de ahondar en la búsqueda del mecanismo íntimo por el cual los
antidepresivos aplicados a personas adultas activan la génesis de neuronas en
el hipocampo, lo que facilita la respuesta clínica y recuperación total de las
depresiones. En definitiva, esto significa que los antidepresivos no sólo
alivian o extinguen los síntomas depresivos, sino que mejoran las estructuras
cerebrales implicadas en su aparición, lo que supone que a largo plazo mejoran
la evolución y el pronóstico, evitando las recaídas, y las complicaciones
asociadas.
Pero, ¿qué
significa todo eso para el público general, para las personas depresivas, sus
familias y sus médicos? Lo que supone, básicamente, es que estamos en
condiciones de transmitirles un mensaje seguro y firme: si usted sufre una
depresión tiene que tomar un antidepresivo, independientemente de que además
haga una psicoterapia, reciba apoyos sociales y familiares, etc.
También
significa que podemos fiarnos de los psicofármacos, que ya no caben
esas interpretaciones pueriles, ignorantes o interesadas que aseguran que los
psiquiatras no hacemos más que dar pastillas para atontar a los enfermos, o que
los psicofármacos son inútiles o peligrosos para el cerebro, curiosa teoría
basada en la bibliografía de patio de vecina y telebasura sanitaria.
Así pues,
podemos sentirnos razonablemente optimistas. La psicofarmacología es una
ciencia que 'adelanta una barbaridad', cada vez más rigurosa y eficaz, lo cual,
teniendo en cuenta lo mal que andamos de los nervios, es una gran noticia, pues
tarde o temprano, todos o casi todos, alguna o muchas veces, vamos a
necesitarla.
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