martes, 19 de diciembre de 2017

El vínculo entre Felicidad y Espiritualidad.

Mariana Alvez | Psicología Positiva | 18/07/2017

La espiritualidad es una noción poco trabajada en la psicología, veamos qué
tiene que ver con la felicidad.

En Psicología Positiva (el estudio científico del bienestar y el florecer como ser humano) consideramos a la espiritualidad como una de las 24 fortalezas personales, ubicadas dentro de la virtud trascendencia. Esta virtud hace alusión a aquel conjunto de fortalezas que buscan afuera de uno mismo el conectarse con algo magnífico y permanente, conectarse con los demás, con el futuro, con lo divino, con el universo.
La espiritualidad es una noción muy poco trabajada en la psicología más clásica, pero nosotros prestamos especial atención a su valor. Vamos a conceptualizar a la espiritualidad como algo que en realidad no necesariamente está ligada a una religión en particular, podemos ver a la misma como una manera más profunda de conectarnos con nuestra vida, con nuestro ser. Es esa capacidad de tener fe, de poder vincularnos con “algo” que es más grande que nosotros mismos.
Por espiritualidad entendemos al conjunto de creencias y prácticas basadas en la convicción absoluta de que existe una dimensión no material de la vida. Psicológicamente estas creencias son importantes para la persona, ya que influyen en el significado que van construyendo y en la forma en la que establecen sus relaciones con los demás y con el mundo. La espiritualidad, a diferencia de la religión, describe lo privado, esa intimidad compartida entre el ser humano y lo divino
Quienes hacen uso de su espiritualidad se caracterizan por poseer una gran fortaleza interna y una manera positiva de ver la vida. Encuentran calma en las peores de las circunstancias, saben que todo lo malo termina y sienten que cuentan con algo que podrá ayudarlos y salir airosos de cada obstáculo que se presente.
La espiritualidad nos brinda un conjunto de creencias sobre la vida, creencias sagradas. Nos permite tener una visión más estable de nosotros mismos y también  una sensación de pertenencia. En definitiva, gracias a ella, encontramos significado y valor en nuestra vida.
Todos experimentamos la espiritualidad de manera diferente, e incluso dentro de cada individuo sus niveles de vivencia pueden variar también. En determinadas circunstancias puede ocurrir que no estemos con esa sensación de conexión a flor de piel. Los estudios realizados en torno a este tópico demostraron que cuando nuestro nivel de espiritualidad está bajo otras medidas son afectadas, como nuestra autoestima o el valor que le encontramos a nuestra vida. El camino a tu espiritualidad tiene que ser elegido por nosotros, encontrarle significado a nuestra existencia es un camino muy gratificante y también muy personal.
La espiritualidad va más allá de una actitud, es ser consciente de todo lo que actuamos, pensamos, sentimos y además ser conciente de los que nos rodea, personas, situaciones, diversos milagros personales.
Cristopher Peterson y  Martin Seligman (padres de la Psicología Positiva) se basan en una serie de estudios donde se hacen patentes los beneficios de la espiritualidad. Al proporcionar un marco moral claro ayuda a crear significado y ofrece un sentido de propósito, esperanza y apoyo emocional. 
Ser espirituales puede darnos fuerzas en esos malos momentos por los cuales tenemos que atravesar, ya sean enfermedades, pérdidas, stress en general. La espiritualidad está asociada a la capacidad de perdonar, a la amabilidad y a la compasión.
Como cada una de las 24 fortalezas, la espiritualidad es algo que puede ser potenciada, si la poseemos podemos desarrollarla aún más y si carecemos de ella, podemos elegir comenzar a implementarla en nuestra cotidianeidad.
¿Cómo podemos desarrollarla? Es importante que aprendamos a encontrar el equilibrio, un equilibrio que contemple una estabilidad física, mental y también emocional. Aprendamos a ser concientes de nuestros errores, sopesar qué cosas tendríamos que mejorar por nuestro bien, qué cosas tenemos que trabajar para seguir creciendo como seres humanos.
Tengamos cuidado con nuestros pensamientos negativos automáticos, intentemos  identificarlos para luego poder modificarlos. Lo importante es no brindarle más fuerza de la que tienen que tener y podamos cortar con el patrón negativo habitual.
Nutramos relaciones positivas, ayudemos a los demás sin dejar de cuidarnos, intentemos perdonar para poder liberarnos de esa carga emocional, disfrutemos del compartir.
Las mejores cosas en la vida no tienen por qué ser perfectas, a veces la felicidad se esconde en las cosas más sencillas, esos lindos momentos, detalles que vamos teniendo en el día a día, esas palabras de aliento, el compartir,  el permitirse sentir sano orgullo por uno mismo.
Una de las mejores maneras que tenemos para conectarnos con nosotros mismos, es tener tiempos de calidad a solas. Nos tenemos que regalar un rato para estar con nosotros. Para algunos la meditación es muy buena para encontrar nuestro yo interior, para otros disfrutar de caminatas al aire libre, siendo concientes de detalles sutiles como la brisa en los árboles, el calor del sol, o un cielo despejado. 
Reitero, no tenemos por qué practicar una religión en particular para poder alcanzarla. Dalai Lama en una de las tantas entrevistas que se le realizó, nos compartía que existe una especie de espiritualidad básica que nada tiene que ver con las creencias religiosas, sino con otras cualidades, como por ejemplo la amabilidad, la compasión, la bondad y el servicio a los demás.
El problema con la religión es que a veces en vez de unirnos como humanidad nos separa, nos quedamos atascados a una única verdad que consideramos certera y no hacemos espacio a otras perspectivas. En cambio, la espiritualidad es un concepto amplio que hace referencia a estas vitales cualidades que todos deberíamos practicar y cultivar, en pos de alcanzar una sociedad con menos problemáticas, más feliz, sin tanto prejuicios y con mucha más paz. 
La espiritualidad está ahí para que podamos apropiarnos de ella a nuestro ritmo, a nuestra manera. Es una fortaleza que tiene muchos beneficios positivos para nosotros, nos ayuda tanto a nivel personal como social, nos conecta con nosotros mismos y con los demás, con lo mundano y lo divino.
Es una virtud que nos mueve hacia la felicidad, aporta emociones positivas y nos hace sentir más plenos. Nos brinda esperanza y fe, y se vuelve necesaria a la hora de rescatarnos de todas aquellas situaciones por las que quizás debamos atravesar. Te invito a que la conviertas en tu aliada.

El suicidio, entre el ruido y el silencio.

MERCEDES NAVÍO ACOSTA    |El País  |  11/02/2016
Sus factores de riesgo deben tratarse con rigor en los medios de comunicación, para sortear el efecto contagio y las conductas imitativas.

Decía Elías Canetti que "ni un solo ser humano ha sido agotado jamás. Ni en su extrema reducción, ni en la muerte, ni en su destrucción ha sido agotado jamás un ser humano". Con frecuencia hablamos de cifras a la hora de dimensionar una tragedia. Ser la primera causa de muerte en España, con diez fallecidos diarios, no parece haber sido suficiente para romper esa barrera invisible que perpetua cualquier tabú, en este caso el del suicidio. Probablemente sólo haya algo más triste que el silencio denso que lo envuelve, la frivolidad con que emerge periódicamente en una maraña de declaraciones oportunistas, detalles morbosos, y búsqueda de chivos expiatorios que nos tranquilizan como sociedad y nos permiten sortear el sentimiento de culpa insoportable que amenaza con apresarnos colectivamente.

Después de todo, las desgracias siempre les suceden a otros y algo habrá hecho o dejado de hacer alguien para que haya sucedido. Poco importa el dolor de quienes sobreviven a la muerte por suicidio de un ser querido el día siguiente al que el ruido que suplantó al silencio cesa, con idénticas consecuencias.

Nada nuevo bajo el sol en los aspectos menos alentadores de la condición humana, si no fuera porque el suicidio es una tragedia prevenible y evitable en la mayoría de los casos. Se sabe que es un fenómeno complejo y multifactorial poco proclive a ser explicado unicausalmente. Se conoce el potencial preventivo de abordar sus factores de riesgo con rigor en los medios de comunicación, siguiendo por una vez las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, para sortear el efecto contagio y las conductas imitativas, especialmente importantes en las poblaciones más vulnerables a estos efectos, los más jóvenes.

Se trata de identificar enfermedades mentales subyacentes, conflictos familiares inabordables y distintas formas de acoso o abuso, en definitiva detectar situaciones de sufrimiento insoportable particularmente frecuentes en distintas experiencias de exclusión al diferente que superan la capacidad de afrontamiento de quien apenas está abriéndose a la aventura de vivir, con la inocencia como principal bagaje. Ofrecer una red sociofamiliar cuidadosamente tejida con profesionales de distintos ámbitos, docente, sanitario, policial, judicial y de medios de comunicación, es la única respuesta coherente que podemos dar como sociedad para lograr la prevención, el único éxito posible si hablamos de suicidio.

Sinó, no habremos aprendido que lo contrario del silencio no es el ruido, que sólo la corresponsabilidad puede exonerarnos de la culpa y el fracaso colectivo, y que podemos seguir obviando la realidad, pero no las consecuencias trágicas de obviarla. "Donde hay dolor es lugar sagrado. Algún día comprenderá la humanidad lo que esto significa", escribía Oscar Wilde en su De Profundis. Quien no pueda mejorar el silencio, que lo guarde.

Mercedes Navío Acosta es Médico Psiquiatra y Directora del Proyecto Prevención del suicidio de la Estrategia de Salud Mental del Ministerio de Sanidad.


sábado, 9 de diciembre de 2017

Matar un ruiseñor

MERCEDES NAVÍO ACOSTA   |  El País  |  29/08/2017
Los terroristas no están locos. Tratarlos como tales estigmatiza a los enfermos mentales

Siempre me dieron más miedo los cuerdos que los locos. Es esta una intuición vocacional que los datos confirman una y otra vez, y los prejuicios combaten con la obstinación de la que solo ellos son capaces. La enfermedad mental está muy lejos de ser sinónimo de violencia y de peligrosidad. Las personas afectadas por trastornos mentales cometen delitos en la mitad de porcentaje que la población general y reinciden en un porcentaje ínfimo, del 2% frente al 30% de los llamados normales, siendo en muchas más ocasiones víctimas que agresores.

Estas estadísticas obtenidas en condiciones ordinarias son confirmadas abrumadoramente por las mayores masacres de la historia, las de los totalitarismos del siglo XX, producto nada menos que de los monstruos de la razón, con sus asesinatos masivos y su barbarie institucionalizada, encarnada por hombres normales como describió Hannah Arendt en su conocido concepto de la banalidad del mal.

No pretendo entrar en el problema del mal y su ontología, mi propósito es menos ambicioso o tal vez no, solo quiero afirmar que existe independiente de la enfermedad mental. En estos días de fanatismo desalmado y homicida hemos podido leer y escuchar expresiones tales como locos terroristas, esquizofrénicos asesinos o psicóticos criminales.

Son expresiones que parten de una premisa equivocada, en virtud de la cual todas las personas que cometen un acto irracional destructivo han de estar necesariamente enfermas. Esto protege nuestra ilusoria sensación de control de la inexpugnable y compleja condición humana y nos permite permanecer en la negación de los sinsentidos de la vida logrando una tranquilidad ficticia. Además de falsa, esa premisa es profundamente injusta en dos sentidos: condena a inocentes e indulta a culpables. Estigmatiza y refuerza la discriminación de personas con enfermedad mental que no han hecho ni harán ningún mal y justifica, en nombre de un intelectualismo moral que anula la responsabilidad individual, a personas que sí lo hicieron.

Todo ello no es baladí. La prevención y abordaje de cualquier fenómeno requiere de un diagnóstico de situación preciso y certero. La psiquiatrización del mal no es ni puede ni debe ser la respuesta. La psiquiatría, como cualquier disciplina, como cualquier visión de la realidad, tiene sus límites. Antaño fue instrumentalizada como herramienta de control social impropia, inmoral e inefectiva, en legislaciones como la de peligrosidad o la de vagos y maleantes.

La tiranía de la normalidad aboca a la proyección de lo insoportable de ti mismo en el otro.

Quien quiera conocer la naturaleza del mal habrá de sortear el espejismo de confundirla con las frecuentes discrepancias entre las distintas visiones subjetivas del mundo ancladas en sus respectivos sistemas de valores y criterios de convención social. Puede haber tantas como personas. Pero no es esa la clave; el factor común a todas las formas de barbarie no está en los matices de cada cosmovisión, sino en su ciega pretensión de absoluto, en su aspiración de pureza inhumana.

Es esa misma ceguera la que sigue permitiendo que una etiqueta de raza, sexo, religión, orientación sexual o, en este caso, de enfermedad mental oculte completamente al ser humano estigmatizado y discriminado que la lleva, hasta su aniquilación física o moral. Seguro que hay quien piensa que esta puede ser la reivindicación de una nueva minoría en lucha por sus derechos que pone en peligro la libertad de expresión de una mayoría de normales, desde otro ejercicio más de hipersensibilidad promovido por la dictadura de lo políticamente correcto. Para ellos tengo una explicación alternativa: la tiranía de la normalidad aboca a la proyección e intento de expulsión de lo insoportable de ti mismo en el otro.

Los derechos mencionados, que no son otros que los derechos humanos, los de las personas con enfermedad mental, son legítimos e irrenunciables para todos y espero llegar a ver el día en que puedan ser defendidos masivamente por aquellos a quienes más directamente atañen. Pero mientras ese día llega, e incluso cuando llegue, hasta que puedan apropiarse de la palabra “loco” como insulto para convertirla en un atributo más de su dignidad, de su compromiso y responsabilidad de autocuidado, como hicimos otras minorías, raciales, cuando pudimos; nunca deberán quedar abandonados a su suerte.

Recuerden que cada vez que dan a la maldad el nombre de locura están equiparando al lobo con el cordero y quedando a su merced. Y eso, además de no protegerles de la intemperie, es tanto como escribió hace muchos años Harper Lee, “matar un ruiseñor”.


Mercedes Navío Acosta es psiquiatra.



miércoles, 6 de diciembre de 2017

La felicidad en Europa está mal vista

IÑIGO DOMINGUEZ   (Entrevista a Luis Rojas Marcos)  |  El País   |   11/08/2017  

El psiquiatra defiende que el optimismo es la mejor herramienta contra el discurso del miedo

No es fácil empezar a entrevistar a Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943), porque sobre todo le gusta escuchar y entrevista él al periodista, preocupándose por cómo le va la vida. Es un humanista, interesado en la felicidad de los demás, y optimista convencido. Psiquiatra de fama internacional y autor de numerosos libros, puso en marcha en Nueva York en 1987 una iniciativa revolucionaria, el proyecto Help. Fue el primer servicio para atender a personas que vivían en la calle con enfermedades mentales. Este plan, importado luego a muchas ciudades, ha cumplido 30 años, y la Fundación Mapfre le ha otorgado su premio a la mejor iniciativa en promoción de la salud. Ahora dirige una organización médica sin ánimo de lucro, con 3.500 facultativos, en 6 hospitales públicos y 10 cárceles.

Pregunta.- Usted fue un inmigrante, ¿cómo lo recuerda?   |   Respuesta.- Yo quería salir de aquí, era un niño con problemas de inquietud, me metía en líos, el colegio me iba mal. Cuando terminé la carrera vino un médico americano. Allí buscaban médicos, y era un examen muy fácil. Me fui, sin saber dónde iba. Entré en un hospital en Long Island, yo no hablaba inglés, y la medicina que sabía era historia de la medicina, no había puesto una inyección en mi vida. Pensé que me echaban. Pero recuerdo el cambio: aquí hacer una pregunta te costaba la autoestima de un mes. Te decían: “qué chorrada de pregunta”. Allí podías preguntar la chorrada que quisieras, aprendí a preguntar. Era un estilo de aceptación. Estados Unidos te exigía, pero te aceptaba.

P.- Eso parece que está cambiando con Trump.   |   R.- Hay más intolerancia, pero allí las oportunidades te persiguen, te salen cosas, y eso todavía es así. La intolerancia va más dirigida a inmigrantes de formación menor. Pero si vienes de Europa o Asia, en mi campo, el médico, no hay problema de trabajo. Yo tengo ahora casi 100 vacantes.

P.- ¿Cómo ve el recorte de Trump del sistema sanitario?  |   R.- El intento de Obama fue fundamental. La salud allí es una industria, no un derecho. En Nueva York es la que más empleo da, directa o indirectamente. Es uno de los problemas indiscutibles de Estados Unidos. Hay seguro para el pobre y los mayores de 65 años, y la obligación de atender a cualquier persona en urgencias. Por eso nadie se muere en la calle. Pero si tienes un problema diabético, te ingresan y luego solo tienes una semana de insulina. Luego es cara y te lo paga el seguro, si lo tienes. ¿Y por qué no cambiar a un seguro universal? Las farmacéuticas están en contra, el Estado no negocia con los laboratorios, es mercado libre. Los médicos ganan el doble o el triple que en Europa, no digamos la industria farmacéutica. Es un negocio que es difícil de cambiar. Nos preocupa Trump, claro.

P.- Una pregunta frívola: ¿tiene una explicación psiquiátrica para Trump?   |   R.- Hombre, hay que tener cuidado con esto. No tiene síntomas de enfermedad mental, depresión, no tiene nada. Ahora bien, se puede juzgar su personalidad: es impulsivo, no se apoya en el consejo de otros, no escucha, piensa que lo que él cree es lo correcto y es la verdad. Se considera a sí mismo un éxito. Sumas todo eso y ves lo que dice.

P.- Ha trabajado mucho con inmigrantes. ¿Qué piensa de cómo se está portando Europa?  |   R.- En los noventa me invitaron a visitar un hospital, asistí a una operación y recuerdo la visión de que cada uno era de una raza: la paciente era afroamericana, el cirujano era blanco, el anestesista era oriental, la enfermera era hispana… Toda una mezcla, pero estaban haciendo juntos una cosa, curar a esta señora. En Europa, que siempre ha tenido aceptación, tengo miedo de que se cree una tendencia al rechazo de otras culturas.

P.- El miedo es una sensación cada vez más presente. A un atentado, al inmigrante, a lo que es malo para la salud… Usted es un gran defensor del optimismo. ¿Somos más asustadizos, nos falta contexto?  |  R.- La felicidad en Europa está mal vista, como ingenuidad o ignorancia. En Estados Unidos, no: vas a una reunión, preguntas a alguien y dice que está feliz, tal cual. Aquí la cultura es la queja. Que no se nos note si somos optimistas o felices. Yo siempre hago un experimento en mis charlas, pregunto al público, no si son felices, sino si están satisfechos con la vida, no hoy, sino en general. De cero al diez. De media suele salir un siete, un ocho. Luego pregunto: ¿y al mundo qué le dais? Mucho menos, está muy mal. Pero es que yo voy a otros países, a ese mundo, y se dan un ocho, y a vosotros, un cuatro. El ser humano es optimista, tiene esperanza. Casi todos estamos programados para el optimismo. Las tasas de suicidio no aumentan, en Estados Unidos, en Europa, siempre es un 8 o 9 por 100.000.

P.- También sostiene que hablar es bueno, alarga la vida, verbalizar lo que te pasa. ¿Es aplicable a las redes sociales? Hay más expresividad que nunca, aunque no es personal.   |   R.- Es una revolución. Sabemos que hablar es bueno para el corazón, está estudiado, o hablar con uno mismo. Poner palabras a lo que sientes y decirlas, pero de verdad, moviendo la boca. La comunicación es siempre positiva, la cuestión es si ahora, con los mensajes, puedes llegar a obsesionarte y no hablar con los demás. Una adicción a una forma que en sí no es negativa. Es tentador demonizar las redes sociales, sobre todo quienes no las usan, pero no creo que sean negativas. Antes de darle un matiz destructivo, patológico, hay que esperar, porque no pasó así con la televisión, el teléfono, el ordenador…

P.- Después de tanto tiempo fuera, ¿cómo ve España?   |   R.- Muy bien. Me fui en 1968. Franco se muere y muchos pensaban que aquí acabábamos a tiros. Pero no. Fue un ejemplo inolvidable para mucha gente, no me imaginaba que España pudiera cambiar tanto, que se convirtiera en un país tan abierto, con una juventud tan tolerante, tan sana… No creo que en Europa haya un país mejor para vivir, pese a sus problemas. Tienes que ver a los españoles que salen fuera. Una vez me invitó el cónsul de Nueva York, que había reunido a los españoles censados en investigación. Pensé que serían 20, ¡y eran 500! Chicos y chicas geniales.


La investigación en Salud Mental se acerca a los pacientes y sus familias

Isabel Sánchez Aguiar   | El médico Interactivo  |  29/11/2017
Por tercer año consecutivo, investigadores en Salud Mental y asociaciones de pacientes se han dado cita para poner en común los avances más significativos en la investigación de las principales patologías, y dar conocer los recursos y necesidades de afectados y familiares. El encuentro, patrocinado por Lundbeck, ha tenido lugar en el Instituto de Salud Carlos III de Madrid y ha estado organizado por el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM) y Mundo Bipolar.
Durante la jornada se han evaluado cuatro de las enfermedades de Salud Mental más destacadas de nuestros días, algunas de ellas por su gravedad: trastorno bipolar, depresión y suicidio, esquizofrenia, y autismo, y se ha debatido sobre la situación actual y los pasos a seguir para lograr un mayor conocimiento de cada una. Pero, sobre todo, con este “III Encuentro entre Investigadores en Salud Mental, Pacientes y Familiares”, se ha pretendido impulsar el empoderamiento de los pacientes y su participación en la toma de decisiones a la hora de investigar. “Llevamos un tiempo tratando de ver cómo articular el hecho de que ellos mismos puedan participar y formar parte de CIBERSAM, con el fin de que estén más integrados y puedan aportar sus opiniones”, indica José Manuel Montes, jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal e investigador del citado Centro y uno de los coordinadores del evento. Según el experto, si bien es un hecho que los pacientes participan cada vez más activamente en la integración de su propio sistema sanitario, en salud mental, por razones históricas, ha existido una mayor dificultad; por eso, “estamos ante el inicio de una relación que cristalizará en el futuro y que permitirá actuar de forma sinérgica hacia la mejora del paciente”.
Aunque no de forma inmediata, vías de investigación abiertas permiten augurar que en el futuro se podrán producir importantes progresos. Es el caso, por ejemplo, de programas específicos como el dirigido al autismo, con avances desde el punto de vista genético, o a la prevención del suicidio, cuya implementación ya está teniendo lugar en diversos lugares. Si bien no siempre se traducen en una mejora de la asistencia y de la calidad de vida de los pacientes, en un futuro a medio o largo plazo sí lo harán y redundarán en una mayor prevención de la enfermedad.
Patologías principales
La sintomatología de la depresión, segunda causa de discapacidad en el mundo y que en España afecta a unos seis millones de personas, está presente en el 70% de los suicidios consumados, segunda causa de muerte en población joven. En cuanto al autismo, los expertos insisten en la importancia de un diagnóstico temprano que sea completo, de déficits, de habilidades y etiológico, y en la necesidad de encontrar marcadores biológicos que permitan entender cómo se va desarrollando la enfermedad a lo largo de la vida del niño. Por otro lado, más de 400.000 personas padecen esquizofrenia en nuestro país, con importantes avances en las últimas dos décadas que han contribuido a su alivio sintomatológico y a un menor número de recaídas y hospitalizaciones. En lo referente a trastorno bipolar, los investigadores de CIBERSAM están llevando a cabo durante los últimos años diferentes y relevantes estudios que han dado lugar a importantes avances centrados en comprender sus causas y buscar tratamientos más seguros y eficaces.
Sin embargo, según Montes, existe otro tipo de necesidades, y cita como ejemplo el trastorno bipolar, donde,” además de los adelantos farmacológicos, se necesitan más avances (psicoeducación, rehabilitación cognitiva…). Son aspectos que también tratamos y que son demandados desde las asociaciones de pacientes”.
CIBERSAM
El Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER) es un consorcio dependiente del Instituto de Salud Carlos III (Ministerio de Economía y Competitividad) que, en su Área Temática de Salud Mental (CIBERSAM), está formado por 25 grupos de investigación clínica, preclínica y trasnacional, cuya orientación está dirigida fundamentalmente al estudio de trastornos mentales como la depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, así como trastornos de ansiedad y trastornos mentales del niño y del adolescente o la innovación terapéutica.


sábado, 2 de diciembre de 2017

Una nueva terapia "limpia" las preocupaciones - II

JUAN M. DUPUIS   |   Tener Salud   |   22/10/2017

Digerir las emociones .- Según la psicología biodinámica creada por la noruega Gerda Boyesen (1922-2005), cada órgano posee dos funciones: una fisiológica y otra emocional. Se trata de uno de los principios de la medicina china: por ejemplo, el corazón es la bomba del sistema circulatorio y el órgano que otorga la capacidad de amar. Con respecto al intestino, sus dos funciones se definen de la siguiente manera:

·   Función fisiológica: El peristaltismo es la actividad del intestino que permite digerir el bolo alimenticio.
·   Función emocional: El psicoperistaltismo es una actividad paralela que permite digerir los residuos metabólicos de los conflictos emocionales (adrenalina, noradrenalina, etc.).
El psicoperistaltismo es por tanto un medio para regular de manera natural conflictos emocionales. Cuando estamos muy estresados, esta autorregulación que se produce en los momentos de descanso, mientras dormimos y con ayuda del sueño, ya no se puede realizar. Se reprimen los conflictos y el organismo se “blinda”, poniéndose una coraza. Es necesario entonces reestimular el psicoperistaltismo mediante un masaje llamado “biodinámico” para permitir la “digestión de las emociones”.

La gran limpieza intestinal.- Y con este objetivo de evacuar desechos emocionales se vienen recomendando, desde tiempos inmemoriales, las técnicas de limpieza intestinal. Se nos vienen a la cabeza, por ejemplo, la famosa depuración intestinal del yoga (shankaprakshalana) o también la tradicional lavativa, y más recientemente la irrigación del colon (o hidroterapia de colon). 

Para mí, una de las técnicas más interesantes es la hidroterapia de colon, que se centra en el drenaje del intestino grueso. El colon recibe una dosis de agua a través de una cánula (tubo de plástico o caucho) de un único uso. La entrada del agua se acompaña de masajes abdominales suaves y envolventes. El agua a continuación se elimina, utilizando el mismo dispositivo, mientras se realizan masajes centrados en la zona abdominal, es decir, la zona en la que se encuentra el colon, con el fin de favorecer la eliminación de las materias y residuos que llevan más tiempo ahí. (3) 

No sólo se produce una auténtica depuración del intestino grueso, sino también una enorme limpieza de excedentes emocionales y cargas psíquicas, lo que puede parecerse a una “mini psicoterapia”. ¡La irrigación del colon aligera tanto lo físico como lo mental!

Complementar su efecto con la osteopatía.- Cuando la hidroterapia del colon se combina con la osteopatía los resultados son asombrosos. 

Gracias a la limpieza que la hidroterapia realiza del “segundo cerebro”, la zona se queda como nueva. Y una vez lista, el osteópata recoloca con mayor facilidad y eficacia las vísceras y los órganos anexos de toda la cavidad abdominal. 

Tras una irrigación del colon, algunos dolores lumbares, provocados tal vez por un atasco intestinal masivo, pueden llegar incluso a desaparecer por completo. 

La persona tratada sufrirá asimismo menos saturación emocional, puesto que la irrigación del colon habrá depurado de una vez por todas, emociones más o menos enquistadas. 

En realidad, las preocupaciones se habrán… limpiado. 


Una nueva terapia "limpia" las preocupaciones - I

JUAN M. DUPUIS   |   Tener salud    | 22/10/2017

Una nueva terapia dirigida a los intestinos permite limpiar en sentido literal las emociones negativas: ansiedad, tristeza, depresión… 

Así es; el intestino evacua los restos de comida que el cuerpo no puede digerir, pero también se encarga de evacuar el sobrante de hormonas de las emociones: serotonina, acetilcolina, noradrenalina, ácido gamma-aminobutírico (GABA)… 

El intestino, al igual que puede desajustarse y eliminar mal los alimentos, también puede tener problemas para evacuar las hormonas, provocando que se acumulen y originen trastornos emocionales. 

La hidroterapia, una técnica suave de lavativa intestinal acompañada por masajes envolventes, puede llegar a tener por tanto el mismo resultado que una auténtica “mini psicoterapia” para algunas personas, que lo acaban soltando todo… Así, no sólo se produce una auténtica depuración del intestino grueso, sino también una significativa limpieza de excedentes emocionales y cargas psíquicas.

El segundo cerebro - Las últimas investigaciones sobre biología del desarrollo (la rama de la biología que estudia el desarrollo embrionario) han descubierto algo sorprendente: las células nerviosas del intestino proceden de la misma capa germinal que las del cerebro. Esto significa que, durante el desarrollo del embrión, desde el sistema nervioso central se dividen células nerviosas que migran al vientre y forman en los intestinos un segundo sistema nervioso, al que se denomina sistema nervioso entérico

Evidentemente, el intestino y el cerebro están muy separados en los adultos, pero se mantienen comunicados de forma permanente a través del nervio vago (o nervio neumogástrico), que es el décimo (X) par craneal de los 12 existentes. 

Al igual que el cerebro, el intestino también contiene neuronas, alrededor de 200 millones, y allí se encuentran los principales neurotransmisores del cerebro (serotonina, acetilcolina, noradrenalina, GABA…). El ejemplo más llamativo es el de la serotonina, un neurotransmisor que influye en los estados de ánimo y que es liberado en un 95%… ¡por las células nerviosas del intestino! 

Pero muchos otros neurotransmisores están implicados, según el gastroenterólogo francés Michel Delvaux, que habla de “sensibilidad visceral” en su obra del mismo nombre. (1) 

El descubrimiento de la relación existente entre el cerebro y los intestinos es tan revolucionario que ha dado lugar a una nueva disciplina: la neurogastroenterología. Michael Gershon, profesor de Anatomía y Biología celular de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, se refirió a los intestinos como el segundo cerebro en el famoso libro The Second Brain (El segundo cerebro), publicado en 1999. 

Según Michael Gershon, “el cerebro intestinal sería capaz de recordar; participaría en la fase del sueño en la que se produce la serotonina y aparentemente representaría la matriz biológica del inconsciente.” (2)

Intestino = Intelecto - Desde hace siglos los filósofos vienen sorprendiéndose por la relación existente entre el intestino y el intelecto. El propio Buda decía que “un sabio es aquel cuyo intestino funciona bien”. 

La China taoísta conoce una técnica llamada Chi Nei Tsang que concentra su esfuerzo sobre la zona abdominal. Literalmente Chi Nei Tsang significa “trabajar la energía de los órganos internos”. Esta disciplina propone curar las tensiones ancladas más profundamente y restaurar la vitalidad física y psíquica trabajando sobre las estructuras viscerales y la colocación de los órganos internos. 

Numerosas observaciones clínicas más recientes y cercanas a nosotros nos permiten también considerar a los intestinos como “el cerebro de las emociones”. 

Ivan Pavlov (1849-1906), fisiólogo ruso, demostró que un perro cuyo sistema digestivo funciona con normalidad contrae los intestinos cuando un gato entra en la habitación. 

Lo mismo le sucede al ser humano. También contraemos los intestinos cuando algo nos asusta o cuando sentimos otro tipo de emociones. Y al revés, cuando nos relajamos, aflojamos la tripa y el ciclo digestivo se reanuda. 

lunes, 27 de noviembre de 2017

Depresión


JESUS H. GONZÁLEZ, Saltillo   | La Vanguardia   ¡  19/11/2017

Tienen nombres femeninos: angustia, desesperanza, ansiedad, melancolía, tristeza, depresión. La realidad de la depresión está reflejada en la literatura: en el cuento “La persona deprimida”, de Foster Wallace: “…sentimientos de aislamiento emocional que convertían cada hora de la vida de la persona deprimida en un infierno indescriptible…”.
En el poema “Mi vida con la perra”, de Francisco Hernández: ... “Amanecer sin sol… no por mucho deprimirse amanece más temprano… La perra depresión se angustia y se inconforma”. La depresión puede estar a nuestro alrededor, en el que está a nuestro lado, en el corazón de un niño, de un adolescente, del amigo, del pariente, del compañero de trabajo.
La tristeza prolongada, el decaimiento de ánimo, es un monstruo invisible, furtivo. Sólo quien la padece sabe lo que se siente, aunque se le dificulte describirlo. Enfermedad difícil de curar. Le vemos parte de la cara al monstruo, cuando nos enteramos de un suicidio.
Es la enfermedad de nuestro siglo y nuestra ciudad no está exenta: este año van 1.502 casos contabilizados, comparados con 585 del año pasado. Casi 3 veces más. Habrá más casos que no están registrados, ni diagnosticados.
La depresión es la primera causa de consulta en el Centro de Salud Mental. Todos podemos pasar por esta situación, que va de leve a moderada, seria o grave. 
Algunas causas de la depresión: La desilusión, una falta de autoestima, comparaciones injustas, fatalismo: creer que ya no tiene oportunidad de curarse. Sentirse con una obligación injusta, estar enfermo, la depresión postparto. Hasta la hiperactividad mental es una causa, aunque no pareciera.
También son causas el rechazo, fijarse metas inadecuadas o no fijarse ninguna. Otras situaciones que en la mayoría de los casos producen depresión: muerte del cónyuge, separación, muerte de un ser querido, enfermedad, sentirse inútil, pérdida del empleo o problemas económicos.
Entre los métodos para tratar la depresión están: terapia con medicamentos, la electroterapia, la psicoterapia y la terapia espiritual. Cada una con sus ventajas y desventajas.
Podemos creer que la persona deprimida necesita estar sola o aislada. Aunque parezca lo contario, en esos momentos es cuando más necesita la ayuda de un amigo. A veces los familiares rechazan su conducta y en vez de tratar de comprender a la persona deprimida, la juzgan y desaprueban.
Para ayudar a un amigo en depresión se recomienda: 1°. Hacerse presente; 2°. No compadecerle, la autocompasión pudo llevarlo a estar deprimido; 3°. Proyectar esperanzas en la pantalla de su imaginación. Necesita que alguien le pinte la vida y el futuro de una manera más optimista: “La vida espera mucho todavía de ti”. 4°. Animar, pero no discutir; 5°. Tratar de hacerle pensar en otra cosa; 6°. Tratar de comprometerlo en una actividad; 7°. No mostrarse demasiado joviales u optimistas; 8°. Darle ayuda espiritual; 9°. Enseñarle a ser agradecido por las cosas buenas que le suceden.
No hay que olvidar que el deprimido necesita comprensión y ayuda. A cualquiera nos puede pasar y lo peor es quedarse solos en ese proceso. Es como acompañar a alguien es sus momentos de luto, nuestra presencia amable puede disminuir mucho la tristeza.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Quítale el móvil al niño

ÁLVARO BILBAO   |   El País   |   25/06/2017

El trastorno de déficit de atención afecta a un creciente número de niños, y abre el debate en torno a los sobrediagnósticos

La atención es la ventana a través de la cual el cerebro se asoma al mundo que le rodea. Cuando el niño nace, apenas es capaz de dirigir su interés hacia el mundo exterior. Inicialmente sólo presta atención a sus propias sensaciones llorando cuando tiene hambre, sueño, frío o se siente solo. Poco a poco comienza a fijarla en el pezón de la madre que destaca como una forma más oscura en el horizonte. A partir de ahí comienza un largo viaje en el que el niño va aprendiendo que atender ciertos estímulos conlleva una serie de beneficios.
A las pocas semanas el niño reconoce con facilidad objetos que emiten ruido o se mueven; por eso los sonajeros captan su interés. Los padres hacen todo tipo de carantoñas con juguetes o con las manos para dirigir su atención, de ahí los cinco lobitos. Pero también comienzan, de manera instintiva a ayudarle a fijarla en estímulos inmóviles. Primero un árbol que mece sus hojas con suavidad, luego una foto en la que sale junto a su mamá y, más adelante, un cuento en el que casi no pasa nada.

Así, el niño comienza a desarrollar una habilidad tremendamente compleja, que es la de controlar la propia atención y dirigirla no sólo a aquellos estímulos que se mueven, sino también a aquellos que están más quietos o son más aburridos. De esta forma crecerá siendo capaz de atender a su profesor, aunque el compañero de al lado esté haciendo el tonto. Aprenderá a abstraerse con el libro que lee, aunque una mosca lo sobrevuele, y llegará a ser capaz de concentrarse al volante, a pesar de que la carretera sea una larga recta y su cerebro esté cansado.
Dominar la atención y ser capaz de eliminar otros estímulos que intentan distraernos es una habilidad que ofrece múltiples ventajas. Nos permite concentrarnos en lo que realmente queremos o deseamos, detectar detalles y matices que otros pasan por alto, aprender idiomas con más facilidad, persistir en nuestras metas hasta alcanzarlas o reducir los niveles de estrés.

Desde hace años vivimos un auténtico auge de un diagnóstico que provoca sufrimiento entre los más pequeños: el trastorno por déficit de atención (TDA). Desde los años setenta hasta 2010, el número de niños diagnosticados en Estados Unidos se multiplicó por siete. Desde 2000 hasta 2012, el número de recetas expedidas en Reino Unido para tratar este trastorno cognitivo se multiplicó por cuatro. Los factores que han provocado esta alza son muchos y complejos. Por una parte, la sensibilización de los pediatras ha hecho que se detecten con más eficacia. Por otra, la posibilidad de diagnosticarlo a partir de los tres años (en lugar de a los seis años) ha sido otro motivo para el aumento de la prevalencia.

Sin embargo, también hay otras razones que son más difíciles de entender. La más preocupante de todas ellas es el sobrediagnóstico: los expertos más alarmistas estiman que como mucho un 4% de la población infantil podría sufrir este trastorno y, sin embargo, la realidad es que un 10% de los niños en nuestro país tomarán medicación para el TDA en algún momento de su vida escolar.
Las razones que llevan al sobrediagnóstico parecen ser muchas. Los padres pasan menos tiempo con los hijos y esto parece interferir en el desarrollo de habilidades como el autocontrol o la capacidad para sobrellevar la frustración. Los colegios tienen menos paciencia con los alumnos difíciles o que no están tan motivados para aprender, en muchos casos presionados por los resultados académicos de la escuela en su conjunto.

También nos encontramos con la intrusión de las nuevas tecnologías en el cerebro en desarrollo de nuestros hijos. Desde los años ochenta sabemos que más tiempo frente al televisor se traduce en menos paciencia y autocontrol, peor desarrollo madurativo de la atención y mayores tasas de fracaso escolar. La razón es muy sencilla, cuando el niño juega, dibuja o interacciona con sus padres o hermanos, su cerebro debe dirigir la atención voluntariamente a aquellos estímulos o personas con los que interacciona. Cuando se sienta frente al televisor es la tele la que atrapa el interés del niño y hace todo el trabajo.

Por eso nos gusta ver la tele y engancharnos al móvil, no porque estimulen nuestro cerebro, sino porque nos entretienen, nos relajan. Hoy, los dispositivos móviles se utilizan para distraer al niño cuando se tiene que concentrar en terminar una papilla. Para entretener al niño cuando tiene que esperar en el pediatra. Para despistar al niño cuando tiene que esforzarse en ponerse el pijama al final del día. Con este tipo de estrategias parece sensato que el cerebro aprenda que cada vez que tiene que esforzarse, concentrarse o esperar quieto…, tiene permiso para distraerse.

Sin lugar a dudas estamos educando niños menos pacientes, menos atentos y con menor capacidad de esfuerzo, reflejo de una generación de padres menos pacientes y que damos menos valor a hacer las cosas despacio.

Todo ello lleva a que muchos niños sean llevados a un especialista que observa en él todos los síntomas necesarios para el diagnóstico: poco autocontrol, distracción o falta de motivación. En el caso de muchos niños el diagnóstico y el tratamiento son acertados. Para muchos otros, creemos, el trastorno por déficit de atención es un estigma de una sociedad que va demasiado deprisa para educar despacio.

Algunos niños, con ayuda de sus padres, profesores o terapeutas van desarrollando habilidades cognitivas como un mayor autocontrol o paciencia que permiten reducir y compensar las dificultades atencionales. A medida que se hacen mayores suelen preferir y encajar bien en trabajos que les permiten moverse y hacer cosas diversas a lo largo del día.

Pero pueden seguir existiendo desafíos en la vida cotidiana. Muchos los encuentran cuando tienen sus propios hijos y la paciencia, el orden o la organización vuelve a ser un elemento adaptativo fundamental. 

Algunos adultos con dificultades de atención no experimentan ninguna dificultad en su vida cotidiana, otros se regulan gracias a la medicación y un tercer grupo sufre muchas de estas dificultades pero no tiene ni idea de que el origen esté en una alteración de sus procesos atencionales y ejecutivos, ni conoce cómo compensarlos.

Nota.- Álvaro Bilbao, neuropsicólogo, es autor de ‘El cerebro del niño explicado a los padres’.