sábado, 2 de diciembre de 2017

Una nueva terapia "limpia" las preocupaciones - I

JUAN M. DUPUIS   |   Tener salud    | 22/10/2017

Una nueva terapia dirigida a los intestinos permite limpiar en sentido literal las emociones negativas: ansiedad, tristeza, depresión… 

Así es; el intestino evacua los restos de comida que el cuerpo no puede digerir, pero también se encarga de evacuar el sobrante de hormonas de las emociones: serotonina, acetilcolina, noradrenalina, ácido gamma-aminobutírico (GABA)… 

El intestino, al igual que puede desajustarse y eliminar mal los alimentos, también puede tener problemas para evacuar las hormonas, provocando que se acumulen y originen trastornos emocionales. 

La hidroterapia, una técnica suave de lavativa intestinal acompañada por masajes envolventes, puede llegar a tener por tanto el mismo resultado que una auténtica “mini psicoterapia” para algunas personas, que lo acaban soltando todo… Así, no sólo se produce una auténtica depuración del intestino grueso, sino también una significativa limpieza de excedentes emocionales y cargas psíquicas.

El segundo cerebro - Las últimas investigaciones sobre biología del desarrollo (la rama de la biología que estudia el desarrollo embrionario) han descubierto algo sorprendente: las células nerviosas del intestino proceden de la misma capa germinal que las del cerebro. Esto significa que, durante el desarrollo del embrión, desde el sistema nervioso central se dividen células nerviosas que migran al vientre y forman en los intestinos un segundo sistema nervioso, al que se denomina sistema nervioso entérico

Evidentemente, el intestino y el cerebro están muy separados en los adultos, pero se mantienen comunicados de forma permanente a través del nervio vago (o nervio neumogástrico), que es el décimo (X) par craneal de los 12 existentes. 

Al igual que el cerebro, el intestino también contiene neuronas, alrededor de 200 millones, y allí se encuentran los principales neurotransmisores del cerebro (serotonina, acetilcolina, noradrenalina, GABA…). El ejemplo más llamativo es el de la serotonina, un neurotransmisor que influye en los estados de ánimo y que es liberado en un 95%… ¡por las células nerviosas del intestino! 

Pero muchos otros neurotransmisores están implicados, según el gastroenterólogo francés Michel Delvaux, que habla de “sensibilidad visceral” en su obra del mismo nombre. (1) 

El descubrimiento de la relación existente entre el cerebro y los intestinos es tan revolucionario que ha dado lugar a una nueva disciplina: la neurogastroenterología. Michael Gershon, profesor de Anatomía y Biología celular de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, se refirió a los intestinos como el segundo cerebro en el famoso libro The Second Brain (El segundo cerebro), publicado en 1999. 

Según Michael Gershon, “el cerebro intestinal sería capaz de recordar; participaría en la fase del sueño en la que se produce la serotonina y aparentemente representaría la matriz biológica del inconsciente.” (2)

Intestino = Intelecto - Desde hace siglos los filósofos vienen sorprendiéndose por la relación existente entre el intestino y el intelecto. El propio Buda decía que “un sabio es aquel cuyo intestino funciona bien”. 

La China taoísta conoce una técnica llamada Chi Nei Tsang que concentra su esfuerzo sobre la zona abdominal. Literalmente Chi Nei Tsang significa “trabajar la energía de los órganos internos”. Esta disciplina propone curar las tensiones ancladas más profundamente y restaurar la vitalidad física y psíquica trabajando sobre las estructuras viscerales y la colocación de los órganos internos. 

Numerosas observaciones clínicas más recientes y cercanas a nosotros nos permiten también considerar a los intestinos como “el cerebro de las emociones”. 

Ivan Pavlov (1849-1906), fisiólogo ruso, demostró que un perro cuyo sistema digestivo funciona con normalidad contrae los intestinos cuando un gato entra en la habitación. 

Lo mismo le sucede al ser humano. También contraemos los intestinos cuando algo nos asusta o cuando sentimos otro tipo de emociones. Y al revés, cuando nos relajamos, aflojamos la tripa y el ciclo digestivo se reanuda. 

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