Por Caroline
Carney , Manual MSD, MSc, Chief
Executive Officer;Chief Medical Officer, Cetan Health Consultants LLC,
Indianapolis, IN;MDwise, Inc., Indianapolis, IN
Casi
el 50% de los adultos padece un trastorno mental en algún momento de su vida.
Más de la mitad de estas personas experimentan síntomas graves o moderados. De
hecho, cuatro de las diez causas principales de discapacidad entre los sujetos
mayores de 5 años de edad corresponden a trastornos mentales, siendo la depresión
la primera causa de discapacidad por enfermedad. A pesar de esta elevada
prevalencia de los trastornos mentales, solo en torno al 20% de las personas
que tienen una enfermedad mental reciben ayuda profesional.
Aunque
se han logrado extraordinarios avances en la comprensión y el tratamiento de
las enfermedades mentales, el estigma que las rodea aún persiste. Por ejemplo,
las personas con una enfermedad mental pueden ser culpabilizadas de su propia
enfermedad o ser consideradas perezosas o irresponsables. La enfermedad mental
se interpreta en ocasiones como una entidad menos real o menos legítima que la
enfermedad física, generando reticencias en los responsables de la salud y de
las compañías de seguros en lo referente a la cobertura del tratamiento. Sin
embargo, la creciente toma de conciencia de lo mucho que la enfermedad mental
afecta a los costes de la atención sanitaria y el número de días de trabajo
perdidos está cambiando esta tendencia.
En
la actualidad, se considera que el origen de la enfermedad mental está
determinado por una compleja interacción entre la herencia y los factores
ambientales. Diversas investigaciones han demostrado que en muchos trastornos
mentales, la herencia está implicada. A menudo se produce un trastorno mental
cuando una persona predispuesta a padecerlo por su composición genética
experimenta situaciones de gran estrés en su vida familiar, social o laboral.
Además, muchos expertos creen que la disfunción de diversos mediadores químicos
en el cerebro (neurotransmisores) puede contribuir a los trastornos mentales.
Algunas técnicas de imagen como la resonancia magnética nuclear (RMN) y la
tomografía por emisión de positrones (PET), muestran cambios en el cerebro en
personas con un trastorno mental. Por lo tanto, muchos trastornos mentales
parecen tener un componente biológico, al igual que las enfermedades que se
consideran neurológicas (como la enfermedad de Alzheimer). Sin embargo, no está
claro si los cambios observados en las pruebas de diagnóstico por la imagen son
la causa o el resultado del trastorno mental.
No
siempre se puede diferenciar claramente la enfermedad mental de una conducta
normal. Por ejemplo, en el caso de una pérdida de un allegado próximo, como el
fallecimiento del cónyuge o de un hijo, puede ser difícil distinguir una
depresión del sentimiento normal de duelo. De igual modo, el diagnóstico de un
trastorno de ansiedad en una persona preocupada o estresada por su trabajo es
un tanto arbitrario, ya que la mayoría de las personas experimentan estas sensaciones
en algún momento de su vida. La línea divisoria entre poseer determinados
rasgos de personalidad y padecer un trastorno de la personalidad está a veces
muy difuminada. Por ello, la salud y la enfermedad mentales se entienden mejor
como un «continuum». Cualquier línea divisoria suele basarse en la duración de
los síntomas, en el alcance del cambio en la conducta habitual de la persona y
en la gravedad con que los síntomas afectan a la vida del sujeto. Por lo tanto,
cuando se piensa en la enfermedad mental, se debe distinguir la enfermedad
mental grave persistente (crónica) que limita seriamente las actividades o la
capacidad de trabajar (como una psicosis continua, de por vida), de los
episodios sintomáticos breves pero graves que se considera que se pueden
resolver, y de los síntomas crónicos que no interfieren con las actividades o
el trabajo.
La desinstitucionalización
En
las últimas décadas, ha habido un movimiento para sacar a las personas con
enfermedades mentales de las instituciones (desinstitucionalización) y
apoyarlas para que puedan vivir en comunidad. Esto ha sido posible gracias al
desarrollo de fármacos efectivos y a ciertos cambios en la actitud hacia los
enfermos mentales. Este movimiento ha puesto gran énfasis en considerar al
enfermo mental como un miembro más de las familias y de las comunidades. Una
decisión tomada por la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos en 1999
ayudó de manera significativa a este cambio. Esta decisión, denominada Olmstead
decision, exige a los Estados que proporcionen tratamiento a los enfermos
mentales en el entorno de la comunidad siempre que esto sea adecuado por
razones médicas.
Diversas
investigaciones han mostrado que determinadas interacciones entre los enfermos
mentales y sus familiares pueden mejorar o por el contrario empeorar la
enfermedad mental. En este sentido, se han desarrollado técnicas de terapia
familiar que previenen la necesidad de reingreso en las personas que padecen
enfermedades mentales crónicas. Hoy en día, la familia de un enfermo mental se
implica más que nunca como aliado en el tratamiento. El médico de atención
primaria desempeña también un papel importante en la rehabilitación del enfermo
mental en el seno de la comunidad. Además, en la actualidad es menos probable
que las personas con enfermedades mentales que necesitan hospitalización sean
sometidas a aislamiento y a contención, y con frecuencia son confiados a
centros de día en una fase temprana de su enfermedad. Estas instalaciones son
menos costosas porque requieren menos personal, se prima la terapia de grupo
por encima de la individual y los usuarios pernoctan en su domicilio o en
centros de internación parcial.
Sin
embargo, el movimiento de desinstitucionalización ha supuesto también algunos
problemas. Ya que en la actualidad las leyes no permiten institucionalizar a
las personas con enfermedades mentales que no representan un peligro para sí
mismas o para la sociedad ni tratarles contra su voluntad, muchas de estas
personas se han convertido en vagabundos o han acabado en el sistema
penitenciario. Muchos mueren jóvenes a causa de la exposición al clima extremo
o por infección. Aunque estas leyes protegen los derechos civiles, hacen que
sea más difícil proporcionar tratamiento a muchos enfermos mentales que lo
requieren, algunos de los cuales pueden actuar de forma extremadamente
irracional si no reciben tratamiento. El vagabundeo también tiene un impacto en
la sociedad.
Debido
a los problemas relacionados con la desinstitucionalización, se han
desarrollado nuevos enfoques para el tratamiento, como el Tratamiento Asertivo
en la Comunidad (ACT, por sus siglas en inglés). El ACT ayuda a proporcionar
una red de seguridad para las personas con una enfermedad mental grave crónica.
Este tratamiento utiliza un equipo multidisciplinario formado por trabajadores
sociales, personal de enfermería, especialistas en rehabilitación, consejeros y
psiquiatras. El equipo proporciona servicios individualizados a las personas
que tienen una enfermedad mental grave y que no pueden o no quieren acudir a la
consulta o al hospital en busca de ayuda. Los servicios se prestan en el propio
domicilio del afectado o en el vecindario (por ejemplo, en restaurantes,
parques o tiendas de la zona).
Apoyo social
Cualquier
persona necesita un entramado social para satisfacer la necesidad humana de ser
cuidado, aceptado y apoyado emocionalmente, sobre todo en periodos de estrés.
Diversas investigaciones han mostrado que un fuerte apoyo social acelera de
forma significativa la recuperación de las enfermedades físicas y mentales. Los
cambios sociales han disminuido el apoyo que tradicionalmente proporcionaban
los familiares y vecinos. Como alternativa, han surgido en muchos países grupos
de autoayuda y de ayuda mutua.
Algunos
grupos de autoayuda, como Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos, se
centran en las personas que tienen conductas adictivas. Otros actúan en defensa
de ciertos segmentos de la población, como los minusválidos y las personas
mayores. Incluso existen organizaciones, como la Alianza Nacional para los
Enfermos Mentales (NAMI, por sus siglas en inglés), que proporcionan apoyo a
los familiares de personas con enfermedades mentales graves.
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