EUCLIDES KILÓ ARDILA | La Vanguardia | 30/04/2017
Muchos individuos creen que todo el mundo los ataca. En más de una ocasión,
esos delirios de persecución no los dejan vivir.
Hay personas
que viven intranquilas y que siempre se entregan a pensamientos lúgubres: todo
se les convierte en fatalidad y ven problemas ante el más inocente tropezón.
De manera
adicional se viven quejando de que sus vidas son realmente “insoportables”.
Hablo de esos
hombres que se sienten decepcionados y que, por alguna razón, se la pasan
acumulando frustraciones.
Viven con
ira, dolor y miedo. Por eso reaccionan airadamente ante alguna dificultad; y
eso que en más de una ocasión no hay razones para sentirse así. Pese a ello, inventan
líos donde no los hay. Dicho de otra manera: “Arman una tormenta en un vaso de
agua”.
Si tienen
trabajo, se la pasan diciendo que los explotan; pero si no lo tienen maldicen
al gobierno; a otros les da gripa y se echan a morir; y no faltan los que dicen
que “se arruinan” si tienen que gastar un tinto.
Podría decir
que esas personas son algo así como unos ‘pesimistas ad honorem’.
Les doy ese
calificativo porque experimentan una fea actitud al proceder con esquemas de
pensamiento rígidos o apegados a hábitos desalentadores.
Cada vez que
a estas personas se les presenta alguna situación temen lo peor y se enfrascan
en ver todo negro.
El tema de
hoy hace referencia a la manera en la que cada quien percibe la realidad.
Y como a cada
uno le compete la responsabilidad de armonizar su mundo emocional, se debe
comprender que hay que darle un trato inteligente a cada cosa que pasa. De lo
contrario, se corre el riesgo de que el mundo que nos rodea se convierta en un
infierno.
Por lo
general los ‘problemáticos’, por llamarlos de alguna forma, son de temperamento
colérico, viven amargados y son intolerantes ante situaciones que no son de su
agrado ni de su conveniencia. Nada les sirve, cualquier solución que se les
ofrezca es complicada y consideran que todo lo que ellos opinan “es lo
correcto”.
Lo más triste
es que se dejan llevar por la ansiedad y el tedio. Las contrariedades son para
ellos el inicio de una confrontación con los demás.
Es una pena
que eso les ocurra porque, de manera desafortunada, estos hombres pasan por
miles de decepciones que les arruinan su ‘día a día’.
Y como se la
pasan culpando a los demás de sus dificultades, la gente termina
apartándoseles.
Reconocer
esta situación, para ellos, no es fácil. También les cuesta aceptar la
responsabilidad de sus propias desdichas.
Así las
cosas, viven a la defensiva dirigiendo su rabia en contra de todo aquel que se
les atraviese en el camino.
¡Ojo si usted
se comporta así!
Le sugiero
que aprenda a solucionar sus problemas de un modo constructivo. Cambie sus quejas
por acciones, convierta sus obstáculos en oportunidades para crecer y deje de
pensar que el mundo está contra usted.
¡Enfrente los
traspiés con calma!
Ahora bien,
lo mejor es comenzar por diferenciar los problemas de la realidad.
Cuando algo
difícil se le presente, supere el estado de temor, de inquietud o de ansiedad y
formúlese estas preguntas:
¿El peligro
es tan real e inminente?
Si es
objetivo quizá encuentre que su ansiedad es superior al riesgo, pues en la
mayoría de los casos la realidad nos enseña que las dificultades que afrontamos
no son para tanto.
Después
analice si está en sus manos hacer algo para impedir los resultados
indeseables.
Si la
respuesta es afirmativa, entonces planee y ejecute su estrategia de una; si no
puede intervenir, relájese. De lo contrario, la angustia será su peor enemiga.
Tome las
medidas del caso para mejorar sus condiciones de vida y salir de esa amargura.
Cambiar la
actitud problemática no es nada del otro mundo. Por ejemplo, si le preocupa
estar pasado de peso, ¡deje de quejarse y de subirse a la báscula todos los
días!; simplemente trace un plan que le permita rebajar esos kilos de más. Con
seguir maldiciendo por sus ‘gorditos’ no va a rebajar ni una talla.
Comprenda, de
una vez por todas, que usted es el único dueño y responsable de su vida. No
espere de manera pasiva a que le sucedan las cosas buenas, haga que ellas
ocurran.
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