viernes, 6 de octubre de 2017

Deje de creer que todo el mundo está en contra de usted

EUCLIDES KILÓ ARDILA | La Vanguardia | 30/04/2017
Muchos individuos creen que todo el mundo los ataca. En más de una ocasión, esos delirios de persecución no los dejan vivir.

Hay personas que viven intranquilas y que siempre se entregan a pensamientos lúgubres: todo se les convierte en fatalidad y ven problemas ante el más inocente tropezón.
De manera adicional se viven quejando de que sus vidas son realmente “insoportables”.
Hablo de esos hombres que se sienten decepcionados y que, por alguna razón, se la pasan acumulando frustraciones.
Viven con ira, dolor y miedo. Por eso reaccionan airadamente ante alguna dificultad; y eso que en más de una ocasión no hay razones para sentirse así. Pese a ello, inventan líos donde no los hay. Dicho de otra manera: “Arman una tormenta en un vaso de agua”.
Si tienen trabajo, se la pasan diciendo que los explotan; pero si no lo tienen maldicen al gobierno; a otros les da gripa y se echan a morir; y no faltan los que dicen que “se arruinan” si tienen que gastar un tinto.
Podría decir que esas personas son algo así como unos ‘pesimistas ad honorem’.
Les doy ese calificativo porque experimentan una fea actitud al proceder con esquemas de pensamiento rígidos o apegados a hábitos desalentadores.
Cada vez que a estas personas se les presenta alguna situación temen lo peor y se enfrascan en ver todo negro.
El tema de hoy hace referencia a la manera en la que cada quien percibe la realidad.
Y como a cada uno le compete la responsabilidad de armonizar su mundo emocional, se debe comprender que hay que darle un trato inteligente a cada cosa que pasa. De lo contrario, se corre el riesgo de que el mundo que nos rodea se convierta en un infierno.
Por lo general los ‘problemáticos’, por llamarlos de alguna forma, son de temperamento colérico, viven amargados y son intolerantes ante situaciones que no son de su agrado ni de su conveniencia. Nada les sirve, cualquier solución que se les ofrezca es complicada y consideran que todo lo que ellos opinan “es lo correcto”.
Lo más triste es que se dejan llevar por la ansiedad y el tedio. Las contrariedades son para ellos el inicio de una confrontación con los demás.
Es una pena que eso les ocurra porque, de manera desafortunada, estos hombres pasan por miles de decepciones que les arruinan su ‘día a día’.
Y como se la pasan culpando a los demás de sus dificultades, la gente termina apartándoseles.
Reconocer esta situación, para ellos, no es fácil. También les cuesta aceptar la responsabilidad de sus propias desdichas.
Así las cosas, viven a la defensiva dirigiendo su rabia en contra de todo aquel que se les atraviese en el camino.
¡Ojo si usted se comporta así!
Le sugiero que aprenda a solucionar sus problemas de un modo constructivo. Cambie sus quejas por acciones, convierta sus obstáculos en oportunidades para crecer y deje de pensar que el mundo está contra usted.
¡Enfrente los traspiés con calma!
Ahora bien, lo mejor es comenzar por diferenciar los problemas de la realidad.
Cuando algo difícil se le presente, supere el estado de temor, de inquietud o de ansiedad y formúlese estas preguntas:
¿El peligro es tan real e inminente?
Si es objetivo quizá encuentre que su ansiedad es superior al riesgo, pues en la mayoría de los casos la realidad nos enseña que las dificultades que afrontamos no son para tanto.
Después analice si está en sus manos hacer algo para impedir los resultados indeseables.
Si la respuesta es afirmativa, entonces planee y ejecute su estrategia de una; si no puede intervenir, relájese. De lo contrario, la angustia será su peor enemiga.
Tome las medidas del caso para mejorar sus condiciones de vida y salir de esa amargura.
Cambiar la actitud problemática no es nada del otro mundo. Por ejemplo, si le preocupa estar pasado de peso, ¡deje de quejarse y de subirse a la báscula todos los días!; simplemente trace un plan que le permita rebajar esos kilos de más. Con seguir maldiciendo por sus ‘gorditos’ no va a rebajar ni una talla.
Comprenda, de una vez por todas, que usted es el único dueño y responsable de su vida. No espere de manera pasiva a que le sucedan las cosas buenas, haga que ellas ocurran.


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