CRISTINA
RODA RIVERA |
La Mente es Maravillosa | 25/07/2019
Todo
mi dolor se verá recompensado. La vida pondrá
a todo el mundo en su sitio, especialmente a todos los que me han traicionado.
Tengo que sufrir porque es así como algún día obtendré recompensa. Ahora quizás
no disfrute de la vida, pero algún día llegará esa oportunidad porque el
universo o Dios sabe todo lo mal que lo he pasado. Toda la tristeza que sufro
es útil, porque las personas buenas sufren y son las que más ganan al final.
Quizás
te suenen estas frases, podríamos decir que forman parte de un discurso
repetido durante años. Es tan popular, que seguro que todos lo hemos tenido
como tentación alguna vez o incluso lo hemos adoptado como propio. Es la creencia
de que la felicidad será una recompensa por nuestro sufrimiento, no por las
acciones que hacemos de forma activa y agradable. Es la
herencia emocional de nuestras raíces judeo-cristianas. Quien es bueno sufre,
por él y por los demás.
En el ámbito clínico de la psicología, existe un
gran porcentaje de pacientes depresivos con esta idea totalmente irracional
activada en todo lo que hacen en sus vidas. Es lo que se conoce como la » falacia
de la recompensa divina«, que no es otra
cosa que creer que nuestras «buenas» acciones deberán ser recompensadas por un
agente mágico e irracional.
Tus
acciones son más poderosas que lo que llamas karma
No
hay que esperar las oportunidades, hay que crearlas,
aprovecharlas y sacar el máximo partido de ellas. Eso requiere tesón,
autodeterminación y firmeza. En esta vida hay que poner límites a los abusos:
los que los demás cometen contigo y los que tú te infliges a ti mismo.
El
dolor y el desaliento forman parte de la vida y aceptarlos como tal te
brindarán salud emocional, para saber tolerarlos y enfrentarlos, para evitar
que se conviertan en un sentimiento crónico y disfuncional. Sin embargo, a veces
adoptamos el sufrimiento como una auténtica forma de vida.
Nos
instalamos en la queja y el victimismo, porque sentimos que la vida no cumple
el principio de reciprocidad, ya que a veces
cuando damos un abrazo nos devuelve un golpe. Como si la vida estuviese a
merced de nuestros deseos, como si la vida no fuese una fuente de sucesos
impredecibles y arbitrarios en base a sus propias leyes, extrañas e
indescifrables.
Si
en realidad el karma fuese
más poderoso que nuestras acciones justas y correctas, las personas que hacen
daño y manipulan constantemente estarían sufriendo respecto a las que reciben
ese daño y no a la inversa. Solo tienes que echar un vistazo a tu alrededor
para darte cuenta de que el mundo dista mucho de ser justo y
de recompensar a los que sufren. ¿Cómo actuar entonces?
Sufrir no nos
hace necesariamente más fuertes
Creer
que si lo pasas mal y sufres la vida te traerá todo lo bueno que
necesitas y mereces es como pensar que si cojo un papel y digo que es
dinero podré comprar con él como si lo fuese.
Es una creencia en cierta manera delirante y destructiva que nos imponemos a
nosotros mismos, como si sufrir fuese una especie de bendición.
Muchas personas llegan a asustarse cuando las cosas
están en calma y van realmente bien. Están en un estado continuo de alerta
e insatisfacción,
como si esa fuese la actitud que les fuese a reportar más beneficios. Como si
pensar continuamente en lo malo que puede suceder augurara una mayor felicidad futura.
Dentro
de la perspectiva sistémica de la psicología se analiza el arraigo de esta
forma de pensar y actuar, que a menudo encuentra su anclaje en mensajes dentro
de la misma familia. El castigo no
enseña nada a los niños si no se acompaña de una práctica restitutiva o
positiva.
El niño debe
entender que para remediar algo que ha hecho mal tiene que reparar lo que ha
dañado o hacer algo positivo que compense ese acto, de forma inmediata y
contingente a la conducta indeseable. Si simplemente lo castigamos para
que sufra, entenderá que la reparación del daño reside en el
aguante del sufrimiento que el castigo le impone. Interiorizamos desde
pequeños que sufrir pasivamente es lo correcto.
Sustituye el
autocastigo por acciones valiosas
Si
deseas algo mejor para tu vida, pon en marcha las estrategias y habilidades que
posees para que eso suceda. Esperar
sentado a que el mundo identifique tu dolor para recompensarte por él es una
idea falsa.
En
muchas ocasiones la depresión se basa en esa sensación de indefensión aprendida:
creemos que hagamos los que hagamos nada mejorará las cosas, porque nunca ha
sucedido así antes. Es el momento de pensar cuáles fueron tus estrategias con
anterioridad. Si tenías una actitud pasiva ante las adversidades y tirabas la
toalla a la menor dificultad o si las afrontabas de forma activa.
El sufrimiento suele atraer más sufrimiento, es una
cuestión de inercia. Debilita nuestro sistema
inmunitario, que no guarda ya energía para las
situaciones de peligro real, pues constantemente nos situamos en un plano de alerta,
desconfianza y tensión.
Un
dolor interno que deseamos que algún día cambie, cuando la única forma de
mejorar es no esperar que las cosas sucedan para recompensarnos tan solo porque
hemos estado pasándolo mal. Si quieres refuerzos tienes que salir a buscarlos.
La tristeza e
inactividad son adictivas. Deja de sufrir, no te hace mejor persona,
solo te causa dolor a ti y a los que les importas.
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