SARA
TRUEBA RODRÍGUEZ
| welife.es |
06/02/2023
Hacer mindfulness no se reduce a
meditar. Escribir con atención plena es una forma de practicarlo. Mejora la
concentración, ayuda a enfocarse, discernir y validarse, activar la memoria y
reducir el estrés.
La psiquiatra Marian Rojas Estapé suele decir que, cuando
escribimos a mano, el cerebro produce una serie de codificaciones
beneficiosas capaces de sanar heridas. «Enlentece el pensamiento, ayuda a
desconectar del ruido. El trazo activa zonas de la memoria y ralentiza nuestro
ritmo de vida frenético.
Además, el cerebro
recuerda mucho mejor lo que escribimos». Se habla mucho de la práctica del journaling como
una fórmula de autoconocimiento, una técnica que
carece de misterio y que podría estar al alcance de cualquiera atendiendo a
distintos propósitos. Ahora, además, se puede practicar como un tipo de mindfulness.
En una sociedad tan reactiva como en la que vivimos, se recomienda
escribir a mano porque es una manera de estar centrados al 100% en el momento
presente, y eso es mindfulness. Así, el beneficio será doble:
por un lado, estaremos focalizándonos en lo que deseamos profundizar, cambiar o
descubrir de nosotros mismos (a lo que a priori aspira el Journaling) y, por
otro, practicaremos la atención plena.
«El mindfulness está presente en cualquier cosa que
hagamos con atención plena. Si cocinamos o caminamos y lo hacemos plenamente
conscientes de cada aroma, de cada movimiento, apreciando lo que nos rodea,
estaremos conectando con nosotros mismos a través de esa actividad. Lo mismo
ocurre con el journaling», revela Anna Alfaro, Coach de vida y business.
Así, la respiración, el agradecimiento y la atención al
presente es la guía básica en cualquier tipo de modalidad mindfulness y estos
mecanismos también se ponen en marcha cuando nos permitimos practicar escritura
terapéutica. Tal como dice Irene Ampuero López, psicóloga sanitaria en la
Clínica Uden Salud Mental: «Se trata de centrarse en la actividad de
escribir, sin juzgar lo que escribes, al mismo tiempo que respiras y prestas
atención a ese presente, a ese preciso momento».
¿Por qué y para qué practicar
journaling?
Para favorecer la plasticidad del
cerebro. Este tiene la capacidad de “reorganizarse” a lo
largo de nuestra vida, gracias a las redes neuronales, las cuales se van
modificando en función de las nuevas experiencias o aprendizajes adquiridos. Si el cerebro no experimenta nuevas
experiencias, no se estimula y por tanto, no necesita crear estrategias más
eficaces. «Durante la práctica de la escritura terapéutica van apareciendo
pensamientos, historias, posibles escenarios, desenlaces, conflictos reales,
ideas innovadoras, autoinstrucciones, entre otros. Todos ellos ponen en marcha
la creatividad, el aprendizaje, la memoria, la capacidad de plasmar historias,
la resolución de posibles conflictos, el autoconocimiento y la activación
emocional. En definitiva, cada escritura puede integrarse en esa red neuronal favoreciendo la puesta en marcha de la
plasticidad neuronal», comenta la psicóloga sanitaria Irene Ampuero.
Para saber más sobre quiénes somos. Anna Alfaro, desde su
especialidad como coach, habla de la capacidad del mind writing para el
autonococimiento: «Nos permite hacernos preguntas de
indagación profunda con las que podemos llegar a un mayor conocimiento de
quiénes somos. Se trata de preguntarnos, de tomarnos un tiempo, de parar. Con
el foco puesto en nosotros, nos hacemos preguntas que recibimos de alguien que
nos guía (puede ser un terapeuta, puede ser un coach…) y podemos ir indagando
en la persona que somos».
Para ponernos metas o deshacer
conflictos, desahogarnos o dejar que nuestros pensamientos fluyan. Julia
Cameron, autora de El Camino del artista, define al hecho
de escribir como algo «sensual, experiencial, enraizante y bueno para el
alma. Debemos escribir porque la escritura nos proporciona un camino sentido a
través del mundo en el que vivimos».
El journaling también es cuestión de
método (pero hay muchos y todos son válidos)
·
Debe ser una práctica diaria, un
ritual. Solo así podrás profundizar en ti y cambiar cosas,
descubrirlas o evolucionar. Suele ser necesario probarlo un tiempo suficiente
para comprobar sus beneficios. Como dice el filósofo Will Durant: “Somos lo que
hacemos repetidamente. Entonces, la excelencia no es un acto, es un hábito”.
·
No existe un único método y todos
funcionan si se cumple la premisa anterior (la constancia). Puedes
escribir ideas desconectadas entre sí, plasmar pensamientos y emociones, lo que
te frustra o limita, expresar por escrito cómo sería el día perfecto para ti…
·
No puede suponer un esfuerzo. Si
la persona no es capaz de comprometerse con la práctica diaria puede empezar
con una práctica semanal. Tampoco es necesario escribir una cantidad de hojas
inasumible para muchos. Puede comenzarse de 3 a 5 minutos hasta llegar a un
máximo de 15 minutos.
Preguntas que te puedes hacer para
comenzar a hacer escritura terapéutica
Julia Cameron promueve la escritura libre (y llegar a las
tres páginas diarias con aquello que se te cruce por la mente), mientras que
con otras técnicas se trabaja la gratitud, el orden, las metas, la sanación de
heridas. Anna Alfaro propone unas sencillas preguntas en función de cuál sea el
objetivo.
·
«Si tenemos miedo, tristeza o
incertidumbre es importante identificarlos por su nombre, preguntarse de dónde
vienen y qué puedo hacer para salir de ellos».
·
«Si quiero conocerme mejor podemos
preguntarnos: ¿Qué me gusta hacer, con qué disfruto más, dónde me gustaría
llegar en mi vida?
· «Si el ruido y los pensamientos rumiativos te invaden debes saber de dónde vienen y por qué no consigues acallarlos». La escritura aquí no sólo sirve de desahogo. «Hay que permitirse sentir lo que estamos sintiendo. Si estoy en un momento bueno, puedo enfocarme en todo lo que quiero crear. Si estoy en un mal momento, el journaling me permite darle un lugar a esas emociones para buscar una salida creativa. Verter sobre el papel ayuda a que el ruido disminuya y pierda poder».
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