ANA
RODRÍGUEZ
| El Faro de Vigo |
17/01/2023
“Es un estilo de
vida en que decides cómo responder ante el entorno” | “Cuando la alcanzamos
mejora nuestra salud física y mental”, comenta la psicóloga en Club FARO
“Para la RAE, la serenidad es un estado de paz; para
mí es un estilo de vida, la capacidad que tenemos para decidir cómo responder y
reaccionar ante el entorno, incluso en situaciones incómodas. Cuando alcanzamos
cierto nivel de serenidad, bajamos el estrés y la angustia, mejora nuestra
salud física y mental, y también nuestra relación con los demás”. Así lo
expresó ayer en Club FARO la psicóloga Patricia Ramírez en la charla coloquio
presentada por la coach y formadora Cintia Salido.
La “psicóloga de lo cotidiano”, conocida en redes
sociales como Patri psicóloga presentaba su décimo libro, “Vivir con serenidad.
365 consejos” (Grijalbo), que ya va por su tercera edición tras su salida a la
venta el pasado noviembre. Al contrario que en anteriores títulos, en los que
los temas salían de su experiencia profesional, en esta obra se decantó por
abordar la serenidad tras observar el ambiente de ira que reina en la calle y,
sobre todo, en las redes sociales.
La conferenciante, que confesó no haber sido siempre
una persona serena, aseguró que ese estado se puede alcanzar con trabajo, no
solo con propósitos ni intenciones. Aconsejó comenzar por el conocimiento de
uno mismo, por anotar la escala de valores, acudiendo si es necesario a
internet y trabajando cada mes del año uno de ellos. Luego “hay que ver si tu
conducta es acorde con tus valores; nos comprometemos más con proyectos que
estén alineados con esa escala”.
Realizar ese cambio no es tarea fácil porque “no
estamos acostumbrados a mirar hacia dentro y muchas veces lo que vemos no nos
gusta, así que nos escapamos con tiritas: ya sean donuts, una serie de Netflix,
el alcohol o irnos de compras”, comentó, al tiempo que aconsejó no ser
impaciente y entender que “hay momentos en tu vida en que perderás esa
serenidad”, tales como discusiones con la pareja o los hijos. “Puedes sentir la
ira, sí, pero también decidir si la expresas con gritos o manejas la emoción
interpretando de manera benevolente” la conducta de la otra persona que, por
ejemplo, te ha adelantado con el coche por la derecha. “Puedes pensar que va
con prisa al hospital o que se ha equivocado porque estaba distraído.
Probablemente te equivoques, pero al menos te sientes mejor”.
A una pregunta de su presentadora sobre las
diferencias entre la serenidad y la felicidad, dijo de ésta última que “es un
estado de bienestar cuando te sucede algo bueno, es una emoción que yo dejaría
a la altura de las demás, todas hay que vivirlas. No puedes forzarla y pedirle
a la gente que este todo el rato feliz porque eso genera frustración en quien
no se siente así pese a no tener motivos aparentes”.
“La gente cree que vivir con serenidad es estar
pasmado y no es así. Se trata de tener capacidad para estar atento a una sola
cosa, dejar reposar la vida, olvidarnos de la multitarea, estar más presentes
desde la amabilidad y el amor”. Respecto al ritmo de vida actual en que “vamos
como pollos sin cabeza”, aconsejó “estar solo a una cosa que requiera atención
–como demuestran los estudios científicos sobre la capacidad del cerebro
humano–, aunque las empresas te pidan lo contrario”. Atendiendo a una pregunta
realizada por un asistente a la charla, Patricia Ramírez lamentó que exista “ese
perfil agresivo, ambicioso, de muchos directivos que exigen lo mismo para los
empleados, fomentando incluso la competitividad entre compañeros. Luego vienen
las bajas.”. Abogó por el “liderazgo servicial”: “Cuando tratas a una persona
como tal, te da la mejor versión de sí mismo; de lo contrario, te dará una
patada en cuanto pueda”.
Atendiendo a la consulta de otra asistente al
coloquio, Ramírez defendió trabajar las emociones con nuestros hijos desde la
infancia, dejarles sufrir acompañándolos, ayudarles a que reconozcan lo que
siente y enseñarles con el ejemplo”.
En busca del “oro olímpico de las emociones”
“No me gustan los
tatuajes, pero si tuviera que elegir una palabra para llevarla en mi piel toda
la vida, sería serenidad”. Patricia Ramírez ha elevado ese término a una
categoría mayor que una palabra, la califica de “oro olímpico de las emociones”
y la identifica con “el camino”, una filosofía y su forma de ser y estar en el
mundo.
Tal valoración se debe, en parte, a que la propia psicóloga
no siempre disfrutó de esa emoción en su vida, tal y como comenta en la
introducción de su último libro. Una infancia y adolescencia con momentos
revueltos y tristes, aunque también los hubo gloriosos, hace que la balanza de
sus recuerdos de esta etapa se incline hacia el dolor.
Llegaron los años universitarios y con ellos empezó a
bullir el cambio. “Lo primero que aprendí es que era capaz, válida, inteligente
y poderosa”. Tras los primeros años de profesión “intensos, inciertos, duros”,
llegó la etapa en que estaba medio asentada y la vida le dio un bofetón de
realidad en forma de pérdida del padre de su hija, entonces de corta edad.
Volvió la angustia, la autoexigencia, el querer tener todo bajo control y el
dolor de tiempos pretéritos, el no tener tiempo para llorar, pero también el
tesoro en forma de amistad.
El descubrimiento del
libro “La trampa de la felicidad”, de Russ Harris, le supuso une revelación a
Patricia Ramírez. Se lo regaló una amiga psicóloga que se formaba en esos
momentos –sobre el año 2005– en mindfulness, meditación y terapias de tercera
generación. “Leí el libro y hubo un antes y después en mi vida. A partir de
aquel momento me inicié en una serie de formaciones autodidactas: leer, leer
más y empezar a poner lo aprendido en práctica. A mi vida llegaron la
meditación, la aceptación, el perdón, el dejar estar lo no controlable. Y se
quedaron para siempre”.
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