RUBÉN GARCÍA DÍAZ
| Ser padres |
14/09/2023
La disciplina que más ha hecho avanzar disciplinas como la educación es la neurociencia, de cuyos conocimientos parten muchos de los hábitos positivos para los niños que recomiendan una y otra vez los expertos.
Hace veinte años no se sabía tanto como conocemos ahora sobre nuestro cerebro, desde la infancia a la edad adulta. Y esto, lógicamente, tiene consecuencias en la forma de ver y hacer las cosas. Para eso sirven, entre otras muchas cosas, los avances científicos, que sí tienen impacto en la vida cotidiana. Los de la neurociencia, especialmente, ya que nos ha permitido reflexionar, estudiar, aprender y desarrollar nuevas y mejores estrategias durante la crianza de nuestros niños. Por mucho que haya gente que reniegue de ello.
La neurociencia nos ha permitido conocer mejor los principios básicos del desarrollo cerebral y esto ha abierto una puerta al océano del conocimiento que ha impactado de lleno en los educadores y psicólogos que abrazan el conocimiento científico.
Lo dice uno de los neuropsicólogos más populares del país, Álvaro Bilbao: Cuando pregunto a un grupo de padres qué desean para su hijo, el 99% tiene la misma respuesta. Que crezca sano y que sea feliz. La felicidad es uno de los principales deseos de todo padre para sus hijos y, sin embargo, pocos conocen qué ingredientes lleva la receta educativa que permitirá a sus hijos ser felices tanto hoy como el día de mañana. Cuando a nosotros nos educaron se sabía muy poco acerca de cómo ayudar a los niños a ser felices, pero en los últimos años, la psicología positiva y la neurociencia han encontrado muchos datos acerca de las claves que hacen que seamos más felices”, argumenta el experto.
Son muchos. Muchísimos, de hecho. Y abarcan todo tipo de ámbitos. Nosotros, a continuación, compartimos cinco ejemplos variados cuyo impacto es muy positivo si se llevan a cabo durante la crianza.
Explican desde la Fundación del Dr. Esteve que la neurociencia ha demostrado que “el ejercicio físico aeróbico beneficia las capacidades cerebrales tanto en el niño como en el adulto”. Por lo tanto, añaden, “quienes tienen una actividad física semanal más intensa tienen también una mejor memoria y mayor flexibilidad y velocidad de procesamiento de información mental”. La actividad física, por lo tanto, es positiva no solo desde el punto de vista de la salud física, sino también en un plano emocional y práctico.
Uno de los hábitos en los que más insisten los docentes y psicólogos si hablamos de crianza es el de las consecuencias reparadoras. La neurociencia ha demostrado, aplicados sus conocimientos en educación, que los castigos son contraproducentes. En ello insiste cada dos por tres Rafa Guerrero. En distintos foros, el psicoteraupeta se harta de recalcar que el castigo invita a la venganza por una cuestión científico, ya que se hiperactiva la parte del cerebro de las emociones y los instintos, lo cual impide que se controle la parte en la que se trabajan cuestiones como el razonamiento y las funciones ejecutivas. Dicho de otro modo, los niños, ante un castigo, se vuelven más distintivos y emocionales.
Sabemos gracias a la neurociencia que la corteza prefrontal no comienza a madurar hasta los 7 años de edad, por lo que los niños y niñas necesitan acompañamiento y enseñanza emocional. Además, sabemos también que como mejor aprenden es copiando a sus modelos más cercanos, por lo que debemos dar ejemplo los adultos que tienen a su alrededor con nuestro comportamiento.
Ser, en definitiva, adultos autorregulados en lo emocional es clave para poder ayudar y acompañar a nuestros hijos e hijas. Se acabó, por lo tanto, lo de volverse “locos” en un cabreo y lanzarles la zapatilla, por ejemplo. La neurociencia nos invita a la pausa, la paciencia, el respeto, la argumentación, etcétera.
Es difícil concentrar en un solo hábito todo lo que la neuroeducación nos recomienda partiendo de la neurociencia en lo que respecta al trato con nuestros peques. Un vínculo fuerte depende de múltiples detalles que tienen un denominador común: sabemos que son más efectivos por cómo funciona el cerebro en la infancia.
Cerramos con un hábito que nada tiene que ver con los anterior para que sirva de ejemplo del enorme campo de acción en el que la neurociencia impacta.
Este es un hábito en el que incide Álvaro Bilbao cuando comparte trucos para que los peques coman mejor. Es el “más eficaz” según el experto, y no dejar de ser un hábito basado en la neurociencia porque, como él mismo explica, “el cerebro primitivo es una región del cerebro que se encarga de gestionar el hambre y el sueño, y uno de los principios que lo regula es que el sueño es más importante que el hambre por lo que el cerero del niño siempre va a preferir el descanso sobre la cena”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario