sábado, 5 de abril de 2025

No todos los niños pueden ser Lamine Yamal: cuando el deporte infantil afecta a la salud mental

ROXANA IBAÑEZ MACHADO      |      lavanguardia.com    |     22/03/2025

Una campaña en redes sociales apunta a los ‘padres hooligans’ que depositan expectativas demasiado altas o generan una enorme presión sobre los hijos para que su deporte favorito sea algo más que un diversión

 Insultos desde las gradas o desde la banda a los árbitros y a los jugadores del equipo rival. Es una escena habitual en los deportes profesionales. También cuando compiten niños o niñas a nivel formativo. Se ven padres que vociferan a sus hijos para que hagan entradas fuertes, no se rindan o corran sin desmayo. El apoyo de los progenitores es fundamental, pero cuando sobrepasa los límites y se convierte en presión para ganar o en obsesión por tener un Messi o un Lamine Yamal en casa, puede ser contraproducente. 

El último vídeo de la campaña No seas Hooligan de la Fundación Brafa resumía el problema con eslóganes muy potentes: ¡El deporte es un juego y se lo estamos robando a los niños!; Los ‘padres hooligan’ frenan el desarrollo deportivo de los niños y hunden su autoestima.

Y es que en el deporte infantil la salud mental también entra en juego. Aunque la competitividad y la exigencia pueden aportar valores positivos, el estrés y la ansiedad asoman cuando las expectativas son demasiado altas. Lo importante es poder darse cuenta a tiempo para evitar males mayores, avisan los expertos.

Todos conocemos algún caso de algún niño o niña al que se le daba muy bien un deporte y lo abandona de repente. Aunque las causas suelen ser diversas, muchos de ellos lo dejan por estar “quemados con sus padres”. Así lo expone un estudio de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y la Universidad de Huelva, que encontró también que en España el 48% de las niñas lo dejan al llegar a la adolescencia, en comparación con el 33% de los niños. Otro informe de 2024 de la Academia Estadounidense de Pediatría revela que el 70% de los niños renuncian al deporte a los 13 años, a menudo alegando que simplemente han dejado de divertirse.

El papel de los padres

La práctica del deporte puede ser un elemento poderoso para el desarrollo físico, fisiológico, psicológico y social de niños y niñas, siempre y cuando esta práctica tenga una correcta orientación pedagógica, y es una responsabilidad tanto de entrenadores, clubes deportivos y especialmente de las familias, alega Carles Ventura, profesor de Psicología de la Actividad Física y el Deporte en el Institut Nacional d’Educació Física de Catalunya (INEFC).

En la misma línea, la psicóloga Noelia Iglesias hace hincapié en lo esencial que es el apoyo familiar. Eso sí, “los padres deben comprender su papel y evitar asumir roles que no le corresponden, porque cuando esto ocurre, el deporte puede perder su valor educativo y convertirse en una fuente de presión”, avisa. Además, “es fundamental que se enfoquen en apoyar y motivar a sus hijos respetando sus intereses, necesidades y ritmos de desarrollo”, puntualiza la experta, que es también miembro de la Sección del Deporte del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya (COPC).

El deporte en los niños se tiene que potenciar, “pero el mensaje que se le debe transmitir es que ante todo se tiene que disfrutar, porque cuando solo se quiere que nuestro hijo sea el mejor y le transmitimos ese mensaje, estamos poniendo una presión a un niño que por edad no le corresponde. Y eso va a dejar huella en su autoestima”, dice Laura Cerdán, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Cuando la presión es excesiva

Cuando las familias enfocan la práctica deportiva de sus hijos en una exigencia excesiva de obtención de los resultados y campeonatos, los niños pueden experimentar diversos problemas en su bienestar emocional. “Por ejemplo pueden aparecer signos de burnout, como la desmotivación, ansiedad, tristeza…etc, y finalmente el abandono del deporte”, enfatiza Ventura.

Una presión excesiva puede generar ansiedad y estrés y afectar al rendimiento del niño y eso puede llevar a una pérdida de interés en la práctica deportiva, además de tener un impacto emocional significativo rebajando su autoconfianza y generando sentimientos de culpa al pensar que decepcionan a sus padres, entrenadores y compañeros, refuerza Iglesias.

No tiene nada de malo que los padres tengan anhelos y ambición con sus hijos, reconoce Cerdán. “El problema es que muchas veces se les pone una presión que no va de la mano de las capacidades de ese menor y eso le genera una frustración. Además, hay padres que no solo exigen sino que critican, y eso genera una baja autoestima”, resalta la experta. “Entonces, cuando no se sabe lidiar con ello -continúa Cerdán- muchas veces surgen sentimientos de rabia, impotencia y tristeza que, si se van alargando en el tiempo, incluso pueden provocar un cuadro depresivo”.

Los cambios en el comportamiento

 Cuando las expectativas de resultados son demasiado altas, los niños y las niñas centrarán su atención en no defraudar a sus padres, tendrán miedo a no cometer errores, en lugar de disfrutar del deporte, puntualiza Ventura, quien resalta que cuando la práctica deportiva deja de ser un espacio de aprendizaje y relación interpersonal, y se convierte en una obligación, es cuando surgen los problemas.

Pero ¿es posible reconocer que el niño no está llevando bien ese momento? Algunos expresan directamente su malestar y otros acaban interiorizando el mensaje y se convierten en niños retraídos que sufren mucho y no lo expresan. “Por ello -dice Noelia Iglesias- hay que estar atentos a cambios en su comportamiento, como expresar excusas para no asistir a entrenamientos o competiciones o que haya una disminución en la comunicación. Además, pueden manifestarse síntomas físicos como dolores de cabeza, molestias estomacales o insomnio. También son indicadores a considerar ciertos cambios emocionales como tristeza, irritabilidad o miedo”.

Laura Cerdán enumera otras señales de alerta, como por ejemplo, empezar a tener problemas en el colegio a nivel de notas o rendimiento académico, o mostrar arranques de ira.

El deporte sin disfrutar

Otro problema suele ser las expectativas altas de muchos padres, que se obsesionan con que sus hijos sean los nuevos Lamine Yamal, el ídolo adolescente campeón de Europa de selecciones de fútbol con solo 17 años.

“La presión, muchas veces, la impone la familia, y acaban sacrificando esa parte de la infancia, porque al final lo que debería ser algo lúdico se acaba convirtiendo en una actividad que no se disfruta plenamente”, comenta Cerdán. “El acompañamiento de los padres es clave para que no se establezcan expectativas poco realistas y los niños hagan comparaciones negativas”, añade Noelia Iglesias.

Hay padres que ven la actividad deportiva de sus hijos como un deporte profesional en miniatura, lo cual es erróneo, según Iglesias. “Tener referentes es positivo, pero el éxito deportivo requiere tiempo, esfuerzo y reconocer que cada trayectoria es única”, apunta la psicóloga.

El deporte en sano

El punto de partida que plantean los expertos es clara, establecer una relación sana con el deporte. Por eso, Ventura aconseja a las familias centrar su atención en el desarrollo de objetivos vinculados al aprendizaje, el disfrute, en valorar el esfuerzo por mejorar y en desarrollar habilidades sociales.

No hay que poner el foco en el resultado, sino en la actividad en sí, dice Cerdán. “No deberíamos centrarnos en que sí ha marcado un gol o ha ganado, sino en cómo se lo ha pasado, si ha disfrutado, jugado bien en equipo, si ha hecho amigos, si es un deporte que le gusta y le atrae… todos esos valores que realmente tiene el deporte”, puntualiza la psicóloga. Pero, además, hay que recordar que muchos deportes son de grupo, “entonces el resultado no va a depender de un niño, sino de todos”, subraya Cerdán.

Cabe recordar que el deporte no solamente aportará beneficios físicos para el niño, sino también emocionales. “Le permite descargar toda la energía y estrés, porque en su día a día aparecen problemas que a los adultos pueden parecernos insignificantes pero que para un niño son importantes o estresantes”, recuerda Cerdán. De ahí la importancia de permitirles disfrutar sin exceso de presión. 

Los expertos apuntan algunas claves sencillas para los padres que pueden ser de gran ayuda: 

Cómo ayudar sin presionar

Autorreflexión y expectativas. Cerdán sugiere a los padres hacer un ejercicio de autorreflexión y trabajar sus propias expectativas: “a nuestros hijos les podemos animar, apoyar, orientar o sugerir, pero si queremos que sean como nosotros tenemos en mente y eso no pasa, vamos a tener problemas”, dice la psicóloga. “Debemos darnos cuenta como adultos que a lo mejor nuestro hijo no es Yamine Yamal o no va ser un honoris causa, ¡y no pasa nada! Todos queremos que nuestros hijos sean los mejores, pero no tiene que ser a costa de su salud mental”, enfatiza Cerdán

La frustración tras una derrota. “Lo primero que debemos hacer es darles ejemplo”, sugiere Cerdán. Porque poco ayuda convertirse en ese padre que cada vez que va a los partidos de fútbol termina gritándole al árbitro, increpando a los niños del otro equipo u opinando sobre el cuerpo físico de los otros niños… “Eso es un mal paso porque el ejemplo que se le está dando al niño es de gestionar con una rabia y agresividad el partido. Y al final se va a reflejar en ese padre como si fuera un espejo y va a intentar inconscientemente copiar esas reacciones”, sostiene la experta.

Actitud neutral. Tras una derrota es recomendable que los padres mantengan una actitud neutral, demostrando a sus hijos que están allí para lo que necesiten, apunta Iglesias. “Es esencial escuchar sus necesidades, pueden requerir un tiempo a solas, desahogarse o buscar consejos cuando lo consideren oportuno. Y nunca hay que minimizar la situación con frases como ‘no pasa nada’ o ‘la próxima vez irá bien seguro’, ya que es necesario procesar la experiencia sin dramatizar, integrarla como parte del deporte”, puntualiza Iglesias.

Fomentar un clima positivo. “Cuando van a ver jugar a sus hijos e hijas, las familias deberían fomentar un clima positivo; en lugar de chillar, insultar, criticar o dar instrucciones desde la grada, deberían animar y reforzar el trabajo realizado”, dice Ventura. “En definitiva, la práctica deportiva debería ser un espacio educativo y formativo, más que un escenario de presión, exigencia y expectativas demasiado elevada”, remata Ventura.

No ser padres “entrenadores. Es primordial comprender el deporte desde la perspectiva de los niños y colaborar con entrenadores y otros profesionales para crear un entorno saludable, sugiere Iglesias. “Los padres deben ser conscientes de no proyectar sus propias aspiraciones deportivas y confiar en el entrenador”, insiste la experta del COPC. En la misma línea, Ventura aconseja “evitar convertirse en padres o madres “entrenadores” durante las competiciones deportivas como también en casa.

Elegir el deporte que les gusta. Apuntar al niño a judo, baile, tenis… o cualquier actividad deportiva porque uno lo hacía de pequeño, tampoco ayuda, enfatiza Cerdán. De ahí la importancia de buscar una actividad deportiva que les guste a ellos y no a los padres.

viernes, 4 de abril de 2025

Enrique Rojas, psiquiatra: "En un ataque de ansiedad, aparecen tres pensamientos muy duros que identificamos los expertos"

TANIA CARBALLO     |     elespanol.com     |     16/03/2025 

El 34 % de los españoles tiene algún problema de salud mental, el más frecuente la ansiedad, que ataca el doble a las mujeres que a los hombres.

La ansiedad es el problema de salud mental más frecuente en España. En la actualidad, según la Confederación Española de Salud Mental, el 6,7% de la población está diagnosticada de algún trastorno por ansiedad, exactamente la misma cifra de personas con depresión. 

 A pesar de las cifras, la mayoría de quienes sufren este trastorno no acuden a consulta tras su primer ataque de pánico. Más bien, las personas desarrollan un estilo de vida en torno a la ansiedad y sus ataques, en la cual los síntomas no son más que una parte habitual de su rutina —si es que saben identificarlos correctamente—.

 

La realidad en torno a la ansiedad es que presenta síntomas tan diversos, tanto mentales como físicos, que tiende a ser complicado identificarlos como tal o, incluso, confundirlos. Según los expertos como Enrique Rojas, en la gran mayoría de los casos, "aparecen tres espectros amenazadores": temor a la muerte, temor a la locura y temor a perder el control.

 

Los tres pensamientos en un ataque de ansiedad

La ansiedad es una emoción que todos hemos experimentado en algún momento de nuestra vida, de hecho, es normal y necesaria para nuestra supervivencia. Se trata de una respuesta adaptativa de nuestro cuerpo que nos permite afrontar situaciones de peligro o amenaza, desarrollando conductas automáticas de huida o lucha.

 

Un cierto grado de ansiedad puede ayudarnos a mantenernos concentrados y afrontar los retos que tenemos por delante; sin embargo, cuando sobrepasa ciertos límites e interfiere con las actividades normales de la persona, se considera un trastorno que trae consigo una serie de síntomas graves.

 

En este contexto, es importante identificar la ansiedad positiva y la negativa. Según Enrique Rojas, médico psiquiatra,"la positiva es aquella que te lleva a realizar actividades personales, costosas, pero que tienen un gran valor. La ansiedad de mejorar tu carácter, de publicar un nuevo libro, de tener mejor relación con tu mujer", en definitiva, "es un reto".

 

Sin embargo, la ansiedad negativa "te bloquea y existen dos maneras de vivirla". Rojas explica que, en este contexto, en este tipo de temor hay un componente físico y psicológico, por lo que "puede ser vivida como ansiedad generalizada o como crisis de ansiedad".

 

Por norma general, los síntomas físicos son generalmente conocidos e identificables. "La ansiedad generalizada es taquicardia, sudoración, pellisco gástrico, dificultad respiratoria, sensación de falta de aire, hipersudoración, malestar interior y temores anticipatorios difusos", en cambio, en las crisis de ansiedad, el proceso puede ser distinto.

 

Tal y como explica el experto, en la crisis de ansiedad aparecen estos síntomas físicos, pero también "tres espectros amenazadores" que se viven con una gran dureza: el temor a la muerte, temor a la locura y temor a perder el control. Todo ello, en un episodio de muy pocos minutos.

 

Qué hacer para calmar la ansiedad

Prevenir la ansiedad es complicado, pero sí es posible tomar medidas cuando uno empieza a sentirse ansioso o angustiado. Lo más importante es pedir ayuda en cuanto notes los primeros síntomas. Como aseguran desde la Clínica Mayo, "la ansiedad, como muchos otros trastornos mentales, puede ser más difícil de tratar si te demoras".

 

Mantenerse activo, llevar una vida saludable y evitar el consumo de alcohol, cafeína, teína y otros estimulantes, como las drogas, es clave.

Pero, ¿qué hacer en caso de que la crisis de ansiedad ya esté sucediendo? En ese caso, lo principal es alejarse de la gente, ir a algún lugar "seguro" e intentar controlar la respiración. Y, sin duda, cuando pase, acude a un psicólogo o a un médico especialista.

 

Si detectas que un familiar, amigo o compañero de clase o de trabajo está sufriendo un ataque de ansiedad, evita acercarte o imponerte. No formes corrillos alrededor de la persona. Si lo ves necesario, avisa a los servicios de emergencia o a un especialista.  

miércoles, 2 de abril de 2025

¿Por qué sentimos rechazo a las personas demasiado buenas? La psicología lo exlica

 LUCAS HANDLEY      |       es.gizmodo.com       |       12/03/2025

 

Ser amable es una cualidad altamente valorada en la sociedad, pero en ocasiones, un exceso de cortesía puede provocar reacciones inesperadas. Algunas personas pueden sentirse desconfiadas o incluso molestas ante gestos de generosidad desmedidos. La psicología ha estudiado esta curiosa paradoja y ha encontrado razones que explican por qué, en ciertos contextos, la amabilidad excesiva puede resultar contraproducente.

La amabilidad y la generosidad suelen ser cualidades admiradas en cualquier entorno social. Sin embargo, cuando estas actitudes se manifiestan de forma excesiva, pueden despertar sentimientos de incomodidad y recelo en algunas personas. Es común escuchar relatos de individuos que, ante un comportamiento inusualmente amable, sienten desconfianza o incluso molestia. ¿Por qué ocurre esto? Según la psicología, el problema no es la amabilidad en sí misma, sino la percepción que se tiene de ella y las motivaciones ocultas que podría implicar.

La amabilidad en exceso y la desconfianza social

David Robson, experto en psicología, señala en un artículo publicado por la BBC que la generosidad extrema puede interpretarse como una estrategia para obtener beneficios personales. En muchos casos, cuando una persona muestra una actitud demasiado servicial, se activa un mecanismo de alerta que hace dudar de la autenticidad de sus intenciones.

Este es un fenómeno ampliamente estudiado por la psicología evolutiva. En sociedades primitivas, los actos de generosidad no eran simplemente gestos altruistas, sino estrategias para fortalecer lazos sociales y asegurar apoyo en el futuro. Con el tiempo, los humanos han aprendido a identificar y rechazar comportamientos que parecen manipuladores o interesados.

La manipulación percibida y el estatus social

Cuando la amabilidad es interpretada como una herramienta para ganar reconocimiento o estatus, puede generar rechazo. La sensación de que alguien está utilizando la generosidad para proyectar una imagen positiva y obtener beneficios personales tiende a hacer que los demás se sientan incómodos.

Robson explica que este tipo de reacción es instintiva y completamente normal. La gente tiende a alejarse de quienes perciben como manipuladores, incluso si sus acciones parecen positivas. En un entorno donde las relaciones sociales y el equilibrio de poder son fundamentales, una persona excesivamente amable puede ser vista como una amenaza a la jerarquía social establecida.

La invasión del espacio persona

Otro motivo por el cual la amabilidad excesiva puede generar incomodidad es la sensación de invasividad. En muchas relaciones diarias, las personas prefieren mantener cierto grado de independencia y control sobre sus decisiones. Cuando alguien ofrece ayuda de manera insistente o sin que se la hayan solicitado, puede parecer una intromisión en la autonomía del otro.

Frases como «no hace falta que me lo devuelvas» o «lo hago por ti» pueden parecer gestos generosos, pero también pueden interpretarse como intentos de generar una obligación implícita. Las personas tienden a sentirse más cómodas cuando pueden aceptar o rechazar la ayuda sin presión.

Cómo ser amable sin generar rechazo

El equilibrio es clave cuando se trata de mostrar amabilidad sin incomodar a los demás. La clave está en ofrecer ayuda con autenticidad, sin imponerla y sin generar expectativas de reciprocidad inmediata.

Es importante también respetar el espacio personal y las decisiones de los demás. Ser amable no significa obligar a otro a aceptar un favor, sino estar disponible cuando realmente lo necesiten. La generosidad genuina no requiere demostraciones excesivas ni gestos que puedan interpretarse como manipulación.

Conclusión

Aunque la amabilidad es una virtud altamente valorada, su exceso puede generar reacciones inesperadas. La psicología ha demostrado que la desconfianza hacia gestos excesivamente generosos tiene raíces evolutivas y sociales. Entender cómo los demás perciben la amabilidad es esencial para establecer relaciones equilibradas y genuinas. En definitiva, ser amable es positivo, pero como todo en la vida, debe practicarse con moderación y sentido común.