LAURA RODRIGÁÑEZ | telva.com | 23/05/2025
Admitiendo que siempre hay excepciones, el psiquiatra Álvaro Moleón explica cómo el aumento del interés utilitarista puede estar interfiriendo en la felicidad hoy. "Claro que hay gente feliz y momentos felices, pero no creo que seamos más felices que hace 20 o 30 años".
Desde Lévinas hasta
Confucio, pasando por Arendt, Rousseau y Beauvoir, la entrega de los padres
hacia sus hijos aparece como algo más que un instinto.
La filosofía ha homenajeado en múltiples ocasiones al amor leal y puro que
encarna la relación paterno-filial descubriéndola como una acción ética, política y
ontológica. Criar a un hijo no es solo dar vida, sino responder con presencia, libertad y
responsabilidad. Es amar el futuro, aunque no nos pertenezca. Sin interés
utilitario.
A esto mismo se refiere el reputado psiquiatra Álvaro Moleón
cuando les dice a sus pacientes la controvertida frase: "Probablemente tus padres
sean las únicas personas que te traten sin interés en tu día a día".
Aunque, en realidad, esa referencia no es tanto un elogio al sacrificio maternal y paternal sin esperar nada a cambio, sino una crítica al
devenir de la sociedad actual.
EL interés en las relaciones
En su visita al podcast Morir de éxito conducido
por Miguel Ángel Ferrer, el psiquiatra confiesa que no siente que la población
actual sea mucho más feliz que hace décadas. "No creo que la sociedad
hoy sea más feliz que la sociedad española de hace 20/30 años.
Tenemos herramientas para poder ser más felices pero estamos en una situación
donde vivimos con una impaciencia tremenda. También es una sociedad más egoísta y pese a que hay
muchas cosas bonitas y personas formidables, también es una sociedad que está
llena de interés".
George Homans, Peter Blau, John Thibaut y Harold Kelley
desarrollaron la teoría de que las relaciones humanas se basan en un análisis
costo-beneficio, ya que se busca maximizar recompensas y
minimizar costes. De esta forma, por ejemplo, una amistad se mantendría si
ambas partes sienten que reciben algo valioso a cambio (sea apoyo, afecto o
recursos). Sin embargo, esa concepción puede reducir las relaciones
humanas a una lógica utilitarista o egoísta; que es lo que
de alguna forma denuncia el psiquiatra Álvaro Moleón.
"Probablemente las únicas personas que te traten sin
interés en tu día a día, aunque siempre hay excepciones, serán tus padres.
(casi muchas más veces una madre que un padre, pero podría decirse
padres). Tu pareja, habitualmente, va a estar contigo por interés. Es
evidente porque si no le interesa no va a estar contigo. Tus amigos también están
por interés, porque si no se lo pasan bien contigo no van a quedar. Mis propios
pacientes vienen a verme también por interés, porque quieren que les ponga
bien. Hasta incluso tus hermanos, tus tíos o tus sobrinos...Habitualmente
cuando se forman esas relaciones siempre hay una base de interés", explica
el psiquiatra.
¿más interés es menos felicidad?
La respuesta es: depende. Depende del tipo de interés.
Pese a que el análisis anterior ofrezca una visión pesimista de la intervención
del interés en las relaciones sociales, lo cierto es que atender a esta forma
de interés como la única posible es una creencia limitante. El interés en las relaciones
puede ser de muchas maneras y se puede entender desde muchas perspectivas:
económica (de intercambio), emocional (de apego), moral (de reconocimiento y
cuidado) o racional (de estrategia). Que se quiera entender como un egoísmo
disfrazado no deslegitima la posibilidad de que ese interés sea una necesidad de conexión o,
incluso, una base ética para la convivencia.
Hay que reconocer que no todo el interés es utilitarista.
Existen intereses que son existenciales, relacionales e, incluso,
vitales. El ser humano necesita del otro no solo para sobrevivir, sino para
construirse a sí mismo. En esta línea, la teoría del reconocimiento de Axel Honneth plantea
que la identidad personal se forma y se sostiene en relaciones donde el otro me
ve, me estima y me respeta. El interés, aquí, no es avidez ni manipulación,
sino búsqueda de reciprocidad y validación. Es decir, cuando alguien busca ser
amado, escuchado o cuidado, puede haber un interés profundo —pero no por ello
inmoral—: el interés por ser visto como valioso por otro ser humano.
Este tipo de interés no excluye el amor sino que lo hace posible.
El interés, por tanto, no
tiene por qué ser un obstáculo a la felicidad en las relaciones, sino que puede concebirse como un motor
de sostenibilidad afectiva. Las relaciones más duraderas y
satisfactorias muchas veces están sostenidas no solo por el amor desinteresado,
sino también por intereses comunes como proyectos vitales, cuidado mutuo,
seguridad... El verdadero problema no sería, por tanto, el interés en sí, sino
la asimetría entre las partes, la ocultación o la instrumentalización,
especialmente unilateral. ¿Te molesta que tus amigos te llamen cuando quieren pasarlo bien? ¿No lo haces tu también? La
cuestión es: ¿puedes llamarles cuando te va mal y te escuchan? Porque en la
respuesta encontrarás si el interés que existe en vuestra relación merece la
pena o no. Lo mismo con el resto de relaciones.
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