sábado, 27 de mayo de 2017

El paro se ceba en mujeres con adicciones y trastorno mental

Sólo el 10% de las pacientes con patología dual tiene un empleo
JESSICA MOUZO QUINTÁNS  | Barcelona | El País | 06/05/2017

Más estigmatizadas, más dificultades laborales, más problemas de integración social. La brecha de género se cristaliza en las mujeres que sufren patología dual (una adicción y otro trastorno mental). 
La cuesta arriba que supone convivir con una dolencia mental como esta se empina todavía más si la paciente es una mujer. A esa conclusión han llegado un grupo de más de 200 expertos que se han reunido recientemente en el hospital Vall d'Hebron de Barcelona para abordar la cuestión de género en patología dual. A falta de estudios concretos en este colectivo, los expertos estiman, a partir de la experiencia clínica, que sólo el 10% de las mujeres con patología dual mantienen su actividad laboral.

“Son pacientes que tienen menos soporte familiar, menos posibilidades de tener trabajo y más predisposición a sufrir problemas en su entorno social y familiar, como violencia de género. Las parejas con las que acaban suelen ser otros pacientes adictos”, señala el doctor Carlos Roncero, responsable de la sección de adicciones y patología dual del servicio de psiquiatría de Vall d'Hebron.

Los hombres tienen más tendencia a padecer adicciones a sustancias ilegales y trastornos psicóticos. Ellas, sin embargo, consumen más drogas legales —alcohol, benzodiacepinas— y los trastornos mentales vinculados son ansiedad y depresión. En cuanto a las relaciones sociales, las mujeres tienden a relacionarse sentimentalmente con parejas que también sufren adicciones, un extremo que facilita la conflictividad y los problemas en el ámbito familiar. Los hombres, en cambio, suelen buscar parejas sanas.

Por cada tres diagnósticos masculinos hay uno femenino, pero los efectos de la enfermedad son más profundos entre las mujeres. Hasta el 70% de las pacientes padece una depresión y de ellas, según los expertos, al menos el 50% sufre violencia de género. Además, las mujeres pueden sufrir una fuerte exclusión laboral y económica porque los índices de desocupación son altos y el rendimiento laboral suele ser menor, entre otras cosas, apunta Roncero, porque también son más vulnerables a los efectos secundarios del consumo. “Suelen tener empleos de baja cualificación, en la que no están en contacto con muchas personas, trabajos de poca responsabilidad o interacción”.

Los psiquiatras alertan de que estas pacientes tienen que enfrentarse también al estigma y a cuestiones legales complejas, como la valoración de la capacidad para cuidar a los hijos. “Los pacientes adictos tienen un estigma, todos. Pero si eres mujer, más, por el cuidado de los hijos, el mantenimiento tradicional de la casa, que no puedes cumplir… Esto hace que, inadecuadamente, se las señale más. Ellas llegan peor a la consulta porque tardan más en venir, por vergüenza, por el qué dirán”, valora el psiquiatra.

Los expertos ven necesario “un abordaje específico de género”. Trabajar y reconstruir su autoestima para mantener los lazos familiares, sociales y laborales. “Hay que facilitarles herramientas, acceso a cursos, formación, espacios en los que atender a los hijos…”, dice el médico.



viernes, 26 de mayo de 2017

Los pacientes que reciben intervención psicológica en Atención Primaria se recuperan de sus síntomas cuatro veces más que los que reciben el tratamiento habitual.

Infocop-online  |  28/02/2017


La Fundación Española para la promoción y el desarrollo científico y profesional de la Psicología (PSICOFUNDACIÓN) ha presentado en el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, los resultados preliminares del ensayo clínico PsicAP (Psicología en Atención Primaria), cuyo objetivo es comparar el tratamiento psicológico frente al habitual de Atención Primaria en el abordaje de los trastornos mentales comunes o alteraciones emocionales, como la ansiedad, estrés, depresión y somatizaciones que presentan casi la mitad de los pacientes.

En este ensayo participan más de 200 investigadores, entre médicos y psicólogos, que han evaluado a cerca de 1.200 pacientes de 28 Centros de Salud de Atención Primaria de 10 Comunidades Autónomas.

Los resultados preliminares, que han sido presentados por el catedrático en Psicología e investigador principal del ensayo Clínico PsicAP, Antonio Cano Vindel, demuestran claramente la eficacia del tratamiento psicológico sobre el tratamiento habitual. De los 323 pacientes que han concluido el tratamiento, y una evaluación completa, las diferencias entre tratamientos muestran los siguientes datos:
  • Reducción de síntomas: para los trastornos de ansiedad, la intervención psicológica es tres veces más eficaz que el tratamiento habitual. En el caso de la depresión, la eficacia es cuatro veces mayor.
  • Recuperación de los casos: para los trastornos de ansiedad y depresión, con el tratamiento psicológico se consigue recuperar en torno a un 70% de los pacientes (67% en casos de ansiedad y 72% en caso de depresión), 3 veces más que con el tratamiento habitual de Atención Primaria (27,4% y 24,2%, respectivamente).
  • El tratamiento psicológico ha conseguido la disminución del consumo de psicofármacos y la hiperfrecuentación a las consultas de Atención Primaria.
En España, más de dos tercios de las personas con problemas emocionales, de estrés, ansiedad, depresión o somatizaciones acuden a su Centro de Salud de Atención Primaria, donde el 49,2% de los pacientes presenta síntomas compatibles con el diagnóstico de un trastorno de este tipo. El médico de familia sufre un exceso de demanda, en parte por la hiperfrecuentación de los pacientes con problemas emocionales (19 veces más visitas que las personas sin este tipo de problemas), lo que le lleva a no poder dedicar a sus pacientes más de 5 minutos de consulta, así como a prescribir en exceso psicofármacos, que reducen temporalmente los síntomas de ansiedad, hiperactivación fisiológica, insomnio, depresión o dolor, pero no resuelven a la larga los problemas de base, derivados del estrés psicosocial, que requieren información y entrenamiento psicológico en habilidades de manejo de las emociones.
Aunque la evidencia científica muestra que el tratamiento de elección para estos problemas son las técnicas psicológicas, que son eficaces y eficientes, en nuestro país un 39% de personas con diagnóstico de trastorno de ansiedad en los últimos 12 meses no ha recibido tratamiento alguno y sólo el 0,9% ha recibido un tratamiento psicológico sin fármacos. En cambio, España es el segundo país con mayor consumo de tranquilizantes en el mundo, a pesar de que las guías de práctica clínica, que resumen la evidencia científica, desaconsejan su uso, por la falta de eficacia y su poder para generar adicción.

El consumo de benzodiacepinas en nuestro país, sigue aumentando año tras año, siendo en el año 2014, 2,7 veces superior a la media de los países de la OCDE, a pesar de las advertencias de riesgo de sufrir accidentes de circulación, caídas de señoras mayores con rotura de cadera, o su asociación con demencia. Así, en el año 2014, casi el 10% de las conductoras maduras, con unos 50 años, dieron positivo a psicofármacos en los controles de drogas de la guardia civil en carretera, lo que contrasta con el perfil de reconocida prudencia para este perfil de conductora. Además, un porcentaje significativo de los muertos en accidente de circulación, en concreto el 10,7% de conductores y el 20,2% de peatones, habían consumido estos fármacos psicoactivos, según los resultados de las autopsias.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, INE, en la última Encuesta Europea de Salud, publicada en 2015, el 18,9% de los españoles con 15 o más años había consumido en las dos últimas semanas psicofármacos de tipo tranquilizante, relajante o somnífero; y el 8,4% había consumido antidepresivos o estimulantes. El consumo es aproximadamente el doble en mujeres que en hombres, aumenta con la edad y disminuye con el nivel cultural.
Este abordaje de los problemas emocionales ocasiona un gran impacto a nivel clínico, debido a la cronicidad y comorbilidad del proceso, así como a la discapacidad asociada. Pero también supone un gran impacto a nivel social, por el alto coste económico, directo e indirecto. Los costes económicos de la depresión, la ansiedad y las somatizaciones en España en el año 2010 alcanzaron los 23.000 millones de euros, el 2,2% de PIB, más de la mitad de los costes anuales por salud mental. La depresión en 2010 fue la cuarta causa en España que contribuyó más al aumento de los años vividos con discapacidad, aumentando un 35% desde 1990.

Los resultados obtenidos en el ensayo PsicAP son acordes con la revisión de la literatura científica previamente llevada a cabo y validan claramente la intervención psicológica para la atención de alteraciones emocionales en Atención Primaria. Por todo ello, sería necesario implementar este tratamiento en el primer escalón de acceso al sistema sanitario público, para hacerlo realmente accesible a la población.

Esto es lo que han hecho otros países como Reino Unido, que ha puesto en marcha la “Mejora del Acceso al Tratamiento Psicológico” (IAPT), con alta eficacia. Hoy en día, se plantea ampliar dicha atención psicológica a los problemas emocionales que se dan en la etapa infanto-juvenil, así como a pacientes mayores crónicos con ansiedad y depresión, con un argumento basado en la evidencia: “duplicar el número de personas tratadas con técnicas psicológicas costaría cero”. Con ese rótulo se alude a que el coste del tratamiento psicológico para cien personas con trastornos de ansiedad o depresión, en edad laboral, se amortiza en menos de 25 meses, rompiéndose así la tendencia a que el problema se haga crónico y genere nuevos trastornos y más gastos. Por otro lado, se refiere a que el coste de tratar a una persona mayor con enfermedad crónica y depresión se amortiza en tan sólo 8 meses, lo que ahorraría unas 2.000 libras (2.340 euros), cada año, de costes atribuidos a la depresión en pacientes crónicos.


Enfermedades mentales y sociedad.

Por Caroline Carney , Manual MSD, MSc, Chief Executive Officer;Chief Medical Officer, Cetan Health Consultants LLC, Indianapolis, IN;MDwise, Inc., Indianapolis, IN

Casi el 50% de los adultos padece un trastorno mental en algún momento de su vida. Más de la mitad de estas personas experimentan síntomas graves o moderados. De hecho, cuatro de las diez causas principales de discapacidad entre los sujetos mayores de 5 años de edad corresponden a trastornos mentales, siendo la depresión la primera causa de discapacidad por enfermedad. A pesar de esta elevada prevalencia de los trastornos mentales, solo en torno al 20% de las personas que tienen una enfermedad mental reciben ayuda profesional.

Aunque se han logrado extraordinarios avances en la comprensión y el tratamiento de las enfermedades mentales, el estigma que las rodea aún persiste. Por ejemplo, las personas con una enfermedad mental pueden ser culpabilizadas de su propia enfermedad o ser consideradas perezosas o irresponsables. La enfermedad mental se interpreta en ocasiones como una entidad menos real o menos legítima que la enfermedad física, generando reticencias en los responsables de la salud y de las compañías de seguros en lo referente a la cobertura del tratamiento. Sin embargo, la creciente toma de conciencia de lo mucho que la enfermedad mental afecta a los costes de la atención sanitaria y el número de días de trabajo perdidos está cambiando esta tendencia.

En la actualidad, se considera que el origen de la enfermedad mental está determinado por una compleja interacción entre la herencia y los factores ambientales. Diversas investigaciones han demostrado que en muchos trastornos mentales, la herencia está implicada. A menudo se produce un trastorno mental cuando una persona predispuesta a padecerlo por su composición genética experimenta situaciones de gran estrés en su vida familiar, social o laboral. Además, muchos expertos creen que la disfunción de diversos mediadores químicos en el cerebro (neurotransmisores) puede contribuir a los trastornos mentales. Algunas técnicas de imagen como la resonancia magnética nuclear (RMN) y la tomografía por emisión de positrones (PET), muestran cambios en el cerebro en personas con un trastorno mental. Por lo tanto, muchos trastornos mentales parecen tener un componente biológico, al igual que las enfermedades que se consideran neurológicas (como la enfermedad de Alzheimer). Sin embargo, no está claro si los cambios observados en las pruebas de diagnóstico por la imagen son la causa o el resultado del trastorno mental.

No siempre se puede diferenciar claramente la enfermedad mental de una conducta normal. Por ejemplo, en el caso de una pérdida de un allegado próximo, como el fallecimiento del cónyuge o de un hijo, puede ser difícil distinguir una depresión del sentimiento normal de duelo. De igual modo, el diagnóstico de un trastorno de ansiedad en una persona preocupada o estresada por su trabajo es un tanto arbitrario, ya que la mayoría de las personas experimentan estas sensaciones en algún momento de su vida. La línea divisoria entre poseer determinados rasgos de personalidad y padecer un trastorno de la personalidad está a veces muy difuminada. Por ello, la salud y la enfermedad mentales se entienden mejor como un «continuum». Cualquier línea divisoria suele basarse en la duración de los síntomas, en el alcance del cambio en la conducta habitual de la persona y en la gravedad con que los síntomas afectan a la vida del sujeto. Por lo tanto, cuando se piensa en la enfermedad mental, se debe distinguir la enfermedad mental grave persistente (crónica) que limita seriamente las actividades o la capacidad de trabajar (como una psicosis continua, de por vida), de los episodios sintomáticos breves pero graves que se considera que se pueden resolver, y de los síntomas crónicos que no interfieren con las actividades o el trabajo.

La desinstitucionalización

En las últimas décadas, ha habido un movimiento para sacar a las personas con enfermedades mentales de las instituciones (desinstitucionalización) y apoyarlas para que puedan vivir en comunidad. Esto ha sido posible gracias al desarrollo de fármacos efectivos y a ciertos cambios en la actitud hacia los enfermos mentales. Este movimiento ha puesto gran énfasis en considerar al enfermo mental como un miembro más de las familias y de las comunidades. Una decisión tomada por la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos en 1999 ayudó de manera significativa a este cambio. Esta decisión, denominada Olmstead decision, exige a los Estados que proporcionen tratamiento a los enfermos mentales en el entorno de la comunidad siempre que esto sea adecuado por razones médicas.

Diversas investigaciones han mostrado que determinadas interacciones entre los enfermos mentales y sus familiares pueden mejorar o por el contrario empeorar la enfermedad mental. En este sentido, se han desarrollado técnicas de terapia familiar que previenen la necesidad de reingreso en las personas que padecen enfermedades mentales crónicas. Hoy en día, la familia de un enfermo mental se implica más que nunca como aliado en el tratamiento. El médico de atención primaria desempeña también un papel importante en la rehabilitación del enfermo mental en el seno de la comunidad. Además, en la actualidad es menos probable que las personas con enfermedades mentales que necesitan hospitalización sean sometidas a aislamiento y a contención, y con frecuencia son confiados a centros de día en una fase temprana de su enfermedad. Estas instalaciones son menos costosas porque requieren menos personal, se prima la terapia de grupo por encima de la individual y los usuarios pernoctan en su domicilio o en centros de internación parcial.

Sin embargo, el movimiento de desinstitucionalización ha supuesto también algunos problemas. Ya que en la actualidad las leyes no permiten institucionalizar a las personas con enfermedades mentales que no representan un peligro para sí mismas o para la sociedad ni tratarles contra su voluntad, muchas de estas personas se han convertido en vagabundos o han acabado en el sistema penitenciario. Muchos mueren jóvenes a causa de la exposición al clima extremo o por infección. Aunque estas leyes protegen los derechos civiles, hacen que sea más difícil proporcionar tratamiento a muchos enfermos mentales que lo requieren, algunos de los cuales pueden actuar de forma extremadamente irracional si no reciben tratamiento. El vagabundeo también tiene un impacto en la sociedad.

Debido a los problemas relacionados con la desinstitucionalización, se han desarrollado nuevos enfoques para el tratamiento, como el Tratamiento Asertivo en la Comunidad (ACT, por sus siglas en inglés). El ACT ayuda a proporcionar una red de seguridad para las personas con una enfermedad mental grave crónica. Este tratamiento utiliza un equipo multidisciplinario formado por trabajadores sociales, personal de enfermería, especialistas en rehabilitación, consejeros y psiquiatras. El equipo proporciona servicios individualizados a las personas que tienen una enfermedad mental grave y que no pueden o no quieren acudir a la consulta o al hospital en busca de ayuda. Los servicios se prestan en el propio domicilio del afectado o en el vecindario (por ejemplo, en restaurantes, parques o tiendas de la zona).

Apoyo social

Cualquier persona necesita un entramado social para satisfacer la necesidad humana de ser cuidado, aceptado y apoyado emocionalmente, sobre todo en periodos de estrés. Diversas investigaciones han mostrado que un fuerte apoyo social acelera de forma significativa la recuperación de las enfermedades físicas y mentales. Los cambios sociales han disminuido el apoyo que tradicionalmente proporcionaban los familiares y vecinos. Como alternativa, han surgido en muchos países grupos de autoayuda y de ayuda mutua.

Algunos grupos de autoayuda, como Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos, se centran en las personas que tienen conductas adictivas. Otros actúan en defensa de ciertos segmentos de la población, como los minusválidos y las personas mayores. Incluso existen organizaciones, como la Alianza Nacional para los Enfermos Mentales (NAMI, por sus siglas en inglés), que proporcionan apoyo a los familiares de personas con enfermedades mentales graves.


sábado, 6 de mayo de 2017

Depresión "sonriente", mujeres que ocultan su dolor por miedo a ser malas madres.

DÍA MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL MATERNA
La depresión posparto es la enfermedad mental materna más frecuente y afecta a la relación con el bebé. Se estima que la padecen un 15% de las madres recientes.

CAROLINA GARCÍA | El País | 04/05/2017

Una de cada cinco nuevas madres presenta, en muchos países, algún tipo de trastorno perinatal o de ansiedad. Enfermedades que no se suelen evaluar ni tratar y que tienen consecuencias a largo plazo importantes para la mujer y el recién nacido. Entre las psicopatologías que afectan a las nuevas madres en este periodo destaca, por su frecuencia, la depresión posparto, cuyos síntomas pueden comenzar en el embarazo y suelen estar presentes hasta un año después del nacimiento del pequeño. Estos trastornos pueden afectar a cualquier mujer sin importar su educación, cultura o raza.

La depresión posparto es la enfermedad materna más común en el año que sigue al parto y tiene síntomas específicos precisamente por su efecto en el bebé, ya que suele alterar la capacidad maternal de responder amorosamente al nuevo hijo. Se estima que la padecen un 15% de las madres recientes, aunque en la mayoría de los casos no se llega a diagnosticar. Se le suele llamar “la depresión sonriente, precisamente, porque muchas madres consiguen esconder su sufrimiento por miedo a ser tachadas de malas madres”, explica Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal, profesora asociada en la Universidad de Alcalá y directora del programa de formación en salud mental perinatal Terra Mater.

Es la incapacidad de disfrutar, especialmente con el bebé, el sentimiento de culpa y arrepentimiento por haberlo tenido, la pena constante por el hijo. Cosas como pensar “pobre hijo mío que le tocó esta madre que no le quiere como debería”, o incluso “estaría mejor sin mí”, explica Olza. "La alteración del sueño, el no dormir ni siquiera cuando duerme el bebé porque no pueden dejar de escuchar cada ruidito que el bebé hace al respirar…El agotamiento profundo, las ganas de llorar, el mal humor. En los casos más graves, se llega a fantasear con hacer daño al bebé, hay pensamientos intrusivos, y también hay madres que no pueden acercarse a la ventana ni bañar al bebé solas porque temen tirarlo por la ventana o ahogarlo. Sufren muchísimo y lo peor es que muchas no se atreven a contar a nadie el infierno que están viviendo en su cabeza”, prosigue la experta.

“Hay que ayudar a las futuras madres y a sus bebés”, está es la premisa con la que parte la campaña del Día Mundial de la Salud Mental Materna que se celebra este miércoles 3 de mayo y que pretende llamar la atención con un mensaje claro: La salud mental materna de las mujeres importa (#maternalmhmatters). "Padecer un trastorno psicológico no es un crimen", algo en lo que quieren incidir los promotores de esta jornada que instan a informar de los recursos con los que cuenta la mujer para salir adelante y superarlo.

“El estado psíquico de la madre afecta enormemente al bebé desde la gestación. Si sufre ansiedad, estrés o depresión el embarazo se complica, puede producirse un parto prematuro, hemorragias, infecciones… Además, su estado de ánimo afecta, de diversas maneras, al desarrollo cerebral de su bebé, condicionándola, incluso a muy largo plazo”, explica Olza. “¡El estrés en el embarazo puede ser casi tan tóxico como el tabaco!”, recalca la experta. “Y el efecto continúa en el posparto”. "Si la madre no está bien, si no se detecta su sufrimiento y no se le ayuda o se trata, además de al bebé, se verá afectada también la relación de pareja y la crianza de los otros hijos”, añade.

Para la experta, para conseguir que la mujer se sienta apoyada, es importante que la atención durante el embarazo no se centre solo en lo físico. Olza opina que los obstetras y las matronas deben saber detectar en las madres que padecen sufrimiento psíquico y "deben atender a la parte más emocional y preguntar en las consultas: ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?, ¿cómo está tu pareja?”. “Y cuando haya síntomas de una posible psicopatología, cuando haya sufrimiento, se debe derivar a la mujer a profesionales de salud mental perinatal y que estos participen en los equipos de atención al embarazo y posparto. La mayoría de estos trastornos son tratables, pero si no se hace nada se suelen cronificar, durar años y afectar profundamente al desarrollo del bebé”, argumenta la psiquiatra.

Los recursos en nuestro país para atender a estas mujeres son muy escasos. “Apenas hay psicólogos en los equipos obstétricos o de neonatología. Es una carencia tremenda y dramática. Las familias a veces transitan situaciones durísimas, como la muerte gestacional (muerte del bebé en el útero o en el parto), sin apenas atención o apoyo psicológico. Esta carencia también afecta a los profesionales, que a menudo tienen que atender situaciones muy complejas de gestantes con trastornos mentales sin recursos especializados. No tenemos apenas unidades ni programas de psiquiatría perinatal ni existen las llamadas Unidades Madre-bebé donde ingresar de forma conjunta a las madres que requieren un ingreso psiquiátrico en el posparto, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos. Es urgente que se incorporen psicólogos perinatales a los equipos de atención al embarazo y posparto, así como a los servicios de neonatología”, dice tajante Olza.

Para la experta, si no se trata a la madre, su salud física empeorará, el embarazo se podría complicar y aumentaría la posibilidad de que el futuro niño sea prematuro. Sin mencionar, siempre según la experta, que se podrían tener  “dificultades con la lactancia, en la pareja, separaciones y divorcios”. “La crianza”, prosigue, “se iniciaría de la peor manera y provocaría que los hijos a su vez pudieran padecer alguna psicopatología a lo largo de la infancia y adolescencia”. “Un drama que se transmite de una generación a otra y que puede derivar en maltrato y violencia… Sin embargo, con la detección y tratamiento en el periodo perinatal se puede romper esa transmisión intergeneracional. Es el momento preciso para las intervenciones psicoterapéuticas, el impacto de un buen tratamiento cambia la evolución de toda la familia para bien”, añade.

La falta de información sobre la depresión posparto niega a la mujer estrategias para afrontarla. “Conocer esto es clave para formar a los profesionales sanitarios. Sabemos que las madres con depresión posparto no suelen ir al médico o al psiquiatra. Por el contrario, acuden a urgencias de pediatría a menudo porque el bebé no para de llorar o a la farmacia a comprar lo que sea porque están muy preocupadas por la salud de su retoño. "Creo que nos corresponde a toda la sociedad ayudar a las madres en el posparto, no dejarlas tan solas, facilitarles la vida y desestigmatizar la depresión”, agrega Olza.

Cuando se detecta, según la experta, el tratamiento consiste en diversos puntos
  1. Lo primero es la psicoeducación: entender qué es la depresión, que afecta a todo tipo de madres. Que ellas no tienen la culpa de estar mal y es importante que sepan que se van a curar y que van a poder disfrutar de su bebé.
  2. En el tratamiento hay que incluir al bebé y, si se puede, al padre o pareja. Buscar la manera de que la madre esté acompañada, favorecer que pueda descansar y que se relacione con otras madres.
  3. El ejercicio físico moderado tiene un efecto antidepresivo, aunque en algunos casos va a ser necesario el uso de fármacos.
  4. La psicoterapia es imprescindible: un espacio de escucha donde poder elaborar      su nueva identidad como madre y aprender a relacionarse con el bebé de una manera más saludable.
Hay que recordar que, “si no se trata la depresión posparto, afecta mucho a la interacción con el bebé, así que este podría sufrir, por ejemplo un retraso en la adquisición del lenguaje o psicomotor por falta de estimulación. En los casos más graves hay riesgo de suicidio e incluso de infanticidio”, explica Olza. "Sin tratamiento, muchas madres siguen deprimidas meses o años. Son mujeres malhumoradas, con aumento de peso, que no disfrutan de sus hijos ni de su vida. Por eso es importantísimo prevenir, detectar y tratar".