MATIAS D. LAURIA | infobae.com | 31/10/2025
Espacios como The Emotional Gym NYC y Mindful Harlem
ofrecen talleres para fortalecer habilidades emocionales, impulsados por
expertos que buscan combatir el aislamiento y el estrés en la vida urbana actual
En lugares como The Emotional Gym NYC, The School of Life NY, Empathy Lab y Mindful Harlem, los asistentes participan en talleres semanales enfocados en
el autoconocimiento, la comunicación no violenta y el manejo del estrés.
Estas sesiones, que suelen durar entre sesenta y
noventa minutos, están guiadas por profesionales que diseñan ejercicios
específicos: desde escuchar a otros sin interrumpir hasta dramatizaciones que
permiten experimentar y gestionar la frustración en un entorno controlado. El objetivo es fortalecer la inteligencia emocional, la paciencia, la
autoconciencia y la capacidad de conectar con los demás.
La lógica de estos programas se apoya en la idea de que
la empatía es una habilidad susceptible de perfeccionamiento. Según The New York Times, la proliferación de clases de “entrenamiento en
empatía” y “fitness emocional” responde a una necesidad creciente de
reconexión en una sociedad marcada por el hiperindividualismo y la
omnipresencia de las pantallas. La pandemia intensificó la ansiedad, el estrés
y el aislamiento, especialmente en entornos urbanos, lo que llevó a muchas
personas a buscar alternativas tangibles para mejorar su salud mental y sus
relaciones interpersonales.
En Brooklyn y Manhattan, algunos coworkings y centros
de bienestar han incorporado sesiones grupales de entrenamiento emocional en
sus programas corporativos, integrando así el desarrollo de habilidades blandas
en el ámbito laboral.
La profesionalización de este mercado ha llevado a la
colaboración con instituciones académicas. El Center for Compassion Research de la Universidad de Columbia participa en estudios
sobre la aplicación de la inteligencia emocional, mientras que publicaciones
como Harvard Business Review han analizado el impacto de estas
competencias en el liderazgo. Time Magazine y The Guardian han destacado la empatía como una competencia social
clave en el mundo contemporáneo, y plataformas como Psychology Today y Mindful.org exploran prácticas de autoconciencia y regulación
emocional.
Algunos programas han comenzado a implementar métricas
para evaluar el progreso de los participantes, como el “índice de empatía” o la
“resiliencia emocional”. Esta tendencia se alinea con el auge del mindfulness,
la psicología positiva y el llamado “mental fitness”, que, según BBC Future y Forbes Wellbeing, se consolida como una de las principales corrientes en el
bienestar personal.
No obstante, el crecimiento de los gimnasios
emocionales plantea desafíos. La falta de regulación ha permitido la aparición
de coaches sin formación clínica, lo que genera dudas sobre la calidad y la
ética de algunas propuestas. Además, la comercialización de la salud mental y
la dificultad para medir el impacto real de estas prácticas son temas
recurrentes en el debate, como señalan The New York Times y Harvard Business Review.
Las voces de quienes participan en estos espacios
reflejan la profundidad de la experiencia. Thom Bond, en un texto de
facilitación para el New York Center for Nonviolent Communication Empathy Intensive, afirma: “La empatía es la exploración
de nuestra experiencia humana — nuestros sentimientos — nuestras necesidades —
nuestra energía vital que surge y nos guía”, según recogió NYCNVC.
Desde una perspectiva práctica, el blog de Bonfire
Training sostiene: “La empatía es una habilidad como cualquier otra habilidad
humana. Si no la usas, la perderás”, según publicó bonfiretraining.com. Por su parte, Taryn Toomey, fundadora de The Class en Nueva
York, describe el enfoque somático de su método: “En la clase… usamos la incomodidad física en el cuerpo para involucrar la
mente… Cuando se nos da el espacio para sentirlo… surge una emoción, ya sea
risa o llanto”, según declaró a The Class.
En este contexto, la redefinición de la empatía como
una competencia entrenable y la integración de la inteligencia emocional en la
vida cotidiana marcan un cambio cultural profundo. La búsqueda de conexión cara
a cara emerge como respuesta a la fatiga digital, mientras el mercado de la
empatía se consolida y profesionaliza, abriendo nuevas posibilidades y desafíos
para el bienestar en las grandes ciudades.