ACyV | elconfidencial.com | 21/10/2025
Cuatro décadas atendiendo adicciones sostienen su mensaje: la bebida etílica no es juego. En ellas empuja rasgos viriles; en ellos apaga la producción sexual.
El psiquiatra Gabriel Rubio, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario 12 de Octubre y una de las mayores autoridades españolas en adicciones, ha lanzado una advertencia tan rotunda como inquietante: “El alcohol masculiniza a las mujeres y detiene las hormonas de los hombres”. Rubio, que lleva más de cuatro décadas investigando los efectos del consumo de alcohol, asegura que esta sustancia “afecta a todas las células del organismo” y que su impacto va mucho más allá de la embriaguez ocasional.
“El alcohol es un veneno para el cerebro”,
recalca el psiquiatra en el pódcast Tiene Sentido. Su efecto, dice, es
devastador: incrementa el riesgo de la mayoría de cánceres, deteriora las
neuronas y modifica el equilibrio hormonal. En las mujeres, explica, aumenta la
virilización, lo que se traduce en cambios físicos como la aparición de vello o
la pérdida de cabello, además de una alteración del ciclo menstrual. En los
hombres, por el contrario, disminuye la producción de testosterona
y detiene las hormonas sexuales, provocando una especie de
“feminización silenciosa”.
La trampa del placer y
la falsa euforia
Rubio
sostiene que el alcohol se percibe en el cerebro como un premio, casi más
potente que el sexo o la comida, porque “alivia el miedo y da sensación de
seguridad”. Esa falsa calma, combinada con la euforia inicial, explica por
qué muchos beben para aliviar la ansiedad o la tristeza. Pero
el problema comienza cuando el cuerpo asocia el bienestar con la bebida:
“Cuando empezamos a beber para aliviar emociones negativas, ya hemos cruzado la
línea roja”.
El
psiquiatra alerta en el pódcast Tiene Sentido de un fenómeno
que le preocupa profundamente: la insensibilidad social ante el consumo de alcohol en
adolescentes. Según sus investigaciones, el 10% de los
jóvenes que beben entre los 13 y 14 años desarrollará una dependencia a los
25. “Sabemos que cuanto antes se empieza, más se entorpece el
desarrollo biológico y emocional”, advierte. El problema, añade, no es solo la
adicción, sino los efectos colaterales: embarazos no deseados, accidentes,
fracaso escolar y depresión.
Una de
las frases que más irrita a Rubio es la famosa recomendación de “beber con
moderación”. A su juicio, es una estrategia de marketing de la industria
alcohólica para trasladar la responsabilidad al consumidor. “Si el
alcohol tuviera un prospecto como un medicamento, nadie lo bebería. Nos
engañan diciendo que un poco no hace daño, cuando cualquier cantidad puede ser
perjudicial”, sentencia. Los estudios, recuerda, demuestran que el consumo
regular —aunque sea bajo— aumenta el riesgo de cáncer de mama, de colon o de
próstata décadas después.
Pese a
la magnitud del daño, Rubio reconoce que el alcoholismo sigue siendo una
enfermedad estigmatizada. “Decir ‘he dejado de beber’ genera sospecha. Si
alguien deja de fumar, todos lo felicitan; si deja de beber, piensan
que está enfermo”, lamenta. Esa vergüenza, explica, lleva a muchas
familias a ocultar la situación o incluso a mantener alcohol en casa “para no
parecer raros”.
Tras
décadas tratando a pacientes, el psiquiatra tiene una convicción firme: “El
alcohol no cura, no relaja y no alegra, solo enmascara el dolor y te hace
dependiente de él”. Su consejo es tajante: no hay dosis segura ni excusa cultural
que justifique su consumo. “Somos un país donde se brinda hasta en los
funerales, pero debemos empezar a hablar del problema sin miedo,
igual que se habla del tabaco o del cáncer”.
Rubio continúa su cruzada desde el hospital 12 de Octubre y las asociaciones de exalcohólicos, convencido de que la educación y la información son la verdadera vacuna contra una sustancia que, según él, “ha sido vendida como medicina, pero actúa como veneno”.