MARIANA ALVEZ
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Psicología Positiva | 25/07/2017
Cuando una relación se termina, cuando nos
desvinculamos de un empleo, cuando debemos afrontar una enfermedad, cuando
perdemos a alguien, cuando una meta no se cumple, todas son situaciones por las
cuales los mortales deberemos transitar. Situaciones que podemos aprender a
manejar mejor gracias al desapego y la aceptación.
Este
término del desapego ha sido ampliamente utilizado en el
ámbito del desarrollo personal y alude a la liberación, al dejar ir, aunque no
desde la resignación, sino desde la paz y nuestra sabiduría interior.
Cada
uno es responsable de sí mismo y por lo tanto debemos hacernos responsables de
nuestras actitudes y nuestras decisiones, pero no desde un lugar de autocastigo,
sino desde un lugar de amor, paciencia y también de libertad.
El
desapego es el arte de diferenciar el mundo exterior del mundo interior, es lo
que nos habilita a no dejarnos influenciar negativamente por los demás, nos
permite aprender a escuchar nuestra voz interior en lugar de la ajena.
La
sabiduría de saber diferenciar aquello que podemos cambiar y lo que no, nos
permite ser más libres y no perder el tiempo en preocuparnos o atormentarnos
por aquello que no está bajo nuestro dominio.
Debemos
aceptar nuestra realidad. Es
lo que es por ahora, hay cosas que no podemos cambiar y otras que sí, quedarnos
en aquello que no cambia es torturarnos. Siempre podemos trabajar para
aprender a manejar nuestras emociones y pensamientos, si bien no es tarea sencilla,
vale la pena el trabajo para lograr esto.
El
desapego también está relacionado con vivir el aquí y ahora, hacer las cosas y
luego desapegarnos del resultado, sabiendo que si tienen que cumplirse así
será. Hacer lo que esté en nuestras manos y luego esperar sin obsesionarnos
pensando enfermizamente en eso.
Para
poner en práctica el desapego podemos comenzar siendo concientes de quiénes
somos y cuál es nuestro propósito en la vida. Acercarnos a nuestra
espiritualidad, entendida esta en su amplio sentido y no atada a ninguna
creencia religiosa en particular.
Entre
los beneficios del desapego encontramos calma, una sensación de paz interior,
la libertad para encontrar soluciones a nuestros problemas, transitar por el
duelo necesario y luego crecer a partir de él.
Nos
debemos desapegar desde la honestidad, de manera abierta y siempre con el
compromiso y nuestra voluntad de intentarlo. Si nos desapegamos, estamos en una
mejor posición para trabajar sobre nuestras emociones de dolor o resentimiento.
Para
mí el tema del desapego también está muy relacionado con la aceptación. En la
terapia dialéctica conductual, donde se pone el énfasis en la aceptación y la
validación de las emociones para desde ahí acercarnos a un cambio, se habla de
aceptación radical.
La
aceptación radical tiene que ver con una aceptación COMPLETA Y ABSOLUTA. Es
cuando aceptamos algo desde lo más profundo de nuestro ser. Cuando lo aceptamos
en nuestra mente, en nuestro corazón e incluso en nuestro cuerpo. Cuando
logramos aceptar algo radicalmente no estamos luchando contra eso, dejamos de
luchar contra la realidad y contra lo que no podemos cambiar. Es soltar
también.
Tiene
que ver con un concepto interno que deberíamos darnos el derecho de sentir.
Para ponerlo en práctica podemos pensar en todas aquellas situaciones donde
aceptamos algo completamente.
Cuando
alcanzamos la aceptación podemos sentir que estamos dejando ir la lucha, la
resistencia, simplemente dejamos ir aquello que nos había obsesionado. Si
logramos este estado también nos podemos sentir más centrados, libres y en paz.
Incluso
aunque podamos llegar a sentir aún cierta tristeza, si elegimos soltar
sentiremos como si un peso hubiese sido quitado de nuestros hombros. Vamos a
poder finalmente avanzar, para salir adelante es importante aprender a dejar ir
aquello que nos estanca en todo sentido.
El
dolor es dolor, pero la agonía y el sufrimiento, son el dolor
más la no aceptación. La aceptación radical convierte el
sufrimiento en mero dolor, algo que podemos aprender a manejar y utilizar a
nuestro favor. El dolor permite crecimiento y maduración, tenemos que darle su
espacio y abrazarlo.
Aceptemos
que la situación que genera dolor tiene una causa a veces no manejable por nosotros. Esto es lo
opuesto de decir ¿por qué a mí? Evitemos sentirnos víctimas desamparadas, vamos
a ser victoriosos creadores y entender que lo que nos sucede también es parte
de lo que nos construye y nos fortalece.
Intentemos
aceptar una situación incluso aunque no conozcamos del todo las causas que la generaron.
Y si somos lo suficientemente afortunados de conocer las causas que iniciaron
determinada situación, quizás hasta podamos evitar vivir la misma experiencia
en un futuro o al menos podremos comprenderla. Intentemos aceptar y seguir
adelante, construir algo diferente desde nuestro poder.
Aceptemos
que la vida vale la pena vivirla incluso aunque debamos sufrir a veces. Si no existiera el dolor, ¿cómo sabríamos que somos
felices? Si no existiera aquello que no está en nuestro control, ¿cómo
podríamos discernir que sí podemos cambiar y que no? ¿Cómo podríamos alcanzar
esa sabiduría interna?
Estos
dos conceptos trabajados hoy son muy útiles a la hora de avanzar en nuestra
vida, a vivir desde el presente y aprender del pasado sin estancarnos en él. Te
invito a que los utilices, ¡a crecer se ha dicho!
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