Si queremos calidad de vida y longevidad, nos interesa más tener un propósito y satisfacción con la vida (felicidad
cognitiva), que sentirte feliz en un momento dado (felicidad afectiva).
Recientemente he tenido la ocasión de conocer de primera mano
el Programa de Florecimiento Humano de la Universidad de Harvard.
Se fundó en 2016 con el fin de integrar los conocimientos de múltiples ciencias
sobre temas fundamentales para alcanzar la salud física y psíquica, la felicidad y la plenitud de la vida humana. En este programa están
estudiando el papel que el propósito en la vida, la virtud, el matrimonio y la
familia, la religión, el trabajo, el perdón o las relaciones sociales e interpersonales sólidas juegan en el bienestar humano. Este programa parece
muy necesario porque todos los seres humanos deseamos ser felices.
Algunos entienden la
felicidad como una emoción momentánea: "Me siento feliz". Pero la mayoría, entendemos que la
felicidad es algo más profundo, y entendemos la felicidad como un estado
cognitivo. Es decir, satisfacción con la propia vida: "Estoy feliz con mi
vida". Pero, ¿Cuáles son las consecuencias de la felicidad para la vida humana?
A día de hoy sabemos
que la felicidad afectiva, entendida simplemente como sentirse feliz, casi no
tiene relación con la longevidad. Sin embargo, el propósito y la satisfacción
con la propia vida (felicidad cognitiva) importa mucho
más. De hecho, se ha encontrado que la satisfacción con la propia vida no sólo aumenta la esperanza de vida, sino que aumenta también la calidad de vida puesto que mejora la calidad del sueño, se asocia a hábitos más
saludables, menos depresión y ansiedad, menos desesperanza y menos soledad.
QUÉ
HACER PARA ESTAR MÁS SATISFECHOS CON LA VIDA
Evitar los arrepentimientos (por
ejemplo, pensar "Si pudiera vivir mi vida de nuevo, cambiaría esto o lo
otro"). Los sentimientos de arrepentimiento están vinculados a la
reflexión sobre acciones pasadas que podrían haberse llevado a cabo de manera
diferente. Sin embargo, no hay que olvidar que existe una tendencia
natural a idealizar las oportunidades perdidas, las acciones no realizadas o
las decisiones no tomadas que podrían habernos llevado a una vida diferente.
Al mirar hacia atrás, me parece importante hacer una lectura constructiva para
aprender de experiencias pasadas y utilizar ese aprendizaje para tomar mejores
decisiones en el futuro, pero sin distorsionar la realidad ni realizar
comparaciones poco realistas con el presente.
Es importante destacar
que sentir arrepentimiento ocasional es normal, y no todos
los arrepentimientos son inherentemente perjudiciales. Pueden ser oportunidades
para la reflexión y el crecimiento. La clave está en cómo se abordan y utilizan
esos sentimientos para mejorar la vida presente y futura.
Practicar la aceptación y gratitud:
Nos permite apreciar mejor y disfrutar de lo que tenemos en el presente. Con
entrenamiento, practicar la gratitud puede convertirse
en un hábito.
Promover el perdón.
Todos hemos sido heridos por otros. A veces, de manera injusta. Desde el punto
de vista práctico, puede ser difícil saber cómo lidiar con tales heridas o con
aquellos que las han causado. Una posibilidad, es enterrar y reprimir las
heridas, pero a menudo permanecen con nosotros y vuelven a surgir. Otra
posibilidad, es dejar que las heridas se enquisten, rumiar sobre ellas y sobre
la ira, y posiblemente buscar venganza. A veces, esa venganza puede ayudar a
calmar la indignación, pero no quitará el dolor. Un enfoque alternativo para lidiar con las heridas del corazón es el perdón.
Podríamos definir
"perdón" como la sustitución de una mala voluntad, deseo o intención
hacia un ofensor por una buena. Concebido de esta manera, el perdón es
diferente de excusar o aprobar la acción y no requiere renunciar a la justicia.
Tampoco requiere restaurar la relación. De hecho, en casos de abusos o de
ofensas repetidas lo mejor es poner fin a la relación. Y lo más importante: en
varias investigaciones se ha demostrado que el perdón reduce la ansiedad y la
depresión. Con el tiempo, el perdón puede ayudar a liberar el
dolor emocional acumulado, los pensamientos rumiativos o la represión emocional.
Erradicar el odio de nuestra vida: Últimamente
estamos siendo testigos de múltiples guerras a nivel internacional. Además, a
nivel nacional estamos experimentando una creciente división y polarización.
Pero más allá de estos macro conflictos, existen los conflictos que cada uno de
nosotros tenemos con las personas más cercanas (familiares,
colegas de trabajo, etc) que habitualmente son los que verdaderamente nos
quitan la paz. No hay pasos fáciles para desentrañar tales
conflictos, pero si merece la pena identificar y erradicar el odio, puesto que
es un sentimiento muy poderoso que nos puede afectar muy negativamente.
El odio puede
afectarnos negativamente tanto a nivel emocional como físico. A nivel
emocional, puede generar sentimientos de venganza, rencor, tristeza, y
desequilibrio emocional, lo que puede llevar a una persona a sentirse
solitaria, envidiosa, con baja autoestima e insegura. Además, el odio puede perturbar el
equilibrio y la tranquilidad, dispersar la atención, evitar
la concentración y generar agotamiento emocional. A nivel físico, el odio
puede generar un estado de excitación que puede producir tensión muscular, malestar
gastrointestinal, o sentimientos de sobrecarga.
Para contrarrestar los efectos negativos del odio, es importante
buscar formas de liberarse de él. Algunas estrategias para abordar el odio
incluyen el perdón, la comprensión de las causas que lo provocan, y el
desarrollo de la empatía hacia los demás. Además, buscar el origen del odio,
aceptar los hechos y analizarlos con frialdad puede ayudar a alejarse poco a
poco de este sentimiento. Es fundamental reconocer que el odio, al ser un sentimiento
negativo, solo hace daño a quien lo siente y padece, y que las personas odiadas
no reciben nada de ese odio
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