ACyV | elconfidencial.com | 17/09/2025
Cada vez más personas reconocen sentirse incómodas cuando alguien entra en su espacio personal
La psicóloga Marian Rojas ha lanzado un mensaje que está resonando con miles de personas: no todo el mundo disfruta de tener visitas en casa y no pasa nada por reconocerlo. A través de un nuevo vídeo en su canal, la especialista ha abordado un tema poco explorado pero muy común: la incomodidad que sienten algunas personas cuando alguien irrumpe en su espacio íntimo.
Según explica, esta sensación no tiene nada que ver con
ser “antipática” ni con tener problemas sociales, sino con una forma distinta
de gestionar la energía. “Para muchos, el hogar es un refugio sagrado, un lugar donde la mente se recarga con silencio
y calma”, señala Rojas, recordando las ideas de Carl Jung sobre
introversión y extraversión. Mientras que algunas personas se nutren de la
interacción constante, otras necesitan soledad para recuperar fuerzas.
El malestar ante una visita inesperada puede ser, en
realidad, un mecanismo de
autoprotección, más que un rechazo personal hacia los demás.
Rojas lo describe como el choque entre la “máscara social” que todos usamos en público y la necesidad de
autenticidad en el espacio propio. “No estás siendo egoísta,
estás siendo sabia”, recalca en su mensaje.
En su análisis, también recuerda que el hogar es un
espejo del mundo interior, y que permitir o no el acceso a él no
es un simple gesto de cortesía, sino un acto profundamente simbólico. Para
quienes están en procesos de autoconocimiento o atravesando momentos de
sanación emocional, abrir la puerta a otros puede sentirse como una invasión energética.
La psicóloga insiste en que dejar de disculparse por necesitar
silencio es un paso crucial para vivir con más
autenticidad. Rechazar visitas o cancelar planes no debería interpretarse como
frialdad, sino como un acto de autocuidado y respeto por los propios límites. “Tienes derecho a reservar tu espacio y tu
tiempo, porque mientras tratas de complacer a otros, corres el riesgo
de abandonarte a ti misma”, añade.
Ese “ermitaño interior” al que se refiere Rojas no es
una señal de aislamiento patológico, sino una llamada al equilibrio. Se trata
de reconocer cuándo hace falta estar sola y cuándo conviene abrirse a la
conexión con los demás. Crear rituales de calma, comunicarse
con claridad y aprender a decir que no son, para ella, prácticas
esenciales de bienestar emocional.
El mensaje final es claro: no hay una única forma
válida de relacionarse con el mundo. Para algunas personas, el silencio y la
soledad consciente son tan necesarios como para otras lo es la interacción
constante. “Tu forma de estar en el mundo es
legítima y merece respeto”, concluye Rojas, invitando a quienes se
sienten culpables por no querer recibir visitas a ver esa necesidad como una
expresión natural de su alma.
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