BEATRIZ
LUCAS | Madrid
| El País |
22/06/2020
Además, perciben que la
mayoría de los niños han empeorado su estado psicológico tanto en infantil
(55%) como en primaria (64%). No obstante este resultado es mayor en el ciclo
de primaria. En infantil es mayor el
porcentaje de niños que no experimentan cambios . Aunque el psiquiatra Martínez
Manjarrés, advierte de que estos cuestionarios deben hacernos pensar, pero no
debemos olvidar que muestran la opinión de los padres, que pueden estar
proyectando sus propias emociones.
El
informe de la Facultad de Psicología de la Complutense revela que también
aumentó la apatía e impulsividad. “Debe hacernos reflexionar sobre las
dinámicas escolares”, dice su autora.
Alba no quiere volver a
cole. “Es que estoy mejor en casa con mamá, aquí se aprende muy bien”, explica
esta niña de seis años. Para Aurora, lo bueno del confinamiento ha sido
disponer de su tiempo para “dibujar y jugar” todo lo que ha querido con su hermano,
sin los rigores de las extraescolares, las prisas o “sin tener que aburrirse en
el recreo largo”. Candela, de nueve años, también tiene alma de homeschooler, los
niños que son educados en casa al margen del sistema: “Yo prefiero seguir así,
ojalá en septiembre volvamos solo dos días”, le confesó esta semana a su madre
Mariló Panadero, que aún se está reponiendo del susto. “Lo bueno es que te
organizas como quieres, puedes leer y dibujar hasta hartarte sin que suene el
timbre o sin tener que andar corriendo todo el día, y además veo más a mis
padres, eso es lo bueno”, concluye Pedro, de ocho años.
Sus historias ilustran la investigación Seis semanas de confinamiento:
Efectos psicológicos en una muestra de niños de infantil y primaria realizada
por las psicólogas especializadas en desarrollo infantil Marta Giménez-Dasí, de la Universidad Complutense, y Laura Quintanilla, de la UNED. Ésta confirma que las
dinámicas escolares pueden resultar tan ansiógenas para los niños y niñas, que
los niveles de estrés y ansiedad se han mantenido inalterados o incluso se han
llegado a reducir durante el confinamiento en los 167 estudiantes investigados,
que tenían de 3 a 10 años. Se trata de una muestra de conveniencia realizada en
dos colegios públicos de la zona noroeste de Madrid, en un entorno
socioeconómico medio acomodado, un factor crucial a tener en cuenta para
interpretar los resultados, pues se les presupone unas comodidades materiales y
unas atenciones con las que no todos los niños han contado durante las semanas
de encierro.
En todo caso, tampoco ha
resultado precisamente un camino de rosas para los menores de la muestra el
hecho de atravesar una larga situación de emergencia que, según numerosos
especialistas, puede acarrear consecuencias negativas en su comportamiento
y sus hábitos.
Los padres describen en el trabajo de Giménez-Dasí y Quintanilla mayores
niveles de hiperactividad y menor disposición al estudio de sus hijos. Sin
embargo, las expertas destacan de su trabajo, en el que se tomaron indicadores
de la salud mental de los niños en febrero y se volvieron a medir tras seis
semanas de confinamiento, una generalizada actitud positiva de los niños sin
graves consecuencias psicológicas.
Mientras que en los
pequeños de tres a seis años apenas hay efectos, en los niños a partir de ocho
la especialista considera que “el descenso en el estrés es significativo”. “Nos
sorprendió que las familias que señalan cambios positivos aluden a mejoras en
el estado de ánimo y relatan que el niño está feliz o más tranquilo, y
describen como ventaja la mayor disponibilidad de tiempo libre para jugar, y
valoran el tiempo en familia”, explica la psicóloga Marta Giménez-Dasí. E
interpreta que, a medida que crecen, los niños y niñas pueden aumentar sus niveles de estrés por las mayores
demandas del contexto.
“Debemos reflexionar
sobre la vida que llevan los niños y las niñas. Analizar si su ritmo de vida constituye un elemento de
estrés y, especialmente, la presión hacia el rendimiento académico o las
actividades extraescolares”, explica Giménez-Dasí. Además, en sus conclusiones
propone que se promueva una escolarización que favorezca el bienestar y
disminuya el estrés. “Los niños de forma rutinaria acusan ese ritmo de vida
ajetreado que les imponemos los adultos y, cuando han parado de forma radical,
ha mejorado su salud y su situación, en contextos socioeconómicos medios. Y es
importante tener en cuenta de cara al curso que viene que al menos en primaria
no pueden seguir el ritmo que los profesores les han impuesto. La educación
debe contribuir al bienestar de la infancia, y en algunos casos no está siendo
así”, apunta.
La socióloga de la
infancia Lourdes Gaitán, también investigadora en la Universidad Complutense,
cree que en esta crisis se está
fallando al tomar las decisiones sin tener en cuenta a los niños, niñas y adolescentes.
“Estos resultados se entienden si se pone la mirada desde el punto de vista de
la infancia. La escuela es un sitio donde los niños socializan entre sí, y
echan de menos a sus amigos, pero la escuela es también un espacio de tensión,
de imposición de autoridad y es el único gran remanente de las instituciones
cerradas del siglo XIX, nada más alejado de lo que un niño puede desear. Desde
su punto de vista, la escuela, como institución, es una estructura de opresión
para los niños”, asegura esta socióloga que ha realizado varias encuestas a
estudiantes durante el confinamiento. En su opinión, este proceso es una
oportunidad para volver a otra escuela. “Tenemos que apostar por la complicidad
con los estudiantes en el diseño de la vuelta a las aulas. Que les pregunten,
que se cuente con ellos, que sepan si prefieren llevar mascarilla todo el día o
estar aislados con su grupo... Ellos son parte de la solución pero deben
involucrarlos en el proceso. Se está haciendo todo para los niños pero sin los
niños”, concluye la socióloga.
El psiquiatra Juan Diego
Martínez Manjarrés, uno de los promotores del Fórum de Infancias de Madrid y
coordinador de Psiquiatría Infanto Juvenil en el hospital La Mancha Centro,
cree que es “aventurado concluir que la responsabilidad de la presión educativa
está en los colegios o centros educativos” porque las presiones sobre la
infancia “están en las raíces culturales de la sociedad actual y sus presiones
para alcanzar el yo social ideal”.
En su consulta él está
notando nuevas dinámicas tras el confinamiento. Le sorprenden la cantidad de
nuevos casos no patológicos que están llegando tras la cuarentena. “Es como si
los padres al pasar tanto tiempo observando a sus hijos identificaran problemas
de salud mental cuando en realidad son problemas educativos. Pero es más cómodo
pensar que se trata de una enfermedad que se puede curar con una pastilla que
asumir y abordar tu responsabilidad como educador y padre”, explica. También
cree que el confinamiento ha tenido algunos efectos positivos en niños “sobre
todo en los que padecían estrés o patologías más leves relacionadas con la
ansiedad del logro o la construcción de la identidad”.
El psiquiatra ve
comprensible que durante el confinamiento se reduzca el estrés. “La ausencia de
los padres en la vida cotidiana es uno de los mayores provocadores de la
angustia en los niños y de la ansiedad en la infancia y lo que más ayuda a los
hijos a tener un desarrollo emocional más adecuado es que estén sus padres
cerca. Aunque estén desatendidos porque los padres están teletrabajando,
siempre pueden recibir un abrazo y la certeza de que sus padres están ahí si
pasa algo”, explica el doctor Martínez Manjarrés. Aunque resalta que los
resultados de la muestra no pueden generalizarse para todos los niños: “Tiene
un gran valor que los datos midan el antes y en el después. Aunque el sesgo
socioeconómico es importante, ya que no es lo mismo pasar el confinamiento en
un chalet o casa con jardín, que hacerlo en un piso pequeño, interior, con
muchos hermanos y la angustia de que tus padres están sin trabajo”, apunta.
Como contrapunto explica que por su consulta han pasado adolescentes a los que la educación online les ha beneficiado: “Algunos estarían felices de seguir haciendo clases virtuales porque les da más disposición de su día, pueden ir a su ritmo y son más flexibles en los tiempos y espacios, y muchos valoran que les permite pararse a pensar. Eso nos tendría que hacer reflexionar a nosotros, los adultos”, concluye. Sin embargo, en el informe del equipo de la Universidad Complutense, la dimensión que peor parada sale de esto estudio es la académica, ya que el 85% de los niños expresaban dificultades para realizar adecuadamente las tareas escolares así como una demanda excesiva por parte de los profesores.
Como contrapunto explica que por su consulta han pasado adolescentes a los que la educación online les ha beneficiado: “Algunos estarían felices de seguir haciendo clases virtuales porque les da más disposición de su día, pueden ir a su ritmo y son más flexibles en los tiempos y espacios, y muchos valoran que les permite pararse a pensar. Eso nos tendría que hacer reflexionar a nosotros, los adultos”, concluye. Sin embargo, en el informe del equipo de la Universidad Complutense, la dimensión que peor parada sale de esto estudio es la académica, ya que el 85% de los niños expresaban dificultades para realizar adecuadamente las tareas escolares así como una demanda excesiva por parte de los profesores.
El estudio refleja
también cómo perciben las familias que sus hijos han vivido esta cuarentena. La
variable que más ha empeorado, según describen los padres, es la motivación al
estudio. También ha subido mucho la impulsividad, las familias perciben más hiperactivos
e impulsivos a sus hijas e hijos .
Pedro, de 8 años, cree
que sus padres están muy estresados, y aunque valora las ventajas del
confinamiento, como explicaba al principio,
él también necesita su espacio. “Esto tiene cosas buenas y malas, pero ahora ya
tengo ganas de recuperar mi vida de antes, tener mi sitio, si es que se
puede...”, concluye.
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