D. MENDOZA | Madrid | La Razón | 19/11/2018
La doctora Marian
Rojas Estapé viene de una familia de psiquiatras, entre ellos su padre, el
también autor Enrique Rojas, al que Marian no duda en citar en «Cómo hacer
que te pasen cosas buenas» (Espasa), un libro que vio la
luz tras la insistencia de sus pacientes y que está basado en la idea de que
«el que se comprende es capaz de superarse». Rojas Estapé trabaja en el
Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas, donde se enfoca
especialmente en problemas que parecen aquejarnos a todos: la ansiedad y la
depresión. En su libro explica cómo reacciona el cerebro ante ciertos estímulos
y cómo eso puede afectar a nuestra salud mental.
PREGUNTA. –En el libro señala a la sobrestimulación como causa de la depresión y la
ansiedad tan comunes hoy día.
RESPUESTA. –Como
psiquiatra, defino la felicidad como la capacidad de vivir instalado en el
presente, habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión hacia
el futuro. Los que viven enganchados en el pasado son los
depresivos, los que viven angustiados con el futuro son los ansiosos. Nos hemos
olvidado de vivir el ahora. Y la felicidad depende de cómo
decidimos vivir el momento. La felicidad es una actitud y una forma de
interpretar la realidad. Es decir, tú eliges. La persona del siglo XXI que
triunfa es aquella que es capaz de centrarse en lo que es importante ante tanta
estimulación. Hay una frase de Yoda, de «Star Wars», que me gusta mucho: «Ten muy
presente que tu enfoque determina tu realidad». Lo que pasa es
que las redes sociales, la pantalla y la tecnología toman el mando de nuestra
atención y nos impiden enfocarnos en lo realmente importante.
P.- –De hecho,
compara Facebook con las drogas. | R.- –Porque es una droga. Las redes
sociales y la cocaína están reguladas por la misma hormona, la dopamina, que te
da placer pero te genera adicciones. Los «likes» son micro chispazos
de dopamina. Las redes están constantemente enviándonos
noticias de lo que sucede en el mundo, y eso hace que, por nuestro instinto de
supervivencia, vivamos siempre alerta. Además está el instinto social, es
decir, la necesidad de atender automáticamente todo lo que llega de nuestro
entorno, como mensajes de amigos o de trabajo, porque es nuestra manera de
vivir en el mundo de forma social. Después está la necesidad de reconocimiento,
es decir, el subir una foto y esperar a que la gente le dé «like». La autoestima
de los jóvenes está muy relacionada con el número de seguidores y «likes» que
tienen. El gran problema es que dejamos de vivir en el mundo
real para tener una vida virtual que nos aporta gratificaciones instantáneas.
Hoy conectamos mejor con una pantalla que con una persona. Yo veo chicos en mi
consulta a los que les estoy enseñando a ligar, porque requiere de tiempo,
esfuerzo y de la posibilidad de que te digan que no. Y hoy no hay tolerancia a
la frustración; lo queremos todo aquí y ahora, y nuestro cerebro se ha
acostumbrado a eso. Por eso hablo en el libro de la necesidad de aprender a
posponer la recompensa.
P.–Apoya las ideas
del libro en estudios científicos y da muchos ejemplos de cómo lo emocional y
lo físico están relacionados. | R.- –No vengo a dar una receta fácil,
pero es verdad que la neurociencia nos acerca al equilibrio. Teniendo en cuenta
la cantidad de información que tenemos sobre el cerebro y las emociones,
podemos entender mucho mejor lo que nos sucede. No es un libro de cómo ser
feliz en tres pasos, no creo en esas cosas, pero sí abogo por entender cómo
funcionamos ante el estrés y en momentos de calma y cómo reaccionan nuestro
cuerpo y nuestra mente cuando estamos en modo de amenaza. De
hecho, hay dos modos de enfrentarse a la vida: en lo que llamo modo de
supervivencia –cuando tienes problemas de salud, económicos, sentimentales– o
en los momentos de calma, en los que defiendo el conocimiento interior, el
sacar nuestra mejor versión.
P.–Asegura que «el
éxito es el gran mentiroso», ¿por qué?
| R.- –Porque el
fracaso te enseña mucho más que el éxito. El fracaso, cuando
está bien asumido y asimilado, es un gran maestro de vida. Esto es importante
porque la gente está obsesionada con el éxito. Sin embargo, las grandes
historias muchas veces son de superación. La persona feliz es la que supera una
derrota y se levanta. Cuando uno ha sufrido un trauma se acerca a la
gente que sufre, entiende mejor a los demás. Pero, si lo
tomas mal, te conviertes en una persona agria, resentida y neurótica.
P.–También escribe
que «pocas frases han hecho más daño que la de “vendrá cuando menos te lo
esperas”» | R.- –El 90 por ciento de la gente a la que no le pasan
cosas buenas es porque no sabe lo que quiere que le pase. Hay
que plantearse metas a largo plazo y objetivos a corto. Decía Séneca: «No
existe viento favorable para quien no sabe a dónde va», es decir, el que no
tiene un plan es esclavo de lo inmediato, reacciona según impulsos y
sentimientos y, por tanto, es muy influenciable. Cuando estás esperando a la
nada puede llegarte el proyecto de tu vida o el hombre de tu vida y no te das
cuenta. Cuando a uno le interesa algo, lo ve. Lo que sucede es que vivimos sin
tener intereses claros.
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