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En
nuestro país ya hay identificados 164 casos
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Se
piensa que hay muchas más personas con este trastorno
ÁNGELES
LÓPEZ | Madrid
| El Mundo | 12/11/2014
Parecía
un problema afincado en Japón pero, la incapacidad para integrarse en la
sociedad y relacionarse con los demás ha llegado a España y está aumentando en
los últimos años. Prueba de ello es el primer estudio europeo, realizado por
médicos del Hospital del Mar de Barcelona, en el que se describe una serie de
164 casos de síndrome de hikikomori, como se denomina este problema. Nuestro
país no es el único, también se han detectado personas con fobia a la sociedad
en Omán, Italia, la India, Estados Unidos y Corea.
De
piel muy pálida, por no darles nunca el sol, parcas en palabras, con respuestas
a preguntas que no van más allá de monosílabos y bastante distantes. Así son
algunas de las personas con este síndrome que se describió por primera vez en
la literatura médica en 1998 por el psicólogo Saito Tamaki.
Pero
éste no es un retrato válido para todos los casos de aislamiento, sobre todo
fuera del país nipón. «Hemos visto que hay diferencias entres los casos
japoneses y los españoles. Mientras que allí la mayoría son hikikomori
primarios, sin otra patología de base, la mayoría de los que hemos visto en
España y en Europa están asociados a otros trastornos mentales», explica
Ángeles Malagón-Amor, principal autora de este estudio cuyos resultados publica
la revista Journal of Social Psychiatry. Así, un 34,7% de
los pacientes españoles evaluados presenta un trastorno psicótico, un 22%, ansiedad
y un 74,5%, trastorno afectivo. Entre las similitudes con los pacientes
japoneses están que la mayoría de los casos españoles se dan en varones y que
suelen vivir con la familia. La media de reclusión de los 164 casos
evaluados por los médicos catalanes está en 39,3 meses pero hay pacientes que
han estado hasta 30 años sin vínculos con el exterior.
La
presencia de otra patología «nos lleva a la conclusión de que tal vez no es un
diagnóstico en sí, sino más bien un síndrome grave asociado con múltiples
trastornos psiquiátricos. El hikikomori primario, es decir, no asociado a una
patología mental, también existe pero es mucho menos frecuente», ha aclarado en
un comunicado Víctor Pérez-Solà, director del Instituto de Neuropsiquiatría y
Adicciones del Hospital del Mar.
Debido
a la frecuente convivencia con otros trastornos, Kazuhiro Tajima Pozo,
psiquiatra de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, aconseja realizar
siempre un diagnóstico diferencial de las causas de esta reclusión. «El autismo
o retraimiento social puede ser un síntoma de esquizofrenia, pero también está
presente en los trastornos generalizados del desarrollo. El aislamiento social
también puede verse dentro de cuadros de ansiedad, fundamentalmente de tipo
fóbico-evitativos, que estaría muy cercanos al denominado hikikomori que se
observa en Japón».
Sin
conocerse la causa exacta que lo provoca (cuando no hay una enfermedad
asociada), parece que en los últimos años han aumentado estos ermitaños. Para
Tajima Pozo, la razón de este incremento podría estar detrás del desarrollo de
las nuevas tecnologías. «Se ha pasado de estar enganchados a los videojuegos
a estar todo el día conectados a internet. Japón es más precoz en el tema
de las tecnologías y eso podría explicar por qué allí se dio antes este
problema».
Sin
embargo, Malagón-Amor apunta otro motivo: la falta de equipos de atención
domiciliaria. «En España no ha habido equipos de este tipo especializados en
Psiquiatría que pudieran detectar y atender a estos pacientes que, por
otro lado, no suelen pedir ayuda ni acudir al médico».
El
tratamiento varía en función de si es un síndrome hikikomori primario o si está
vinculado a una enfermedad. «Si hay otra patología, la tratamos y eso hace que
vaya mejorando el aislamiento. Pero cuando no hay otro trastorno asociado es
más complicado porque la mayoría no quiere ayuda, que consistiría en terapia
psicológica y farmacológica», explica Malagón-Amor.
No
se trata de que estén bien sin contacto con el exterior. «Algunos piensan
que estarían mejor si pudieran salir pero el intentar cambiarlo no les compensa»,
afirma esta psiquiatra. Porque se sienten bien en casa, y el exterior, las
exigencias del trabajo o la vida les abruma demasiado y prefieren la protección
de lo conocido: sus cuatro paredes.
Conozco algún adolescente con estos síntomas y realmente el aspecto físico es el que se describe y su relación social, la poca que tiene con sus vecinos y familia, también. No quiero ser “cenizo” pero que sólo se haya investigado en un hospital de Barcelona y se hayan encontrado 164 casos, quiere decir que hay muchísimos más. Y más que a las nuevas tecnologías lo atribuyo a patologías mentales porque tirando de la manta encuentras una relación familiar conflictiva, sin afecto ni valorando a las personas, con poco diálogo. Esto marca ya desde niños y en la adolescencia se acentúa más. Opino que los psicólogos y psiquiatras tienen un nuevo reto al que enfrentarse para mejorar la vida de estas personas que viven sin vivir.
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