Comienza en Los Ángeles la Olimpiada
para personas con discapacidad mental. Así viven la experiencia en India los 13
atletas que la Fundación Vicente Ferrer ha clasificado
En su poblado,
a Baba ni siquiera la llamaban por su nombre. La conocían como la
Subnormal. Debido a su discapacidad mental severa, acentuada por un habla
gangosa que la convertía en el hazmerreír de la localidad, era apartada y
discriminada. Pero su vida dio un vuelco cuando se convirtió en una de las
primeras integrantes del equipo que la Fundación
Vicente Ferrer forma
desde 2010 en la ciudad india de Anantapur para competir en las Special Olympics, los Juegos
Olímpicos en los que participan discapacitados intelectuales. Sólo un año
después consiguió clasificarse para viajar a Atenas, donde cosechó una medalla
de oro y otra de plata. A su regreso fue recibida como una heroína, y ahora
sirve de ejemplo para los 34 adolescentes y jóvenes —todos con discapacidad
intelectual media— matriculados en esta peculiar escuela, la más cercana a un
centro de alto rendimiento en el sureño estado de Andhra Pradesh. Pero, sin
duda, el mayor premio para ella es que dejó de ser la subnormal para
convertirse en Baba.
Desde
entonces, el equipo de la ONG española ha cosechado más de una treintena de
metales en las citas regionales que siguieron en Corea del Sur y en Australia a
los Juegos de la capital griega. Ahora, otros 13 atletas de entre 13 y 24 años
sueñan con repetir en Estados Unidos el éxito de sus predecesores. Son los que
han sido seleccionados para competir en Los Ángeles, donde las Special Olympics
comenzarán el próximo día 25, en siete disciplinas diferentes. “En total, el
equipo de India está formado por 200 deportistas, y todos los que representan
al estado de Andhra Pradesh son los que se entrenan con nosotros”, cuenta el
coordinador del proyecto, Enric Romaguera. “Tenemos esperanza de ganar medallas
en bádminton, voleibol y ping-pong. En el caso del tenis de mesa los chinos
tienen más tradición, pero nosotros trabajamos más”, explica el valenciano. “Y
en halterofilia, cuidado, que estos chicos levantan hasta 168 kilos”.
Pero el lema
"lo que importa es participar" nunca ha tenido más sentido que en
estos Juegos. “En realidad suponen un proceso de empoderamiento para los
discapacitados intelectuales. Hacer deporte y participar en competiciones aumenta
tanto su autonomía como su autoestima. Y eso, finalmente, revierte también en
el comportamiento de toda la comunidad. Antes los discriminaba y ahora los
respeta”, analiza Romaguera. “Además, en el caso de los Special Olympics está
el gran valor de la experiencia personal. Porque viajar por India para
participar en las cuatro pruebas previas a los Juegos, y luego incluso ir al
extranjero, supone un aprendizaje importante que les ayuda a crecer como
personas”. De hecho, los seleccionados han tenido que viajar a Chennai para
recibir un curso de adaptación en el que se les prepara para lo que les espera
en América. “Desde comer con cubiertos —en India se utilizan generalmente las
manos— hasta dormir en una cama —la mayoría lo hace sobre una esterilla—”.
A pesar de todo
ello, Yerriswamy todavía no se hace a la idea de que va a salir del país por
primera vez para viajar a otro continente. Y tampoco sabe qué se encontrará
después de volar 24 horas. Sí que le han contado que en la capital de
California no hay vacas sagradas tumbadas en medio de la carretera y que será
difícil encontrar platos con el curry que tanto le gusta. Habla cohibido, pero
es incapaz de contener una sonrisa de oreja a oreja, la confirmación de que la
ilusión le embarga. Con 24 años es el abuelo del grupo, lleva
año y medio entrenándose con pesas de hasta 162 kilos, y sobre sus hombros ha
recaído la responsabilidad de liderar el grupo. “Estoy muy contento, pero
todavía no demasiado nervioso”, cuenta entre risas. Sin duda, para sus padres, que
ganan unas 100 rupias (1,4 euros) al día como jornaleros, la experiencia que
está a punto de vivir su hijo habría resultado impensable hace sólo unos meses.
“Ni siquiera habría soñado con viajar a tres estados diferentes de India para
prepararme”, afirma.
Claro
que no es fácil integrarse en el equipo nacional, compuesto por atletas que
proceden de los cuatro puntos cardinales de un país tan diverso como India. “Es
mucho más fácil gestionar a los que compiten de forma individual que a los que
van en grupo. El nivel de entrenamiento difiere mucho, porque la mayoría de las
instalaciones y del personal en el resto del país no son los más adecuados.
Además, como hablan diferentes lenguas, a veces ni se entienden entre sí”,
comenta Romaguera con gesto de impotencia. Sanjeen Reddy, que jugará con el
equipo de fútbol, le da la razón. “La verdad es que me llevo bien con los otros
jugadores y ya he hecho cuatro amigos, pero nos entendemos poco porque nosotros
hablamos telugu y ellos hindi u otros idiomas”, ríe el joven. “A veces
cometemos errores de coordinación por ese problema”. Pero como no hay mal que
por bien no venga, eso es precisamente lo que le ha animado a aprender algunas
frases en la lengua oficial del país, algo que antes nunca se le habría
ocurrido hacer.
También están
recibiendo clases básicas de inglés. Quieren que no se repita lo que le sucedió
a Baba en Atenas. “En la carrera de los 200 metros no entendí al árbitro cuando
dio la salida y tuvo que ser el entrenador quien me gritó desde el público que
comenzase a correr”, recuerda. A pesar de ello ganó. “Es importante aprender
idiomas”, resume azorado. “Al final, los Juegos son una excusa para avanzar en
muchas otras áreas. Con las chicas, por ejemplo, al principio nos costó que
vistieran pantalón corto. A muchas les daba vergüenza, porque en India, sobre
todo en las zonas rurales, todavía no está bien visto. Pero, poco a poco, hemos
conseguido que sea considerado algo normal. Además, estamos muy contentos de
que entre los seleccionados haya siete chicas y seis chicos, un hecho que le
demuestra a la comunidad el valor de ellas”, argumenta Romaguera.
No en vano, las
chicas tienen que hacer frente a una discriminación doble: por su discapacidad
y por ser mujer. Pero Asifa Pentekanti sabe que su valía es igual que la de
cualquier compañero varón. Y, a pesar de ser musulmana, ya no le importa lo que
puedan decir de ella por vestir pantalón corto en la cancha donde juega al
baloncesto. Sri Latha es de la misma opinión, y cree que el deporte es un buen
antídoto contra todo tipo de discriminación. Por eso, su objetivo después de
competir en ping-pong es ganarse una plaza de entrenadora. “Quienes muestren
más talento se podrán quedar en el centro para trabajar formando a las
siguientes generaciones, ya que sólo pueden participar una vez en los Juegos”,
explica el entrenador valenciano.
De
momento, Kulayamma Manthri ya se ha ganado el puesto con las tres medallas de
oro que obtuvo en Australia, y disfruta dirigiendo entrenamientos cuando alguno
de los profesores de Educación Física está ausente. Tiene madera de líder y se
desenvuelve a la perfección. “Para desempeñar este trabajo es importante que la
discapacidad no afecte en exceso al carácter, porque esa puede ser una losa
importante a la hora de interactuar con el resto. Aunque generalmente van
mejorando en ese aspecto con el tiempo, a algunos les cuesta más”, explica
Romaguera. Kulayamma se esfuerza en todos los aspectos porque sabe que el
trabajo como asistente del entrenador no es sólo un sueño hecho realidad para ella:
supondrá también un alivio económico para su madre, jornalera, que quedó viuda
cuando ella era pequeña.
Claro que no es
la única que necesita una inyección económica. El proyecto de la Fundación
Vicente Ferrer también busca donantes que permitan mantenerlo en el tiempo e
incluso ampliarlo. “Todavía no está muy claro quién correrá con qué gastos en
las Special Olympics, y el viaje hasta Los Ángeles resulta muy caro. Nos
gustaría también que nuestro centro se convirtiese en un referente para toda
India, porque vemos que nuestros atletas están a la altura de los de cualquier
otro país y eso no sucede con los de otros estados. Pero para todo eso
necesitamos más patrocinadores”, sentencia Romaguera. En cualquier caso, ajenos
a las estrecheces por las que pasa el proyecto, y como apunta su entrenador,
los seleccionados viven ahora “ese momento en el que dejan de dormir y empiezan
a soñar”
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